(fotografias de Ricardo Vega)
En el fondo de la bahía de Santander, de tan ponderada belleza por
propios y extraños, y sentado guapamente en lo alto de un cerro, para atisbar
lo que ocurría sobre las aguas que bañan sus contornos y aun lo que entraba y
salía por la boca del puerto, famoso por mil motivos, en otros tiempos y
señalado hoy por otros muchos...había un pueblecito que recibe el nombre de
GUARNIZO, perteneciente al Valle de Camargo. (hoy pertenece al Ayuntamiento de
Astillero).
Allí, en la planicie del cerro, tenía su diseminado caserío formando
barriadas de pintorescos nombres, sin faltarle al pueblo su reducida iglesia,
su concejo de ancianos, su pequeño mercado, su ermita, y la sonada romería, que
celebraba el día de San Roque.
Extendíase su término en suaves descensos por laderas cubiertas de pradería
y arbolado, que llegaban hasta mojarse en el agua, no siempre mansa, de la
bahía, que forma graciosos recodos con sus canales, para envolverle...y, por
ello resulta tan excepcional la situación de ese pueblecillo, cercado del agua
en casi todo su entorno, menos por el lado que le une a la tierra, el más
extenso de todos separado del inmediato pueblo del mismo valle por una
carretera y unos rieles del ferrocarril de Santander a Madrid, que se cruzan,
sin aparente necesidad de ello, como si sólo trataran de evitar a la mirada del
curioso la monotonía del paralelismo.
Más de ocho kilómetros tendria de perímetro la base del cerro de GUARNIZO,
que, en lo alto de la meseta, llena de pintorescos rincones, aún guarda entre
su viejo caserio -rodeado de huertas, en que viven en el mejor responso y
aislamiento gigantescos y seculares robles, nogales, álamos y espinos- , alguna
que otra casa solariega, conservando aún su blasón guerrero y su ceño aristocrático.
Desde esa planicie, la vista puede recrearse en la contemplación de un
panorama extraordinario, la bahía incomparable de Santander se extiende a sus
pies, llegando hasta orillas, los pueblos de Pontejos, Maliaño, Elechas y la
isla de Pedrosa -antes de la Astilla hasta 1827- que se bañan en el mar; en el
fondo, al Norte, la ciudad de Santander.
¡Difícilmente podía encontrarse lugar más apacible que este de
GUARNIZO!. En él vivieron tranquilos, seguramente, sin darse cuenta de esas
bellezas, sus honrados y pacíficos vecinos, conociéndose y distinguiéndose los
unos de los otros por sus patronímicos primero, o tal cual mote venido por
herencia, o ganado por la cualidad o el defecto exagerado; agregando después a
los patronímicos, cuando éstos se fueron repitiendo y multiplicando, el nombre
del lugar de cada casa, para diferenciarlos. De esta manera pasaban los años,
sin que hubiera entre unos y otros más distinciones ostensibles que las nacidas
del dinero adquirido en el botín, en aquellos viajes a bordo de las valerosas
naos de que nos habla la Historia o la hidalguía con que se premiaban alguna
misión difícil, trabajosa y arriesgada. Y sin más contrariedades que, las
nacidas de aquellos tributos que echaban a los pueblos, cumpliendo órdenes
superiores, los Merinos; las levas de gente, para el servicio de los barcos, a
que estaban sujeto, como pueblo costero, y las tristes noticias que llegaban a
las veces de algún terrible y nunca bien conocido drama de los que en esos
mares bravo suelen, desgraciadamente, repetirse.
Este pueblo de GUARNIZO tiene, como todos los de la Montaña, sus viejas
leyendas y sus pequeñas supersticiones; valor bien acreditado por sus hijos, la
hombría de bien de todos, muchas veces probada, y notoria su fama de
inteligente y discretos.
Alguien señala como primera parroquia de este pueblo la actual ermita
que llaman de los Remedios, mirando al mar;
y el caso es que, alrededor del templo, en unos prados de finísima
hierba, se celebra en septiembre la romería de la virgen, y el día 15 de
agosto, en el campo inmediato a la cual parroquia, la de San Roque,
concurridísimas siempre, hasta hace algunos años en que pasada la moda se
acabaron, al tiempo, casi todas las romerías, porque tiempos más positivos arincaron
esas fiestecillas tradicionales que se celebraban al aire libre, con todo el
encanto de su sencillez y su inocencia, sustituyéndolas por esas otras que a la
luz artificial y en sitios cerrados, menudean ahora reuniéndose los mozos y las
mozas, y algunos señoritos aficionados, en salones poco ventilados,
generalmente grande y siempre escasos de luz, para bailar traducciones
americanas de moderna factura, menos alegres, pero más sugestivas y de más
atracción que las de la época de sus abuelos y de sus padres.
Pudo ser esa ermita de los Remedios -no lo que se ve ahora- como
afirman algunos, la primitiva parroquia de GUARNIZO, que no lo dudo, pero si lo
fue, dejó de serlo, por lo menos en el siglo XV, que es cuando se construyó o
se modificó la actual (que está mirando a Solía) por los monjes de Monte
Corbán, pasando a ser la parroquial, si antes no lo hubiera sido, pues no sólo
fue arreglada en ese tiempo, según señala la arquitectura, sino que los libros
de fábrica más antiguos que se guardan en sus archivos, sólo se refieren a
ella, y esos libros comenzaron con el siglo décimo sexto sus apuntaciones (1)
(1) Construyeron esa iglesia, o
modificaron la que hubiera antes, los monjes del Monasterio de Jerónimo de
Monte Corbán, al finalizar el primer tercio del siglo décimo quinto.
Habían ellos erigido su conocido
monasterio en los primeros años de ese mismo siglo, y según rezan antiguos
manuscritos del convento, que se conservan en el Archivo Histórico, el 14 de
septiembre de 1407, sobre una ermita dedicada a Santa Catalina, donde vivieron
como ermitaños, sin pertenecer a ninguna orden, en el siglo anterior, hasta
que, por indicaciones del Obispo de la diócesis de Burgos, a la que pertenecían,
y que era en aquella sazón, D. Juan Cabeza de Vaca, ingresaron en la de San
Jerónimo.
Años después, en 1411, ingresaron también
los ermitaños que Vivian en la isla de Santa Marina de D. Ponce y más tarde su
unieron todos, comenzando por ser la residencia central, la isla, y a poco, a
causa de ser sitio incómodo, estar aislado durante la mares alta, y ser de difícil
acceso, a los fieles, se trasladaron todos a Monte Corbán
Esta iglesia, que es gótica en su mitad antigua -lo que es el ábside y
donde está el presbiterio- tiene un agregado, que lo mismo pudo levantarse en
los finales del XVII, que en los comienzos del XVIII; teniendo adosadas unas
viviendas para los monjes que la servían, y donde tuvo su domicilio el general
Gaztañeta, en las fachadas del Norte y del saliente; pero la parte gótica es
muy interesante.
Vence en el cuadrado presbiterio, lo mismo en la pared del fondo que
hoy cubre un altar que en las laterales, parejas de arcos apuntados -que tal
vez en su tiempo pretendieron cobijar rasgadas ventanas de la época- cuyos
arranques apoyan en caras, unas de hombre y otras de mujer, que vienen hacer
las veces de soportes, Esos arcos están separados por los nervios que
arrancando de capiteles, apoyados los unos en un solo fuste y los otros en un
haz, se cruzan en la bóveda. Los capiteles son de dos hechuras, dos tamaños, y
al parecer, de dos épocas. Los que corresponden a los fustes compuestos son más
grandes y ostentan figuras de mayor tamaño, con toda la rudeza primitiva del
románico, soportando dos de ellas cartelas en que aparece un escudo de armas
que lleva un león rampante, bajo un sombrero de abad; ¡Existía todo así cuando
los monjes, a principios del siglo XV, entraron a poseer la parroquia, o por el
contrario, las cartelas enteras son obra suya y aun quizá las figuras de
aspecto románico, que se estilaban todavía en los comienzos del gótico!. Los
otros capiteles, que corresponden a los fustes sencillos, mucho más pequeños
que los otros, llevan una cartela sostenida por brazos, que parecen pertenecer
a una mujer, en que luce la rueda de Santa Catalina, bajo cuya advocación se
fundó el convento.
El Monasterio de Monte Corbán fue edificado cerca de Santander, sobre
la ermita de Santa Catalina, sosteniendo pleitos con los vecinos de los pueblos
en que tenia bienes, que le habían regalado los fieles, como ocurría entonces
frecuentemente, y les ocurrió a los mismos frailes con la iglesia de Latas. (2)
de la que se juzgaban propietarios los vecinos, al punto de tardar bastantes
años los frailes en posesionarse tranquilamente de las numerosas rentas que tenía
esa iglesia.
(2) En la iglesia de Latas, frente a la
isla de Santa Marina, existen documentos que prueban que, ya en el año de 1425,
el Papa Martino V, concedió, por una bula, autorización a los monjes jerónimos
de Corbán, para que pudieran ser capellanes de las iglesias de Lata, Muslera,
San Cristóbal de Orexo...
Por lo que respecta a GUARNIZO, aparecen documentos extractados en el Índice
antiguo del monasterio de Monte Corbán, que se conserva en la Biblioteca
Municipal de Santander, confirmados en los documentos que están en el Archivo,
que, en 1414, varios vecinos de GUARNIZO cedían al Monasterio cuanto tenían y
heredaban en ese pueblo, desde San Pedro de Solía (que era una ermita), hasta
el mar, es decir, hasta la ría que termina a corta distancia del puente.
Entonces Solía era un barrio de GUARNIZO, y así lo dice en una
sentencia el alcalde de Santillana en 1437, obligando a los vecinos de Solía a
pagar alcabalas al Concejo de GUARNIZO, por ser vecinos de él; figurando
diversos contratos en el año de 1439. habidos entre los vecinos de ese pueblo y
los frailes Jerónimos de Monte Corbán.
Para esa época esos monjes disfrutaban ya de muchas de sus rentas y
disponían de casi todas sus haciendas, pues en el año de 1423, por sentencia
dada en el convento de San Bartolomé de Lupiana, se dispuso que disfrutara de
todos los bienes el Prior del Monasterio de Santa Catalina de Monte Corbán,
disponiendo además del nombramiento de los capellanes de Muslera, Latas..., es
decir, de todas las capillas que le pertenecían, pudiendo designar para esos
puntos, incluso a los religiosos de un convento o de otros.
Fué el Papa Martin V (de la gran casa principesca de los Colonna de
Italia), quien en 1419, a los dos años de su pontificado, confirmó una donación
que el sacerdote D. Juan de Cervantes, que había de llegar al Cardenalato,
pasando por los obispados de Avila y Segovia y el Arzobispado de Sevilla- ,
hizo a los ya Jerónimos de Monte Corbán, de los beneficios que poseía en
Muslera.
Entregándose en el año 1435, diez florines de oro al cabildo de Burgos
por el derecho que pudiera tener sobre la iglesia de Nuestra Señora de Muslera,
en GUARNIZO.
Conocidos ya todos estos antecedentes, que ponen de relieve cómo y por
qué, pertenecían a los monjes la iglesia y gran parte de las fincas de
GUARNIZO, es fácil deducir que, por esos años, se edificaría o reformaría la
parte del ábside que anteriormente describimos, puesto que hasta ese momento,
el año de 1435, que se entregaron los diez florines de oro al cabildo de Burgos,
por los derechos que pudiera tener sobre ella, no pasó a perfeccionarse su
propiedad.
Los monjes pusieron el emblema de su convento, la rueda de Santa
Catalina (como los de Guisando tenían los toros), y además un león rampante
debajo de un sombrero de Abad o de Prior, que, si no está relacionado con el
convento, puede señalar a alguna familia montañesa a que perteneciera el Prior,
en cuyo tiempo se construyera la iglesia, o de tal cual autoridad; pero, bajo
el sombrero de Abad, para señalar la jerarquía y la relación con el Monasterio.
En el retablo del altar mayor, de gusto plateresco, que tapa los arcos
de la pared del fondo, se ven algunos santos de talla estimables; y sobre una
andas , junto a la verja del presbiterio, destaca la imagen que da nombre a la
iglesia, de Nuestra Señora de Muslera.
La imagen es pequeña y la cara y la cabeza mejor proporcionadas que
otras muchas que se ven de su tiempo y de su estirpe, lo que hace pensar en
arreglos o retoques posteriores. Más si como obra de arte no merece la atención
del visitante, es tan grande la fe que tiene en ella, y la ha guardado en toda
ocasión el pueblo, haciéndola homenaje de ex-votos, ofrendas, regalos y
promesas.
Esta imagen pequeñita, antigua, sin nada de particular al exterior,
pero capaz de conservar y reaccionar la fe un pueblo, es conocida por Nuestra
Señora de Muslera, y su venida a GUARNIZO no fué sino por causa de un milagro,
que de modo más o menos parecido a lo que primero se relató lo cuentan en el
pueblo a quienquiera que desee averiguarlo.
La realidad de la leyenda, es recogido y en la narración de los propios
libros de la parroquia de Guarnizo que, en uno de los más antiguos que comienza
con el siglo decimosexto, y en sus primeras páginas, dice lo siguiente:
" Del lugar de donde vino por milagro la Virgen..."
" En el lugar de Pontejos, que es en la Merindad de Trasmiera (4),
en el mes de septiembre de 1552, en presencia de mi, Francisco de Prado
Calderón, acólito, notario y protonotario de S.F. y conde pelatino del palacio
Sacro e Imperial y de los testigos de yuso, que fueron presentes el muy
Reverendo Padre, Fray Francisco de Villanueva, Prior del Monasterio de Santa
Catalina de Monte Corbán, como Señor único que es de la iglesia de San Maria de
Muslera, que es en el lugar de GUARNIZO, y siendo informado de que esta imagen
de la dicha iglesia, había antiguamente estado en una ermita que era del dicho
lugar de Pontejos, y se había venido por milagro a la iglesia ya dicha de
Muslera, y que había cierto término y árboles donde antiguamente había estado
la dicha ermita e imagen, en el cual acontecieron cosas notables, que hasta el
presente día se llamaba Muslera (se refiere al lugar), y que queriendo saber la
verdad de todo esto, pasó el Mar (el canal de la Ría), y fué al dicho lugar de
Pontejos, y a presencia de mí, el susodicho notario y de los testigos de yuso
suscritos, como dicho es, y de algunos vecinos antiguos y honrados del otro
pueblo, siendo llevados por ellos al lugar, ya dicho de la antigua ermita,
paseó por sus pies, y vio por sus ojos, y oyó por sus orejas, el lugar de la
ermita y término y arbolar y relación de ella, y halló por relación de los
vecinos antiguos y honrados del dicho pueblo, las cosas siguientes que son
notables y dignas de memoria, y por ser tales y redundar en gloria de la madre
de Dios, pidió a mí, el dicho Notario, las escribiese en el libro de la visita
de Nuestra Señora de Muslera y de ellas diese testimonio, en manera, que
hiciese fe ad perpetuán memoriam sancte virginia y mayor devoción de los fieles
cristianos".
" Joan de Muslera e de Vedia, hijo de Joan Gutiérrez de Vedia, que
es de edad de 60 años, poco más o menos, dijo haber oído a su padre y antiguos
del pueblo, cómo en el término ya dicho, que es en el barrio de Palacio, junto
a las llosas, que son entre el monte y las casas, que estaba una ermita o
iglesia de Nuestra Señora que se llamaba Santa Maria de Muslera, de mucha
devoción, de la cual tenía cargo una freyla, y cerca de la dicha ermita o
iglesia moraba un hombre llamado por sobrenombre Perión, el cual olvidaba su
población, tuvo Ayuntamiento con la dicha freyla".
" Y como Nuestra Señora sea virgen y madre de toda limpieza, en
tanta manera abominó este pecado de su sirvienta, que su imagen, quiso que no
estuviera más en aquella ermita y por milagro se pasó al término de GUARNIZO. Y
al tiempo que pasaba el mar, que estaba bajo y menguado, posó en una peña que
está en medio de aquella paso, la cual en pleamar está cubierta de agua, y que
baja, está descubierta, donde, se dice, había dejado ciertas señales; que de
allí subió el monte marítimo de GUARNIZO (es el lugar que ocupa el pueblo del
Astillero hoy), y posó la dicha imagen en un arebo, que al tiempo presente es
llamado, en memoria de este hecho, el arebo del puerto, del cual adelante se
dirá. y de aquí fue trasladada la dicha imagen a la iglesia de GUARNIZO, que
guardando el vocablo antiguo, se llama Santa Maria de Muslera, que es la que
hoy está en el altar mayor.
" Y de estas cosas postrimeras dieron otros muchos testimonios así
del lugar de Pontejos, como de GUARNIZO, afirmando haberlas oído a sus mayores,
a cuya causa aquella iglesia o ermita antigua, fue desamparada y dada a tanta
olvidanza, por discurso del tiempo, que se cayó y no quedó sino los muros de la
dicha ermita solamente, y algunas sepulturas que están en contorno de aquel
lugar y árboles".
" Item, Juan Gutiérrez de Vedia, vecino de dicha aldea de
Pontejos, de edad 70 años, dijo y confirmó todo lo que arriba se contiene y que
aquel lugar, donde estaba dicha ermita de Nuestra Señora fue siempre tenida en
mucha veneración y resguardo, ni más ni menos que si la capilla y la imagen
estuvieran allí. Habiendo oído contar muchos milagros que allí acontecían, y
que en su tiempo, entre otros, vio que un Juan de Torres, vecino del dicho
lugar, como más atrevido, cortó de una cagiga, de las de Nuevas Señora, un
aladro y al tiempo que le puso a los bueyes para aladrar, torciéronceles las
cervices, dando los mayores gritos del mundo, y visto por él castigo que Nueva
Señora le daba, por el acto temerario de cortar en su cagigal, más que otro del
pueblo, tomó el aladro y llevólo a la cagiga, a donde le cortó y colgóle de
ella con una soga, dio su culpa y supliendo a Nuestra Señora le perdonase y le
restituyese las cervices en su lugar, lo cual fué hecho milagrosamente, por
obra de la madre de Dios".
" Otros muchos milagros contaron los dichos deponentes haber
acontecido por obra de aquella gloriosa imagen de Nuestra Señora de Muslera,
las que por su excelencia, y devoción de los del pueblo, quedarán perfectamente
impresas en sus corazones al dejarlos de hijos en nietos, biznietos y perpetua
sucesión.
"Item su Reverenda Paternidad, visto el lugar donde estuvo la
dicha ermita de Nuestra Señora de Muslera, donde hállalos de Nuestra Señora y
lugar donde estuvo situada la dicha ermita, rodeada de las dichas caigas
grandes, de las cuales hay algunas en el suelo, con otra mucha leña podría y
seca, de antigüedad que yace, y no osan llevar de allí. Y así, torno a pasar la
mar, y vistos los acebos de puerto, que son dos, y un espino cercado de piedra
caída por el suelo, que denota el milagro de la gloriosa virgen madre, al
tiempo que se pasó a Guarnizo, de estos arabos no se corta ramo ninguno, por
devoción a Nuestra Señora!.
"Todo lo susodicho, fue hecho y anotado por mandato de su
Reverenda Paternidad, ante mí, Francisco de Prado Calderón, Notario Apostólico
y testigos de yuso, escriptos en el dicho lugar de Pontejos, como ficho es, ya
que quedará en este libro de la visita de la iglesia de GUARNIZO, escripto y
asentado ad perpetuam Rei Memoriam de los sobredichos deponentes, testigos que
fueron presentes a todo lo sobredicho. Fray Francisco de Riloba, y Garcia Fernández
de la Encina, capellán de Nuestra Señora de Muslera y Juan de Maoño y Juan de
Igollo, donados del dicho Monasterio y Pedro de Rico, estudiante, y Vastián
(Sebastián), del Valle, mayordomo de Nuestra Señora de Muslera, y vecinos de
GUARNIZO, y otros muchos vecinos del dicho lugar de Pontejos. Fue hecho en el
dicho lugar, en el dia y año susodicho del Pontificado de Nuestro Santo Padre
Julio, Papa III en él su año II, Reinando en estos Reinos de España, el
Justísimo Emperador don Carlos, y su hijo Don Felipe I, de España y su
Reverenda Paternidad lo firmó de su nombre y yo lo firmo de mi signo, Fray
Francisco de Villanueva - hay un signo compuesto de una cruz sobre las llaves
de San Pedro, cruzadas y debajo las iniciales F.P.C. y la leyenda "Dios
protestio mea". Et ego Francisco de Prado Calderón...."
Todos estos antecedentes se traen a colación aquí porque en terrenos de
los frailes se pusieron las gradas del Astillero, porque en esa iglesia oían la
misa, recibían los Sacramentos y se encomendaban a la virgen y a Dios los
tripulantes de los navíos que salieron de aquellas gradas, y porque en la
vivienda de los monjes, adosada a la iglesia, moraban los directores del
Astillero, que se llamaron Gaztañeta, Campillo, Ensenada...
(4) Pontejos está al otro lado del canal,
frente por frente del muelle de Astillero, que cuando se hizo esta narración no
existía ni ese pueblo ni ese nombre, pues donde está hoy, era un montecillo que
por llegar hasta el mar, se llamaba el Monte marítimo de GUARNIZO.
(fuente: Cantabria por Maria - Santuarios
de Latas y Muslera - Jerónimo de la Hoz Teja)
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