A todos mi amigos y seguidores de este
blog,
os deseo una
FELIZ NAVIDAD
Y
PROSPERO AÑO 2023
Y lo más importante, mucha salud, para
todos
los
seres queridos
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PROSPERO AÑO 2023
Y lo más importante, mucha salud, para
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"Legado
Enrique de Areilza Churruca, conde Motrico"
gráfico en custodia en el Archivo Museo Naval.
(no se puede descargar este documento sin autorización requerida de su propiedad)
En mis
publicaciones no podía faltar alguna dedicada a este ilustre marino, que figura
en la historia de la población de El Astillero y aún se le recuerda al
dedicarle una plaza en el municipio, en un acto promovido por la Asociación de
Amigos del Real Astillero celebrado el 14 de septiembre del 2020.
José Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga, nació en Motrico en 1656.
Fue un
cualificado marino y militar que llegó al almirantazgo y que trascendió principalmente
por su gran aportación científica a la construcción naval.
En 1717 fue
nombrado Superintendente de Fábricas y Plantíos de la Costa Cantábrica,
centralizando la construcción naval de Cantabria en el astillero de Guarnizo
pues amplia el original de Solía en la Planchada y en torno a esta nueva
ubicación fue surgiendo un nuevo pueblo que con el paso de los años, acabaría convirtiéndose
en la población de Astillero.
Fijo su
residencia en la casa adosada al ábside de Nuestra Señora de Muslera y
permaneció en este edificio hasta 1726.
Casita adosada al ábside de la parroquia de Guarnizo en que
vivieron Gaztañeta (arreglándola a ese fin), Campillo y el Marqués de la
Ensenada, cuando fueron Directores de este Astillero. Desde ese balcón se
dominaba todo el campo en que estaban los talleres y toda la ría de Solía.
Los últimos
años de su vida los pasó al mando de la Flota de Indias y murió repentinamente
en Madrid el 5 de febrero de 1728, no mucho después de regresar de su último
viaje.
Hasta que el rey D. Felipe V dio ser a los arsenales, fundó
la marina militar y organizó sus servicios de una manera racional y sólida, fue
la costa de Cantabria astillero general que proveía a las necesidades del
Estado, dándole bajeles, armadas y hombres de mar que las tripulaban y dirigían
por toda la superficie del Océano así para cambiar los frutos de la tierra por
la plata de las Indias y los tejidos de Flandes, ó para perseguir la ballena y
el bacalao en las aguas boreales, en pacificas tareas, ó para disputar en
guerra el dominio ambicionado del cetro de Neptuno, á que Francia, Holanda y la
Gran Bretaña aspiraban.
Cada uno de los pueblos de esa costa azotada por los
vendavales llena las mejores páginas de su crónica con hazañas de marinos hijos
de España, que han esmaltado por ende su historia general.
Motrico, que s uno de aquéllos, se envanece con justicia de
haber sido cuna de ilustres mareantes, entre los que descuellan Gamboa,
Vidazabal, los Idiazquez y Churruca, aparte del objeto de estas líneas, D. ANTONIO DE GAZTAÑETA, bautizado el
11 de agosto de 1656. Su padre, D. Francisco, que tuvo empleo de capitán, lo
embarcó consigo desde que cumplió doce años, esmerándose para que á a la par de
la enseñanza práctica adquiriese los conocimientos técnicos más extensos de la
profesión, singularmente los de Matemáticas, Cosmografía y Pilotaje, en que
llegó a sobresalir y que utilizo muy temprano, pues habiendo fallecido en
Veracruz su dicho padre, tuvo que encargarse de la derrota del navío que aquél había
mandado hasta entonces, saliendo airoso del primer ensayo con un viaje feliz al
puerto de Pasajes.
Continuo haciendo otros muchos a Buenos Aires, Tierra-Firme y
Nueva España, ya en buques sueltos, ya en flotas y galeones de la plata,
extendiendo sus y afirmándolos con la experiencia, que es el sello que los hace
valer.
El nombramiento de piloto en la Armada Real del Océano, que
obtuvo en el año de 1684, presupone la opinión que había merecido del tribunal
de la Casa de Contratación y de los generales de la Armada de Indias,
autoridades celosas en allegar para aquel centro del saber marinero, así
noticias, descubrimientos y adelantos, como personas que los aplicaran al
progreso de la navegación.
Dos años después, con el grado capitán de mar, se le nombró
piloto mayor de la misma Armada Real, cargo de gran responsabilidad é
importancia, que ponía en sus manos la dirección del núcleo principal de las
fuerzas navales del Estado, pero que justificó estaba en buenas manos, dando a
la luz el Norte de navegación hallado por
el cuadrante de reducción, que se imprimió el año de 1692.
Esta obra no es de las que hacen época, ni por la originalidad sufre paralelo con otras de cosmógrafos españoles; el cuadrante, que llamaban dorado marinos por la gran facilidad con que se resuelven por su medio los triángulos rectilíneos rectángulos, se había dado a conocer en Francia. GAZTAÑETA hizo más extensas y generales las aplicaciones, y reuniendo en su tratado lo que el adelanto de las ciencias en Europa hacia aplicable a la marina, acreditó que seguía con interés el movimiento científico, cosa poco común en aquellos tiempos. Un crítico de gran competencia observa que el Norte de navegación es el primero de los libros españoles que trató de la corredera y de las cartas esféricas, aunque hacia más de siglo y medio que las había inventado Alfonso de San Cruz, corrigiendo en los elementos del pilotaje sistemas anteriores erróneos.
Bien era menester la habilitad de GAZTAÑETA para librar de enemigos los restos miserables de la
armada Real, incapaces de batirse con las numerosas y proveidas escuadras de
Francia. Para ir de uno a ó otro puerto se había de hacer a la manera del
ciervo que olfatea por todos los lados cazadores, buscando rumbos tortuosos y
desusados, y sin otros datos, bastaran los elogios que en cada excursión se hacían
del piloto mayor, y más particularmente al venir de Nápoles a España los navíos
que sobre Menorca esperaba Tourville con su escuadra, y se le fueron de entre
las manos, para juzgar de la época desventurada en que no estaba a disposición
de los marinos mejor recurso.
Los de GAZTAÑETA
fueron premiados sucesivamente con los despachos de capitán de mar y guerra de
la Capitana Real, y honores de almirante, conservando el cargo de piloto mayor,
con el cual fue en la escuadra de nueve bajeles que pasó a desalojar a los
ingleses del Darien el año de 1699, aún después de tener empleo de almirante
Real, porque de todos los ramos de la carrera era el de las aplicaciones de la
Astronomía el de su mayor afición, el único de que hacia alarde, no confiando
nunca a otra persona el cuidado de la derrota en las escuadras que mandó más
adelante.
Por de pronto, se dio a su inteligencia científica otra
ocupación de todo punto necesaria al servicio, cual era sustituir los buques
consumidos, haciendo con rapidez otros que dieran a las armas del rey Felipe V,
cuya exaltación había reconocido desde el principio, elementos con que
preservar las costas de la acometida de ingleses y holandeses.
En vano representó que no había estudiado para fabricar
navíos, sino para mandarlos y dirigirlos; tuvo que dedicar la atención a la teoría
y a la práctica de la construcción de una vez, que había hecho en los primeros
años, aunque con la desventajosa circunstancia de que entonces contaba con
maestros y tratados, y ahora ni tratados ni maestros podía dilucidar las
dificultades de la empresa. Precisamente se hallaba en un periodo de transición
la fábrica de naos, como hasta entonces se había llamado; por do quiera se reconocía
que los vasos, cada vez más cargados de artillería, no cumplían ya con las
condiciones y exigencias; se hacían ensayos, se proyectaban innovaciones
guiadas por el empirismo a falta de verdaderos fundamentos, que la ciencia no había
fijado aún, y, consecuencia natural, se recogía abundante cosecha de
desengaños.
GAZTAÑETA dio principio al nuevo cometido con
la carena y habilitación del escaso material antiguo, poniendo empeño en
organizar la administración y el empleo justificado de materiales, con lo que
consiguió considerable economía, que mayor parecía, comparada con el
despilfarro de la pasada época. Así en poco tiempo pudo habilitar los navíos
que transportaron a Nápoles un contingente de tres mil hombres de tropa, y
reconcentrar las ideas sobre el objeto principal de modificación de los planos.
Más avisado que los constructores ingleses de su tiempo, que se fijaban en las
obras muertas y en la arboladura, GAZTAÑETA
medió la reforma de la parte sumergida de los bajeles, que era la raíz del mar
que había que remediar, y tanteó una variación en la superficie de las amuras,
haciéndolas arrancar desde una de las líneas de aguas bajas, para que las
resistencias del fluido en la proa fuesen progresivas con un exponente de la
razón, si no igual, á lo menos próxima.
Esta medida envolvía un aumento discreto de desplazamiento en
el cuerpo de proa, el avance del centro de volumen hacia aquel punto, dejando
más quilla ó brazo de palanca en el cuerpo de popa para acrecer las
resistencias laterales de la carena, y con ellas la propensión a mantenerse a
barloventeo y a que se sujetase y obedeciese mejor la acción de la potencia
bélica. Sometido el proyecto al Consejo de Guerra y Junta de armadas, con
exposición de los fundamentos, con la aprobación obtuvo nombramiento de
superintendente general de los astilleros de Cantabria, y amplias facultades
para organización de la maestranza y de la contabilidad e intervención de
materiales y jornales.
Puso en Zornoza la quilla del navío Salvador, de setenta y
cuatro cañones, que correspondió a las esperanzas del autor, y por sus buenas
propiedades fue muy elogiado de nacionales y extranjeros; hizo después otros
seis iguales de a sesenta piezas para la Armada, y varios para la Casa de
Contratación de Sevilla y para la carrera de Buenos Aires, mejorando muchos
todos ellos a los vasos antiguos, y más que todos las fragatas, que alcanzaron
una velocidad no conocida hasta entonces.
Tanto eran superiores estas naves ligeras, que habiendo
apresado una los holandeses, tomaron sus gálibos y ordenó el almirantazgo que
por ellos se hicieran fragatas semejantes para los cruceros de la India
oriental; determinación que es el mejor elogio de nuestro marino, procediendo
de una nación que presumía dar en esto lecciones a todas las obras.
Con el buen resultado de los estudios y experiencias escribió
un trato que titulo Proporciones más
esenciales para fábrica de navíos y fragatas de guerra, que puedan montar desde
ochenta cañones hasta diez, con explicación de la construcción de la barenga
maestra, plano y perfil particular de un navío de setenta cañones, con los
largos, gruesos y anchos de los materiales, escrito de orden del Rey. Se
imprimió por cuenta del Estado en 1720, con láminas y planos, y se mandó
observar en los dominios de España y tramar por Real cédula de 13 de mayo de
1721.
Retrocediendo un tanto, es de advertir que rebajada España a
la categoría de nación de segundo orden por el tratado de Utrech, desde que se vio
en paz, empuñando las riendas del gobierno el ambicioso Alberoni, quiso éste
restaurarla de momento, juzgando que bastaba su capacidad para lograrlo. Los
recursos que ante todo había menester se reunieron con rapidez verdaderamente
maravillosa, merced a su ciencia administrativa, y siendo también indispensable
para sus planes una armada numerosa, aplicó aquéllos no tan solo a las
construcciones que GAZTAÑETA
dirigida, con orden de activarlas al extremo, sino también a la compra de
bajeles de cualquier clase dentro y fuera del reino, especialmente en Génova,
adonde fue en comisión al efecto el intendente Patiño. Las condiciones de los
buques no eran para consideradas en aquellos momentos; lo que urgía era que el
numero subiera, y que en conjunto ofrecieran las apariencias de una escuadra,
resultado que consiguió el ministro sin tardanza, y que dio pie a la ejecución de
sus planes, dirigidos en primer término a la reconquista de las que habían sido
posesiones españolas, en Italia, Halagando y Francia, entreteniendo a
Inglaterra con ofrecimiento de ventajas comerciales, tratando con Holanda la
compra de una escuadra, y consintiendo a Roma con la idea de un armamento
contra los turcos, reunió en Barcelona doce navíos y cien transportes, que con
celeridad y reserva embarcaron nueve mil hombres, al mando del Marqués de Lede;
cayeron de improviso sobre la isla de Cerdeña, que resistió lo que pudo, pero
que hubo de ceder al fin, y dejando una guarnición de tres mil hombres, regresó
la expedición a Barcelona con felicidad en septiembre de 1717, a tiempo que
circulaba el manifiesto oficial expresando los agravios recibidos del Emperador
de Alemania, que habían movido a Rey Felipe V a continuar la guerra.
Urgía aprovechar el estupor con que la nueve se recibió en
Europa, dando lugar a notas y reclamaciones. El Emperador solicitaba el auxilio
de las potencias signatarias de tratado de triple alianza; Romas rompió las
relaciones diplomáticas; Inglaterra y Francia, poco deseosas de salir de la paz
tan breve tiempo disfrutada, enviaron representantes a Madrid, y Alberoni
aparentó escuchar sus proposiciones de avenencia, ganando tiempo, que no perdían
ciertamente los embajador, en la tarea de minar la influencia del ministro; más
por de pronto éste ganó la mano, causando nuevo asombro con la escuadra de
veinte navíos y fragatas, que al mando de GAZTAÑETA salió otra vez de
Barcelona, convoyando más de trescientos transportes con treinta mil hombres de
tropo, que desembarcaron sin tropiezo en Sicilio el 1º de julio de 1718.
Cómo y de dónde había obtenido los medios para semejante
alarde una nación exhausta, nadie se explicaba; con tal sigilo se habían hecho
los preparativos de la expedición inesperada; pero realizada con tanta fortuna,
y apoderado el Marqués de Lede de la isla, sin más excepción que la ciudadela
de Mesina y algunas otras plazas de menos importancia, las potencias neutrales
vieron con recelo el intento de los españoles; y sin agotar los trámites de la
vía diplomática, entró en el Mediterráneo una escuadra inglesa, que empezó por llevar
desde Nápoles á la fortaleza de Mesina un refuerzo de 3.000 alemanes, protestando
que con ello no faltaba a la neutralidad.
El almirante Byng, que la mandaba, se ofreció con mediador y
propuso una suspensión de hostilidades, que los españoles no aceptaron, en la persuasión
de que la negativa no podía ser causa para que el Almirante mudase de conducta.
Las instrucciones de Alberoni no recelaban que hubiera peligro por aquella
parte; y aunque algunos jefes de la escuadra se manifestaron desconfiados en el
Consejo que se reunió en la capitana de Gaztañeta,
se rechazaron las sospechas con las seguridades dadas por Patiño (que, como
confidente de Alberoni y plenipotenciario, era director de la expedición) de
que la cuadra inglesa tenia ordenes para mediar, y aún para entorpecer las
operaciones, pero de ningún modo para romper las hostilidades. Gaztañeta, más hombre de ciencia que de
política, se sometió a este parecer; sin embargo, consideró prudente reunir su
armada, de la cual, por desgracia, se había destacado una división, para
reclamar, sin éxito, la entrega de las galeras sicilianas que se habían
refugiado en Malta, y dio la vela del fondeadero de Mesina en dirección al
canal que forma aquella isla con la de Sicilia. El almirante Byng, que se mantenía
sobre el cabo Espartivento, fue siguiendo a las navíos españoles, que navegaban
separados y sin orden, y antes que lo adoptaran o se reunieran con la división
de Malta, los envolvió con sus 27 navíos, varios de ellos de tres puentes, que
no sólo representaban por el numero fuerza muy superior, sino que tenían la
inmensa ventaja de la disciplina y el hábito de evolucionar, que estaban muy
lejos de adquirir los nuestros.
El resultado no podía ser dudoso; la defensa aislada, el
valor personal, aunque raye en el heroísmo, nada valen contra el esfuerzo
general, guiado por las reglas del arte de la guerra. Amanecía el 11 de Agosto
cuando el grupo de seis navíos y cuatro fragatas que formaban el núcleo de la
escuadra de Gaztañeta fue separado
de la retaguardia, que mandaba el Marque de Mari. Este arribó sobre la costa de
Sicilia, bajo el fuego de una división inglesa, y viéndose perdido, sin gran
resistencia embarrancó cerca de Edera, e incendió sus bajeles para que no
cayeran en manos del enemigo. Las galeras, que hubieran podido facilitar la
formación de los otros navíos, no osaron exponerse dentro del alcance de la artillería
inglesa; procuraban todos acercarse a la capitana de Gaztañeta, remolcados por sus botes por ser muy flojo el viento; propósito
tardío; cada uno tuvo que hacer frente a dos, tres, hasta cinco de la escuadra
de Byng, hábilmente dirigida.
Omitiendo, por difusa, la relación de la bizarra tanto como
inútil resistencia parcial, he de concretarla al navío San Felipe el Real, donde Gaztañeta
arbolaba su insignia.
Cinco de los enemigos le atacaron, dos de los cuales tuvieron
que retirarse á reparar las averías que sufrieron, siendo reemplazados por la
división completa de Byng, a á toda costa procuraba la rendición de la cabeza,
y que no fiando todavía en el pronto efecto del hierro, envió sobre la
arrogante capitana un brulote, que, por fortuna, pudo desviar.
A las dos de la tarde estaba desmantelada, subiendo a 200 los
muertos; resistía, no obstante, el equipaje, a imitación de su General, que, ya
que no se acreditara de buen jefe de escuadra, demostró ser valerosos soldado.
Desde al principio del combate fue herido por bala de fusil, que le atravesó
una pierna, conservándose en su puesto con admirable presencia de ánimo. Una
fuerte contusión en el pecho, que le hizo caer sin sentido, a tiempo que caía
igualmente el comandante, fue razón para que cesara la efusión de sangre,
rindiendo el pabellón honrosamente sostenido.
Atraído por la voz del cañón llegaba entonces, desde el
puerto de la Valette, el general D. Baltasar de Guevara, demasiado tarde para
auxiliar a su jefe; a su vista dejaron los britanos a la fragata Perla, única que no habían rendido
todavía; y sin ser molestado, se retiró entonces a Cerdeña con seis navíos y
dos fragatas, resto de la armada y expedición en que se ponían las esperanzas
de la restauración de España, sin considerar que es cosa fácil, habiendo
dinero, fabricar naves; pero que la creación de hombres que las organicen, las
dirijan y de todas ellas hagan el conjunto unido y eficaz que se llama
escuadra, exige tiempo, práctica continua y atención especialísima.
El almirante Byng puso en tierra en Augusta a los
prisioneros, excusándose de lo ocurrido por haber sido los españoles los que
dispararon el primer cañonazo, en lo cual decía verdad, omitiendo que él se
dirigida a abordarlos.
Con la noticia del desastre se agriaron las negociaciones con
la Gran Bretaña; nuestro embajador en Londres recibió orden de abandonar su
puesto, afeando la falta de buena fe de aquel Gobierno. Por su parte, el rey
Jorge I, culpó al de España de la infracción de la neutralidad en Italia, y le
declaró la guerra; sus escuadras asolaron las costas de Cantabria, incendiando
los astilleros, en que se proyectaba construir 50 navíos en un año; en Pasajes
destruyeron seis ya casi concluidos;
otros tres en Santoña, con los materiales acopiados para siete más; y en
alianza con los franceses, que también se pronunciaron enemigos, siguieron los
destrozos de Rivadeo, Pontevedra, Vigo y otros puntos de la costa; de modo que
la obra de Gaztañeta quedó
totalmente destruida, y los planes de Alberoni, como castillo de naipes,
vinieron al suelo de un soplo, siendo él mismo sacrificado por el Rey a las
necesidades de la plazo.
Cuando Gaztañeta
se repuso de las heridas del combate de Sicilia o de cabo Passaro (que de ambos
modos se conoce en la historia, por haberse verificado a vista de la extremidad
de la isla que se nombra), regresó a España y fue empleado en otros mandos y
comisiones. En 1726 condujo la escuadra a las Indias occidentales, tocó en
Santo Domingo, dejó en la Habana 3.000 hombres, que libraron a la plaza del
golpe de mano que a poco intentó el almirante ingles Hossier; siguió a Veracruz,
donde embarcó la plata, y usando de su experiencia de piloto, burló los
cruceros que le esperaban a la recalada, y desembarcó en Galicia el tesoro, con
tanta alegría de la Corte, que le acordó una pensión de 1.000 ducados y otra de
1.500 para su hijo.
Murió en Madrid, de accidente apoplético, el 8 de febrero de
1728, estando alojado en las casas de Rivas, y se le enterró en la iglesia
inmediata de las monjas de la Concepción Jerónima.
(fuente: Almanaque de La Ilustración - para el año de 1881)
En las
fechas de febrero de 1960, la imagen de Nuestra Señora la Virgen del Carmen,
Patrona del Valle de Camargo y de acuerdo con un programa previamente señalado,
recorrerá todas las parroquias y centros misionales en los días previos a la
Santa Misión.
El recorrido
de la Virgen del Carmen, comenzó el domingo 7 de febrero, a las once y media de
la mañana, en la que abandonó su Santuario de Revilla para llegar a las doce a
la parroquia de Astillero.
Acompañada
de las autoridades provinciales y de los vecinos de Camargo.
Fue recibida
por las autoridades locales y los feligreses de la parroquia de San José, en un
día frio y apacible.
El 8 de
febrero de 1960, la Virgen del Carmen fue recibida a las ocho de la noche, con
un intenso frio, en los límites de separación de los pueblos de Guarnizo y
Astillero, en el barrio de la Habanera, por un numeroso gentío presidido por
las autoridades civiles y militares, quienes daban escolta a la Patrona de ese
Ayuntamiento, la Virgen de Muslera que también se unió procesionalmente y salió
en busca de la peregrina Virgen del Carmen.
Tanto
Guarnizo como Astillero recibieron todo entusiasmo a la Virgen del Carmen, en
su recorrido misional por todos los pueblos del Arciprestazgo.
Todos eran
portadores de velas y antorchas encendidas y agrupados en dos compactas filas,
iluminaban los caminos y formaban un cuadro estético que sobrecogía a todos e
invitaba a la meditación.
Fue
entregada la Virgen a manos de los vecinos de Astillero, en medio de una gran
expectación, acompañamiento de fieles de la vecina parroquia.
Previamente hubo
unas sencillas y emotivas palabras del padre capuchino de Montehano, padre
Marceliano.
Con el
templo abarrotado de fieles se rezó un rosario con exposición del Santísimo y
breve plática. Se cantó la salve popular.
Durante los días
9 y 10 permanecido en las parroquia de
Guarnizo.
El martes día
9, fue transportada por un lujoso coche de bomberos del Municipio, la Virgen,
atravesando las calles del pueblo para ser recibida por una gran muchedumbre en
la parroquia del Pilar.
Salvas de
cohetes, velas encendidas, vivas y cánticos se sucedieron hasta que entró
triunfante en la espaciosa iglesia del Pilar.
Se volvieron
a repetir los mismos actos de días anteriores, comuniones, misas dialogadas,
visitas constantes y notas extraordinarias de devoción.
El miércoles
nuevo traslado en procesión nocturna desde la iglesia hasta el crucero de Boo.
A esta
comitiva se unieron personal de todos puntos cercanos y alrededores.
Desde Boo
camino a Maliaño, quedaron viva la bella estampa nocturna, las caprichosas
estelas luminosas que dibujaban las muchedumbre de velas encendidas y
bendecidas unos días antes.
Así se
despidió Guarnizo de la Virgen del Carmen
Regreso el día
23 a su Santuario de Revilla, tras varios días de peregrinación por distintos
pueblos de la provincia.
Como
transcurrió la huelga revolucionaria de octubre de 1934, en Astillero.
El viernes 5
de octubre, se había circulado el rumor de que en Santander se había cerrado
definitivamente el comercio por la tarde y se temía que hubiera trenes de
regreso para Astillero, por cuyo motivo algunos viajeros decidieron no
desplazarse a la ciudad.
En
Astillero, no hubo novedad alguna, los comercios cerraron a la hora acostumbrada
y los establecimientos y bares, por orden de las autoridades se vieron obligados
cerrar unas horas antes.
Si
existieron grupos de jóvenes celebrando la anticipación de la huelga anunciada,
cantando el himno socialista del "puño cerrado" y que duró hasta las
diez de la noche.
El vecindario
se acostó por la noche con la preocupación del día siguiente.
El sábado día
6, de mañana se abrieron los comercios a la hora de siempre, pero pronto, un
grupo de jóvenes menores de edad, comenzaron a repartir unas tiras de papel
escritas a máquina dentro de unos sobres blancos, que decían: "Ordenamos a
usted el cierre de su establecimiento al recibo de la presente" y con el
sello estampado que ponía: "Frente único obrero - Comité local -
Astillero".
Detrás de
dicho grupo venia otro de jóvenes entre 22 a 27 años, que observaban si se
cumplían las ordenes. Dicho grupo se aproximó a la Plaza de Mercado y esperaron
que saliesen las personas que habían en el interior y no permitiendo la entrada
a ninguna otra y cuando salió la última compradora, cerraron llevándose la
llave y solo quedaron en el interior los propietarios de los establecimientos
interiores.
A las nueve
de la noche se habían congregado numerosísimo grupos de gente en la calle San
José, frente al Ayuntamiento, comentado la situación, dispersándose más que a
prisa al oír ¡ahí viene los de Asalto!, porque se aproximaba un automóvil.
A la doce de
la noche se anunció un incendio en la iglesia de San José.
Gran número
de hombres, mujeres y jóvenes, contribuyeron con los bomberos a sofocar el
siniestro empleando todos los medios que tuvieron en esos momentos a alcance.
El fuego fue
iniciado en la sacristía, habiendo empleado los autores, dos bidones de cinco
litros de gasolina que derramaron por la ranura de la puerta y que se extendió
al piso del local prendiéndole fuego. Los daños fueron de escasa importancia.
Por ello,
varios jóvenes de la Juventud Católica hicieron guardias en las iglesias de
Astillero y Guarnizo, en evitación de posibles desmanes, como lo ocurrido.
Apenas
retirado el público se comentó el rumor de que en la estación del Astillero se había
intentado quemar el tren de viajeros que se hallaban en la primera vía
preparado para salir por la mañana, en el cual y en uno de los vagones de
segunda, habían colocado unas pajas impregnadas de gasolina debajo de dos
asientos que habían comenzado a arder.
La
casualidad de haber salvado ambos trenes, así como el mismo edificio de la
estación, se debió a una de las hijas del jefe de la Estación, don Samuel
Pérez, la cual avisó rápidamente a su padre, quien llegó con la oportunidad de
parar el pequeño incendio.
Este día, a
la llegada del tren de Ontaneda, fue detenido aquél, por un grupo de jóvenes
socialistas, que obligaron a abandonar la máquina y convoy a los empleados, y como en dicho tren venían algunos enfermos,
para hospitalizarse en la Casa de Salud de Valdecilla, estos fueron conducidos
en una lancha a Santander, acompañados por el convecino del grupo gimnástico
del Athletic Club, con Isidoro San Martin. Acto que fue elogiado.
El domingo
7, el vecindario por la mañana, acudieron a la misa mayor y comprobaron los
daños producidos en el incendio del día anterior.
También el
industrial, don Valeriano Gutiérrez, concejal del Ayuntamiento, trasladó las
armas de fuego y caza existentes en su establecimiento, haciendo entrega a la
Guardia Civil, para evitar complicaciones.
El lunes día
8, apenas se había comenzado abrir los establecimientos de la plaza del Mercado
y colocado los cuatro o seis puestos alrededor, se personaron unos cuantos
obreros, quienes ordenaron retirar los géneros y también a los comerciantes a
que cerraran sus tiendas, obedeciendo todos para evitar contratiempos desagradables.
A los tablajeros les permitieron vender hasta el mediodía.
Por la tarde
recibieron órdenes opuestas por la autoridad militar con mando en plaza dadas
por el teniente señor Cecilia, para que el comercio abriese sus puertas como de
costumbre hasta las seis de la tarde y comprometiéndose a garantizarlo.
A las diez
de la mañana se publicó el Bando Militar enfrente del Ayuntamiento estando la
fuerza de los carabineros al frente de su jefe el teniente don Sebastián
Cecilia, Acto seguido y ante el temor de que diera lugar a una alteración del
orden público, la fuerza dispararon dos tiros al aire para despejar y evitar
los grupos que se iban haciendo compactos en extremo en contra de las
disposiciones ordenadas.
Por la
noche, fueron colocados en dos postes de conducción de fluido de la Electra de
Viesgo, entre dicha fábrica y la iglesia de Guarnizo, unos petardos que,
afortunadamente no causaron desperfectos, si bien produjeron la alarma
consiguiente las detonaciones que fueron estruendosas.
Marte día 9,
el comercio con la garantía ofrecida la tarde anterior, abrieron sus puertas
con la natural precaución, sin descubrir los escaparates.
A pesar de
algunos intentos, el día transcurrió con normalidad, pendientes solo de la
incertidumbre del resultado de la revolución. Por la noche, desde las siete, no
se veía ninguna persona por las calles, todo en silencio absoluto.
Miércoles
10, el día fue tranquilo y sin novedades.
Jueves día 11.
No hubo variación de los anteriores días. La nota más destacada fue de que los
obreros de la "Campsa" tuvieron que volverse sin trabajar. Una
comisión de los obreros, se entrevistaron con el director de la factoría y nada
consiguieron, solamente el asunto estaba en poder del gobernador civil de la
provincia.
Circuló el
rumor en esos momentos de que los referidos obreros de la "Campsa" se
hallaban despedidos.
Por la
noche, sobre las nueve y media, se sintieron tres fuertes detonaciones,
producto del estallido de tres bombas colocadas en el puente de hierro
existente entre San Salvador y Astillero, que produjo algunas averías.
El propósito
de los autores de la colocación de dichos artefactos no era otro que el de
volar el puente para impedir la circulación de trenes procedentes de Bilbao y
Liérganes, entre aquella capital y Santander.
Viernes día
12, abrió el comerció y las calles estuvieron animadas.
A las diez y
media detuvieron a uno de los componentes del Comité de huelga. Poro después,
ingresaron hasta diez obreros más, que estuvieron detenidos en la casa cuartel
y que fueron conducidos a Santander a disposición de la superioridad.
Sábado 13,
el comercio abrió nuevamente sus puertas, ya más optimistas y el vecindario
dieron muestras de mayor confianza, acudiendo a adquirir los artículos de
consumo en general.
Por la tarde
se solicitó del comandante de la fuerza, por la Empresa del Teatro Bretón, a
dar dos sesiones de cine de tres a cinco
y de cinco a siete, siendo autorizado a ello.
El día
terminó sin novedad, cerrándose el comercio a las siete de la noche.
Domingo 14,
desde la nueve de la mañana comenzó nuevo día,. acudiendo a misa los fieles;
los trenes casi llenos de publico circularon todo el día sin interrupciones y
sin registrarse ni el menor incidente.
Por la tarde,
los cafés y establecimiento de bebidas estuvieron muy animados.
En el teatro
Bretón, se celebraron las dos sesiones de cine anunciadas.
Lunes día 15.
Día sin novedades, excepto la de los trabajadores de Campsa, que volvieron de
nuevo para sus casas. Les dijeron que seguían despedidos y que el asunto se
encontraba en tramitación.
El único
movimiento, era el circular algunos camiones-cisternas para abastecer los
depósitos de gasolina, conducidos por personal de la "Cántabra" y
debidamente custodiados por las fuerzas militares.
El mercado
semanal se celebró sin novedad alguna, acudiendo bastante numero de vendedores
ambulantes. El comerció abrió sus puertas un día más.
Día 18. este
día entraron al trabajo pocos obreros en los Talleres del Astillero.
En la Campsa
aún no se había reanudado el trabajo, solo se había admitido, con carácter
provisional, a algunos choferes para llevar gasolina a los depósitos. Este
servicio estaba protegido por las fuerzas de Carabineros y de la Guardia civil.
Los obreros
de esta Empresa, habían tenido que solicitar el reingreso, y los trabajos no se
reanudaran hasta recibir instrucciones de la Dirección General de Monopolio.
Tampoco habían
entrado al trabajo los obreros de la fábrica de carburo de Boó, en donde los
hornos seguían apagados.
Los
alpargateros si habían entrado al trabajo y también los obreros de celuloides y
los panaderos.
Este día la
situación estaba casi normalizada.
El día 1
noviembre, habían sido readmitidos unos treinta obreros de Campsa, en las
mismas condiciones en que trabajaban antes de la huelga.
Durante
estos días, seguían siendo admitidos más obreros en la factoría de Campsa y ya
quedaban pocos por reingresar.
Entre éstos
figuran los obreros más viejos, algunos con más de treinta años de servicios y
con pocas posibilidades de ser admitidos.
Entre ellos,
mi abuelo, Angel Vega. Mi padre pertenecía en esas fecha a "Cántabro
Montañesa", distribuidor de los camiones.
En
diciembre, por fin, fueron admitidos ya todos los obreros que quedaban aún de
reintegrarse.
En
Astillero, las autoridades militares de la localidad con la colaboración de
otros destacamentos, supieron imponerse desde el primero momento, cortando todo
foco de rebelión.
Afortunadamente,
las medidas adoptadas desde los primeros momentos, por las fuerzas de la
Guardia Civil y Carabineros surgieron efecto,
quienes habían velado por el mantenimiento del orden con el mayor
entusiasmo, haciéndose acreedoras a las máximos elogios.