"El Gallo" en Astillero
En 1890, el capitán Gonzalo Abad
regresó a Santander, vivía entonces en la calle de Méndez Núñez y estaba casado
con doña Paulina Gómez y Barreda, de la que tuvo cinco hijas: Paulina, Soledad,
Crisanta, Angela y Clementina.
A raíz de su llegada a casa volvió a
ser contratado por otra naviera montañesa: La compañía de Desmarais Fréres,
propietaria de la refinería de petróleo del Astillero, la primera de España
inaugurada en 1880. Gonzalo mandaba el primer vapor de su flota, un minúsculo
buque-tanque llamado Valeria, que se había construido en Bristol en 1881 por
Hill & Sons, para la casa Cuthbert, Hancock & Có. de Londres. Tenía
36,77 metros de eslora, 6,6 de manga y 3,37 de puntal, cargando unas 260
toneladas. Tenía casco de hierro y máquina de triple expansión, lo cual era un
buen adelanto para aquellos días.
El Valeria se iba en lastre de
Santander al Mar Negro y regresaba con el petróleo crudo a granel hasta la
machina de madera de la factoría astillerense.
El 23 de agosto de 1892, el capitán
Abad se traslada a Newcastle, con el fin de hacerse cargo del nuevo petrolero
que estaba construyendo la compañía Desmarais en Inglaterra, y que va a
llamarse EL GALLO.
Se armaba en los astilleros de
Armstrong Mitchell; iba a tener 682 toneladas de arqueo con poco más de carga;
con 52 metros de eslora y una máquina de vapor a popa, con una sola caldera.
Abad tomó el mando del buque, obtuvo el pasavante consular y salió para
Santander con el nuevo tanque para la matrícula.
Momento que empieza una segunda
etapa en la vida marinera del capitán. EL GALLO y su capitán alcanzan enseguida
una celebridad local sin precedentes. Los viajes ininterrumpidos de Santander a
Batum en aquella diminuta palmatoria con la línea de flotación en cubierta
constituyen un poema del bien navegar y de la buena suerte marinera. EL GALLO,
con su puente convertido en pajarera gigante, porque la gran chifladura de Abad
eran los pájaros, llegaba con su cargamento negro y regresaba en lastre
desafiando los tiempos infames de la cosa gallega y las cerrazones del
Estrecho. En Odesa, según él mismo contaba, compraba don Gonzalo los guantes
gigantes en que enfundaba sus manazas de oso, asombro y respecto de toda la marinería
mercante. El capitán pejino de los largos bigotes era ya una pintoresca
institución en la ciudad.
Al año de la puesta en servicio de
EL GALLO se produjo en Santander la catástrofe del Cabo Machichaco. Gonzalo
Abad perdió su casa y su ajuar en la hoguera enorme de la calle Méndez Núñez.
Su nuevo hogar se abrió desde entonces en El Astillero, terminal segura de su
buque, y en la calle de Fernández Hontoria, junto al estanco de Monar.
En los comienzo del mes de Abril del
año 1895. EL GALLO, largaba amarras y dejaba la ría de San José; su capitán
hizo sonar el silbo despidiéndose de los suyos. El invierno se prolongaba y no
terminaban aquel año las borrascas atlánticas.
Desde la Estaca, el diminuto
petrolero montañés fue un juguete de los mares que lo azotaban sin piedad.
En uno de los viajes de EL GALLO que
venía corriendo en popa -una notable especialidad maniobrera del capitán Abad-
como una centella desde Sagres a Trafalgar, en una carrera loca de espumas. coincidió
con la derrota del Regente, pero que no le llegaron a ver.
El barquín montañés de las
setecientas toneladas recaló el Estrecho medio destrozado; un golpe de mar
encapillado traidoramente por la alerta, le destrincó un tanque de agua dulce
que, proyectado sobre la cubierta, alcanzó al piloto don Manuel Sánchez
"el Mulato" también vecino de Astillero, cuando efectuaba el relevo
de guardia y lo rompió una pierna. Gonzalo Abad, que llevaba tres días sin
comer ni dormir de pie en el puente, animaba en las arfadas a su pobre barco.
El 11 de abril de 1895, Gonzalo
Abad, fue el único e inconcebible testigo, sin él, saberlo de la tragedia del
Reina Regente.
Poco tiempo le quedaba ya entonces
de vida a EL GALLO como tal buque tanque. En 1902 se marró en Bilbao y,
transformado en buque de carga seca, pasa a la Sociedad Minera
Cántabro-Asturiana. El día mismo en que quedó atracado en la Ría, Abad se
desembarcó y se vino a su casa.
Hacia 1904, cuando ya los barcos se
iban quedando pequeños, EL GALLO es transformado en buque de carga seca y, a
continuación queda amarrado en disposición de venta. En 1907, pasa a integrarse
en la flotilla de la Sociedad Minera Cántabro Asturiana del Banco Mercantil y
en 1914, lo adquiere D. Fernando Pereda Palacio, quien lo maneja durante un año
hasta que pasa a poder de D. Juan Corea en 1916 y finalmente en 1917, sale de
la matricula para ir a la de Bilbao con la naviera de Navajas. En 1925, baja al
Mediterráneo, se rebautiza como JAIME B. y acabo sus días, naufragando en 1935.
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