A finales de septiembre y principio de
Octubre de 1918, en la provincia y en la capital, se llegaban noticias
oficiales del estado sanitario y los medios para prevenirse contra la invasión
de las enfermedades contagiosas, que amenazaba y algunas de las cuales ya
habían hecho su aparición en la provincia, si bien el número era limitado y si
con carácter benigno.
El Inspector Provincial de Sanidad,
señor Morales, creía que las observancia de las prescripciones higiénicas por
él promulgadas podían preservar de todo contagio y reducir los focos de infección
hasta poder lograr pronto su absoluta extinción.
Las noticias llegadas al Inspector
Provincial de Sanidad y sus consejos para evitar la propagación de las
enfermedades contagiosas presentadas en la provincia, se resumía en una nota
oficial, que citado doctor, había facilitado a los periodistas.
En ella, figuraba la población de
Astillero, con el siguiente texto:
"Astillero. El Inspector Municipal
denuncia los pozos negros de las casas del barrio obrero, propiedad de los
señores conde de Mansilla, Quintanal, Laguno y Palacios.
También denuncia otros focos de
infección y suciedad.
El Inspector provincial de Sanidad ha
dirigido a dicho Ayuntamiento un oficio concebido en los siguientes términos:
Primero. Que se reúna la Junta de
Sanidad y, si es cierta la denuncia, se proceda al inmediato saneamiento.
Segundo. Si los pozos negros no son
"mouras" que cumplan el reglamento de Sanidad rural, que impondrá a
sus dueños una multa de 50 pesetas, y se les dará ocho días de término para que
los pongan en condiciones, sin que esto quiera decir que se dejen de emplear
otros medios de saneamiento más completos".
El 9 de octubre, se había detectado en
Astillero, cien casos de gripe y varios graves.
Era de considerar la labor de "los
curas" quienes más expuestos estaban de la epidemia, porque eran los que día tras día vivía al lado del enfermo, y
poco a poco, se hagan a la atmosfera infestada.
El cura acudía generalmente al foco de
la infección, cuando el enfermo estaba próximo a la muerte, se sentaba a la
cabecera del lecho y ponía el oído junto a la boca del moribundo. Y esto muchas
veces al día y muchos días a la semana.
Ya había muerto, a consecuencia del
contagio, el coadjutor de Comillas, el joven sacerdote, don Herminio Rivas y estaban
enfermos en el Astillero, el párroco y el coadjutor, don Valentín Palazuelos y
don José Castro; y el capellán del Asilo, don Juan A. Ruiz.
Hubo necesidad de buscar a otros que los
sustituyesen. Voluntarios han ido a su lugar, al puesto del honor de asistir a
los enfermos, el catedrático del Seminario, don César San Emeterio y los presbíteros,
don Juan Antonio Lama y don Aurelio Cagigas, a quienes precedieron en los
primeros momentos también a petición suya, el P. Lucas, pasionista, y el mismo
capellán del Prelado, don Federico Rasilla.
En la fecha 18 de octubre, la Junta
Provincial de Sanidad, solicitó hacer la inspección al tranvía de Astillero,
fue el Ayuntamiento de Santander, el encargado de realizarlo.
El 21 de octubre, se comunicaba que en
el pueblo de Astillero, existía más de 500 atacados por la gripe y las defunciones
podían contarse como término medio, de tres diarias.
También desde ese municipio, pedían al
Gobernador un automóvil para el transporte de los enfermos y recursos para
atender a las necesidades de los afectados pobres.
El 26 de octubre, el pueblo de
Astillero, había copiado el ejemplo de la Asociación de Vecinos de Santander,
fundando una Asociación constituida por el párroco, Alcalde, autoridades y
destacados vecinos. Además la colaboración de todos los vecinos.
En esas fechas, la Alcaldía solicitaba
un médico, por haber caído también enfermo el doctor Ezquerra.
Por el 1 de noviembre, en Astillero, continuaba
decreciendo notablemente la epidemia.
El 4 de noviembre, se comunicaba el
fallecimiento del presbítero, don Aurelio Cagigas Bolado, en Revilla de
Camargo. Este joven sacerdote adquirió la enfermedad en el Astillero, a donde había sido
voluntariamente a cuidar enfermos, a pesar de estar algo delicado de salud.
Otro voluntario, don Eduardo Cagigas,
que durante quince días había estado asistiendo con extremado celo a los
atacados del Astillero y Guarnizo, supliendo a los párrocos enfermos, también
contrajo el mal, con tanta gravedad, que se temía por su vida.
En las fechas del 12 de noviembre,
comunicaban que en Astillero la situación había mejorado y en Guarnizo, ya se
encontraba estacionada.
Por el 17 de noviembre, en Astillero, ya
se consideraba afortunadamente desaparecida la maldita gripe, que tantos
estragos había causado en Europa y como no, a este municipio, con estos datos
oficiales:
El 1 día de noviembre, falleció, dos
personas; el día 2, tres; el 3, una; el 4, una; el 5; una; el 6, una; el 8,
una; el 9, una; el 10, una y el 13, una. Han sido 13 los que han fallecidos
durante esos quince días. En su mayoría eran niños de corta edad.
Ha sido fechas muy complicadas para
Astillero, donde la epidemia se extendió con graves complicaciones, existiendo
bastantes enfermos de bronconeumonía.
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