sábado, 7 de septiembre de 2019

ASTILLERO fiestas de San José 1988











En el programa de fiestas del patrono San José del año 1988, estaba incluido un festejo taurino.

En la plaza portátil instalada en la Cantábrica, con escasa gente, quizás por el precio de las localidades o bien porque era un día laborable.

Una lástima, esta insuficiente aportación de las taquillas, habida cuenta el benéfico destino de los dineros hacia la residencia de ancianos de la localidad.

El pésimo piso de la plaza de quita y pon, cuya blandura de la arena perjudicó casi por igual a toros y toreros, aunque unos y otros estuvieron en todo momento por encima de esta circunstancia.

La ganadería pertenecía a los Montalvos, con novillos con presencia, a pesar de un ser un festival benéfico pero el Ayuntamiento de Astillero tuvo una delicadeza de contratar ejemplares de toros con estampa y casta.

La novillada transcurrió de la siguiente manera, según el crítico taurino Juan Antonio Sandoval.

El primero.- El más chico del encierro, con poca fuerza. Manso con el caballo -se quito el palo dos veces- pero ideal para la muleta. Muy bien "El Norteño" realizando el muleteo fundamental con gusto, buen arte y ligazón y, lo de siempre, lo que constituido una rémora en su carrera: la espada. Todo quedó en vuelta al ruedo.

Segundo.- Con más cuajo que su predecesor y con embestida más violenta. Con él, Julio Robles brindó un anticipo de lo que sería colosal faena al que cerró la plaza. Trasteo despacioso, pleno de armonía, rematado con media estocada en buen sitio (dos orejas).

Tercero.- Ideal para la muleta, porque llegó al último tercio con la fuerza justa y una embestida clara. Victoriano Martin, Jr., demostró que es algo más que un torero de corte campero, como solía ocurrir con los hijos de los ganaderos. Por el pitón izquierdo el animal acreditó una embestida y descompuesta y el trasteo de Victorino tuvo sus momentos más brillantes cuando se echó la mano a diestra (vuelta al ruedo).

Cuarto.- Un castaño que salió comiéndose cuantos capotes vislumbraba en el ruedo. Cuajado de verdad, precisó cierta dureza en el castigo en varas que le recetó Aurelio, y un así llegó violento a la muleta. Mérito, mucho mérito tuvo la faena de "El Norteño" dentro de la cual se combinaron la raza del matador de Molledo que se fajó materialmente con su oponente, y el buen arte ante el animal que no humillaba y tiraba tornillazos por el pitón derecho. Otra vez la dichosa espada frustó lo que pudiera haber sido apoteosis del paisano. Con todo, dos orejas a ley.

Quinto.- Pero la apoteosis llegó al final, cuanto Julio Robles bordó el toreo entre el entusiasmo general. No, no había venido Julio a pasar el rato, sino a recrearse y recrear. Faena inmaculada, de menos a más, con dos series de naturales en rueda, de auténtico portento. Más aún, cuando el torete "se rajó" y comunicó algo así como "no me das un pase más", el salmantino abulense, cruzándose mucho aún le sacó otra serie con la izquierda, que mereció la aclamación Una vez más, en tierra cántabra, Robles dejó su sello, el que ha hecho figura del toreo. Medio estocada y el certero descabello remataron la faena lenta, ligada, plena de plasticidad y para Julio llegó el premio máximo: dos orejas y rabo.

Los aficionados salieron más que satisfechos. La Comisión organizadora, digamos que a medias; puso de su parte una buena organización. Respondieron novillos y lidiadores. Pero hubo poco público.

Al final, se celebró una suelta de vaquillas para aficionados.

Habría que destacar en este festejo la presencia de una de las figuras del toreo, el salmantino Julio Robles, quien fue uno de mis ídolos taurino y a quien le he visto unas cuantas veces en el corro de Cuatro Caminos.










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