viernes, 27 de diciembre de 2019

UNION CLUB temporada 1971-1972








En la temporada 1971-1972, el Unión Club, jugó en una Tercera División más fuerte de las que había jugado anteriormente.

El Unión Club que había ascendido brillantemente en la temporada anterior, estaba dirigido en la presidencia por el señor Leopoldo Pérez.

El presupuesto para la temporada era de 1.215.950 pesetas y en la última asamblea del club se acordó en fijar la cuota de los socios en 500 pesetas anuales y 50 mensuales.

Los equipos pertenecientes a  Vizcaya, Asturias, Galicia, León y Cantabria; fueron: Baracaldo, Sestao, Basconia, Orense, Ensidera, Villosa, Gimnastica, Avilés, Compostela, Mirandés, Ponferradina, Bilbao Atlhetic, Jupies Leones, Caudal, Lemos, Lugo, Turón, Fabril, Candas y UNION CLUB.

Para participar en esta competición, formaron una plantilla con los siguientes jugadores:

Monchi, Miguelo y Pio (de porteros), Peña, Vazquez, Burgos, Cali, Berto, Gerardo, Victorino, Carlos, Juanma, Luque, Pasiego, Gómez, Petit, Cañizo, Toca, Tomás, Juli, Canito, Linares, Somonte, Varillas (fichaje), Cela (cedido por el Racing), Diego, Collantes, Jesusito, Fidel y Carús.

(los marcados con negrilla son los que empezaron la temporada y los otros se fueron incorporando durante ella)

De entrenador, Mendi.

Quedó campeón de esta Tercera División, el Baracaldo y el Unión Club,  el cuarto por la cola, con 38 partidos jugados, 10 ganados, 7 empatados, 21 perdidos, con 37 goles a favor y 75 en contra.

Era difícil por los astillerenses quedar bien clasificados en una Tercera División potentísima, con los mejores equipos de esas distintas Comunidades.

Solamente por Cantabria, fueron representados por dos equipos, la Gimnastica y el Unión Club.

Los desplazamientos eran además muy largos y especialmente los que se jugaron en Galicia, donde el equipo tenía que desplazarse por la mañana y hacer parada para comer en ruta.

En todos los viajes, eligieron el pueblecito de Otur (Luarca) en Asturias y el Restaurante CASA CONSUELO, del que tenían referencia de su buena atención y excelente comida.

El 9 de enero de 1972, el Unión Club se desplazo a jugar contra el Lugo en los campos de "Angel Carro" de esa localidad.

El encuentro terminó con empate a uno y fue arbitrado por el colegiado santiagués señor Barreiro.
El Unión Club presentó este equipo: Monchi; Victorino, Vázquez, Julio; Peña, Duco; Cañizo, Linares, Carlos, Luque y Collantes. En la segunda parte, Tomás salió en lugar de Carlos.

Los goles fueron marcados en el minuto quince de partido, por Rivera y por los astillerenses por Cañizo.

El Unión Club no hizo meritos para llevarse el empate, sin embargo sus jugadores supieron defenderse bien atrás y realizar esporádicos contraataques, en el cual, uno de ellos, fue el gol conseguido.

El 7 de mayo de 1972, el Unión Club volvió a desplazarse en esta ocasión a tierras gallegas, para jugar con el Fabril.

El encuentro terminó con el resultado de dos a uno, a favor de los gallegos. Arbitro el colegiado lucense, señor Abelairas.

Poco público asistió a este encuentro y los graderíos del estadio de Riazor se vieron casi completamente desiertos.

El gol astillerense, fue conseguido por Gerardo de cabeza aprovechando un pase de Diego.

El Unión Club alineó a los siguientes: Monchi; Peña, Cochero, Vázquez; Julio, Gerardo; Carlos, Varillas, Diego, Carús y Cañizo. En el segundo tiempo, Jimenez ocupó el puesto de Varillas.

En estos viajes que realizaba los astillerenses a las localidades de Lugo y Galicia, paraban a comer en CASA CONSUELO de Otur, siempre, porque les atendían muy bien y destacaban por su buena comida.

Hablando con el ex-jugador Carús, que por esas fechas pertenecía a la plantilla, me hablo de este tema y que en agradecimiento de las atenciones recibidas por ese Restaurante, en uno de los viajes (creo que fue el del partido contra el Fabril), les obsequiaron con un banderín bordado a mano por la señora Hontavilla.

Y así fue, lo pude confirmar, poniéndome en contacto con el Restaurante, pero ahí no quedo la cosa, por gentileza de esa gente maravillosa, me lo regalaron particularmente y hoy le tengo en mi poder, por cierto, con mucho orgullo.

También quiero, confirmar, que ese Restaurante CASA CONSUELO, desde 1935 mantiene su buena atención al público y su excelente menú.













viernes, 20 de diciembre de 2019

Feliz Navidad 2019




a todos mis amigos y seguidores de este blog,
os deseo unas


FELICES FIESTAS
y

PROSPERO AÑO NUEVO 2020








(portal de mi Nacimiento)























viernes, 13 de diciembre de 2019

ASTILLERO navegación de las pinazas en la ria de Astillero.











Las conocidas embarcaciones llamadas "pinazas" se utilizaron mucho como transporte de cañones desde el paraje de la ría de Tijero a Santander y al Real Astillero de Guarnizo en otras ocasiones.

Las pinazas llevaban maderas y diversas mercancías, llegando a salir fuera del puerto para hacer cabotaje y a artillarse con un cañón a proa para la vigilancia y defensa a la entrada de los puertos en periodo de guerra.

Estas antiguas embarcaciones de vela y remo propia de la costa Cantábrica, su nombre de pinazas se deriva de la palabra Pino, porque estaban construidas casi exclusivamente de esta clase de madera y eran por consiguiente muy ligeras, aunque no muy sólidas. Eran las pinazas largas estrechas, ligeras y de popa cuadra y llevaban tres palos.

Eran embarcaciones que formaban aproximadamente diez tripulantes a remo.


La navegación sobre las aguas de la ría de Heras o de Tijero, adquirió gran intensidad durante el apogeo de las fábricas de artillería de Liérganes y de La Cavada, en la segunda mitad del siglo XVIII cuando los maestros santanderinos del Noble Cabildo de San Martin de la Mar utilizaban "sus embarcaciones de 26 pies de quilla que cargan en bonanza como doscientos quintales y sirven para la batería para la introducción y extracción de los Reales bajeles en el puerto y para los del comercio, con notorio exceso de las lanchas menores y aun las pinazas aquéllas por su debilidad y a éstas porque no pueden manejar el remo para las maniobras necesarias a virar de pronto, de efecto de bordear cuando era necesario, haciendo con ellas demás de pesquería, los trabajos referentes al real servicio y los de lastrar y deslastrar y hacer cargas y descargas para los comerciantes.

Las pinazas del Cabildo de San Martin conducían la artillería procedente de las citadas fábricas montañesas al Real Astillero de Guarnizo para poner cañones de distintos calibres en los navíos de guerra allí construidos o en los veleros del comercio que se armaban con la finalidad de hacer el corso contra los enemigos de la Corona de España. Otras veces iban con artillería diversas hasta Santander, en cuyos muelles se embarcaba después al Ferrol y a otros puertos de España y de sus colonias.

Muy usadas en nuestros puertos de Cantabria, las pinazas tenían hasta 18 toneladas, careciendo de cubierta, y a veces "se realzaban" en los astilleros para ser convertidas en quechemarines. (en las ordenanzas del Cabildo de San Martin de la Mar de la villa de Santander, ordenaba que las pinazas que se avíen de ir en esta villa a las pescas de los besugos, tengan cada una quince codos de quilla en llano, sin codaste, y la que tuviera menos no pueda ir a la dicha pesca).

El 31 de octubre de 1854, el constructor particular y vecino del Astillero de Guarnizo, don Antonio Vena, botaba al agua una pinaza y cobró doce mil reales de vellón por ella, siendo de las características siguientes: 53 pies de eslora, 50 de quilla, 30 de manga y 5 y medio de puntal hasta los topes de los armazones, dando un arqueo, según la medición oficial del maestro Aberasturi, de 18,42 por 100 toneladas.

Para transporte artillería desde el puerto de Santander al del Ferrol en la fragata de la matricula local "San Juan Bautista" alias "Diana Meridional" se ultimó un contrato entre el contador comandante oficial de nuestra provincia marítima y don Guillermo Calderón, dueño de la mencionada nave, el 13 de julio de 1824, conviniéndose llevar "la artillería existente en La Cavada que haya sufrido la prueba de ordenanza según la Real Orden del 7 de abril de 1823, debiendo transportar hasta 110 cañones de 36, que estarán puestos en el embarcadero de Tijero, siendo de peso cada uno de 66 quintales y medio, cobrando el armador por fletes seguros y detrimentos 69.918 reales de vellón, iniciándose el viaje al primer tiempo oportuno y hacer la descarga dentro del término de 10 días, abonándose además 260 reales diario para manutención de los tripulantes, que se estipulaba en cuatro reales para los marineros y en ocho para los oficiales.

Durante los primeros años del siglo actual seguía utilizándose para transportes la ría de Heras llegando barcazas, lanchas y gabarras hasta el final de ella y en la parte lindante con la carretera de Santander a Bilbao, al pie de las estribaciones del monte Cabarga.

Por después, los fangos procedentes del lavado de los minerales de hierro vertidos en esta ría redujéronla muy considerablemente en su extensión y calados, como aconteció por iguales causas con la de Solía o de San Salvador y con la de Boo o de Revilla, que desembocan también en la bahía santanderina.

Poco antes de reunirse en la bahía santanderina la gran flota de Menéndez de Avilés en 1574, acordaba el Ayuntamiento de la villa en 31 de abril que dos pilotos se encargasen "de prevenir las pinazas de gentes para cuando viniere la armada" y en otra reunión del indicado año y en 5 de junio "se manda que las pinazas de esta villa que ayudan a las naos que se metan en el puerto estén puestas para que salgan pronto".

Fueron insuficientes en número las pinazas santanderinas que debían de dar remolque a las naos de Pedro Menéndez Avilés para entrar en el puerto y por ello el Consejo santanderino había acordado en 3 de junio de 1574 "nombrar al licenciado Diego de Arce, corregidor, para que vaya en las pinazas que son prevenidas a poner pilotos de los navíos de la dicha armada y traerlas a esta dicha villa".

El 26 de marzo de 1837, y a consecuencia de un acuerdo tomado por la Junta de Guerra de nuestra provincia, se firmó un contrato entre don Zoilo Quintanilla, vecino y del comercio de Santander, y los matriculados en el puerto de Santander, Juan de Ribas, Gregorio de Ajo y Juan Escobedo, como patronos y dueños de pinazas del tráfico, para conducir hasta los muelles de nuestro puerto desde Tijero "ciento treinta cañones de todo calibre, siendo de cuenta de Quintanilla el ponerlos a bordo", estipulándose en la cláusula segunda que "se ha de verificar la conducción desde el día en que se avise haber ya en Tijero cañones con un día de anticipación, sin que lo impidan las mareas muertas ni días feriados, en términos que si no se pudiesen cargar cuatro, se conducirían dos o uno solamente para evitar perjuicios al empresario.

En todo caso se avisarán los patronos comparecientes a Quintanilla, obligándose éste, según la clausula 3ª, a facilitar "los polines o rodillos necesarios para que no se maltraten las pinazas debiendo ser de cuenta de sus patronos la conducción desde un principio y consecuente todos los que se necesiten para el recibo y colocación en el terraplén del muelle, entendiéndose por del grueso y tamaño propio de los de su clase y nada más; de modo que ellos no priven la traída del número de cañones que ordinariamente puede cargar las pinazas quedando éstas marineras".

La cláusula 5ª especificaba que si se perdiera "alguna marea en Tijero y más de una en Santander por falta de auxilios necesarios para la carga y descarga que son de cuenta de Quintanilla, se abonaran cincuenta reales a cada pinaza y por cada marea y conviniéndose también en la 6ª que en el desgraciado caso que las pinazas sufrieran algún daño al tiempo del embarque o desembarque de la artillería por efecto del pescante o machina y demás aparejos, se ha de abonar a los patronos por el empresario Quintanilla el que resulte según juicio de inteligentes.

El precio que había de pagarse por cada cañón conducido sería el de 45 reales vellón verificando dicho pago cada ocho días en que hayan realizado la descarga para lo que así como en las operaciones de la carga deberá tener Quintanilla la gente necesaria, tanto en Tijero como en Santander.


(fuente Revista Altamira 1959, por Fernando Barreda)













viernes, 6 de diciembre de 2019

LA FUENTUCA en Astillero







(foto de mi propiedad)





(foto de Federico Ibaseta)



(foto de mi propiedad)





El agua medicinal de la famosa "Fuentuca" fue objeto de un esmerado estudio en el año 1769, y una vez aprobado su proyecto, la traída fue cosa de cantar. En el año 1795, la obra fue retocada con pujos artísticos y con la inscripción A.B.D.P.

Según se pudo confirmar por la inscripción de su frontispicio, en el que figuran además las iniciales "A.B.D.P." que la imaginación popular traducía por "Agua beber, después pasear".

Esta inscripción en piedra noble, es probablemente la más antigua que parece en este término municipal de Astillero.

A principios del siglo XIX, este manantial gozaba de gran prestigio, y su propiedades curativas eran de sobra conocidas.

En un diccionario de aquel tiempo, obra de Madoz, se hacía constar que las aguas contenía: muriato de magnesia sulfato de magnesia y carbonatos de hierro, cal y magnesia.

El análisis químico de este manantial figura en todos los libros y folletos que sobre ellos se han escrito en esta provincia, por gozar en aquella época de gran reputación por sus especificas propiedades curativas, aunque, a media que transcurrían los años, evolucionaba también el virtuosismo de sus aguas negativamente.


También en 1875, don José Antonio del Rio público, en su obra "La provincia de Santander", varias páginas dedicadas a "La Fuentuca".





" En el Astillero de Guarnizo existe una fuente muy conocida que lleva aquel nombre "La Planchada". Todos los veranos se ve allí un número considerable de mujeres, cuyos trajes nos dice que no son del país. ¿Dé dónde vienen?. De Castilla; es decir, de las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid. ¿Y qué buscan a tantas leguas de su tierra cuando en todas partes se encuentran aguas ferruginosas?. Seguramente vienen buscando en unos vasos de agua clara, trasparenta, inodora, de sabor un tanto estíptico, que se halla en terreno de caliza cretácea, algo que les han dicho los médicos u otras personas que conocen la bondad del agua, que se encuentra con facilitad, porque si así no fuese, no se vería crecer tanto la concurrencia".

Según los análisis cualitativos verificados por don Félix Gregorio Rioz, resulta que contenía e esta agua:

Acido carbónico.
Cloruro magnésico
Sulfato cásico.
Sulfato magnésico
Carbonato de hierro.

En una de esas enfermedades de los niños en que llega a perder la paciencia el médico y mengua cada día la esperanza de los padres; en una de esas enfermedades en que parece que no queda otro remedio que conformarse con la voluntad de Dios, dejando obrar a la naturaleza; en las que el vulgo de las mujeres atribuye siempre a las lombrices la causa universal de ellas y el médico no se atreve a calificar, porque quizás no puede, tenia sumidos en la mayor tristeza un niño como de unos dos años de edad á sus padres, que habían agotado ya todos los medios para devolverle una salud que cada día parecía más imposible recobrar.

Cansado el médico de propinarle mil remedios, acordó por fin que se hiciese venir todos los días una cantidad de agua de LA PLANCHADA para que se le hiciese beber. A los dos o tres días de beberla, notó la madre que había en los pañales unas cosas como hilachas que sospechó podría ser leche cortada por efecto del padecimiento. Cuanta más agua de LA PLANCHADA bebía el niño más hilachas aparecían, hasta que un día el padre, que era observador y algo estudioso, hizo recoger con gran cuidado aquellas cosas, y valiéndose de un cuenta-hilos de los que se usan en las aduanas para contar los de las telas, observó aquellas que parecían hilachas y con gran sorpresa vio que las hilachas, ó sea lo que su mujer creía leche mal digerida, eran unos seres que Vivian y se movían, creyendo ver en ellos -las acáridas- -vermiculares o hilitos blancos y con aguijón acerado- que describe Raspail. En vista de esto echó dos granitos de alcanfor del tamaño cada uno de uno de trigo y observó que se amontonaban sobre ellos millares de aquellos animalitos que perecían inmediatamente.

Esta observación le hizo comprender que podía probar un viaje al Astillero, que le había ya recomendado varias veces el médico, y, aunque casi sin esperanza alguna, se trasladó allí con su familia. No sabemos si la virtud del agua, si los aires fresquísimos y sanos del aquel hermoso lugar, la naturaleza o las tres cosas, contribuyeron a devolver al niño la salud que nadie creía que se restablecería. Nos inclinamos á creer que fué el agua la que obró principalmente aquel milagro, pues el niño, que parecía cuando salió de Santander un cadáver, volvió a los dos meses casi robusto.



El hecho es que durante el siglo XIX, fue la fuente de La Planchada, “LA FUENTUCA” la base de la economía local, merced al elevado números de personas y familias que se desplazaban al Astillero desde todos los puntos de España, atraídos por la gran fama que había adquirido.

Fue así como se fue formando una colonia muy numerosa y selecta que se daba cita aquí, a pasar sus temporadas de verano; el banquero don Joaquin López Dóriga, el ministro don Pedro Salaverria, los periodistas Vildósola y don Valentín Gómez, familia de Marañón, de Tijero, Revilla, Campos Guereta, Sarabia, Hornedo, Aguirre, Colomer, Mac-Lennan, Huidobro, La Hoz, Jiménez, Orense y tantos otros. Varios de ellos edificaron en El Astillero, suntuosas mansiones.

Bien entrado el siglo XX, la fuente de La Planchada, fue perdiendo interés y si bien el pueblo la ha seguido conservando con esmero, el hecho es que hace ya algunos años no "mana" incluso en épocas lluviosas.

A lo largo de la historia, LA FUENTUCA, ha sufrido distintas vicitudes, siendo sin duda la más importante el cambio de ubicación que había experimentado el manantial primitivo. Este estaba antes situado en el centro de La Planchada, en el terreno ocupado hoy día por la caja de la vía del ferrocarril que une Santander con Bilbao.

Cambio su emplazamiento en el año 1890, donde permaneció más de un siglo, ello motivado por las obras de construcción del ferrocarril que uniría Santander con Solares.

Posteriormente en el año 1994, fue trasladada de lugar, con motivo de la construcción de la nueva Autovía y que es donde hoy es enclavada, en una lateral de la Casa de Cultura de "La Fondona".

Lugar que en su día fue polémico, al no estar de acuerdo una mayoría de vecinos por su nueva ubicación.

Para mí, LA FUENTUCA, es un símbolo emblemático para conservar y recordar.














viernes, 29 de noviembre de 2019

MUSEO DEL REAL ASTILLERO-GUARNIZO inaugurado el 22 agosto de 1948



22 agosto de 1948






Por abril de 1942, la idea de la Diputación Provincial, era de señalizar de modo permanente y visible aquellos lugares de la Montaña que pudieran ser considerados como dignos de especial recuerdo por su acusada significación en los anales de la Historia española.

Con una lápida o un mojón tendrían un emocionado y perenne homenaje los mejores hechos de nuestra historia provincial. Entre esta preocupación que los investigadores provinciales sentían por instalar hitos históricos en aquellos lugares de la Montaña, que lo merecerían, Guarnizo ocupaba un lugar preferente.

En el siglo XVIII, en los astilleros de Guarnizo construían los mejores barcos, orgullo de España y de la Montaña.

Donde estaban las chimeneas de Astillero que desplegaban al viento el humo de su potencia fabril, hubo en otra época la más hermosa instalación naviera del norte de España: el Real Astillero de Guarnizo. En la histórica ría de Solía tocaron agua por vez primera las quillas de los más valientes navíos y fragatas.

Guarnizo era, ciertamente, el astillero que recogía las mayores preocupaciones de los Gobiernos del entonces; para la guerra, la actividad o la negligencia de aquellos constructores navales, podía significar el orgullo de la victoria o el pesar de la derrota.

Como Guarnizo había escrito una de las más brillantes páginas de nuestra historia, iba a tener su museo conmemorativo abierto a la más grande de las admiraciones.

Para ello, el Centro de Estudios Montañeses se ocupaba de este interesante asunto. Uno de sus miembros, don Tomás Maza Solano, iba a poner todo su entusiasmo en la obra.

El lugar señalado, fue el adosado al ábside de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de Muslera.

El proyecto se le habían asignado al arquitecto de la Diputación, señor Hernández Morales y el Ministerio de la Marina, había donado veinte mil pesetas para tal fin.

El proyecto de reforma del inmuebles para adaptarlo a su nuevo uso, la maqueta llegó a exponerse en el local de Gerardo Pombo, en el nº 35 del Paseo Pereda.

Una vez ejecutados las obras de restauración del edificio en colaboración con el Museo Naval, quienes habian prestado un gran apoyo, se traerían maquetas de los buques construidos en Guarnizo, planos, dibujos, grabados de la época, elementos propios de los navíos; cañones de los que se construían en la fábrica de La Cavada, retratos de los más destacados navieros y cuantos objetos se obtenga dignos de figurar en el museo.



A primeros de diciembre de 1945, una Comisión Provincial aprobó el proyecto redactado por el arquitecto de la Diputación, para la construcción del Museo del Real Astillero de Guarnizo.

La idea había sido presentada por el Ministerio de Marina, quienes habían concedido para tal fin una subvención de 20.000 pesetas..

El Museo había que instalarse en el viejo edificio existente en el pueblo de Guarnizo, donde estuvo emplazado el Real Astillero que regentó en sus primeros años el entonces oficial de la Real Armada y comisario de matriculas de la costa cantábrica, Marques de la Ensenada.

Dicho edificio, que se encontraba en estado semiruinoso, había sido comprado por la Diputación Provincial a su anterior propietario, don Federico Serna, en el precio de venta de 10.650 pesetas.

Y en él habia de invertirse en obras de consolidación, reforma e instalación la cantidad de 88.349,27 pesetas.

Una vez que estaria acondicionado el edificio, serian llevados al nuevo Museo del Real Astillero, los documentos históricos, cuadros y objetos que procedentes del mismo se encuentran diseminados en otros centros culturales de Santander y provincia.



Por las fechas de 1947, el Patronato del Museo, acordó retirar del Museo Municipal el retrato del Almirante Gaztañeta para colocarle en el Museo del Real Astillero de Guarnizo y destinar también a dicho Museo diversos objetos que se encontraban en la Exposición del Mar de Castilla.



El 13 de enero de 1948, el Ayuntamiento de Astillero visitó la Exposición del Real Museo Naval que se había instalado en el Paseo Pereda.

Ante la maqueta de dicho Museo, don Tomás Maza, del Centro de Estudios Montañeses, expuso a los visitantes ciertos detalles concernientes a las carreteras de acceso al futuro Museo.

Componían dicha representación, el alcalde de Astillero, don José Solana; presidente de la Junta de Administrativa, don José López; vicepresidente, don Daniel Egusquiza y los concejales, don Francisco Cagigas, don Francisco Buenaga y el secretario del Ayuntamiento, Ricardo Pastrana.

Fueron recibos por los miembros del Centro de Estudios Montañeses.



El 17 de marzo de 1948, se reunieron la Comisión Gestora provincial, bajo la presidencia del señor Pérez Bustamante para aprobar la propuesta que había formulado el Centro de Estudios Montañeses para la constitución del Patronato del Museo del Real Astillero de Guarnizo, que ha formar y organizar dicho Museo, conforme al plan proyectado y aprobado por la Comisión Gestora.

También aprobó a propuesta de la Intervención de fondos provinciales, un suplemento de crédito por importe de 219.400 pesetas para pago de atenciones provinciales.



El 22 de agosto de 1948, se celebró la inauguración del ambicioso proyecto del Centro de Estudios Montañeses de perpetuar en un Museo las glorias marineras de la Montaña y el esfuerzo de los Astilleros de Guarnizo, de donde salieron navíos que han inmortalizado sus nombres en las gestas de nuestra historia naval.

El domingo en un acto que presidió el ministro de Educación Nacional, señor Ibañez Martin, con el capitán general del Departamento, almirante Moreu; subsecretario de Educación Popular, señor Ortiz Muñoz; director general de Enseñanza Universitaria, señor Alcázar; Prelado de la Diócesis, doctor Eguino y Trecu; gobernador civil, señor Reguera Sevilla; contralmirante Abárzuza; comandantes y representación de la oficialidad de los buques de guerra anclados en esas fechas en la bahía; académico señor Cossio; Delegación de Sevilla, presidida por el alcalde en funciones, señor Bermudo; alcalde de Santander, señor González Mesones; presidente de la Diputación y directores de los periódicos locales; rector de la Universidad Internacional, señor Pérez Bustamante; presidente del Centro de Estudios Montañeses, señor Barreda; con los miembros del mismo, señores Maza Solano, Calderón y Uzcudun; doctor Díaz Caneja, del Consejo de Investigaciones Científicas; director de la Biblioteca Menéndez Pelayo, señor Sánchez Reyes; presidente y secretario del Real Club Marítimo, don José Maria Jado y don Fermín Sánchez; otras autoridades y numerosas representaciones.

Gran gentío de los pueblos de Astillero y Guarnizo acudieron a este acto histórico.

Después de la intervención del alcalde de Astillero, hizo uso de la palabra, el Padre Vela, subdirector del Museo Naval quien habló sobre la trayectoria histórica del Astillero de Guarnizo.




Al regresar los invitados a Santander, fueron despedidos con fuertes aplausos, mientras un coro popular entonaba los himnos de la Marina española y de Santa Catalina de Monte-Corbán.

El proyecto de construcción había abarcado dos partes, la primera de las cuales es la ya terminada e inaugurada con motivo del  7º Centenario de la Marina española. La edificación había durado un año. Después seguiría la construcción de la segunda.

El Museo, adosado al templo, formaba una completa unidad arquitectónica con éste y constaba de dos plantas.

La parte ya existente estaba dedicada a exponer el contenido básico, que era: maquetas de barcos salidos de las gradas históricas de Guarnizo; representaciones plásticas de árboles, en las que se señalaban las piezas especiales que de ellos podían sacarse para la construcción de los navíos; manifestaciones de las industrias complementarias de construcción naval, como las correspondientes a las fábricas de cañones de La Cavada y de Liérganes; reproducciones fotográficas de barcos, cañones, etc. referentes al Real Astillero y de retratos de marinos ilustres.

El Centro de Estudios Montañeses había adquirido para el Museo una sección de muebles de época. Mención especial merecía en la reseña del conjunto contenido por este Museo la sección bibliográfica, que constituiría una eruditísima Biblioteca histórica y literaria de la Marina española.

En la ornamentación y decorado perduraría una fidelidad extremada para dotar de un ambiente idóneo al Museo en plenitud de relación con las épocas que testifica el contenido expuesto; los zócalos, remates y ángulos, estaban labrados en piedra de Renedo y llevaban roble y nogal; los entrepaños estaban tallados con pauta de los modelos flamencos que tanto se prodigaban.



En octubre de 1949, en sesión celebrada bajo la presidencia del señor José Pérez Bustamante, presidente de la Diputación Provincial, quedó constituido el Patronato del Museo del Real Astillero de Guarnizo, en la forma siguiente:

Presidente: señor presidente de la Diputación Provincial, don José Pérez Bustamante.
Vicepresidente; presidente del Centro de Estudios Montañeses, don Fernando Barreda y Ferrer de la Vega, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Tesorero: don Fernando Calderón y Gómez de Rueda, de la Junta Provincial de Turismo.
Secretario: don Tomás Maza Solano, de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos.
Dentro del Patronato actuaria una Comisión ejecutiva que estaba formada por los siguientes señores:
Don Fernando Barreda y Ferrer, presidente; don Aquiles de Vial, comandante de Marina; don Ramon Gorbeña, consejero-delegado de Talleres Astillero, S.A.; don Fernando Calderón y Gómez de Rueda, tesorero y don Tomás Maza Solano, secretario.

Entre los proyectos era dar contenido al Museo y para ello querían poner una galería de marinos montañeses de retratos o cuadros y que el Patronato interesaría su cesión por las familias que poseerían recuerdos gráficos de sus antepasados marineros.

Disponían de varias maquetas de barcos construidos en el Real Astillero y otras que irían construyendo con arreglo a planos determinados. Uno de los bocetos arquitectónicos que había más interés, era poseer el del "Real Felipe", el barco más notable salido de aquella colosal constructora de buques.

Uno de los documentos mas valioso que poseían, era una reproducción de los árboles de la provincia en los que se diseñaban las piezas para la construcción de los navíos. Una joya preciosa, única en España, muy codiciada por el Museo Naval de Madrid. Procedía del comisario de Montes, don Francisco Antonio de la Torre.

Por esas fechas, el horario del Museo, era de diez a una por la mañana, todos los domingos y días festivos. La entrada era gratuita.



En 1967, vivía en la parte trasera del edificio doña Felisa Ferrero Rivero, mujer de carácter propicio a la charla y poseedora de todos los atributos propios de la "viejuca" montañesa; simpatía, facilidad de palabra, deseo de allanar obstáculos.. Ella es la que abría el museo para las visitas.

Al principio de la inauguración en 1948, se recibieron muchas visitas y en loss años de 1967, ya no tanto.

Por estas fechas, el museo se encontraba algo abandonado, todavía existía las viejas anclas con el hierro oxidado, una coraza que bien pudo proteger el tórax de algún innominado soldado de mar en abordaje a la nave rival; balas de cañón esférico que pesaban lo suyo; cuadros y grabados en las paredes.

Llamaba la atención una relación de  los buques que tenían matricula de Santander en el año 1878. Eran en total 45 y desplazaban en total 14.687 toneladas, pataches, corbetas, vapores, fragatas...

En la casilla que expresa los armadores, se encuentran los apellidos genuinamente montañeses, Pombo, Dóriga, Escalada...

Quizá la característica más acusada del museo lo fuera la variedad de objetos que habia de servir de indudable entretenimiento al visitante. Había en una estantería una colección de armas que un erudito clasificaría por épocas, pues a simple vista se comprobaban que pertenecían a distintos tiempos.

Lombardas y culebrinas se muestran al curioso, que al verlas establecerían en seguida la comparación entre aquellos armamentos y los cañones de hoy, más mortíferos, sin duda.

En la segunda planta, las goteras amenazan con arruinar la techumbre. Un grabado colgado de la pared mostraba la efigie de don Juan Fernández de Isla, comisario ordenador de la Marina, a quien se le encargó en 1752 la construcción en el Astillero de Guarnizo de cuatro navíos de setenta cañones cada uno.

Y al lado, un retrato del teniente general de la Armada, don José Bustamante, natural de Ontaneda, y que, del siglo XVIII.

Más estantes con armas blancas y otro documento valioso; la relación de algunos buques construidos en el Real Astillero de Guarnizo en el siglo XVI, cuando en los dominios hispánicos no se ponía el sol. En 1581 se construyeron en el astillero santanderino treinta y seis barcos de guerra y doce de comercio.

Por 1967, el libro de firmas de visita, se observaba el descenso de asistencia al museo.

El exterior del edificio del Museo, en su fachada principal, existía una inscripción "Excelentísima Diputación Provincial. Museo del Real Astillero de Guarnizo"

El Museo se levantó a expensas de la Diputación Provincial, justo en el lugar desde donde se dirigía la construcción de los navíos en los antiguos astilleros. Se inauguró en el año 1948, para conmemorar el setecientos aniversario de la conquista de Sevilla por naves salidas de sus atarazanas y la creación de la Marina Real de Castilla.

El acontecimiento tuvo una brillantez inusitada con la asistencia del ministro de Educación Nacional, señor Ibáñez Martín, el capitán general del Departamento del Ferrol, primeras autoridades civiles y militares de la provincia y comisiones llegadas de Sevilla y Madrid.

El motivo de la desaparición de este museo, parece ser que fue la escasez de visitantes. Eso era cierto; pero habría que haber recapacitado hondamente y buscar las causas de tan limitadas visitas de turistas y curiosos, pese a encontrarse tan sólo a ocho kilómetros de la capital.

La razón parece sencilla: malos accesos que nadie se preocupó de mejorar, absoluta despreocupación por embellecer los alrededores, ausencia de dotación, omisión en folletos y guías turísticas, falta de indicadores y así unas series de circunstancias que, lógicamente, influyeron decisivamente para que permaneciese en el olvido de la gran masa y fuese visitado escasamente.

Después fue sencillo determinar el traslado de algunos de sus objetos al monumentos levantado en Peña Cabarga, lugar indudablemente más bonito, pero carente de tradición histórica.

La mayoría de la documentación, objetos y otras pertenencias, parece ser que se encuentra depositados actualmente en el Museo Marítimo de Santander.


Recuerdo haber visitado este Museo en varias ocasiones.




Parte de ciertas piezas que estuvieron en el
Museo Naval de Guarnizo y hoy están depositados
en el Museo Maritimo de Santander



















viernes, 22 de noviembre de 2019

ASTILLERO línea ferrocarril Santander a Solares, con parada en ASTILLERO (1.887-1893) - (II)






En la fecha de 1892, se inició la línea férrea de Santander a Solares y la Compañía fundadora formalizó unos estatutos y un Reglamento para la aplicación a las normas establecidas en él.

(de este Reglamento he seleccionado algunos artículos interesantes)

En el año 1889, se celebró la primera Junta General de Accionistas.
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Para la circulación de los trenes, por la vía única,  existía denominación de trenes, como:

Trenes regulares, aquellos cuyo itinerario y días se determinaba en el cuadro de marcha de los trenes. Estos podían ser diarios o periódicos, según que circulen todos los días o sólo en ciertos días designados.

Otros, llamados trenes extraordinarios, aquellos, que eran necesarios para atender atenciones imprevistas del servicio, según su naturaleza, como podían ser discrecionales, especiales, adicionales y de trabajos. Estos últimos, a su vez en determinados o indeterminados.

El itinerario de los trenes diarios, periódicos y discrecionales, se determinará en un cuadro de marcha de trenes, que deberá indicar las horas de paso, la duración y las paradas, los alcances y los cruzamientos de cada tren en las diferentes estaciones.

Este cuadro se distribuirá en cada línea a los agentes de los diferentes servicios de la Compañía y se fijara en el interior de las Estaciones y de los depósitos.

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Según el Reglamento la inspección de los billetes, durante el viaje estaba confiada a los Revisores, cuyo cargo podría ser desempeñado por los Jefes de tren.

En todos los actos del servicio, los revisores deberán indispensablemente vestir el uniforme que se les designaba, sin que les eximirían de ello excusa alguna.

Deberían llevar siempre la cartera, dos libros talonarios de recaudaciones suplementarias .

Además, un  taladro; impresos para sus cuentas; lápiz; monedas para el cambio; un cuadro del servicio de trenes y un ejemplar del Reglamento.

Los revisores debían observar con el público la mayor cortesía y contestarán con toda la urbanidad posible, pero con la firmeza necesaria á cualquier cuestión que se les suscite.

No permitirán que se lleven perros, ni otros animales en los coches de los pasajeros, aún cuando hubiese satisfecho los precios de tarifa. Los perros pequeños podrán introducirse en los coches de viajeros siempre que habiendo pagado el precio de su transporte, vayan encerrados en cestas ó jaulas, y lo consistan los demás viajeros.

La revisión es cuidar del exacto cumplimiento de todas las disposiciones vigentes referentes a su Servicio, a cuyo fin impedirán que nadie viaje sin billete ó permiso, vigilándolo muy especialmente entre las Estaciones intermedias.

Cada persona que vaya en el tren deberá llevar el correspondiente billete o permiso.

Los billetes y permisos serán de la forma y color de que los Revisores tienen conocimiento o de los que se le comuniquen en lo sucesivo.

Una vez revisado un billete, deberán marcarlo con el taladro: lo mismo efectuarán con los permisos cuando sean para un solo viaje, o espiren en el tren que se presenten.

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Los Jefes de estación dependerán directamente del Director de la Explotación, y recibirán de éste las órdenes para el servicio.

Serán los Jefes inmediatos de todos los empleados de su Estación.

Darán las órdenes oportunas a los maquinistas y fogoneros en lo relativo al movimiento de las máquinas y á las maniobras de los trenes en el recinto de las estaciones; ejercerán autoridad sobre los conductores, guarda-frenos y demás empleados de los trenes durante la permanencia de éstos en aquéllas, y, finalmente dirigirán a los guarda-barreras y á los guarda-agujas en el uso de ellas.

Donde haya Sub-jefes de Estación éstos reemplazarán a los Jefes durante sus ausencias y enfermedades, en cuyo caso tendrán igual autoridad que ellos; se hallarán sujetos a los mismos deberes, y les serán en un todo aplicables las disposiciones del Reglamento.

Los Jefes de Estación tendrán para con el público toda clase de consideraciones y miramientos compatibles con las exigencias del servicio y acogerán con atención las reclamaciones y quejas aunque fuesen infundadas. Cuidarán que igual conducta observen todos los empleados que estén a sus órdenes.

Se hallarán constantemente fijados en los sitos más visibles de las Estaciones los anuncios de las horas en que lleguen y salgas los trenes.

Los Jefes de Estación deberán presentarse de uniforme, no solo á a la salida y llegada de los trenes de viajeros, sino en todos los actos del servicio que les pongan en contacto con el público.

Los faroles de los discos o semáforos y un farol de mano provisto con vidrio rojo, verde y blanco estarán encendidos desde la puesta del sol hasta la salida del último tren que pase.

Si un intervalo más de cuatro horas separase el paso de los trenes se apagarán después del paso del primero para volver a encenderlos una hora antes del paso del segundo.

Los andenes de las Estaciones solo estarán alumbrados para recibir los trenes de viajeros que paren en ella.

Los faroles que sirven para este alumbrado no se encenderán sino 5 minutos antes de la hora reglamentaria de la llegada de un tren, y se apagaran enseguida que se haya dado la señal de salida.
Diariamente colocará el Jefe de la Estación por sí mismo el producto de la recaudación en las cajas de metálico cerrándolas y lacrándolas, y las remitirá por el primer tren ascendente al Director de la Explotación, acompañándolas el correspondiente talón de pago.

La salida de los trenes se anunciará siempre por telégrafo a la Estación inmediata a que se dirijan, no dando la orden para marchar hasta que se haya recibido la conformidad del Jefe de ella, excepto el caso de incomunicación telegráfica, en que deberá entonces atenerse a lo que previene el Reglamento de Circulación.

Cinco minutos antes de partir el tren de la Estación de origen y cuando se anuncie la llegada de aquel en las Estaciones intermedias, se tocará la campana para avisar a los viajeros y apresurar su entrada a las salas de descanso.