viernes, 27 de diciembre de 2019

UNION CLUB temporada 1971-1972








En la temporada 1971-1972, el Unión Club, jugó en una Tercera División más fuerte de las que había jugado anteriormente.

El Unión Club que había ascendido brillantemente en la temporada anterior, estaba dirigido en la presidencia por el señor Leopoldo Pérez.

El presupuesto para la temporada era de 1.215.950 pesetas y en la última asamblea del club se acordó en fijar la cuota de los socios en 500 pesetas anuales y 50 mensuales.

Los equipos pertenecientes a  Vizcaya, Asturias, Galicia, León y Cantabria; fueron: Baracaldo, Sestao, Basconia, Orense, Ensidera, Villosa, Gimnastica, Avilés, Compostela, Mirandés, Ponferradina, Bilbao Atlhetic, Jupies Leones, Caudal, Lemos, Lugo, Turón, Fabril, Candas y UNION CLUB.

Para participar en esta competición, formaron una plantilla con los siguientes jugadores:

Monchi, Miguelo y Pio (de porteros), Peña, Vazquez, Burgos, Cali, Berto, Gerardo, Victorino, Carlos, Juanma, Luque, Pasiego, Gómez, Petit, Cañizo, Toca, Tomás, Juli, Canito, Linares, Somonte, Varillas (fichaje), Cela (cedido por el Racing), Diego, Collantes, Jesusito, Fidel y Carús.

(los marcados con negrilla son los que empezaron la temporada y los otros se fueron incorporando durante ella)

De entrenador, Mendi.

Quedó campeón de esta Tercera División, el Baracaldo y el Unión Club,  el cuarto por la cola, con 38 partidos jugados, 10 ganados, 7 empatados, 21 perdidos, con 37 goles a favor y 75 en contra.

Era difícil por los astillerenses quedar bien clasificados en una Tercera División potentísima, con los mejores equipos de esas distintas Comunidades.

Solamente por Cantabria, fueron representados por dos equipos, la Gimnastica y el Unión Club.

Los desplazamientos eran además muy largos y especialmente los que se jugaron en Galicia, donde el equipo tenía que desplazarse por la mañana y hacer parada para comer en ruta.

En todos los viajes, eligieron el pueblecito de Otur (Luarca) en Asturias y el Restaurante CASA CONSUELO, del que tenían referencia de su buena atención y excelente comida.

El 9 de enero de 1972, el Unión Club se desplazo a jugar contra el Lugo en los campos de "Angel Carro" de esa localidad.

El encuentro terminó con empate a uno y fue arbitrado por el colegiado santiagués señor Barreiro.
El Unión Club presentó este equipo: Monchi; Victorino, Vázquez, Julio; Peña, Duco; Cañizo, Linares, Carlos, Luque y Collantes. En la segunda parte, Tomás salió en lugar de Carlos.

Los goles fueron marcados en el minuto quince de partido, por Rivera y por los astillerenses por Cañizo.

El Unión Club no hizo meritos para llevarse el empate, sin embargo sus jugadores supieron defenderse bien atrás y realizar esporádicos contraataques, en el cual, uno de ellos, fue el gol conseguido.

El 7 de mayo de 1972, el Unión Club volvió a desplazarse en esta ocasión a tierras gallegas, para jugar con el Fabril.

El encuentro terminó con el resultado de dos a uno, a favor de los gallegos. Arbitro el colegiado lucense, señor Abelairas.

Poco público asistió a este encuentro y los graderíos del estadio de Riazor se vieron casi completamente desiertos.

El gol astillerense, fue conseguido por Gerardo de cabeza aprovechando un pase de Diego.

El Unión Club alineó a los siguientes: Monchi; Peña, Cochero, Vázquez; Julio, Gerardo; Carlos, Varillas, Diego, Carús y Cañizo. En el segundo tiempo, Jimenez ocupó el puesto de Varillas.

En estos viajes que realizaba los astillerenses a las localidades de Lugo y Galicia, paraban a comer en CASA CONSUELO de Otur, siempre, porque les atendían muy bien y destacaban por su buena comida.

Hablando con el ex-jugador Carús, que por esas fechas pertenecía a la plantilla, me hablo de este tema y que en agradecimiento de las atenciones recibidas por ese Restaurante, en uno de los viajes (creo que fue el del partido contra el Fabril), les obsequiaron con un banderín bordado a mano por la señora Hontavilla.

Y así fue, lo pude confirmar, poniéndome en contacto con el Restaurante, pero ahí no quedo la cosa, por gentileza de esa gente maravillosa, me lo regalaron particularmente y hoy le tengo en mi poder, por cierto, con mucho orgullo.

También quiero, confirmar, que ese Restaurante CASA CONSUELO, desde 1935 mantiene su buena atención al público y su excelente menú.













viernes, 20 de diciembre de 2019

Feliz Navidad 2019




a todos mis amigos y seguidores de este blog,
os deseo unas


FELICES FIESTAS
y

PROSPERO AÑO NUEVO 2020








(portal de mi Nacimiento)























viernes, 13 de diciembre de 2019

ASTILLERO navegación de las pinazas en la ria de Astillero.











Las conocidas embarcaciones llamadas "pinazas" se utilizaron mucho como transporte de cañones desde el paraje de la ría de Tijero a Santander y al Real Astillero de Guarnizo en otras ocasiones.

Las pinazas llevaban maderas y diversas mercancías, llegando a salir fuera del puerto para hacer cabotaje y a artillarse con un cañón a proa para la vigilancia y defensa a la entrada de los puertos en periodo de guerra.

Estas antiguas embarcaciones de vela y remo propia de la costa Cantábrica, su nombre de pinazas se deriva de la palabra Pino, porque estaban construidas casi exclusivamente de esta clase de madera y eran por consiguiente muy ligeras, aunque no muy sólidas. Eran las pinazas largas estrechas, ligeras y de popa cuadra y llevaban tres palos.

Eran embarcaciones que formaban aproximadamente diez tripulantes a remo.


La navegación sobre las aguas de la ría de Heras o de Tijero, adquirió gran intensidad durante el apogeo de las fábricas de artillería de Liérganes y de La Cavada, en la segunda mitad del siglo XVIII cuando los maestros santanderinos del Noble Cabildo de San Martin de la Mar utilizaban "sus embarcaciones de 26 pies de quilla que cargan en bonanza como doscientos quintales y sirven para la batería para la introducción y extracción de los Reales bajeles en el puerto y para los del comercio, con notorio exceso de las lanchas menores y aun las pinazas aquéllas por su debilidad y a éstas porque no pueden manejar el remo para las maniobras necesarias a virar de pronto, de efecto de bordear cuando era necesario, haciendo con ellas demás de pesquería, los trabajos referentes al real servicio y los de lastrar y deslastrar y hacer cargas y descargas para los comerciantes.

Las pinazas del Cabildo de San Martin conducían la artillería procedente de las citadas fábricas montañesas al Real Astillero de Guarnizo para poner cañones de distintos calibres en los navíos de guerra allí construidos o en los veleros del comercio que se armaban con la finalidad de hacer el corso contra los enemigos de la Corona de España. Otras veces iban con artillería diversas hasta Santander, en cuyos muelles se embarcaba después al Ferrol y a otros puertos de España y de sus colonias.

Muy usadas en nuestros puertos de Cantabria, las pinazas tenían hasta 18 toneladas, careciendo de cubierta, y a veces "se realzaban" en los astilleros para ser convertidas en quechemarines. (en las ordenanzas del Cabildo de San Martin de la Mar de la villa de Santander, ordenaba que las pinazas que se avíen de ir en esta villa a las pescas de los besugos, tengan cada una quince codos de quilla en llano, sin codaste, y la que tuviera menos no pueda ir a la dicha pesca).

El 31 de octubre de 1854, el constructor particular y vecino del Astillero de Guarnizo, don Antonio Vena, botaba al agua una pinaza y cobró doce mil reales de vellón por ella, siendo de las características siguientes: 53 pies de eslora, 50 de quilla, 30 de manga y 5 y medio de puntal hasta los topes de los armazones, dando un arqueo, según la medición oficial del maestro Aberasturi, de 18,42 por 100 toneladas.

Para transporte artillería desde el puerto de Santander al del Ferrol en la fragata de la matricula local "San Juan Bautista" alias "Diana Meridional" se ultimó un contrato entre el contador comandante oficial de nuestra provincia marítima y don Guillermo Calderón, dueño de la mencionada nave, el 13 de julio de 1824, conviniéndose llevar "la artillería existente en La Cavada que haya sufrido la prueba de ordenanza según la Real Orden del 7 de abril de 1823, debiendo transportar hasta 110 cañones de 36, que estarán puestos en el embarcadero de Tijero, siendo de peso cada uno de 66 quintales y medio, cobrando el armador por fletes seguros y detrimentos 69.918 reales de vellón, iniciándose el viaje al primer tiempo oportuno y hacer la descarga dentro del término de 10 días, abonándose además 260 reales diario para manutención de los tripulantes, que se estipulaba en cuatro reales para los marineros y en ocho para los oficiales.

Durante los primeros años del siglo actual seguía utilizándose para transportes la ría de Heras llegando barcazas, lanchas y gabarras hasta el final de ella y en la parte lindante con la carretera de Santander a Bilbao, al pie de las estribaciones del monte Cabarga.

Por después, los fangos procedentes del lavado de los minerales de hierro vertidos en esta ría redujéronla muy considerablemente en su extensión y calados, como aconteció por iguales causas con la de Solía o de San Salvador y con la de Boo o de Revilla, que desembocan también en la bahía santanderina.

Poco antes de reunirse en la bahía santanderina la gran flota de Menéndez de Avilés en 1574, acordaba el Ayuntamiento de la villa en 31 de abril que dos pilotos se encargasen "de prevenir las pinazas de gentes para cuando viniere la armada" y en otra reunión del indicado año y en 5 de junio "se manda que las pinazas de esta villa que ayudan a las naos que se metan en el puerto estén puestas para que salgan pronto".

Fueron insuficientes en número las pinazas santanderinas que debían de dar remolque a las naos de Pedro Menéndez Avilés para entrar en el puerto y por ello el Consejo santanderino había acordado en 3 de junio de 1574 "nombrar al licenciado Diego de Arce, corregidor, para que vaya en las pinazas que son prevenidas a poner pilotos de los navíos de la dicha armada y traerlas a esta dicha villa".

El 26 de marzo de 1837, y a consecuencia de un acuerdo tomado por la Junta de Guerra de nuestra provincia, se firmó un contrato entre don Zoilo Quintanilla, vecino y del comercio de Santander, y los matriculados en el puerto de Santander, Juan de Ribas, Gregorio de Ajo y Juan Escobedo, como patronos y dueños de pinazas del tráfico, para conducir hasta los muelles de nuestro puerto desde Tijero "ciento treinta cañones de todo calibre, siendo de cuenta de Quintanilla el ponerlos a bordo", estipulándose en la cláusula segunda que "se ha de verificar la conducción desde el día en que se avise haber ya en Tijero cañones con un día de anticipación, sin que lo impidan las mareas muertas ni días feriados, en términos que si no se pudiesen cargar cuatro, se conducirían dos o uno solamente para evitar perjuicios al empresario.

En todo caso se avisarán los patronos comparecientes a Quintanilla, obligándose éste, según la clausula 3ª, a facilitar "los polines o rodillos necesarios para que no se maltraten las pinazas debiendo ser de cuenta de sus patronos la conducción desde un principio y consecuente todos los que se necesiten para el recibo y colocación en el terraplén del muelle, entendiéndose por del grueso y tamaño propio de los de su clase y nada más; de modo que ellos no priven la traída del número de cañones que ordinariamente puede cargar las pinazas quedando éstas marineras".

La cláusula 5ª especificaba que si se perdiera "alguna marea en Tijero y más de una en Santander por falta de auxilios necesarios para la carga y descarga que son de cuenta de Quintanilla, se abonaran cincuenta reales a cada pinaza y por cada marea y conviniéndose también en la 6ª que en el desgraciado caso que las pinazas sufrieran algún daño al tiempo del embarque o desembarque de la artillería por efecto del pescante o machina y demás aparejos, se ha de abonar a los patronos por el empresario Quintanilla el que resulte según juicio de inteligentes.

El precio que había de pagarse por cada cañón conducido sería el de 45 reales vellón verificando dicho pago cada ocho días en que hayan realizado la descarga para lo que así como en las operaciones de la carga deberá tener Quintanilla la gente necesaria, tanto en Tijero como en Santander.


(fuente Revista Altamira 1959, por Fernando Barreda)













viernes, 6 de diciembre de 2019

LA FUENTUCA en Astillero







(foto de mi propiedad)





(foto de Federico Ibaseta)



(foto de mi propiedad)





El agua medicinal de la famosa "Fuentuca" fue objeto de un esmerado estudio en el año 1769, y una vez aprobado su proyecto, la traída fue cosa de cantar. En el año 1795, la obra fue retocada con pujos artísticos y con la inscripción A.B.D.P.

Según se pudo confirmar por la inscripción de su frontispicio, en el que figuran además las iniciales "A.B.D.P." que la imaginación popular traducía por "Agua beber, después pasear".

Esta inscripción en piedra noble, es probablemente la más antigua que parece en este término municipal de Astillero.

A principios del siglo XIX, este manantial gozaba de gran prestigio, y su propiedades curativas eran de sobra conocidas.

En un diccionario de aquel tiempo, obra de Madoz, se hacía constar que las aguas contenía: muriato de magnesia sulfato de magnesia y carbonatos de hierro, cal y magnesia.

El análisis químico de este manantial figura en todos los libros y folletos que sobre ellos se han escrito en esta provincia, por gozar en aquella época de gran reputación por sus especificas propiedades curativas, aunque, a media que transcurrían los años, evolucionaba también el virtuosismo de sus aguas negativamente.


También en 1875, don José Antonio del Rio público, en su obra "La provincia de Santander", varias páginas dedicadas a "La Fuentuca".





" En el Astillero de Guarnizo existe una fuente muy conocida que lleva aquel nombre "La Planchada". Todos los veranos se ve allí un número considerable de mujeres, cuyos trajes nos dice que no son del país. ¿Dé dónde vienen?. De Castilla; es decir, de las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid. ¿Y qué buscan a tantas leguas de su tierra cuando en todas partes se encuentran aguas ferruginosas?. Seguramente vienen buscando en unos vasos de agua clara, trasparenta, inodora, de sabor un tanto estíptico, que se halla en terreno de caliza cretácea, algo que les han dicho los médicos u otras personas que conocen la bondad del agua, que se encuentra con facilitad, porque si así no fuese, no se vería crecer tanto la concurrencia".

Según los análisis cualitativos verificados por don Félix Gregorio Rioz, resulta que contenía e esta agua:

Acido carbónico.
Cloruro magnésico
Sulfato cásico.
Sulfato magnésico
Carbonato de hierro.

En una de esas enfermedades de los niños en que llega a perder la paciencia el médico y mengua cada día la esperanza de los padres; en una de esas enfermedades en que parece que no queda otro remedio que conformarse con la voluntad de Dios, dejando obrar a la naturaleza; en las que el vulgo de las mujeres atribuye siempre a las lombrices la causa universal de ellas y el médico no se atreve a calificar, porque quizás no puede, tenia sumidos en la mayor tristeza un niño como de unos dos años de edad á sus padres, que habían agotado ya todos los medios para devolverle una salud que cada día parecía más imposible recobrar.

Cansado el médico de propinarle mil remedios, acordó por fin que se hiciese venir todos los días una cantidad de agua de LA PLANCHADA para que se le hiciese beber. A los dos o tres días de beberla, notó la madre que había en los pañales unas cosas como hilachas que sospechó podría ser leche cortada por efecto del padecimiento. Cuanta más agua de LA PLANCHADA bebía el niño más hilachas aparecían, hasta que un día el padre, que era observador y algo estudioso, hizo recoger con gran cuidado aquellas cosas, y valiéndose de un cuenta-hilos de los que se usan en las aduanas para contar los de las telas, observó aquellas que parecían hilachas y con gran sorpresa vio que las hilachas, ó sea lo que su mujer creía leche mal digerida, eran unos seres que Vivian y se movían, creyendo ver en ellos -las acáridas- -vermiculares o hilitos blancos y con aguijón acerado- que describe Raspail. En vista de esto echó dos granitos de alcanfor del tamaño cada uno de uno de trigo y observó que se amontonaban sobre ellos millares de aquellos animalitos que perecían inmediatamente.

Esta observación le hizo comprender que podía probar un viaje al Astillero, que le había ya recomendado varias veces el médico, y, aunque casi sin esperanza alguna, se trasladó allí con su familia. No sabemos si la virtud del agua, si los aires fresquísimos y sanos del aquel hermoso lugar, la naturaleza o las tres cosas, contribuyeron a devolver al niño la salud que nadie creía que se restablecería. Nos inclinamos á creer que fué el agua la que obró principalmente aquel milagro, pues el niño, que parecía cuando salió de Santander un cadáver, volvió a los dos meses casi robusto.



El hecho es que durante el siglo XIX, fue la fuente de La Planchada, “LA FUENTUCA” la base de la economía local, merced al elevado números de personas y familias que se desplazaban al Astillero desde todos los puntos de España, atraídos por la gran fama que había adquirido.

Fue así como se fue formando una colonia muy numerosa y selecta que se daba cita aquí, a pasar sus temporadas de verano; el banquero don Joaquin López Dóriga, el ministro don Pedro Salaverria, los periodistas Vildósola y don Valentín Gómez, familia de Marañón, de Tijero, Revilla, Campos Guereta, Sarabia, Hornedo, Aguirre, Colomer, Mac-Lennan, Huidobro, La Hoz, Jiménez, Orense y tantos otros. Varios de ellos edificaron en El Astillero, suntuosas mansiones.

Bien entrado el siglo XX, la fuente de La Planchada, fue perdiendo interés y si bien el pueblo la ha seguido conservando con esmero, el hecho es que hace ya algunos años no "mana" incluso en épocas lluviosas.

A lo largo de la historia, LA FUENTUCA, ha sufrido distintas vicitudes, siendo sin duda la más importante el cambio de ubicación que había experimentado el manantial primitivo. Este estaba antes situado en el centro de La Planchada, en el terreno ocupado hoy día por la caja de la vía del ferrocarril que une Santander con Bilbao.

Cambio su emplazamiento en el año 1890, donde permaneció más de un siglo, ello motivado por las obras de construcción del ferrocarril que uniría Santander con Solares.

Posteriormente en el año 1994, fue trasladada de lugar, con motivo de la construcción de la nueva Autovía y que es donde hoy es enclavada, en una lateral de la Casa de Cultura de "La Fondona".

Lugar que en su día fue polémico, al no estar de acuerdo una mayoría de vecinos por su nueva ubicación.

Para mí, LA FUENTUCA, es un símbolo emblemático para conservar y recordar.