jueves, 21 de mayo de 2020

CARLOS SIMON Y ALTUNA de RUBIO - Finca de Juenga en Guarnizo





foto cedida por la familia Simón Altuna

Don Carlos Simón y Altuna de Rubio




Sus padres don Santiago de Simón y Rubio, que falleció el 14 de mayo de 1878 y doña Carlota de Altuna y Aldasoro, que falleció el 14 de septiembre de 1858, quienes fueron los primitivos propietarios de la finca de Juenga en Guarnizo, que posteriormente pasaron a manos de su herederos.




El 15 de febrero de 1884, se publicaba la autorización de trasladar los restos de don Santiago de Simón Rubio, desde la iglesia de San Martin, de Madrid, al cementerio de Guarnizo.
Don Santiago de Simón, era padre de don Carlos Simón y Altuna de Rubio.

En julio de 1887, se celebró el Certamen-Exposición con la participación de industriales que presentaron sus productos y entre ellos, don Carlos de Simón, con su "sidra" que venía elaborando en su finca.

En agosto de 1887, se le concedió medalla de bronce en la Exposición Provincial, al señor Carlos Simón Altuna, de Madrid, por su sidra de su finca en Guarnizo.
Por esa época, eran muchas las provincias que elaboraba este producto y especialmente las provincias vascas y asturianas, pero en Juenga, existía una excelente instalación para producir sidra y obteniendo éxitos.

En agosto de 1889, don Carlos S. Altuna fue agraciado con el segundo premio en el último sorteo de lotería, cuyo billete fue expendido en la Administración de la viuda de Moreno, muelle nº 9, de la ciudad, con 20.000 pesetas y su cochero, don Domingo Ramos, con 24.000 pesetas.

Por marzo de 1890, el señor Carlos S. Altuna, se había  trasladado desde Madrid a su finca de Guarnizo, para continuar estableciendo en su magnífica posesión una ganadería suiza pura, a cuyo fin ya contaba con excelentes vacas.

El propietario de la finca de Juenga, don Carlos S. Altuna, había  instalado recientemente en su magnífica posesión, una colección tan escogida como numerosa de vacas holandesas y suizas.
Se proponía mantener ambas razas en toda su pureza y ensanchar su explotación en el considerable limite que le permitía la cuantiosa extensión de terrenos con que contaba la finca.

En agosto de 1890, el negocio del ganado vacuno en la provincia de Santander había mejorado mucho su riqueza pecuaria desde que se celebró la primera Exposición de ganados.
El conocido propietario don Carlos S. Altuna, había decidido con entusiasmo a emprender el negocio de ganado, utilizando para ello su magnífica finca.
Dicha inmensa posesión, fundada por los sus antecesores, en tiempo de Carlos III para la explotación del chacolí y de la sidra, había empezado a ser centro de ganadería en gran escala, habiendo experimentado una completa transformación aquellos extensos terrenos  de cinco a seis mil carros.
El señor Altuna empezó por traer máquinas para las operaciones del campo,  produciendo maíz, remolacha y hierba en abundancia, con cuyos elementos podría alimentar considerable número de reses.
Para ello, adquirió en principio un arado, además de una segadora que tirada por bueyes, como una máquina de prensar la hierba, que salía oprimida en fardos , resultando así, que los productos del más extenso campo se metía en el más reducido pajar.
El fardo que salía de la máquina en las mencionadas condiciones tardaba en hacerse más que cinco minutos y pesaba noventa kilos.
En lleno con el negocio, el señor S. Altuna, edifico magnificas cuadras, ocupadas ya algunas de ellas por excelentes reses suizas y holandesas que causaban elogios para los aficionados a la ganadería.
En el departamento de las holandesas,  había una vaca holandesas que daba 22 litros de leche cada día, y en el de las suizas, existía otra res magnifica que ganó el primer premio en la Exposición ganadera celebrada en esas fechas.
El señor Altuna se proponía relacionar este negocio con otro que tenia establecido en Madrid, don Domingo Ramos, a cuyo fin, se traslado a las Corte disponiendo todo lo necesario para ver si en el otoño podía dar comienzo la empresa.

El día 13 de septiembre de 1890, se dio un gran espectáculo en la estación de Guarnizo.
En uno de los trenes llegaron veinte excelentes vacas y novillas de Suiza adquiridas en aquel país por el señor Carlos S. Altuna, propietario de la finca de Juenga, convertida en ganadería de primer orden por las muchas y finísimas reses de raza pura que mantenía ya.
Más de doscientas personas presenciaron el desembarque, encontrándose el dueño con la satisfacción nueva de que él embarcó en Suiza veinte reses y recibió en Guarnizo, veinticuatro, por haber ocurrido en el viaje dos felices partos dobles que le produjeron cuatro preciosas chotas.
El señor Altuna había logrado su propósito de establecer una excelente ganadería de razas puras extranjeras y en esas fechas con el ganado que había adquirido en Suiza.

Por 1892, el administrador de la finca de Juenga, era don Manuel Salas

El 23 de mayo de 1893, se verifico con las formalidades debidas, la entrega de tres toros donados por el señor Altuna, a los Ayuntamiento del Astillero, Reinosa y Vega de Pas.
En representación de la Comisión provincial concurrieron para verificar y formalizar la entrega a la finca de Juenga, el diputado señor Ordoñez y el secretario; el alcalde y secretario del Ayuntamiento, el alcalde de Reinosa y un comisionado del de Vega de Pas.
El toro para el Astillero estaba designado por el donante; de los otros dos tocó en suerte escoger uno al de Reinosa y el otro al de Vega de Pas.

En julio de 1893, tras el gran incremento de la magnifica ganadería suiza establecida en Guarnizo, por el propietario, don Carlos S, Altuna, este había  determinado instalar un puesto de leche fresca y garantizada en la planta baja de la casa número 2 de la calle del Martillo, Santander.
El líquido seria servido a todas las horas en el local y a domicilio en cajas precintadas, al precio de quince céntimos de pesetas el medio libro.
Pronto empezaron  a suscribirse muchas personas para que les sirviesen el género a casa.
La nueva lechería quedo perfectamente montada con mobiliario muy elegante para las personas que quería ir a tomar leche.
Contaba con teléfono y con luz eléctrica. Su nombre comercial fue "LA ZAPITA".




El 10 de marzo de 1895, se nombraron en la junta de Accionistas del Banco de España,  a los nuevos consejeros y entre ellos, a don Carlos de Simón y Altuna, como supernumerario.

El 15 junio 1895, llegó a su residencia en Guarnizo, el señor don Carlos S. Altuna, para pasar como de costumbre su temporada de verano.

El 10 julio 1897,  se celebró un festejo en la finca de Juenga, donde fueron invitados distinguidas señoras y señoritas de Guarnizo y jóvenes, que fueron obsequiados con refrescos y banquete, con música.

El 17 agosto de 1899 otro verano más, y los señores Altuna, obsequiaron con una espléndida fiesta en la finca a distinguidas señoras y señoritas de su intimidad. Ni un detalle faltó para hacer agradable la reunión.
Habíase enarenado y regado la carretera desde la estación de Guarnizo a la verja de la finca y se habían barrido también cuidadosamente los caminos y sendas que serpentean el delicioso parque de los señores de Altuna para que el acceso a la explanada del baile fuera limpio y cómodo. Arcos de follaje, dobles filas de macetas y de arbustos, flores y farolillos a la veneciana y cruzaban el espacio destino a servir de improvisado salón, que media más de cincuenta metros de largo por veinte de ancho. A un lado se había colocado un artístico templete para la rondalla de bandurrias y guitarras que tocó durante la fiesta, y en derredor de la explanada se distribuyeron más de doscientas sillas y asientos rústicos que fueron todos ocupados.
Un tren especial preparado por los jóvenes excursionistas llegaron por la línea del Norte en carruajes los invitados, a quienes salieron a recibir en la estación de Guarnizo los señores don Carlos Altuna y su hermano político don Rafael, anfitriones, que comenzaron desde aquel momento a manifestarse en toda su cortesanía y caballerosidad.
Desde allí a las cercas de la finca, un kilometro escaso, fueron a pie los excursionistas formando animado y pintoresco grupo que muy pronto se fraccionó en otros muchos por entre las frondas del parque.
Las señoras de Altuna, en la escalinata de la casa recibieron con su proverbial distinción a los invitados, comenzando muy poco después la fiesta.

El 14 marzo de 1900, por estas fechas se estaba tramitando por el gobierno civil de la capital montañesas, el expediente para la concesión de un título de propiedad de unas minas que, a juzgar por los análisis de las muestras recogidas y por otros datos de interés, se trataba de un nuevo negocio, que muy en breve comenzaría a explotarse.
La mina fue bautizada con el nombre de "Nuestra Señora de la Antigua" y pertenecía al capitalista, don Carlos Simón y Altuna.
La mina, en su mayor parte estaba en los terrenos de la quinta Juenga que el señor Altuna poseía en Guarnizo, entre la estación del ferrocarril del Norte y el rio que baja del Astillero, próxima por tanto a la vía férrea que facilitaría las operaciones de transporte.
El análisis practicado por el ingeniero de Cartagena, había dado el siguiente resultado:
Cristales amarillos, Blenda, Zinc, 62,82
Frangmentos en roca pizarrosa, Zinc, OO.OO

El 26 de junio de 1900, murió en Solía, don Francisco Solana, persona muy conocida en Santander, donde gozaba de generales simpatías.
Estuvo bastantes años encargado de la finca que poseía en Guarnizo, el señor Altuna y tuvo a su cuidado el gran número de vacas lecheras de la propiedad del citado.

El 3 de septiembre de 1900, a las cuatro de la tarde del viernes, se celebró en la finca de Juenga de Guarnizo, la aristocrática fiesta que venia haciéndolo casi todos los veranos.
Los excursionistas, invitados galantemente por los dueños de la casa, fueron recibidos por éstos a la entrada del parque, y poco después, en la sombra de La Bolera, y en improvisado salón de baile, engalanada y dispuesta para iluminarse con multitud de farolillos venecianos.
La mezcla multicolor de los elegantes trajes de tonos claros, bajo los árboles de La Bolera, moviéndose suavemente las parejas a los compases del vals.
Asistieron las señoritas de Garcia Alix, Navarrorreverter, Melchor, Hermosa, Bolado, Yllera, Rodriguez Rada, Maraña, Fernández de Velasco, Valgañon y algunas más.

El 29 de septiembre de 1902, en Guarnizo en un edificio grande, destinado a pajar y cuadra, se había producido un gran incendio.
El edificio y otra casita, de elegante aspecto exterior, los tenia arrendados el vecino Facundo Barquin y eran propiedad de don Carlos Altuna. Este señor llegó a Guarnizo en el tren correo nada más conocer la noticia y permaneció en el lugar del siniestro hasta extinguirse el fuego. Solicito a sus criados que ayudasen a los vecinos en la extinción del incendio.
Las pérdidas fueron considerables y se calcularon alrededor de 1.500 pesetas.

El 26 de junio de 1904, se encontraba en su finca de Guarnizo, la familia Simón Altuna.

El 12 de marzo de 1917, falleció Don Carlos Simón Altuna en su finca de Juenga, a los 62 años y sus restos fueron conducidos al cementerio de Guarnizo.



La conducción del cadáver de don Carlos Simón Altuna constituyó en el pueblo de Guarnizo una conmovedora y sentida manifestación de duelo.
En la señorial residencia de Juenga,  finca verdaderamente prócer, digna del gran señor que la habitaba, se congregó todo el vecindario, no solo de Guarnizo, sino de todos los pueblos de los alrededores.
De Santander acudieron también muchas distinguidas personas, entre ellas, el R.P. Mazarraza, don Salvador Gutierrez, don Isidoro del Campo y muchos más.
El momento de sacar el cadáver fue verdaderamente solemne. En los rostros de aquellos vecinos se reflejaba su sentido dolor. No en balde con Carlos Simón Altuna había convivido con ellos muchos años, ilustrándoles e instruyéndoles con su consejo, prestándolos apoyo material y moral en las situaciones difíciles siendo para todos amigo, guía y protector.
La administración de la finca de Juenga tenía ese carácter patriarcal que va desapareciendo ya de nuestras costumbres.
Fundada por los abuelos del ilustre finado, puso en ella, don Carlos S. Altuna todos sus amores. De esmerada educación, de fina inteligencia, de vasta y moderna cultura, llegó a reunir una de las mejores y más valiosas ganaderías de la provincia. Su características era la actividad.
Pudo haberse entregado, pues su envidiable posición social se lo permitía a la vida muelle y egoísta. Lejos de eso empleó su cuantioso caudal en fomentar el desarrollo de su país. En el mundo de los negocios llegó a ser una de las primeras figuras; Consejero del Banco de España, demostró en un puesto tan importante su suficiencia en materias tan arduas. La firme decisión y el altruismo y desinterés con que aportó su capital a la implantación de industrias nuevas, le produjeron contrariedades y quebrantos que no bastaron sin embargo a entibiar su ánimo.
El señor Simón Altuna, hasta el último momento de su vida había sido un ejemplo constante de virtudes ciudadanas y de señoril y digna entereza.
Su muerte dejo en la Montaña un vacío difícil de llenar. En los salones de Madrid se sintió mucho e igual en Santander, donde era generalmente estimado.
Su viuda, la noble señora doña Amalia Jimenez Góngora y sus hijos, doña Carolina, don Rafael y don Guillermo, hijo político, don Antonio González Madroño.

Con fecha 11 de octubre de 1918, se edicto autos para la efectividad de un préstamo hecho a don Carlos Simón Altuna y Rubio, sacando a la venta en pública subasta por primera vez, la finca:
Una posesión o granja cerrada sobre si denominada "Juenga", situada en el lugar de Guarnizo, agregado al Ayuntamiento de Astillero, compuesta de tierra labrada, prado y erial, poblada en gran parte de árboles frutales y de otras varias clases; tiene cabida tres mil cincuenta carros, equivalentes a cincuenta hectáreas y cincuenta y seis aéreas, y linda por Sur, Norte y Este con la Mar salada, y por el Oeste y Vendaval, con carretera pública y terrenos de común dentro de los linderos superficie dicha hay construidos y forman parte de la finca los edificios siguientes:
I. Dos casas de piso bajo y bohardillas situadas al Oeste, por entre las cuales tiene su entrada principal señalada con los números cinco y siete, cada una de las cuales mide sesenta pies de fachada por veinticinco de fondo, o sean mil quinientos pies cuadrados.
II. Otra cas, la principal, en el centro de la posesión, compuesta de un piso y bohardillas, que tiene cuarenta y seis pies de fachada por ochenta de fondo, o sea una superficie de tres mil seiscientos ochenta pies cuadrados.
III. Otra casa en el extremo saliente, señalada con el número once, que comprende una fábrica de sidra, almacenes con casa habitable con un piso y desván ocupando todo una superficie de ochenta pies de fachada por ciento cincuenta de fondo, o sea de doce mil pies cuadrados.
IV. Una casa de sillería y mampostería que consta de planta baja y pajar y mide treinta metros de largo y diez de ancho, siendo su superficie trescientos metros cuadrados.
V. Un edificio enfrente del anterior, destinado a cocheras, que consta de planta baja y casa habitación encima de diez metros de largo por seis de ancho, o sea sesenta metros cuadrados.
VI. Tres casas establos de ladrillo a continuación de la anterior, que ocupan trescientos metros cada una, o sean cincuenta metros de largo por seis de ancho.
VII. Otra casa, establo y portal frente a las anteriores, que ocupa cuarenta metros de largo por diez de ancho, o sea cuatrocientos metros de largo.
VIII. Una casa destinada a caballeriza, compuesta de planta baja y casa habitación, en construcción encima.
IX. Y otra pequeña casa al Sur de la principal, destinada al servicio y compuesta de planta baja de mampostería y ladrillo.
Los seis últimos edificios, o sean los comprendido en los números cuarto y noveno, inclusive, son de reciente construcción.
Forman además parte de la granja o posesión de que se trata y se encuentran dentro de su perímetro, tres concesiones mineras denominadas "Nuestra Señora de la Antigua", "Ampliación de Nuestra Señora de la Antigua" y "Demasía a Nuestra Señora de la Antigua", de doscientos cuarenta mil ciento veinte mil y treinta y seis mil trescientos treinta metros cuadrados de extensión, respectivamente.
La finca total que acaba de describirse se forma o constituye mediante la agrupación de las cinco siguientes.
A. Una granja compuesta de tierra labrantía, prado erial, huerta de frutales, casas de vivir, de labor, almacenes para frutos y sidra, monte y otras pertenencias del pueblo de Guarnizo, denominada "Juenga", comprende una heredad cerrada sobre sí de labrantío, prado y erial, poblada en gran parte de árboles frutales que linda al Sur, Norte y Este, con la mar, y al Oeste con carretera pública y otra posesión de la misma casa; mide tres mil carros; al Oeste de esta heredad se hallan dos casas por entre las cuales tiene su entrada principal, y mide cada una sesenta pies de fachada por veinticinco de fondo, teniendo los números cinco y siete; limita al Oeste con carretero común y por los demás vientos con la heredad deslindada.
En el centro de la misma heredad otra casa de cuarenta y seis pies de fachada por ochenta de fondo, señalada con el número nueve, de un piso y bohardilla, como lo son las anteriores; y otra casa al extremo saliente de la misma heredad que comprende la fábrica de sidra, almacenes con casa habitable de un piso y desvanes; tiene la fachada ochenta pies por ciento cincuenta de fondo, señalada con el número once, y linda al Este con la mar y por los demás vientos con la referida heredad.
B. Una finca rústica, que fue molino de marea sobre aguas del mar, en el sitio titulado Juenga, con su presa y demás pertenecidos, que hace tiempo se convirtió en ruinas el molino, y del cual, su presa y obras tan solo existen vestigios en el día, y concretado a la superficie del molino y obras adyacentes, y a toda la que desde ab-intio se consideró como pertenencia necesaria e inseparable del artefacto superficie, cuya totalidad comprende cincuenta carros del cuadrado de cincuenta y ocho pies cada uno, equivalentes a ochenta y nueve áreas y cuarenta centiáreas, que todo él se cubre con agua del mar al flujo de la marea, quedando al descubierto al reflujo de la misma, y confina, al mediodía, con terreno de don José Cruz Altuna; al Poniente y Norte, con terreno comunal del pueblo de Guarnizo, y al Oriente, con un brazo de mar de los que se desprenden de la bahía del puerto.
C. Una mina de arenisco bituminoso, nombrada "Nuestra Señora de la Antigua", en término de Astillero y terreno de Guarnizo, cuyo expediente tiene el número siete mil quinientos cuatro, compuesta de veinticuatro pertenencias, que hacen doscientos cuarenta mil metros cuadrados de extensión, en la forma que se fija en el plano levantado por el ingeniero, don Ramón Irigunza y Zaldivar, con fecha nueve de septiembre de mil ochocientos noventa y nueve; linda: al Norte, en longitud de doscientos sesenta y dos metros ventaseis centímetros, con la mina "Esperanza", número cinco mil novecientos diecisiete, y por los demás rumbos, con terrenos no demarcados, siendo próxima al Sur la concesión "Anita", número cinco mil novecientos trece.
D. Otra mina de arenisco bituminoso, nombrada "Ampliación a Nuestra Señora de la Antigua", cuyo expediente tiene el número siete mil quinientos cincuenta y nueve, sita también término de Astillero, en terrenos de Guarnizo, compuesta de doce pertenencias, que hacen ciento veinte mil metros cuadrados de extensión, en la forma que se fija en el plazo levantado por el ingeniero, don Ramón Irigunza y Zaldivar, con fecha nueve de septiembre de mil ochocientos noventa y nueve; linda: al Norte y Este, en extensiones respectivas de doscientos y quinientos metros, con la concesión "Esperanza", número cinco mil novecientos diecisiete, y el registro demarcado "Nuestra Señora de la Antigua", número siete mil quinientos cuatro y por los demás rumbos, con terreno no demarcado, siendo próximo al Sur la mina "Anita", número cinco mil novecientos trece.
E. Y otra mina de arenisca bituminosa, denominada "Demasía a Nuestra Señora de la Antigua", cuyo expediente tiene el número ocho mil novecientos ochenta y cuatro, sita en término de Astillero, en terrenos de Guarnizo, compuesta de veintiséis mil trescientos treinta metros cuadrados de extensión, en la forma que se fija en el plano levantado por el ingeniero, don Antonio González y Nicolás, con fecha ocho de julio de mil novecientos dos; linda: por el Norte, en longitud de trescientos metros, con la mina "Ampliación a Nuestra Señora de la Antigua", número siete mil quinientos cincuenta y nueve, y en ciento cuarenta metros con la mina de "Nuestra Señora de la Antigua", número siete mil quinientos cuatro; por el Oeste, con las mismas minas en extensión de ciento sesenta y cinco y ciento metros, respectivamente; por el Sur, en longitud de seiscientos setenta metros, con la mina "Anita", número cinco mil novecientos trece; por el Norte y Oeste linda con terreno franco en longitudes de ciento veintidós y cien metros, respectivamente.
Se preveía que la subasta seria doble y simultánea, y se celebraría en la Sala audiencia de este Juzgado y en la del de Santander a que corresponda, el día veinte de noviembre de 1918, a las doce de la mañana.
Que el tipo de subasta era de trescientas seis mil ochocientas veintidós pesetas.
Que no se admitiría posturas que no cubriese las dos terceras partes del tipo de la subasta.
Que para tomar parte en ella deberían consignar los licitadores previamente en la mesa del Juzgado o en el establecimiento destinado al efecto, una cantidad igual, por lo menos, al diez por ciento del valor dado a la finca que se subastaba.
Que la consignación del precio del remate se verificaría en el término que se designase, y no excedería de ochos días, a contar desde la aprobación de la liquidación de cargas, y que los títulos de propiedad de la finca que se sacaba a subasta se encontraba de manifiesto en la Secretaria judicial de don Pedro Taracena, donde podrían examinarlos cuantas personas lo deseen para interesarse en la licitación, con los que deberían conformarse, sin derecho a exigir ningunos otros, bien advertidos de que, después del remate, no se les admitiría reclamación alguna por insuficiencia o defecto de aquellos.
Que en cumplimiento de lo acordado en la providencia de once de octubre, se citaba para el acto de la subasta a los herederos o causahabientes de don Carlos de Simón Altuna, mediante a desconocerse los domicilios de éstos y de doña Carolina de Simón Altuna y Jimenez y de la Sociedad de Construcciones Mecánicas, antigua casa "Brestfeld Danet", a cuyo favor aparecen en el Registro de la Propiedad correspondiente inscripciones o anotaciones posteriores a la hipoteca origen de este procedimiento.
Madrid, dieciséis de octubre de mil novecientos dieciocho. Firmado: El secretario, Lcdo. Pedro Taracena, con el VºBº, del juez de primera instancia, don José Oppelt Garcia.

  
En noviembre de 1918, la finca pasó a propiedad de Don Vicente Menéndez y San Juan, Conde de la Cimera, quien la adquirió mediante subasta pública.


De la finca de Juenga, en Guarnizo, muchas veces me hablaron de ella, pues la familia de mi abuela, estuvieron al servicio de los señores.













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