viernes, 13 de diciembre de 2019

ASTILLERO navegación de las pinazas en la ria de Astillero.











Las conocidas embarcaciones llamadas "pinazas" se utilizaron mucho como transporte de cañones desde el paraje de la ría de Tijero a Santander y al Real Astillero de Guarnizo en otras ocasiones.

Las pinazas llevaban maderas y diversas mercancías, llegando a salir fuera del puerto para hacer cabotaje y a artillarse con un cañón a proa para la vigilancia y defensa a la entrada de los puertos en periodo de guerra.

Estas antiguas embarcaciones de vela y remo propia de la costa Cantábrica, su nombre de pinazas se deriva de la palabra Pino, porque estaban construidas casi exclusivamente de esta clase de madera y eran por consiguiente muy ligeras, aunque no muy sólidas. Eran las pinazas largas estrechas, ligeras y de popa cuadra y llevaban tres palos.

Eran embarcaciones que formaban aproximadamente diez tripulantes a remo.


La navegación sobre las aguas de la ría de Heras o de Tijero, adquirió gran intensidad durante el apogeo de las fábricas de artillería de Liérganes y de La Cavada, en la segunda mitad del siglo XVIII cuando los maestros santanderinos del Noble Cabildo de San Martin de la Mar utilizaban "sus embarcaciones de 26 pies de quilla que cargan en bonanza como doscientos quintales y sirven para la batería para la introducción y extracción de los Reales bajeles en el puerto y para los del comercio, con notorio exceso de las lanchas menores y aun las pinazas aquéllas por su debilidad y a éstas porque no pueden manejar el remo para las maniobras necesarias a virar de pronto, de efecto de bordear cuando era necesario, haciendo con ellas demás de pesquería, los trabajos referentes al real servicio y los de lastrar y deslastrar y hacer cargas y descargas para los comerciantes.

Las pinazas del Cabildo de San Martin conducían la artillería procedente de las citadas fábricas montañesas al Real Astillero de Guarnizo para poner cañones de distintos calibres en los navíos de guerra allí construidos o en los veleros del comercio que se armaban con la finalidad de hacer el corso contra los enemigos de la Corona de España. Otras veces iban con artillería diversas hasta Santander, en cuyos muelles se embarcaba después al Ferrol y a otros puertos de España y de sus colonias.

Muy usadas en nuestros puertos de Cantabria, las pinazas tenían hasta 18 toneladas, careciendo de cubierta, y a veces "se realzaban" en los astilleros para ser convertidas en quechemarines. (en las ordenanzas del Cabildo de San Martin de la Mar de la villa de Santander, ordenaba que las pinazas que se avíen de ir en esta villa a las pescas de los besugos, tengan cada una quince codos de quilla en llano, sin codaste, y la que tuviera menos no pueda ir a la dicha pesca).

El 31 de octubre de 1854, el constructor particular y vecino del Astillero de Guarnizo, don Antonio Vena, botaba al agua una pinaza y cobró doce mil reales de vellón por ella, siendo de las características siguientes: 53 pies de eslora, 50 de quilla, 30 de manga y 5 y medio de puntal hasta los topes de los armazones, dando un arqueo, según la medición oficial del maestro Aberasturi, de 18,42 por 100 toneladas.

Para transporte artillería desde el puerto de Santander al del Ferrol en la fragata de la matricula local "San Juan Bautista" alias "Diana Meridional" se ultimó un contrato entre el contador comandante oficial de nuestra provincia marítima y don Guillermo Calderón, dueño de la mencionada nave, el 13 de julio de 1824, conviniéndose llevar "la artillería existente en La Cavada que haya sufrido la prueba de ordenanza según la Real Orden del 7 de abril de 1823, debiendo transportar hasta 110 cañones de 36, que estarán puestos en el embarcadero de Tijero, siendo de peso cada uno de 66 quintales y medio, cobrando el armador por fletes seguros y detrimentos 69.918 reales de vellón, iniciándose el viaje al primer tiempo oportuno y hacer la descarga dentro del término de 10 días, abonándose además 260 reales diario para manutención de los tripulantes, que se estipulaba en cuatro reales para los marineros y en ocho para los oficiales.

Durante los primeros años del siglo actual seguía utilizándose para transportes la ría de Heras llegando barcazas, lanchas y gabarras hasta el final de ella y en la parte lindante con la carretera de Santander a Bilbao, al pie de las estribaciones del monte Cabarga.

Por después, los fangos procedentes del lavado de los minerales de hierro vertidos en esta ría redujéronla muy considerablemente en su extensión y calados, como aconteció por iguales causas con la de Solía o de San Salvador y con la de Boo o de Revilla, que desembocan también en la bahía santanderina.

Poco antes de reunirse en la bahía santanderina la gran flota de Menéndez de Avilés en 1574, acordaba el Ayuntamiento de la villa en 31 de abril que dos pilotos se encargasen "de prevenir las pinazas de gentes para cuando viniere la armada" y en otra reunión del indicado año y en 5 de junio "se manda que las pinazas de esta villa que ayudan a las naos que se metan en el puerto estén puestas para que salgan pronto".

Fueron insuficientes en número las pinazas santanderinas que debían de dar remolque a las naos de Pedro Menéndez Avilés para entrar en el puerto y por ello el Consejo santanderino había acordado en 3 de junio de 1574 "nombrar al licenciado Diego de Arce, corregidor, para que vaya en las pinazas que son prevenidas a poner pilotos de los navíos de la dicha armada y traerlas a esta dicha villa".

El 26 de marzo de 1837, y a consecuencia de un acuerdo tomado por la Junta de Guerra de nuestra provincia, se firmó un contrato entre don Zoilo Quintanilla, vecino y del comercio de Santander, y los matriculados en el puerto de Santander, Juan de Ribas, Gregorio de Ajo y Juan Escobedo, como patronos y dueños de pinazas del tráfico, para conducir hasta los muelles de nuestro puerto desde Tijero "ciento treinta cañones de todo calibre, siendo de cuenta de Quintanilla el ponerlos a bordo", estipulándose en la cláusula segunda que "se ha de verificar la conducción desde el día en que se avise haber ya en Tijero cañones con un día de anticipación, sin que lo impidan las mareas muertas ni días feriados, en términos que si no se pudiesen cargar cuatro, se conducirían dos o uno solamente para evitar perjuicios al empresario.

En todo caso se avisarán los patronos comparecientes a Quintanilla, obligándose éste, según la clausula 3ª, a facilitar "los polines o rodillos necesarios para que no se maltraten las pinazas debiendo ser de cuenta de sus patronos la conducción desde un principio y consecuente todos los que se necesiten para el recibo y colocación en el terraplén del muelle, entendiéndose por del grueso y tamaño propio de los de su clase y nada más; de modo que ellos no priven la traída del número de cañones que ordinariamente puede cargar las pinazas quedando éstas marineras".

La cláusula 5ª especificaba que si se perdiera "alguna marea en Tijero y más de una en Santander por falta de auxilios necesarios para la carga y descarga que son de cuenta de Quintanilla, se abonaran cincuenta reales a cada pinaza y por cada marea y conviniéndose también en la 6ª que en el desgraciado caso que las pinazas sufrieran algún daño al tiempo del embarque o desembarque de la artillería por efecto del pescante o machina y demás aparejos, se ha de abonar a los patronos por el empresario Quintanilla el que resulte según juicio de inteligentes.

El precio que había de pagarse por cada cañón conducido sería el de 45 reales vellón verificando dicho pago cada ocho días en que hayan realizado la descarga para lo que así como en las operaciones de la carga deberá tener Quintanilla la gente necesaria, tanto en Tijero como en Santander.


(fuente Revista Altamira 1959, por Fernando Barreda)













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