viernes, 9 de mayo de 2025

CERTAMEN NACIONAL DEL TRABAJO DE BILBAO año 1928, con la participación de dos astillerenses

 




Para el mes de agosto de 1928, se conocía de que dos inteligentes y laboriosos obreros de Astillero, concurririan al Certamen Nacional de Trabajo, organizado por el Ayuntamiento de la villa bilbaína.

Uno de ellos, el joven y estudioso, Mariano Cabriada Ranero, que, sin maestro alguno, sólo con un poderoso esfuerzo de su clara inteligencia y con una constancia envidiable, había conseguido ver patentado por el Ministerio del Trabajo, un aparato mecánico-eléctrico-luminoso para anuncios y la ampliación de reformas introducidas en el mismo, presentaría dos preciosos aparatos de su invención entre los diferentes modelos que construirá cuando empieza a explotar el negocio.

El otro concursante, era el oficial de calderería de los Talleres de Astillero, Gaspar Varea, uno de los obreros mejor capacitados en su oficio.

Presentaría el señor Varea, una manguera de una sola pieza, de hierro, y sin costura alguna, y una cornisa para chimeneas de barcos, también de una sola pieza, de cobre y sin costuras. Según los técnicos, era un trabajo acabadísimo, pacienzudo y de un mérito poco común, que ponía de relieve el dominio y gusto que en su oficio poseía el señor Varea.

El Certamen de 1927 celebrado en Bilbao, era de carácter regional y se había convertido ese año 1928, en carácter nacional.

Los organizadores del Certamen, se habían inspirado desde su primer momento, en realizar una obra de educación profesional.

Habían variado radicalmente las bases anteriores, sustituyéndolas por otras en las que se inducia a la realización de trabajos de sentido industrial, capaces de aplicación práctica y de reproducción generalizada.

El objetivo era apartar al obrero del virtuosismo inútil para ponerle frente a los problemas vivos, cuotidianos, que habría de hallar en la práctica de su oficio. Para ello, habían organizado además de las salas de exposiciones, un Concurso Práctico de Fundición, en el cual se imponían al obrero temas dotados de dificultades de ejecución.

Al convocar este Certamen nacional, tenía por primera vez un alcance puramente geográfico para la admisión de expositores.

En su inauguración, Su Majestad, don Alfonso XIII, en su discurso dijo:

"Para la Reina y para mi es motivo de gran satisfacción poder inaugurar el Certamen, cuya importancia se refleja en el número de salas y en la variedad y número de los objetos expuestos, por lo que felicitó a la Comisión organizadora y especialmente al Ayuntamiento de Bilbao"

 

En septiembre, se confirmaron la relación de premios otorgados a los beneficiarios y entre ellos a Gaspar Varea Andrade y a Mariano Cabriada Ranero.

Los Jurados de las distintas Secciones que integraban el Certamen Nacional del Trabajo, emitieron los correspondientes fallos, los que, en cumplimiento de una de las bases de su organización, se hicieron público:

En la Sección 4ª Industria del Hierro y otros metales, obtuvieron premio:

Premio primero: desierto

Segundo premio: desierto

Premio especial de segunda categoría a Gaspar Varea, calderero por su manguera ventilador para barco y cornisa para chimenea; medalla de plata, diploma y 600 pesetas en metálico.

 

En la Sección Decima - Inventos, perfeccionamientos e iniciativas - Clase Primera Grupo A:

Primer premio: desierto

Segundo premio, a Juan Alonso Galo, por su aparato indicador de señales, medalla de plata, diploma y 1.000 pesetas.

Terceros premios, medalla de plata, diploma y 500 pesetas, a Manuel Monforte y Joaquin Ugeno, mecánicos por una máquina para escritura de ciegos y a José Noure Martin, moldeador, por un aparato para moldear piezas que sean de forma espiral.

Diplomas: a Mariano Cabriada Ranero, Primitivo Mamoler y Amadeo López Villa.

 

El día 12 de septiembre, se celebro la clausura del Certamen Nacional del Trabajo, que con tanto éxito se había venido celebrando desde el día 17 del pasado agosto, en que fue inaugurado por Sus Majestades y Altezas Reales.

Más de 47.000 personas, lo habían visitado, manifestando constantemente su complacencia y agrado; tanto por el volumen como por la calidad del Certamen y el contenido en todas sus salas, en las que se habían expuesto productos de trabajos llegados de todas las regiones españolas.

El acto de clausura, que presidió el señor Ortiz de la Riva, en funciones de alcalde, asistieron miembros de la Comisión organizadora y del Jurado, así como gran número de expositores premiados y otros invitados.

El Certamen, cuyo éxito estaba confirmado por la curiosidad de millares de personas, era como todas las manifestaciones de orden social, una excelente escuela de aprendizaje. En ella, han de aprender los organizadores a corregir los defectos encontrados; los donantes a perseverar en sus ofrendas y los obreros a orientarse mejor en sus ideas y sus realidades.

Después del Certamen, los objetos expuestos se devolverían  a los expositores y se entregarían los vendidos a los adquirentes en las condiciones anunciadas en sus días.

Fue un orgullo para el pueblo de Astillero, que dos convecinos habían sido seleccionados en un Certamen de Trabajo, de tanta categoría y prestigio como era este de Bilbao.

 

 

















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