Vista de la fábrica Bedia y Cabarga
Cuando el domingo comenzaron a llegar
los automóviles que habían estado por la tarde en Oviedo, con motivo del
partido de España y Yugoslavia, observaron que al otro lado de la bahía,
probablemente en pueblo de Astillero, se había declarado un incendio de
consideración.
En efecto, el fuego había estallado en
Astillero, y el resplandor de las llamas se veía tan claramente desde
Santander, que muchísima gente fue a los muelles para presenciar lo que parecía
un verdadero volcán.
Sería la una y media de la madrugada
cuando el sereno que estaba de guardia en los talleres de aserrar maderas de
los señores Bedia y Cabarga, establecidos frente a la estación del ferrocarril
de Bilbao, vio con espanto que todo el edificio era pasto de las llamas. Tan
rápido fue el incendio, que el guarda se vio apurado para salvarse, y eso que
conocía a fondo los almacenes, cuyas luces se apagaron de repente.
El guarda mencionado, avisó a los
bomberos, que acudieron en seguida al lugar del siniestro, cuyo desarrollo era
cada vez más impresionante.
Con los bomberos acudieron también
fuerzas de la Guardia Civil, al mando del jefe don Antonio Gómez Robledo, las
autoridades y numeroso público.
Como el incendio se propagaba con gran
furia, el alcalde de Astillero, avisó a Santander para solicitar la ayuda de
los Bomberos Voluntarios de esa, a donde llegaron rápidamente para ayudar a sus
compañeros en la extinción del siniestro, lo que lograron después de varias
horas de esfuerzo por tratarse de materiales fácilmente combustibles.
No se pudo averiguar las causas del
siniestro, pues durante el día, como era domingo, se trabajó en los talleres.
Se creía que el fuego fuera motivado por un cortocircuito del sótano de los
talleres, por donde pasan los cables del alumbrado, y donde había almacenada
gran cantidad de serrín y de maderas. Al parecer el fuego comenzó por esa parte
del edificio.
El incendio se produjo en una de las
naves de la fábrica de aserrar madera y construcciones y se propagó a la nave inmediata, donde había
instaladas varias máquinas, cepilladoras, aserradores, machihembradoras y
varios ventiladores y otras diversas hasta el número de diecisiete que quedaron
destruidas por el voraz elemento.
En el sótano de las naves había varias
pilas de madera de pino, que quedaron reducidas a cenizas; también había
preparada gran cantidad de obra hecha en los pisos de las citadas naves.
En el cuerpo del edificio de la primera
nave, donde estaba el escritorio, se vía sostenida sobre el muro donde estaba
emplazada, una caja de caudales nueva, en la que la Sociedad guarda los libros
y documentos del negocio y hasta dinero de las operaciones del día.
El espacto exterior de la caja, denota
la casi evidencia de que habrían sido destruidos los libros, o por lo menos
quedado bastante deteriorados.
Otra caja de caudales se hallaba en el
fondo del sótano, caída al derrumbarse el piso escritorio; se vía también
varios ventiladores y maquinaria caída entre los escombros.
Las pérdidas se calcularon en unas
doscientas mil pesetas, y lo mismo el edificio que la maquinaria y los talleres
estaban asegurados.
Afortunamente, a la hora en que ocurrió
el incendio, apenas soplaba el viento, pues de haber reinado el Sur o el
Nordeste, como algunas veces ocurre, se hubiera propagado a las barriadas de
casas de la calle de Fernández Hontoria, sin que hubiera podido evitarse.
Este incendio ha sido sin duda alguna,
el más importante de todos los ocurridos en Astillero.
En la fábrica y los almacenes trabajaban
treinta y cinco obreros, que de momentos se quedaron sin trabajo durante algún
tiempo, además de la pérdida ocasionada a la Sociedad que tardarían un tiempo
en recuperarse y volver a la anormalidad.
Las dos naves, maquinaria, como material
y efectos de escritorio, se hallaban asegurados en dos Compañías, además de la
existencia de maderas almacenada.
Hoy esta empresa sigue funcionando
perfectamente con un buen número de empleados.
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