jueves, 22 de febrero de 2018

GERARDO VELA SAEZ aviador de Astillero (modificación a la anterior públicación)



(foto cedida por Juan Manuel Vela Barrionuevo)

GERARDO VELA


(documento cedido por Juan Manuel Vela Barrionuevo)


(agradecimiento a Juan Manuel y su familia, por su atención y facilitarme estos documentos)






Gerardo Vela, era natural de Astillero y sus padres, Gerardo Vela y Simona Sáez, vivian en la antigua Fondona, familia muy querida en Astillero.


Eran siete hermanos: Francisco, Gerardo, José, Luisa, Isabel, Dorotea y Dominica.

Su hermano José, era también aviador y también falleció en accidente de aviación en aguas del mediterráneo y por desgracia de su familia, tampoco pudieron recuperar el cadáver.




En junio de 1930, el periódico EL CANTABRICO publico la noticia de la desaparición del piloto aviador Gerardo Vela, cuya noticia causó penosa impresión en el pueblo de Astillero, donde él había nacido y era muy querido.

Afortunadamente, los familiares del joven suboficial aviador, habían recibido un telegrama y en el cual decía: "Gerardo Vela. Astillero. Pareció su hijo"

Había nacido en 1900, en Astillero y contaba en esas fechas, veintinueve años de edad.

Desde muy joven demostró grandes aficiones a la profesión aviadora, y en temprana edad se trasladó a San Sebastián, donde, después de grandes gestiones, logró volar en un aparato tripulado por aviadores civiles. Esto aumentó aquellas aficiones, y en el año 1921, al entrar en quintas, solicitó el ingreso en el Cuerpo de Aviación militar, en el que fue admitido, obteniendo a los dos años el título de mecánico de Aviación, y poco tiempo después los de piloto internacional y de Aviación militar española.

Su amor al estudio y su entusiasmo por la profesión le hicieron obtener rápidos ascensos, pues hacía dos años ostentaba en sus bocamangas las divisas de suboficial de Aviación, y en breve ostentaría la estrella de alférez.

Toda su carrera la había hecho en nueve años escasos.

Estuvo dos campañas de África, y asistió al desembarco en Alhucemas, donde se comportó notablemente, y por ello fue recompensado con la cruz de Maria Cristina, habiendo obtenido diferentes condecoraciones.

En su última campaña de Marruecos, dejo constancia de su habilidad y su valor, al acabar aquélla, pasó a la situación de "supernumerario" e ingresó en la Compañía Española de Tráfico Aéreo (CETA) para formar parte de su plantilla de pilotos.

En uno de sus vuelos en África, por avería en el motor, se vio precisado a tomar tierra en territorio enemigo, entre Zagarin y Yebel Ornika, y con gran serenidad y pericia logró burlar al enemigo y ponerse a salvo.

En 1929, en viaje a Cabo Juby, con la escuadrilla del teniente coronel Camacho, se vio obligado a aterrizar por avería, sin grandes desperfectos en el aparato.

Prestó sus servicios como piloto aviador en la Compañía que hacia el servicio entre Sevilla y Larache, con otro aviador montañés, el piloto señor Cayón.

La última noticia recibida, fue la de su hermano, del telegrama recibido que decía: "Aunque no oficial la noticia, se dice que está en Alcazargerer. Comunicaré noticias. - Cayón"

La desaparición del piloto aviador don Gerardo Vela, fue el comentario obligado en el pueblo, donde él había nacido y en donde residía su familia.

Todos los convecinos se preguntaban: ¿Será posible, que la fatalidad persiga a los aviadores de nuestro pueblo? Porque hacía pocos años, otro piloto aviador astillerense, Zenón Macías, fué victima de un accidente de avión en Cuatro Vientos al realizar pruebas de un aparato.

El 4 de junio de 1930, con mal tiempo en el Estrecho -nubes bajas, fuerte viento racheado, lluvia y mala visibilidad- consciente de la importancia de la puntualidad del correo aéreo que en aquellos años trataba de abrirse camino y consolidarse, despegó el aeródromo de Auámara, en Larache, con destino al sevillano de Tablada, pilotando un biplano, postal, De Havilland DH-9C.

Nunca llegó a su destino, ni se encontró su cuerpo, aunque sí se recogió del mar, en aguas de Barbate, una saca de la correspondencia que transportaba.

El reconocido aviador, Joaquín Cayón, que unía gran amistad con Vela, hizo grandes esfuerzos para encontrar algún indicio del avión desaparecido, trasteando a lo largo de la ruta que recorrió en ambos direcciones. No obtuvo ningún resultado positivo.

El 9 de junio, el padre del piloto, don Gerardo Vela, salió esa tarde para Sevilla, para tener noticias de la desapareció de su hijo.

A finales de junio, sus padres regresaban a Astillero procedentes de Sevilla y ya con la noticia de la desapareció de su hijo en el vuelo  de Larache y Sevilla y solamente quedaba por llegar al hallazgo del cadáver del malogrado aviador.

Por desgracia para la familia, nunca pudieron conseguirlo, pero siempre quedo en el recuerdo y  memoria en su pueblo.


El joven sargento piloto y aviador astillerense, Gerardo Vela, por 1926, prestaba sus servicios en el aeródromo de Cuatro Vientos.

Era primo del malogrado Florentino Vela.

Había conseguido con constancia y laboriosidad , obtener en el servicio militar lo que era un sueño cuando era niño: los títulos de piloto internacional y de mecánico aviador.

Cuando apenas contaba quince años y se hallaba en los antiguos talleres de Lavín, como aprendiz, ya expresaba su afición a la Aviación y, con un amigo, se propuso construir, en pequeño, un aeroplano, que datos sus escasos conocimientos en mecánica, no pudo llegar a construirse.

Pasó algún tiempo, y los éxitos obtenidos por aviadores montañeses le aumentaron las aspiraciones del futuro piloto; pero cuando le ocurrió a su primo Florentino la desgracia en el atrevido viaje Madrid-Santander, los padres de Gerardo le prohibieron hasta hablar de lo que aquéllos consideraban descabellados propósitos.

El joven Vela, seguía con sus intenciones de volar, y aprovechando la ocasión de haberse declarado en los talleres de Astillero, el año 21, una huelga, marchó a San Sebastián a buscar trabajo, y allí pudo ver realizados sus anhelos, puesto que consiguió atravesar los espacios en aeroplano.

Quedo encantado del vuelo aéreo e hizo firmes propósitos de hacerse aviador.

Ingresa en el servicio militar y, persistente en su idea, logra, después de diez meses, el título de mecánico aviador, y hace diferentes vuelos como observador y mecánico.

Posteriormente obtiene los empleos de cabo y de sargento.

Tras oposiciones consigue ingresar en la Escuela de Aviación, y, transcurridos dos años de estudios y pruebas, se le concede el título de piloto aviador internacional.

Durante el tiempo de pruebas, no había tenido ningún accidente alguno de importancia; solo tuvo tres cabotajes, uno de ellos, por parada de motor, encima de un pinar, cabotajes que supone vencer sin detrimento alguno.










viernes, 16 de febrero de 2018

GERARDO VELA SAEZ aviador de Astillero






(foto del libro Retablo Aeronáutica de Cantabria - autor: Emilio Herrera Alonso)

Gerardo Vela en el centro




En junio de 1930, el periódico EL CANTABRICO publico la noticia de la desaparición del piloto aviador Gerardo Vela, cuya noticia causó penosa impresión en el pueblo de Astillero, donde él había nacido y era muy querido.

Afortunadamente, los familiares del joven suboficial aviador, habían recibido un telegrama y en el cual decía: "Gerardo Vela. Astillero. Pareció su hijo"

Había nacido en 1900, en Astillero y contaba en esas fechas, veintinueve años de edad.

Desde muy joven demostró grandes aficiones a la profesión aviadora, y en temprana edad se trasladó a San Sebastián, donde, después de grandes gestiones, logró volar en un aparato tripulado por aviadores civiles. Esto aumentó aquellas aficiones, y en el año 1921, al entrar en quintas, solicitó el ingreso en el Cuerpo de Aviación militar, en el que fue admitido, obteniendo a los dos años el título de mecánico de Aviación, y poco tiempo después los de piloto internacional y de Aviación militar española.

Su amor al estudio y su entusiasmo por la profesión le hicieron obtener rápidos ascensos, pues hacía dos años ostentaba en sus bocamangas las divisas de suboficial de Aviación, y en breve ostentaría la estrella de alférez.

Toda su carrera la había hecho en nueve años escasos.

Estuvo dos campañas de África, y asistió al desembarco en Alhucemas, donde se comportó notablemente, y por ello fue recompensado con la cruz de Maria Cristina, habiendo obtenido diferentes condecoraciones.

En su última campaña de Marruecos, dejo constancia de su habilidad y su valor, al acabar aquélla, pasó a la situación de "supernumerario" e ingresó en la Compañía Española de Tráfico Aéreo (CETA) para formar parte de su plantilla de pilotos.

En uno de sus vuelos en África, por avería en el motor, se vio precisado a tomar tierra en territorio enemigo, entre Zagarin y Yebel Ornika, y con gran serenidad y pericia logró burlar al enemigo y ponerse a salvo.

En 1929, en viaje a Cabo Juby, con la escuadrilla del teniente coronel Camacho, se vio obligado a aterrizar por avería, sin grandes desperfectos en el aparato.

Prestó sus servicios como piloto aviador en la Compañía que hacia el servicio entre Sevilla y Larache, con otro aviador montañés, el piloto señor Cayón.

La última noticia recibida, fue la de su hermano, del telegrama recibido que decía: "Aunque no oficial la noticia, se dice que está en Alcazargerer. Comunicaré noticias. - Cayón"

La desaparición del piloto aviador don Gerardo Vela, fue el comentario obligado en el pueblo, donde él había nacido y en donde residía su familia.

Todos los convecinos se preguntaban: ¿Será posible, que la fatalidad persiga a los aviadores de nuestro pueblo? Porque hacía pocos años, otro piloto aviador astillerense, Zenón Macías, fué victima de un accidente de avión en Cuatro Vientos al realizar pruebas de un aparato.

El 4 de junio de 1930, con mal tiempo en el Estrecho -nubes bajas, fuerte viento racheado, lluvia y mala visibilidad- consciente de la importancia de la puntualidad del correo aéreo que en aquellos años trataba de abrirse camino y consolidarse, despegó el aeródromo de Auámara, en Larache, con destino al sevillano de Tablada, pilotando un biplano, postal, De Havilland DH-9C.

Nunca llegó a su destino, ni se encontró su cuerpo, aunque sí se recogió del mar, en aguas de Barbate, una saca de la correspondencia que transportaba.

El reconocido aviador, Joaquín Cayón, que unía gran amistad con Vela, hizo grandes esfuerzos para encontrar algún indicio del avión desaparecido, trasteando a lo largo de la ruta que recorrió en ambos direcciones. No obtuvo ningún resultado positivo.

El 9 de junio, el padre del piloto, don Gerardo Vela, salió esa tarde para Sevilla, para tener noticias de la desapareció de su hijo.

A finales de junio, sus padres regresaban a Astillero procedentes de Sevilla y ya con la noticia de la desapareció de su hijo en el vuelo  de Larache y Sevilla y solamente quedaba por llegar al hallazgo del cadáver del malogrado aviador.

Por desgracia para la familia, nunca pudieron conseguirlo, pero siempre quedo en el recuerdo y  memoria en su pueblo.

El joven sargento piloto y aviador astillerense, Gerardo Vela, por 1926, prestaba sus servicios en el aeródromo de Cuatro Vientos.

Era primo del malogrado Florentino Vela.

Había conseguido con constancia y laboriosidad , obtener en el servicio militar lo que era un sueño cuando era niño: los títulos de piloto internacional y de mecánico aviador.

Cuando apenas contaba quince años y se hallaba en los antiguos talleres de Lavín, como aprendiz, ya expresaba su afición a la Aviación y, con un amigo, se propuso construir, en pequeño, un aeroplano, que datos sus escasos conocimientos en mecánica, no pudo llegar a construirse.

Pasó algún tiempo, y los éxitos obtenidos por aviadores montañeses le aumentaron las aspiraciones del futuro piloto; pero cuando le ocurrió a su primo Florentino la desgracia en el atrevido viaje Madrid-Santander, los padres de Gerardo le prohibieron hasta hablar de lo que aquéllos consideraban descabellados propósitos.

El joven Vela, seguía con sus intenciones de volar, y aprovechando la ocasión de haberse declarado en los talleres de Astillero, el año 21, una huelga, marchó a San Sebastián a buscar trabajo, y allí pudo ver realizados sus anhelos, puesto que consiguió atravesar los espacios en aeroplano.

Quedo encantado del vuelo aéreo e hizo firmes propósitos de hacerse aviador.

Ingresa en el servicio militar y, persistente en su idea, logra, después de diez meses, el título de mecánico aviador, y hace diferentes vuelos como observador y mecánico.

Posteriormente obtiene los empleos de cabo y de sargento.

Tras oposiciones consigue ingresar en la Escuela de Aviación, y, transcurridos dos años de estudios y pruebas, se le concede el título de piloto aviador internacional.

Durante el tiempo de pruebas, no había tenido ningún accidente alguno de importancia; solo tuvo tres cabotajes, uno de ellos, por parada de motor, encima de un pinar, cabotajes que supone vencer sin detrimento alguno.












viernes, 9 de febrero de 2018

TRANVIARIOS en la linea Santander-Astillero 1937




Componentes del Consejo y Obreros de Tranvias, personal de oficinas y talleres




Por febrero de 1937, se tenía conocimiento de la admirable y tenaz labor que al frente de la explotación de la antigua Sociedad "Tranvías de Mirada" estaban llevando a cabo los obreros, que regían los destinos de la misma.

Al frente de ellos, estaban dirigidos por el Consejo Obrero de los Tranvías, siendo presidente, Ulpiano Alonso y como vicepresidente José Bolado; Pedro Fernández, secretario y José Gómez, Junto Ibañez, Millán Garcia, Valentín Recio, Esteban Fernández, Miguel Salcedo, Pablo Garcia, Guillermo Salas y Andrés Iglesias, como vocales. Este último ocupo además el cargo de cajero.

Antes de estallar el movimiento subversivo de los militares, el Sindicato Tranviario ya tenía en estudio la incautación y explotación de la línea, en vista de la desastrosa gestión que el antiguo Consejo venía realizando.

Al ocurrir los sucesos, y por ausencia o encarcelamiento de los consejeros, se pusieron inmediatamente al habla con las Direcciones de Trabajo e Industria, quienes pusieron el visto bueno al informe que les habían remitido, pasando el examen de los ingenieros señores Paz Maroto y Sánchez Rivera, quienes refrendaron la petición.

El día 14 de octubre de 1936, se hicieron cargo de las líneas y talleres, reuniéndose en asamblea, de la cual salió designado el Consejo.

En dicha reunión se acordó que los ascensos, que se venían haciendo caprichosamente y sin tener en cuenta los méritos, se hiciesen por rigurosa antigüedad, previa una oposición en la que se demostrase la capacidad para ocupar el cargo.

Igualmente, se acordó poner cubiertas a las plataformas de los coches, evitando con ello molestias para el viajero y empleados, principalmente en los días de lluvia o vientos. Esos bastidores eran plegables.

Otro acuerdo fue el de abonar a los compañeros enfermos el sueldo integro y el de elevar de 1,25 a 3 pesetas diarias, el haber de los empleados jubilados.

También en caso de accidentes del trabajo, acordaron pagar íntegramente los jornales, en lugar de las tres cuartas partes que cobraban con la antigua empresa.

Además de los viajes gratuitos a las personas y niños que acudan a los Comedores. El Consejo Obrero facilitaban pases gratuitos para servicios de guerra, cuya cuantía se elevaba a 12.300 pesetas anuales.

La situación era caótica. Existía varias cuentas de crédito, totalmente agotadas, por importe de 220.000 pesetas. Pudieron rebajarla hasta el 31 de diciembre, a 20.000 pesetas y por estas fechas, ya las tenían saldadas.

Para la adquisición de carril, con objeto de cambiar casi toda la línea de Astillero, y para otras mejoras de la ciudad, el Banco Mercantil, en vista de la buena administración que llevaban, les concedieron un crédito de 235.000 pesetas y esperaban también la concesión de otro, por otra entidad de crédito local.

El Consejo Obrero estaba agradecido al director general de Trabajo y al de Industria, Antonio Ramos y Valeriano Puertas, por su valiosa ayuda y sus consejos.

Igualmente de todos los obreros y empleados, se han implicado en la empresa que se estaba llevando a cabo y trabajando con un entusiasmo digno del más cálido elogio.

Otra de las medidas tomadas al hacerse cargo el Consejo, fue proponer a la Asamblea del Sindicato, la elevación de los salarios, pues con los que tenían no eran suficiente para vivir dignamente.

De 6,50 pesetas, se elevó a 8,15 pesetas y además, el día de descanso se pagaba el jornal íntegro, en lugar de medio, que tenían.

Trabajaban las ocho horas y aun alguna más si les sería preciso.

Ese sueldo no estaba equiparado con la carestía de la vida, pero no les preocupaba, solamente de esta cuestión, porque el obrero debe interesar principalmente el desarrollo y crecimiento de la industria, pues era indudable que era indispensable su sostenimiento primero y estar bien atendida.

Al hacerse cargo, el Consejo Obrero, querían demostrar y así lo probaba los datos facilitados, la diferencia de su gestión y la de los anteriores gestores, los cuales solo administraban para ellos y no se preocupaban de mejorar la industria en la medida que merecía el pueblo de Santander.

Esteban agradecidos a la ciudad y para corresponderles a sus atenciones, habían introducido muchas mejoras en el servicio y rebajado el precio de los abonos para obreros, como el de los billetes de mercancías, en un 40 por ciento.

Los servicios no estaban mal y quieren mejorarlos. Era la mayor preocupación. Lo mismo en el de tráfico que en el de talleres, en que se estaban construyendo un nuevo coche y poniendo en condiciones otros dos más. Estos coches saldrían equipados como correspondía a una ciudad moderna. Tendrán asientos de gutapercha y otras comodidades de importancia

Desde la fecha de incautación hasta el 31 de diciembre, los beneficios brutos ascendieron a unas 98.000 pesetas. El producto de los billetes de viajeros vendidos, ha sido el de 318.861,10 pesetas; de abonos 27.2222,85, y de mercancías, 3.762,49, y de 2.000.000 el número de viajeros.

Se han pagado los jornales de los compañeros de las camionetas que quedaron cesantes. Las existencias del taller han aumentado, pasando de un valor de 100.0000 pesetas a 170.000.

Por esas fecha, estaban en circulación 33 coches, y muy pronto entrarán unos 40, los cuales circularan de dos en dos minutos.

Existían una plantilla, entre coches, oficiales y talleres, de unos 180 empleados.

Habían reparado la vía hasta Peñacastillo que se hallaba abandonada, sin tener en cuenta la cantidad de viajeros que circulaban por esta línea. Igualmente reformar completamente la del Astillero.

Acababan de regresar de Bilbao, gestionando con los Altos Hornos de Vizcaya el envío de mil toneladas de carril para dicha línea, para sustituir el carril viejo.


Después  del Alzamiento Nacional, la compañía Tranvías de Miranda, se hicieron de nuevo cargo de la empresa y estuvieron en servicio hasta que en 1951, fue adquirida por la nueva empresa, los hermanos Muñoz.












jueves, 1 de febrero de 2018

VENANCIO TIJERO ex alcalde (1869-1879)









(Archivo Municipal del Ayuntamiento de Astillero)








(Fe de bautismo)






En una esquina de la calle San José, existe una modesta placa que da nombre a la calle que en época atrás fue una de las mejores del pueblo y que reza "Calle de Venancio Tijero".

Don Venancio Tijero Cordero, hijo de Vicente, de Guarnizo, y de Juana, de Astillero, nació en Astillero, el día 1 de abril de 1825 y falleció soltero, en su domicilio, el 28 de mayo de 1879.

Falleció, pues a los 54 años, relativamente joven y de repente, pues la muerta no le dio tiempo de recibir siquiera los últimos sacramentos de la Iglesia.

Su sepelio, en cambio, fue sonado; asistieron a él, 19 sacerdotes más el párroco, que lo era Fray Matías González, monje jerónimo del monasterio de Monte Corbán.

Fue don Venancio marino en su juventud, pero abandonó esta profesión para dedicarse a otras actividades. Hombre de gran inteligencia y muy amante de su pueblo, figuró por primera vez en lo que pudiéramos llamar su vida pública, como teniente alcalde de aquella famosa Corporación nombrada "a dedo" en octubre de 1868 por la Junta de Gobierno Revolucionario de Santander, la misma que restableció de este modo la independencia administrativa de Astillero, suprimida de un plumazo dos meses antes por el Gobierno de González Bravo.

En la fecha 1 de enero de 1869, la Corporación municipal en pleno le nombró su alcalde y presidente, cargo que desempeñó ininterrumpidamente hasta el momento mismo de su fallecimiento.

Un resumen reducido de los acontecimientos más notables desarrollados en el pueblo a su impulso, durante los diez años que duró su mandato y silenciar necesariamente otros muchos que, aunque que también interesantes, no caben, naturalmente, en el estrecho marco de un articulo periodístico.

La supresión del Ayuntamiento de Astillero a que hemos hecho referencia, se había fundado, desde luego, en fuertes razones de insuficiencia en diversos aspectos y a fin de evitar el peligro de que esto se repitiera en la sucesivo, don Venancio Tijero influyó decididamente para que Guarnizo, que tenía desde antiguo ciertos resentimientos para con los demás pueblos de Camargo, a cuyo valle perteneció jurisdiccionalmente desde época inmemorial, solicitara en bloque su segregación de Camargo e incorporación automática al Ayuntamiento de Astillero.

Cierto también que Guarnizo era más afín a Astillero que a Camargo, no sólo porque lo separaba de éste la que entonces se llamaba Sierra de Guarnizo, sino porque Guarnizo y Astillero seguían perteneciendo a la misma parroquia, la de Nuestra Señora la Virgen de Muslera.

Este expediente se sustanció por R.O. de 30 de diciembre de 1871, en virtud del cual Guarnizo se segregó del Ayuntamiento de Camargo para su incorporación al de Astillero.

Con ello, según el empadronamiento de 31 de diciembre de 1872, resultó tener el Ayuntamiento de Astillero, 195 vecinos y domiciliados con casa abierta, con 995 habitantes, de los cuales pertenecían a Guarnizo algo menos de la mitad.

Desaparecieron, pues, las razones de insuficiencia de capitalidad y de extensión geográfica que determinaron la supresión del Ayuntamiento como tal en el año 1968.

Otro hecho que demostró el valor y la categoría que tenia don Venancio Tijero, es el siguiente:

En virtud de una R.O. de 1856 y ante la eventualidad de que el Estado pudiera poner nuevamente en servicio sus famosos astilleros, se prohibía toda clase de construcciones a ambos lados de la carretera de Parbayón a Boo. Todos los terrenos afectados por esta disposición eran de aprovechamiento comunal y en gran parte marismosos e insolubles.

Esta disposición perjudicaba enormemente a Guarnizo y por ello, don Venancio Tijero solicitó del Ministerio de la Gobernación, sin grandes esperanzas de conseguirlo, que se declarase como sobrante de vía pública una faja de terreno común de 60 a 80 pies a ambos lados de la mencionada carretera, pero al mismo tiempo el Ayuntamiento y la Junta Administrativa de Guarnizo, a propuesta del alcalde, declararon por su cuenta y riesgo, como sobrante de vía pública, una faja de terreno de una anchura de 80 ms.; se dividió seguidamente en lotes y se procedió a su venta, a medida que se solicitaban, con sujeción a ciertas condiciones generales, iguales para todos sus futuros propietarios.

El primer lote lo adquirió don Paulino Saiz.

Este fue el comienzo de una época de gran prosperidad y trabajo para Guarnizo, pues el producto de la venta de estos lotes correspondía íntegro a Guarnizo, que lo invertía, a su vez, en obras de urbanización y mejoras del pueblo.

En pleno desarrollo de este plan, don Venancio Tijero emitió "a posterior" un amplio y razonado informe en el que exponía abiertamente las poderosas y convincentes razones que le habían inducido a tomar tales medidas en pro de los intereses locales.

A este informe siguió un absoluto mutismo, sin que nadie osara formular la más mínima réplica o censura.

Otra labor suya de necesidad absoluta entonces y hasta un tanto espectacular fue la construcción del magnífico edificio diseñado para alojar en su planta baja las escuelas municipales, en el piso primero, las oficinas del Ayuntamiento y habitación para el maestro y en el sotabanco, habitación para el conserje.

Para preparar: el solar en que había de levantarse el edificio hubo que demoler antes, por prestación personal, un almacén inmenso y destartalado que el Estado había donado al Ayuntamiento y que procedía de los bienes que la Marina dejó en Astillero cuando abandonó estas instalaciones unos cien años antes.

El Ayuntamiento venía utilizando en parte este tinglado para oficinas municipales, cárcel y otros servicios.

A la subasta de las obras que se celebró el día 11 de mayo de 1878, se presentaron 12 pliegos y se adjudicó al que se consideró más beneficiosos para el municipio y que resultó ser el de don Pedro Berroya, de Santander, que se comprometió a construir las escuelas por 28.000 pesetas y el resto del edificio por 11.800 pesetas, o sea, por 39.800 pesetas en total.

Se obtuvo una subvención del Ministerio de Fomento de 18.000 y otra de la Diputación, cuyo arquitecto era también el de nuestro edificio público.

La escuela de niños la estrenó dos años después el maestro, don Simón de las Cagigas y la de niñas, doña Fidela de la Peña Muñoz.

El Ayuntamiento en sí se inauguró solemnemente el día 1 de enero de 1881, pero esta inauguración fue más bien un homenaje al que fue el alma de la obra, don Venancio Tijero, porque había fallecido año y medio antes.

Hubo dificultades para pagar las obras al señor Berroya y se llegó a un acuerdo con él para abonar en diez años la cantidad pendiente de pago, pero la Corporación municipal le fueron bastante bien las cosas y antes de lo previsto, en el año 1883, canceló totalmente esta deuda, lo que se celebró con una fiesta que consistió principalmente en izar el Pabellón Nacional, disfrutar un rato de música y disparo de algunos cohetes.

Así se acordó en contra del voto de un concejal, que proponía que estos gastos superfluos corriesen a cargo del peculio particular de los concejales y "nada" de los fondos del municipio.

Especial mención merecen también las Ordenanzas municipales aprobadas en el año 1877, que se consideraron como modelo de cuantos las conocieron y que estuvieron en pleno vigor durante muchos años.

Pero quizá su mayor ilusión fue la construcción de un edificio suficientemente amplio que sirviera de sala gálibos para el trazado de barcos mercantes de grandes dimensiones, como lo exigían ya los astilleros de entonces, a fin de poder continuar con la tradición naval, añorada en aquella época más que en otra cualquier porque precisamente en el año 1871 se terminó en la escollera, la famosa fragata ·Don Juan", el buque de mayor tonelada con que contó durante muchos años la matricula de Santander.

Don Venancio Tijero llegó a solicitar del Gobierno para esta construcción parte del producto que obtuvo la Administración de la subasta de los bienes del Estado ubicados en Astillero y que los tenia semiabandonados desde que dejó de prestarle su apoyo oficial.

Pero este proyecto preparado tan cuidadosamente y con tanto ilusión y fuertemente apoyado por los Organismos oficiales más calificados de la provincia, se "sobreseyó" en cuanto traspasó los limites de Santander.

Don Venancio Tijero, para obtener dinero con qué resolver en lo posible sus múltiples necesidades, recurrió a muchos medios, unas veces con éxito, pero otras sin él, como cuando en 1868 encomendó a su hermano Tomás, que residía en Cuba, una suscripción entre los hijos de este pueblo que allí vivían, para destinar su producto a mejoras locales, pero con tan mala fortuna que precisamente entonces comenzaba en aquella colonia española una guerra que había de durar diez años, entre nuestras tropas de ocupación y los indígenas, mandados éstos por el famoso don Carlos Manuel de Céspedes, guerra que terminó como se sabe, con la paz de Zanjón, en febrero de 1878. Y decimos que aquel recurso no tuvo éxito porque aquellos "gallegos" de Astillero pensaban más, naturalmente, en salvar su propia vida que en el sentimiento nostálgico de su querido pueblo.

En la primera reunión que celebró el Ayuntamiento después del fallecimiento de su presidente, se acordó que tan pronto como la Corporación municipal tomase posesión de la nueva Casa Consistorial, se inscribiese el nombre de don Venancio Tijero en el salón de sesiones, con una sucinta relación de las pruebas más notables de su generoso comportamiento en favor del Municipio, para que su ejemplo sirviese de estímulo a las corporaciones que le fuesen sucediendo en la dirección y administración de los intereses locales.

Pero, ni en el salón, ni en otro lugar figura, al menos visible, constancia alguna de dicho acuerdo en la menor referencia del alcalde astillerense más renombrado, benemérito y esclarecido del siglo XIX.

Y, menos mal que se dio su nombre a una de las calles del pueblo.

Estuvo de Alcalde, desde el 1 de enero de 1869 hasta 1879.

Venancio Tijero, murió a las cuatro de la tarde, en el pueblo del Astillero, casi repentinamente.

Pocas personas habría en Santander que no conozcan las bellísimas condiciones de carácter que le distinguía al señor Tijero.

El pueblo del Astillero había perdido sin duda alguna el hijo que con más decidido entusiasmo velaba constantemente por sus intereses, tomándose infinidad de molestias, y haciendo viajes frecuentemente a Madrid en busca de algo para el pueblo.

La muerte del señor Tijero fue muy sentida. La conducción del cadáver tuvo lugar en la tarde, del 29 de mayo 1879, a las cinco.





(fuente: Diario Montañés del 19 marzo 1966, autor: Nemesio Mercapide)