El
4 de agosto de 1861, fue una fecha histórica para la población de Astillero, al
recibir la visita de ISABEL II.
El
20 de julio de 1861, llegó a Santander por primera vez la Familia Real.
La
llegada de la Familia Real en pleno, se debía al propósito de "tomar baños
de ola" en el Sardinero, en pos de un posible alivio al herpe que desde
algún tiempo venía padeciendo la Soberana y también, sin duda, atraída por la
popularidad que había alcanzado el lugar de Santander.
Con
ellos vino un singular personaje la pasiega Maria Gómez, madriza del Príncipe
Alfonso a quien amamantó durante 22 meses desde que en julio de 1858 sustituyo
a su primera aya, hasta el 2 de mayo de 1860 al cumplir el heredero de la
corona 30 meses.
Las
jornadas regias se prologaron hasta el mes de agosto, acondicionándose para su
alojamiento el edificio de la Real Aduana. Su estancia fue utilizada por los
reales, principalmente en la práctica del baño, que efectuaban con gran asiduidad
en la Primera playa del Sardinero, habilitada con una graciosa caseta de lona,
utilizada como vestuario.
En
ocasiones y para corresponder a las invitaciones que les eran formuladas por
las familias nobles e incondicionales de la dinastía isabelina, realizaban
excursiones diurnas a los lugares más bellos y pintorescos de la provincia.
Doña Isabel visito Muriedas para conocer la casa natal de don Pedro Velarde y otra visita fue la de
Astillero.
La
Reina II ostentaba proverbial simpatía. Imaginemos el delirio que en la alegre
ciudad causó la llegada, el 20 de julio de 1861, de la Reina Isabel, acompañada
por su esposo, por el Príncipe de Asturias, por las infantas, doña Isabel, doña
Concepción y doña Pilar.
El
cortejo real entró por Cuatro Caminos, a las cinco y media de la tarde, y fue
recibido por las Autoridades en pleno y por una multitud que se calculó en
50.000 personas, cifra superior al numero de habitantes de la capital,
pero considerando que buena parte de la
provincia se había desplazado para asistir al recibimiento de sus Soberanos.
La comitiva
real fue recibida a lo largo de la ciudad con los ingenuos homenajes propias de
la época; arcos triunfales, carros alegóricos, comparsas de pasiegos, doncellas
portadoras de flores, gigantes y cabezudos, tamboriles, músicas típicas e
interpretación de una jubilosa alborada.
Recorrieron
los Reyes, Cajo, el Sardinero, Cabo Menor, Corbán y se llegaron a Renedo,
Torrelavega y a Santoña, donde saludaron emotivamente a viejos marinos
montañeses veteranos de Trafalgar.
Una
de las curiosidades es que la ropa de la Reina la llevaban las lavanderas que
trajo de Madrid a lavar a Renedo, pues el agua de Santander, no era apropiada
para los tejidos. A estas lavanderas las llevaban en el tren a esa localidad y
volvían con la ropa lavada. (información facilitada por
el historiador Bernardo Riego)
El
4 de agosto fueron los Reyes en excursión al Astillero, donde se sirvió un
refresco para doscientas personas y marcharon de Santander el 13 de agosto.
Por
estas fechas, El Astillero le describían como un lindísimo pueblo colocado en
la costa y al pie de montañas, sus casas se extienden hacia los montes, sus
pies se bañan en el mar. Las aguas por ciertos puntos tienen escasa
profundidad, pero por el centro de aquel ancho brazo de mar hay una canal
bonísimo por donde podía navegar seguro el soberbio Levialhan.
Fue
un domingo cuando se recibió en Astillero la visita de SS.MM. la Reina Isabel
II y Altezas Reales, con todos preparativos que correspondía a un tal acontecimiento.
Se construyó un monumental arco de triunfo y la adquisición de un bastón nuevo
para el Alcalde, todo ello con cargo al capítulo de imprevistos del presupuesto
municipal.
El
bastón había de ser de "caña natural, de medidas proporcionadas con
empuñadura de plata sobredorada y con los adornos correspondientes que indiquen
al tenedor su autoridad municipal"
Asistieron
a Astillero, ISABEL II y su esposo, don Francisco de Asís, el Principe de
Asturias, don Alfonso y las infantas, don Isabel, doña Concepción y doña Pilar;
los ministros, D. Fernando Calderón Collantes y el Marqués de Cervera, todas
las Autoridades de Santander, muchas corporaciones de la provincial y muchísimos
invitados.
Los
visitantes hicieron el desplazamiento por mar. En la Planchada se había dispuesto
con madera y lona, en forma de tienda de campaña, un extensísimo local, con
objeto de obsequiar a los Reyes con un refresco, del cual disfrutaron más de
doscientas personas.
Las
músicas, los cohetes y los disparos de cañón, llenaban el espacio de armoniosos
ecos y todo era por aquellos alegres sitios, contento y animación.
Era
norma en estas visitas Reales, se entregase una cantidad para atender alguna
necesidad imperiosa de la localidad visitada. En esta ocasión, la familia real
entregó mil reales que fueron distribuidos entre las catorce familias pobres
más necesitadas del pueblo.
Les
tocó a 66 reales, excepto a doña Felisa Gaván que, por ser viuda y de mucha
familia, le correspondió con 76 reales.
En
esta fecha, el Alcalde de Astillero, era don Eusebio de la Fuente.
Llegaron
acompañando señoras y señoritas de Santander, para honrar la visita de SS.MM.
en el Astillero.
Se
encontraba el muelle profusamente engalanado para la ocasión y fue atravesar la
larga rambla de madera dispuesta al efecto y al fin de la cual se veía un
sencillo y elegante arco imitando piedra de sillería con dos pequeños remates
de almenado de muy buen afecto.
Se había
construido un muelle que quedaría después como obra permanente para las
necesidades del Astillero, adornado de guirnaldas y gallardetes. Después de
pasar por debajo de un arco, donde se leía los nombres de los antiguos navíos allí
terminados.
Más
adelante empezaba una hermosa pradera, a la cual daban sombra envejecidos y
vigorosos árboles; era el magnífico sitio que se conoce con el nombre de la
Planchada.
Pero
era de admirar el bellísimo cuadro que ofrecía el mar cuando se aproximaba el
buque que traía a SS.MM. Venían en pos de este buque otros dos vapores, y entre
uno y otros un número incalculable de lanchas de botes y de esquifes.
Los
formidables y próximos estampidos de una batería colocada en el sitio que se
llama aquí la Venta de Pontejos, anunciaron el momento solemne.
La
Reina siguiendo su piadosa costumbre, oró por breves momentos en la Iglesia del
pueblo.
En
el periódico La Epoca de fecha 5 agosto, firmado por Juan Garcia dirige la
siguiente poética descripción de la visita hecha por la real familia al
Astillero de Guarnizo.
"
Ayer era uno de esos días, claro, alegre, magnifico, el sol brillaba glorioso y
fecundo a la mitad de su triunfal carrera y menudísimas ondas batían suavemente
los muelles, convidando al placer de abandonarse a su voluntad caprichosa.....
Tu
pueblo natal experimentaba ayer sin duda esa sensación de sus ramblas se balanceaba
una muchedumbre empavesadas y espesos penachos de humo que el viento desvanecía
sobre algunos de los vapores surtos en su bahía, los indicaban prontos a
emprender el rumbo; parecía que la población entera hubiese de trasladarse al
mar y trocar sus viviendas sólidas y seguras de tierra, por las frágiles y
vagabundas del elementos veleidoso. Ya a lo lejos, como una provocación ó un
ejemplo a los menos resueltos o más perezosos, corrían algunos ligeros botes,
tendiendo sus alas al recio Nordeste y dando largas bordadas, ya bajando hacia
Maliaño, ya montando en dirección del Puntal o de Pedreña, parecían jugar con
la fuerza que los impedía o probar en alegres escarceos sus bríos para más
altas empresa............
¡Qué
bella y poética vista la de un barco á la vela!..................
Pero
ya las anchas palas que el vapor hace girar golpean el agua con pausado
movimiento, hierve el elemento, irritado del nuevo castigo y alzando mugidores
remolinos responde a la ofensa hiriendo los robustos flancos del buque; este
avanza majestuosos, sin curarse de aquellas útiles embestidas y los espumosos
torbellinos quedan atrás, alzándose para amenazarle todavía y salpicando al
cielo en su impotente rabia.
Allá
va el vapor bogando poderoso y cortando la bahía. Allá va orgulloso de su
nombre y de su empleado: PORVENIR se llama y a su bordo encierra la flor de las
bellezas santanderinas.
¿Pero
a dónde se dirige el vapor con su preciosa carga? ¿Por qué esas banderas rojas
y amarillas que coronan los escollos ó tremolan sobre los verdes cerros junto
al cañón que los protege? Ya quedaron atrás Pedreña, Helechas y las pintorescas
alturas de Trasmiera y Muriedas, Maliaño y su alto promontorio, socavado y
removido por el azadora de los mineros. EL PORVENIR penetra en la ría de
Guarnizo; a la derecha é izquierda se ven las veredas de Pontejos y el camino
que desde ferro-carril conduce al Astillero cubiertos de gentes que, á pie ó a
caballo, ó en las entoldadas carretas del país, siguen todos una misma
dirección.
Al
frente se descubre el Astillero, los viejos olmos de su Planchada parecen
rejuvenecidos y más verdes y más lozanos que nunca; sobre sus copas del pueblo
vestidas de colgaduras y banderas. A la vera del agua se alzan cuatro
obeliscos, y escritos en sus caras los nombres augustos de nuestros reyes, la
fecha del día y los olvidados nombres de cien poderosos navíos, que de allí
partieron a llevar el pendón de España a remotas latitudes, defendiéndole con
gloria y sepultándose con él el día de la suprema agonía de la patria........
Truena
el cañón se pronto, una ráfaga de brisa anima las dormidas hojas de los
árboles, cada uno de cuyos troncos recuerda un nombre esclarecido de las
escuadras españolas, -al muelle, al muelle- es el grito eléctrico que corre de
boca en boca y todos corren en dirección de la playa, el clarín lanza la aguda
nota de atención, los marciales guardias civiles ocupan sus puestos, los
veteranos carabineros, en traje de campaña, guarnecen el desembarcadero, reúnanse
las bandas, y la muchedumbre se agrupa pintorescamente en las desigualdades del
terreno, llegan las señoras y llevan el muelle, ellas deben ser las primeras
que se presenten a la reina, ellas las que deben oír la primera frase de los
augustos labios, pródigos siempre de bondad y de cariño.
Allá
al Nordeste, en dirección de la boca del puerto, se divisa la escuadrilla real,
fácil de reconocer en el humo de los vapores y las innumerables banderas que
alegran sus mástiles. A medida que avanza se distinguen y separan los
diferentes cascos. El RAPIDO es el primero, sobre cuya banda de estribor flota
el estandarte real, por su popa sigue el VIZCAINO montañés, el más airoso y
valiente casco que surca el golfo de Cantabria y el PORVENIR, que regresó de su
primer viaje para hacer el segundo, formando parte del convoy real.............
El
vapor real se detiene, su tripulación sube a las vergas, bate marcha su banda
de música y los reales viajeros descienden a la falúa: silba el pito del
timonel, caen los remos y hiera el agua; las baterías de Pontejos hacen salvas,
gritos y vivas saludan a los reyes al pasar entre la muchedumbre infinita de
embarcaciones y un murmullo confuso y una agitación sorda como la marea
creciente corre por el gentío amontonado en la orilla.............
Las
señoras saludan a la reina, que se apoya en el brazo de su augusto esposo, y
delante de la cual camina sus hijos, el príncipe de Asturias y la infanta doña
Isabel; formase el cortejo real y se pone en marcha hacia la tienda, pasando
bajo el arco feudal erigido entre los obeliscos de la entrada......
La
población de Santander y la de los pueblos inmediatos, todos en traje de
fiesta, todos bulliciosos y divertidos. Porque aquel no era un día de esos en
que la majestad real se presenta a su pueblo rodeada de la pompa del trono, y
de las deslumbradoras grandezas de la corte; era un día de campo y con la
confianza y el cariño que tan vivamente han estrechado los lazos de tradición y
lealtad que unían la provincia cántabra a su monarcas.
Tras
breve reposo, dirigiese la familia real al templo, recorrieron luego los parajes
más interesantes del lugar y aceptaron el refresco que la Diputación provincial
les había preparado. De él, a instancia de S.M. la Reina, participaron las
damas de su comitiva y las que Santander había comisionado para recibirla.............
Era
sin duda una mañana rica en promesas anunciaba un día de gozo y de felicidad,
ya por la tarde todo había concluido y todos habían regresado al muelle de
Santander.
En la fecha de agosto de 1861, por entonces vivían en Astillero, mis bisabuelos: Joaquin Timoteo Vega Miranda (23 años) y Praxedes Hontavilla Ibaseta (20 años); Felipe Lloreda y Dolores Cabello.
fuentes
de información:
*
Libro "El Espejo Constante" de Bernardo Riego y Manuela Alonso.
*
Libro de "Crónica de Astillero y Guarnizo" de Nemesio Mercapide
*
Libro "Jornada Reales en La Magdalena" de don Higinio José San
Emeterio Gómez
*
Libro de "Crónica del Veraneo Regio" de Leopoldo Rodriguez Alcalde.
*
Periódico "La Epoca"