No ha sido posible localizar del vapor o bien del puerto de Santander, ningún grabado del año 1841. Unicamente he llegado al año 1847.
Procedencia de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional Digital. (revista Semanario Pintoresco Español de fecha 10.1.1847)
Ya
en el siglo XVIII se transportaba pasajeros desde Santander a Astillero, por la
ría, que se podía considerar el mejor transporte para comunicarse entre estas
localidades.
Fue
el 30 de mayo de 1841, cuando se inició el servicio por la bahía con el Vapor Montañés.
Esta
es la primera embarcación que estableció un servicio regular de pasajeros.
Tenía el casco de madera, ruedas de paletas a los lados y una máquina capaz de
desarrollar 20 caballos.
Realizaba
cinco viajes diarios entre Santander-Astillero-El Puntal-Pedreña. La máquina
alternativa de vapor, estaba a cargo de un maquinista de nacionalidad inglesa.
La
Empresa de este Vapor anunciaba que para satisfacer el deseo de los muchos
pasajeros que venían utilizando este servicio los domingos y días festivos, prevenía
al público de que el vapor estaría en continuo movimiento de un punto a otro,
sin más parada que la de media hora en cada recalada y al medio día el
indispensable tiempo para que tome alimento la tripulación.
También
de haber observado en los días festivos, que muchísimos individuos, al favor de
la poca práctica de los cobradores, han viajado sin pagar. La Empresa se manifestó
que no admitiría a bordo del vapor, ni en la lancha que a él conduce los
pasajeros que no presenten la papeleta de pago.
Para
tomar las papeletas se acudirían a la hora de los embarques, en Santander, a la
caseta del maestro Peira, continua al embarcadero, en Astillero, a la garita
que está en frente del desembarcadero y en Pontejos a la ventera.
Las
papeletas de pago se han variado por haberse muchas personas quedado con las
anteriores.
En
los demás días de la semana, el servicio del pasaje se hará a las horas
acostumbradas.
La
Empresa ponía en aviso de que el maquinista del vapor Montañés, tenía la
obligación por su contrata de enseñar el manejo de la máquina a un joven del país.
El que quisiera aprender este utilísimo arte, que una vez aprendido pone al que
se dedica a él en posición de ganar un pingue sueldo, puede acudir al escritorio
de don Juan de la Pedraja, quien hará ver las condiciones a que será admitido.
La preferencia se dará al joven que tenga ya hecho el aprendizaje de herrero.
Por
aquellas fechas, existían un gran movimiento de buques en el puerto de
Santander, como eran las Goletas Polacra y San Tomas; los bergantines Veloz
Mariquita, Campeador, Encantadora y los quechemarines, Nta. Sra. del Carmen,
Joven Eleuteria, Eduardo y Dos Hermanos.
Con
motivos de los fuertes vientos y continuos aguaceros que la estación en la bahía
impiden en que las lanchas puedan conducir abordo y poner en tierra a los
pasajeros, la Empresa, acordó reducir los viajes a dos, fijando las horas
siguin4etes.
1º
Saldrá de Santander para el Astillero y Pontejos, al amanecer y regresará luego
que ponga los pasajeros en tierra y tome abordo los que se presenten.
2º
Saldrá a la una de la tarde para dichos puntos y regresara con tiempo
suficiente para llegar antes de la noche a Santander.
Los
jueves no hay Vapor, por ser el día destinado para su limpieza.
A
principio de 1842, se ordena que para dar mejor servicio al público, llevar la
correspondencia de las comarcas orientales a La Cavada lo hagan hasta el
Astillero pasando en el vapor a Santander, lográndose una apreciable ventaja de
que la correspondencia entre las administraciones de Laredo, Medina de Pomar,
Ramales circulen entre ellas por esta nueva comunicaciones sin necesidad de
subir a Burgos, obteniéndose el interesante objeto de la mayor celeridad y que
las contestaciones se crucen en dos días o poco más.
El
12 de julio de 1842, el vapor MONTAÑES varó a las once de este día, antes de
llegar al Astillero de Guarnizo, donde muchas familias veranean. Por no
demorarse hasta que flotara, dispusieron los pasajeros transbordarse a dos
lanchas del mismo vapor, según lo hicieron, se dirigieron unos a Astillero y
otros a Pontejos, que está en la orilla opuesta. Apenas habían comenzado a
navegar aquellos, pudo el vapor hacerlo libreta mente y como la barca que iba a
Pontejos, andaba muy poco, se trata de que llevase aquel a remolque, para lo
que hubo de echarle un cabo o amarrarla. No bien el vapor tomo la vuelta del
astillero que está muy inmediato a aquel punto, la ola que levantaron las
ruedas de la máquina, sumergieron la proa de la lancha que se llenó de agua.
Todo fue confuso, se les echaron cuerdas á los de la lancha que se veían ya
casi sumergidos y agarrados á ellas salieron todos menos las cuatros mujeres
que se ahogaron. Dos de ellas eran pasiegas que llevaban puestos sus cuévanos.
Posiblemente
estas dos buenas mujeres, que pudiera ser de los Valles Pasiegos, bajarían bien
desde la Vega Pas o de Lierganes, a los mercados de Santander, a vender sus
productos que los transportaban en sus cuévanos. El trayecto a pie desde esas
localidades hasta el embarcadero de Astillero para trasladarse en el vapor a
Santander y volver nuevamente de regreso.
Del
libro Santander -Sidón Ibera- de José Simón Cabarga:
"fue
una accidente fortuito; se había establecido un servicio entre las dos orillas
de la ría, con el vapor de ruedas "El Montañés" -antecedente de los
luego famosos Corconeras- Tomaban sus billetes los pasajeros en una caseta
establecida junto al embarcadero de madera. Un extranjero era el maquinista del
vapor y tenía una obligación de enseñar el manejo de la máquina a un joven del país.
Los
pasajeros eran de dos clases, según viajasen a proa o a popa. La novedad no
había cuajado entre los terrícolas, que sentían repugnancia de embarcarse en
aquel monstruo que despedía humazo negro por una alta y vertical chimenea, y
que resoplaba vapor por los tubos de escape; cuya caldera runflaba de un modo
que infundía terror, y cuyas dos grandes ruedas de palas revolvían
turbulentamente las aguas en espantables remolinos de espumas. El Montañés iba
y venía hasta cinco veces al día cruzando la bahía y todo se hubiera deslizado
bien si al año de establecido el servicio un accidente no diera al traste con la
empresa. Y fue que en el mes de julio de 1842, El Montañés, al llegar frente a
Maliaño varó en el cantil, dada la cercanía de los puntos de destino -Astillero
y Pontejos- los pasajeros transbordaron a dos lanchas, una de las cuales fue
alcanzada por el vapor, que había recuperado su flotación auxiliado por la
marea y desde a bordo se tendió un cable para remolcar la lancha. Excesivamente
tensado, el cable se rompió haciendo cabecear peligrosamente a la pequeña
embarcación, de la que se arrojaron al agua todos los pasajeros, llenos de
pánico. Algunos intentaron asirse a las ruedas del vapor.
Murieron
tres viajeros, de los diez que naufragaron.
La
consternación producida en la ciudad fue enorme y dio armas a los que nada
querían con el moderno invento. A tal extremo llegaron las cosas que la empresa
se vio obligada a publicar una hoja impresa narrando las verdaderas causas de
la catástrofe y agregando estos sustanciosos párrafos "La empresa dista
mucho de señalar este suceso como indiferente, pro sí le colocará entre los más
casuales y añadiría (al tratar del crédito del buque, objeto de conocidas
animosidades) que los riesgos del mar no están reservados únicamente a los
barcos de vapor y que si la ría de Santander devolviera los cadáveres de
cuantos han perecido en ella cruzándola en lanchas no bastaría un cementerio
para darles sepultura.
Tras
este incidente pasó a ser utilizado por la entonces llamada Junta de Comercio
como remolcador para atoar gánguiles y demás útiles del tren de dragado".
El
20 de julio de 1846, se subastó en el salón del tribunal de comercio de
Santander, bajo la presidencia de don Carlos Hermosa, el vapor Montañés,
construido en el Astillero de Guarnizo, con mucha solidez y de superiores
maderas de roble, su máquina de 20 caballos de fuerza, construida en Liverpool,
por los acreditados mecánicos señores Prestor y Sarchet; es de baja presión y
está garantizada por los expresados ingenieros.
El
buque con todos sus enseres se halla apreciado en 240.000 reales, pero se dará
en lo que lo estime el mejor postor.
Está
previsto de cadenas, lanchas, etc., como consta del inventario que se halla en
poder de don Manuel de la Mora, secretario de la junta directiva de la empresa,
quien enterará de todo a los que gusten interesarse.
Luego
entraron en servicio los conocidos vapores de Corconeras
No hay comentarios:
Publicar un comentario