La primera de las actas a que hacen referencia, decía así:
" En esta población de Astillero y Casa Escuela del mismo, a 15 de
junio de 1794, habiéndose congregado (siguen 50 nombres de cabezas de familia)
y presididos por el señor Comisionado, les leí e hice saber el Real Despacho de
Su Majestad y Señores de su Real y Supremo Consejo de Castilla de fecha 24 de
diciembre de 1793; el otro posterior de 11 de marzo del corriente año en que se
dio la comisión particular para la ejecución del primero; los autos y
diligencias con su consecuencia obradas; y de estar el Subdelegado de Marina y
Comisario de Santander, enteramente separados del uso y ejercicio de la
Jurisdicción Real Ordinaria y sólo con lo respectivo a Marina; y últimamente el
Auto en este día proveído por el señor Comisionado que ha motivado esta
concurrencia; todo en presencia de dichos vecinos y enterados, dijeron: Que obedecían
dichos Reales Despachos, y en su consecuencia unánimemente quieren y consienten
que en dicha población se establezca la forma de gobierno con total
independencia del Valle Realengo de Camargo, nombrando un Alcalde que ejerza la
Jurisdicción Real Ordinaria; dos regidores primero y segundo, un Procurador
sindico general y un fiel de fechos ínterin logran escribano público con la
dotación correspondiente. Así lo dijeron y lo firmaron con su Merced todos los
que saben...(que por lo visto eran solamente 21 de los 50 concurrentes). "
Este acuerdo no fue totalmente sancionado hasta el año 1800.
Aquellos buenos astillerenses no se imaginaban probablemente las
grandes dificultades, económicas principalmente, con que la municipalidad había
de tropezar, porque todos sus componentes eran de modesta condición y muy pocos
para el reparto de las cargas que todo municipio entraña.
Se podría aplicar probablemente al Astillero de entonces la cuarteta que
en época anterior se hizo célebre en Navarra:
"Cascante se hizo ciudad
el año mil y seiscientos.
Todos quedaron contentos
¡Al pagar me lo dirás!"
Pero el virtuosismo terapéutico
de la fuente de La Planchada, que atraía al Astillero una floreciente colonia
veraniega, y algún barco que de cuándo en cuándo se botaba en sus viejas y
semiabandonadas gradas, hacían que el nuevo y diminuto municipio saliera
adelante, aunque siempre en precario.
Tampoco podía prever El Astillero unos años
más tarde, que iba a causarle el mayor disgusto de su vida aquella famosa Ley
de Ayuntamientos, que nada más empezar a discutirla en las Cortes Españolas,
provocó la caída del Gobierno que la presentó, porque el partido progresista no
estaba conforme con que los alcaldes fueran nombrados "a dedo".
Efectivamente, esta ley, conforme
transcurrían los años y cambiaban las circunstancias, iba sufriendo muchas
modificaciones, hasta que en el año 1866 se introdujo una importante novedad en
virtud de la cual desaparecían todos los Ayuntamientos cuyo censo de población
no alcanzaba la cifra de mil habitantes.
Los Ayuntamientos afectados, entre los que
se encontraba El Astillero -tenia unos 500 habitantes nada más-, habrían de
agruparse entre sí o unirse a los limítrofes.
En virtud de esta disposición desaparecieron
muchos municipios montañeses, pero El Astillero "remoloneaba" como
queriendo ganar tiempo hasta encontrar una solución.
Estalló en esto la célebre revolución de
septiembre de 1868, la cual al salir triunfante, relegó a segundo término, como
es natural, este tipo de problemas administrativos.
Ya calmados los ánimos revolucionarios, el
ambiente general español se hizo más demócrata, y entonces la municipalidad del
Astillero, aprovechando esta favorable circunstancia, levantó la segunda acta,
con fecha 16 de mayo de 1870, que por ser en esencia una reiteración de la
transcrita en primer lugar, estimamos excusado reproducirla.
Pero a pesar de ello, el gran dilema
continuaba en pie; o se integraba El Astillero en el Valle de Camargo como un
pueblo más a él perteneciente, o se segregaba Guarnizo de Camargo para unirse
al Astillero y, juntos, proclamarse municipio independiente.
Desde que se creó el Real Astillero, nunca
como entonces estuvo su destino entregado totalmente en manos de Guarnizo.
Guarnizo sentía nostálgica añoranza de su
antiguo territorio ocupado por Marina y, por otra parte, tampoco podía desoír
la llamada del Astillero, su hijo laborioso, crecido y aventajado que se
encontraba en tan precaria situación.
Y surgió el astillerense providencial, don
Venancio Tijero Cordero, cuya habilidad, abnegación y desinterés personal lo
sitúan, sin ningún género de dudas, entre los mejores.
La unión de ambos pueblos fue felizmente
aprobada por decreto de fecha 30 de diciembre de 1871, lo que permitió a la
nueva comunidad no solamente disponer de un censo de población que rebasaba el
mínimo requerido por la famosa ley, sino que también se puso en línea con los
demás municipios montañeses, por lo que a superficie se refiere, pues de un
insignificante espacio vital que disponía El Astillero, pasó a tener 6,51
kilómetros cuadrados, lo que le situó en tercer lugar de la lista de los 103
Ayuntamientos que tenia la Montaña, comenzando a contar por la cola; aún tenían
detrás a Argoños y a Reinosa que, pese a su indiscutible importancia, solamente
disponían de 4,12 kilómetros cuadrados. (En cambio, en renta "per
cápita" estaba El Astillero en el nivel dos, pero esta vez comenzando por
la cabeza de los ocho en que se dividía la provincia, o sea, por encima de los
40.000 pesetas.
Esta integración municipal, al coincidir con
la explotación intensiva del mineral de hierro en esta zona, marcó un nuevo
periodo de la historia de El Astillero, su época de renacimiento.
Este grabado que publico,
corresponde al primitivo edificio recogido en los anales de La Ilustración
Española y Americana, prestigiosa revista editada en Madrid en 1880, en la que
destacaba sus magníficos grabados a plumilla, fieles notarios gráficos en una
época en la que la cámara fotográfica aún no había aparecido.
Fue en el número correspondiente
al 15 de junio de 1880, la publicación distribuida por toda España y en las
colonias americanas que aún quedaban bajo el pabellón español, un excelente
grabado con el edificio reciente construido en El Astillero que "estaba
emplazado en la llamada calle Real, y en el solar que ocupaba uno de los que
pertenecieron a la Junta de Agricultura, Industria y Comercio, conocido con el
nombre de "Casas de la plaza", habiéndose modificado su alineación
con objeto de regularizar la citada calle y dar mayor acceso al Paseo de la
Planchada, según rezaba en la revista, cuya suscripción anual se elevaba a la
nada despreciable cantidad de 35 pesetas.
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