viernes, 19 de septiembre de 2025

ASTILLERO primer párroco de la Iglesia de San José 1905

 


Copia del texto de la Acta original de la nueva parroquia en el año 1905, firmada por 
don Dionisio Tarrero.



La Iglesia de San José en su inició era capilla en el año 1749, posteriormente se vino aumentado la construcción en una nueva ya octogonal y fue cuando se inauguró como parroquia en 1905.

La acta inaugural la firmó el Ecónomo don Dionisio Tarrero que era el párroco por entonces de la de Guarnizo y quien se hizo cargo de la nueva parroquia seria don Eustaquio Garmendia, que se consideraría como primer sacerdote de esta nueva Iglesia.

Estos dos sacerdotes fueron los primeros  en la historia de la Iglesia de Astillero y después ya han venido ejerciendo otros más  o menos como más relevancia.

 

La primera boda tuvo lugar el 4 de mayo de 1905, a cargo de don Dionisio Tarrero Marcos.

Los desposados fueron don Enrique Rivero Maza y Oria Calvo Escalante.

El primer fallecido de la parroquia fue don Antonio Pérez Esteban y no pudo ser enterrado en Astillero, sino en Guarnizo, por carecer la localidad de cementerio.

Le dio cristina sepultura el cura ecónomo, don Dionisio Tarrero Marcos

 

Don DIONISIO TARRERO MARCOS, era natural de Palencia.

Estudio en el Seminario Conciliar de San José, de Palencia, los temas de Filosofía y Teología.

Fue Presbiterado (misa) el 23 de diciembre de 1893, en Palencia.

El 15 de julio de 1905, por la tarde tomó posesión de su iglesia de Herrera de Camargo el que en estos meses últimos había regentado admirablemente la del Astillero, el humilde y piadosísimo señor don Dionisio Tarrero.

Se traslado como Regente a la de Vargas, el 1 agosto de 1917, y poco tiempo después a la de Cerrazo (18.11.1920)

En el año 1922, estuvo destinado a la Iglesia de la Asunción de Carasa.

 

Don GABRIEL EUSTAQUIO GARMENDIA UBIRIA nació el 29 de marzo de 1866, en Astigarraga.

Hijo de José Vicente Garmendia Zuaznabar y Josefa Juana Ubiria Irizar, y tuvo 8 hermanos.

El 15 de julio de 1905, tomó posesión de la parroquia del Astillero, el cura de Viérnoles, don Eustaquio Garmendia. Salieron a recibirle a la estación, además del clero de aquel pueblo y de otros próximos, el señor Alcalde, los concejales, el juez municipal, el maestro con los niños de su escuela y otras muchas personas.

En el templo se realizaron las ceremonias de rúbrica ante numeroso fieles. En el presbiterio había hasta veinte sacerdotes, entre los de Torrelavega, Maliaño, Bezana, el Cristo, de Santander, el señor Germán de la Puente, canónigo de esta Catedral, don Miguel Beitia, don Tomás Rosé, el nuevo párroco de Guarnizo don Juan Antonio Ruiz Herrero, el capellán de la Casa de Caridad, don Manuel Gómez.

Terminado el acto fueron agasajados los asistentes con pasteles y vinos en el salón de sesiones del Ayuntamiento.

El 17 de septiembre de 1906, inesperadamente y sin que nadie lo advirtiera, hasta cuatro días después, había fallecido con Eustaquio Garmendia, ejemplar párroco del Astillero.

Fue un lunes, por la mañana, después de haber celebrado el Santo Sacrifico, se fue a Santander.  Cerca de la estación del Astillero, en la Planchada, a las ocho menos cuarto, se le vio y le saludaron.

Regreso en el tren que llegó a diez menos veinte. Había alquilado un piso en una casa nueva próxima a la iglesia, para trasladarse a él con su madre y dos hermanos suyos cuando se efectuarse el casamiento de uno de éstos. Entretanto, vivía en casa de una cristiana familia del Astillero; y en espera del suceso de la boda, había ya instalado su despacho en el piso que ocuparía.

En esta habitación le cogió de improviso la muerte en la mañana del lunes, a su vuelta de Santander. Como se entendió que estaría en Santander, o quizás en Ampuero o en Viernoles, con ocasión de ciertos asuntos que tenía a su cargo, hasta el viernes no subió de punto la extrañeza que había comenzado o causar su ausencia, y por algunos indicios empezó a sospecharse la desgracia ocurrida.

Cuando, pues, el Juzgado abrió la habitación y averiguó la verdad del caso, hacia ya cuatro días que era cadáver el virtuoso sacerdote.

Fue don Eustaquio Garmendia, en extremo espiritual, mortificado y religioso y exactísimo cumplidor de las obligaciones de su sagrado ministerio. Gobernó con notable acierto la parroquia de Viérnoles, y, últimamente, desde hacía un año, con no menor prudencia y celo, la del Astillero.

Aún no contaba cuarenta años, y era hombre sumamente activo y de no escasa salud corporal, al parecer. Acababa de hacer en Corbán los santos ejercicios.

Fue una gran pérdida para el Astillero, donde el párroco gozaba de generales simpatías.

 

Al fallecer don Eustaquio le sucedió don José Tejedor, que ejercía como cura ecónomo.

  
































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