La mar, medio de vida, de recreo, de embellecimiento y motivo de orgullo para un pueblo marítimo como es Astillero, fue noticia por la tragedia marítima del buque "Bonifaz", en la fecha del 3 de julio de 1964
Astillero, de nobles y arriadas
aficiones marineras, que se remontan a siglos de antigüedad, había pagado el
viejo tributo con la vida de uno de sus vecinos.
Gonzalo Velasco Bedia
"Zalo", para los amigos, dedicado al transporte local, por tradición
familiar, se colocó posteriormente en una fábrica de la ciudad, durante dos
años.
Más tarde, volvería a su pueblo,
donde había nacido y vivió en su más típica calle de la Churruca.
Desembarco en el vapor
"Ave" de bandera liberiana, en el cual hizo sus primeras singladuras
llevando cuatro meses, en espera de nuevo desembarco en la Naviera
santanderina, propietaria del petrolero "Bonifaz".
Con el tiempo justo, tuvo que
trasladarse a La Coruña, para tomar su plaza en el mencionado buque, a bordo
del cual, y a las seis horas justas de
hacerse a la mar, un espectacular y trágico accidente marítimo, padeció en las
aguas gallegas cerca del Cabo Finisterre.
Fueron once cántabros, de ellos
dos mujeres y uno de Astillero, que hoy descansan en el fondo del mar, a nueve
millas al Este de Cabo Finisterre. Desaparecieron en el incendio y posterior
hundimiento del petrolero BONIFAZ, el 3 de julio de 1964.
El Bonifaz, un magnifico barco
construido en los astilleros de Cádiz en
1959, era gemelo del también petrolero "Piélagos", había llegado al
puerto de la Coruña, procedente de Esider, Libia, cargado con 19.340 toneladas
de petróleo crudo, el cual descargó en la refinería de aquella ciudad gallega.
Una vez efectuada la descarga, salió
del muelle y fondeó para permanecer durante un día desgasificando sus tanques y
salió la tarde del 3 de julio, con los cincuenta hombres de su dotación
completa rumbo a Cartagena donde se le pensaba actuar en el dique seco el lunes
día 6, con objeto de limpiar fondos.
Se daba la circunstancia de que
del total de esa tripulación, Daniel Fernández Fernández, Gonzalo Velasco Bedia
y José Antonio Díaz Gómez habían ingresado por vez primera en el barco, en el
cual, estuvieron a punto de perder su vida Daniel y José, mientras Gonzalo, fue
uno de los que se dio como desaparecido.
Rumbo a Cartagena, el Bonifaz y a
la diez y cuarto de la noche, navegando con niebla muy densa, la máquina
moderada y emitiendo piladas de las señales reglamentarias y trabajando el radar,
fue súbitamente sorprendido por una maniobra y abordaje del petrolero francés
"Fabiola", de 50.000 toneladas de peso muerto. En ese momento el
Bonifaz se hallaba a unas 50 millas del Oeste del Cabo Finisterre.
La colisión fue violentísima,
siendo embestido el Bonifaz por el costado de babor, golpeado y rasgado desde
sus tanques hasta los combustibles, situados inmediatamente delante del
castillo de popa, los cuales al arder inmediatamente extendieron las llamas a
toda la parte de popa del buque. Esta circunstancia, agravada por la espesima
niebla, impidieron la lógica conexión entre el puente de mando y el castillo de
popa, ya que era materialmente imposible pasar a través de la obra muerta en
llamas de uno a otro.
Así, en esas circunstancias, el
Bonifaz, se escoró inmediatamente y se hundió entre un mar de llamas en un
espacio de tiempo de hora y media aproximadamente.
En medio de aquella situación
dantesca, el valor y la sangre fría del capitán del Bonifaz, don José M.
Amézaga Bilbao, supo imponer su autoridad y dotes de mando en todo momento,
organizando la evacuación rápida del buque en las dos lanchas de salvamento
útiles de la zona de estribor, es decir, la contraria a la que había sufrido la
colisión. Cada una de estas lanzas era capaz para 50 hombres.
El capitán permaneció en su
puente de mando durante el todo el tiempo, asistido por el radio-telegrafista,
don Daniel Gómez Garcia, en constante dirección de maniobra para el abandono
del buque dentro de las tremendas dificultades que proporcionaba el incendio y
la rapidísima escora que ofrecía. Así permanecieron ambos hasta que el agua los
llegó al pecho y no existía en el buque ninguna tripulante, lanzándose entonces
al agua utilizando salvavidas y, tras nadar denodadamente por espacio de una
hora y media fueron localizados y recogidos.
Se da la circunstancia de que,
debido a la ordenada evacuación de la zona del puente de mandos por el capitán,
ya que le era imposible, resolver nada a través de las llamas hasta la zona de
popa y a que la colisión dañó primordialmente esta última, que es donde van
situados los tanques de combustible incendiados, la mayoría de los que han
perecido o desaparecidos son aquellos que se encontraban en ella.
La catástrofe pudo aún haber sido
mayor si los tanques no hubiesen estado desgasificados como lo estaban, ya que
de los contrario, el buque hubiese salido en pedazos al producirse la lógica
explosión en los mismo.
Rápidamente se dirigieron al
lugar de la catástrofe varios barcos que se hallaban por aquellas cercanías y
acudieron ante las angustiosas llamadas de socorro del Bonifaz, entre ellos el
destructor español "José Luis Díez", el remolcador
"Vulcano" y el carguero alemán "Atlantik!.
Pero quienes recogieron la mayor parte
de los náufragos fueron el holandés "Seta" y el alemán occidental
"Sloman Málaga", en los cuales fueron atendidos maravillosamente por
la cordialidad y dotación de ambos, trasladándose después a Vigo.
La búsqueda de los desaparecido habían
continuado durante todo el día y noche, encontrándose en una gran extensión de
mar despojos del Bonifaz. Por lo que respetaba al Fabiola que había sufrido
abolladuras en la proa, estuvo a la espera durante todo el día por las cercanías,
pero a lo que parece no hizo maniobra alguna para acercarse al buque
siniestrado, probablemente por temor a las llamas o a la posible explosión.
Del total de los cincuenta
hombres que componían la tripulación, 28 se habían salvado, 17 los desaparecidos, y cinco los muertos.
Han pasado más de cincuenta años
de aquella fatídica fecha en que el periódico DM abría su primera página
poniendo en un nudo en el corazón de Cantabria "cinco muertos y veinte
desaparecidos en el naufragio del petrolero Bonifaz.
El naufragio del Bonifaz
consternó a la sociedad española y mucho dolor y muchas lágrimas.
La noche de la tragedia el tercer
oficial, José Manuel Azofra, estaba de guardia. Desde su hogar en Santoña
recuerda la colisión con el petrolero francés "Fabiola", cuando en
lastre y en noche cerrada de niebla sufrieron el accidente. -Cogió a nuestro
barco de la peor forma, sin crudo. Habíamos descargado en la Coruña, pero el
buque estaba lleno de gas. Al embestirnos el "Fabiola" que navegaban
para el puerto de El Havre, saltaron chispas y fueron explotando los tanques
con el fuego. Si hubiera ido cargado se hubiera incendiado pero no se hubieran
producido las explosiones.
El resalta el comportamiento de
algunos miembros de la tripulación que perdieron su vida al intentar salvar la
de otros. Uno de esos héroes fue el castreño Jaime Diez Cantero. Era el jefe de
máquinas. "bajo por los pasillos interiores de estribor golpeando las
puertas de los camarotes y gritando que todos abandonasen el buque, luego
siguió hasta la máquina y ordenó que abandonase ésta al personal de guardia,
formado por el cuarto maquinista, José Rey, de 26 años; el alumno de máquinas,
Manuel González, de 21 años; el engrasador Gregorio Pereda y el fogonero José
Oria"
Podía haberse salvado, pero murió
a bordo del buque holandés "Setas" cuando era trasladado a Vigo.
El 6 de julio, en la parroquia de
Santiago el Mayor de Vigo y con asistencia del gobernador civil de la
provincia, gobernador militar, alcalde de la ciudad y otras autoridades, así
como el armador del "Bonifaz" y su capellán, don Jose M. Amézaga y
compañeros supervivientes, se celebró un funeral por el alma de las cuatro víctimas
que se encontraban en esa ciudad.
Terminado el funeral, las
autoridades y público se trasladaron al cementerio parroquial de Pereiro, donde
estaban depositados los cadáveres de
Jaime Cantero, Juan Fernández Cano, Luis Garcia Lusares y Juan Garcia Benzal.
A continuación partieron en dos
furgonetas, para Cartagena, una de ellas, con los cuerpos de Jaime Díaz
Cantero, Juan Fernández Cano y el de Juan Garcia Benza, y, para Santander salió
otro furgón con el cadáver de Luis Garcia Lusare.
El momento de la partida fue de
gran emoción, estando presentes numerosos familiares de los desaparecidos que
se habían trasladado a Vigo.
La fúnebre comitiva llegó al
Cementerio de Ciriego a las once de la mañana, en donde se dio cristiana
sepultura al cadáver de José Garcia González y desde allí se llevarán a Isla,
pueblo donde tenía su residencia, el del joven Luis Garcia Lusares.
En esas fechas, continuaban en la
zona donde se produjo la tragedia, buscando a otros cadaveres.
El sábado 11 julio se celebro en
solemne funeral en la iglesia de San Lucia, por el alma de las víctimas. Lo
presidieron las autoridades provinciales. Una coral interpretó la misa de Réquiem
de Perosi. El templo estuvo abarrotado por familiares, supervivientes y
dirección personal de la naviera Castilla. Su presidente y su hijo mayor, Luis
Pereda, acudieron rápidamente a Vigo tras enterrarse del siniestro.
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