viernes, 27 de julio de 2018

ANTONIO GOMEZ atleta de Guarnizo









El domingo 22  de enero de 1933, se corrió la quinta prueba de la temporada oficial de la Federación Atlética Montañesa.

Cuatro clubs fueron a la clasificación por equipos de tres corredores, ganando la prueba individual y por equipos la Unión Montañesa, que contaba con un plantel de atletas muy potente y bien preparados para estas competiciones.

El recorrido muy bien seleccionado, tuvo todas las características del "Cross country", dando lugar, por su vistosidad, a que fuera presenciado por gran cantidad de público.

Treinta y seis corredores se alinearon en la meta, representando a los clubs, Unión Montañesa, Unión Juventud Sport, Deportivo de Cueto y Deportivo de Pedreña.

Estos cuatro clubs clasificaron sus equipos de tres corredores.

Los primeros kilómetros los hizo en primer lugar el corredor pedreñero Laso, en quien estaba depositada la confianza de salir vencedor de esta prueba. Pero el esfuerzo hecho en los primeros momentos le agotó, lo que dió lugar a que otros atletas, con más experiencia de este deporte, se reservaran para los últimos kilómetros.

El pequeño Gómez., de Guarnizo, ganador por quinta vez del primer puesto en la actual temporada. 

Su gran clase y preparación hizo concebir grandes esperanza para el pedestrismo cántabro. Su zancada acompasada desde la salida de la meta, hasta su llegada, sin gran esfuerzo, lo hace llegar a la meta sin fatiga.

Se tenía esperanzas en él, para otras carreras de mayor prestigio. La primera prueba a que sería sometido, seria al "Cross-Luchana-Bilbao", de la organización del diario bilbaíno "Excelsius".

Merecía mención especial los veteranos Pedro Domingo y Matías San José, quienes, que dejaron destellos de lo que fueron como atletas destacados.

Fuentes, Prieto, Laso y el pequeño Jacinto Gómez, son corredores que prometen y de quien se esperaban grandes triunfos.

Clasificación general:

1. Antonio Gómez, de la Unión Montañesa, en 24 m. 9 s.
2. Julián Fuentes, de la Unión Montañesa, en 24 m. 25 s.
3. Pedro Domingo, del Deportivo de Cueto, en 24 m. 35 s.
4. Matías San José, de la Unión Montañesa, en 24 m. 56 s.
5. Eleuterio Prieto, del Unión Juventud Sport, en 25 m. 21 s.
6. Julián laso, del Deportivo Pedreña, en 25 m. 30 s.
7. Celestino González, de la Unión Montañesa, en 25 m. 31 s.
8. Jacinto Gómez, de la Unión Montañesa, en 25 m. 45 s.
9. Francisco Cortés, de la Unión Montañesa, en 25 m. 50 s.
10. Alejandro Ortega, del Unión Juventud, en 26 m. 10 s.

Por equipos:

1. Sociedad Deportiva Unión Montañesa, con 7 puntos.
2. Unión Juventud Sport, 31 puntos
3. Deportivo Pedreña, con 31 puntos.
4. Deportivo de Cueto, 40 puntos.


El 26 de febrero de 1933, el unionista Antonio Gómez, familiar de Valentín y Manolo, famosos en el pedestrismo cántabro, alcanzó en Guipúzcoa un triunfo inesperado con ocasión del "cross" internacional celebrado allí.

"El Pueblo Vasco" de San Sebastián, comentaba el "cross" de la forma siguiente:

El domingo, según estaba anunciado, se disputó el "Cross-Country" internacional, participando los ases cántabros y vascos.

La prueba, respondiendo al ambiente reinante, se deslizó dentro de la mayor normalidad, resultando un espectáculo por demás popular, dada la afluencia del público que acudió al lugar de la carrera.

Una vez más se pudo observar la gran forma de nuestros atletas, particularmente Cialceta, que se impuso al lote y supo llegar triunfador, sin ser inquietado por nadie.

"Y el joven montañés". Esta pregunta parece que aun resonaba  en los oídos.

Y la respuesta, sin pretender establecer una afirmación, es que se trataba de un joven que, más que una promesa, era una realidad; pues la prueba del domingo, y su actuación, fue lo suficiente para clasificarle.

Desde el comienzo de la carrera, el montañés se limitó a seguir al bravo campeón, Cialceta; y sus deseos fueron satisfechos, ya que llegó a la meta en segundo lugar.

El resultado de la carrera, fue como sigue:

Clasificación general:

1. Cialceta, de la Gimnástica de Ulía, en 40-34.
2. Antonio Gómez, de la Unión Montañesa, en 40-55.
3. Delgado, del Donostia F.C., en 41-14.
4. Simón, del Avirón Bayonnales, en 41-20.
5. Rodriguez, del Biarritz Oliympique, en 41-22.

Clasificación por equipos:

1. Gimnástica de Ulía, 18 puntos.
2. Donostia, 26 puntos.
3. Biarritz Oliympique, 43 puntos.


Estos eran los inicios del atleta de Guarnizo, Antonio Gómez, que después tuvo muchos éxitos deportivos con grandes triunfos nacionales e internacionales.


El 21 de julio de 1936, con motivo de la celebración en Ferrol de los Campeonatos de la Marina de guerra española, el cántabro Antonio Gómez Urtiaga, atleta de la F.A.M, tuvo un gran éxito deportivo.

Este atleta se inicio en el cross con los colores de la S.D. Unión Montañesa y su revelación fué en el Campeonato de España de Cross Country celebrado en el Hipódromo de Bella Vista en 1928.

Corrió en esas fechas como infantil y su clasificación general y marca hizo que Cantabria pusiera en él toda su esperanza en el deporte atlético.

En el Cross Internacional corrido en San Sebastián, se clasifico en segundo lugar, primero de los españoles, a dos segundos del primer francés, compitiendo con el famoso atleta Dolques.

En los Campeonatos de la Marina batió su propio record, de los 800 y 1.500 metros, recibiendo la más calurosa felicitación del almirante de la Escuadra.

Antonio Gómez Urtiaga, fue el primero de una dinastía de deportistas, todos atletas, que consiguieron llevar muy alto el nombre de Guarnizo.

Sus hermanos Valentín y Jacinto, fueron notables atletas con grandes triunfos en Cantabria y sus sobrinos Antonio y Tinín Gómez López, también siguieron la estela de su tío.










viernes, 20 de julio de 2018

SERVICIO DE BARCAS ASTILLERO-PONTEJOS.





 (del libro Astillero Historia Gráfica)





 (del libro Astillero Historia Gráfica)









El servicio de las barcas que trasladaban viajeros de Astillero a Pontejos, era muy conocido y quién no tiene recuerdos de estas travesías.

Aquel que solicitaba el servicio, pronunciaba la palabra ¡barqueroo! y rápidamente le contestaban ¡va!

Sobre la superficie del agua un lanchón chato se deslizaba a golpe de remo hasta la orilla opuesta, y en unos minutos después el viajero había atravesado la ría, y todo al módico precio de unos céntimos que, incluso tiempos en que éstos tenían, al menos para los vecinos de Pontejos, carácter de absoluta voluntariedad.

Al principio se hacían las travesías en un lanchón, casi sin quilla, propiedad de la Junta Administrativa del pueblo de Pontejos. a golpe de remo de una a otra orilla. Por entonces no había muelles de atraque, sino unas rampas de madera que partiendo de tierra firme se centraban en el mar, siguiendo la bajamar, las cuales se utilizaban para embarque y desembarque de pasajeros y mercancías, luego ya se hicieron el muelle de piedra que ahora existe.

Pasados los años, fue dotado el servicio de magnificas motoras, lo que dio como resultado el que fuera más rápido el servicio, cómodo y más seguro, con un horario convencional, al que los usuarios tenían que atenerse.

Esto hizo "mella" a los pasajeros, acostumbrados hasta entonces en que los servicios no tenían horarios y se hacían de una manera constante, aunque fuera con una sola persona.

El día de la bendición de las nuevas embarcaciones con motor, fue un verdadero acontecimiento en los muelles de Pontejos.

Pero desde entonces ha pasado mucho y han sido más los vientos que han azotado la estrecha garganta que el mar forma entre el pueblo de Pontejos y el de Astillero.

Las cosas han cambiado con el tiempo y las circunstancias de la vida. Aquellas feas barcazas, inseguras, además, por su casi absoluta carencia de quilla, se había transformado en motores de grácil silueta, impulsadas por trepidantes pistones, regidas en su breve travesía por lo implacable de un horario convencional, y a él había que atenerse, esperando, pacientemente en los espigones de los muelles de hormigón construidos en ambos márgenes de la ría, que antes eran unas difíciles rampas de embarque y desembarque.

Han transcurrido mucho tiempo desde entonces. Cuantos patrones se han sucediendo a popa de lanchones y barquías, empuñando el timón..

En la memoria de los más viejos de estos pueblos ribereños se han perdido nombres y fechas; muchos de ellos aseguran que el servicio de barcas entre Astillero y Pontejos es tan viejo como la ría misma y su estampa.

Hubo ciertos años por entonces, existía gran interés entre los vecinos de Pontejos por quedarse con el servicio de la barca, pese a que sólo pagaban los pasajeros cinco céntimos, si eran forasteros, ya que los del pueblo estaban exentos de este requisito y pagaban a voluntad.

La subasta para explotar el servicio se hacía anual y se concedía al mejor postor, llegándose a poner en aquellos tiempos las mil o más pesetas, e incluso las dos mil en alguna ocasión.

Eran curiosas las subastan: Se reunían todos los aspirantes en un tendejón que había cerca del puerto con el presidente de la Junta Vecinal del pueblo y el cabo de mar de los carabineros. El presidente pedía la primera proposión y una vez dada iba subiendo paulatinamente hasta que entraba en juego la "cuarta" y la "diezma"; momento éste en que la competencia se veía de verdad con las últimas ofertas. Sino surgía la "diezma", el que daba la cuarta parte más de lo ofrecido aseguraba la explotación.

Se llegaba incluso a dar una oportunidad por si quedaba un postor. Entonces el presidente encendía una cerilla y ya se sabía, el que ofreciera la décima parte sobre el total, incluida la "cuarta" antes de que el fosforo se apagara, pasaba a ser el barquero oficial.

A veces se esperaba hasta que el presidente se quemara los dedos. Por este procedimiento, la última vez que se subastó la barca se pagaron dos mil pesetas.

De  los primeros barquereños, uno fue Marcelino Diez, ya en el año 1922 y estuvo alrededor de más de 35 años.

Los horarios de servicio, era de 6 de la mañana a 10 de la noche, con relevos entre los barqueros que formaban la sociedad.

Esta figuraba con arreglo a lo que exigía la Comandancia de Marina de dos barqueros y un patrón examinado. En aquellos años estaban Marcelino Vayas, Jesús Cavadas y Marcelino Diez.

Llegaron a tener la competencia en el servicio, que duró muy poco, ya que se unieron incorporándose a la sociedad, los hermanos Germán y Enrique Méndez, además del sobrino, Aurelio Llama.

El trabajo era duro, sobre todo en invierno, siendo lo más temible los temporales del viento Sur, para los barqueros y para los pasajeros.

A veces no se podía hacer la travesía por este motivo y la gente con gran pesar, se veía obligada a dar la vuelta por Heras para llegarse hasta Astillero, teniendo que regresar al pueblo si persistía el temporal, haciendo el mismo recorrido.

Aparte de los viajeros, también trasladaban mercancías de toda clases, animales, materiales de construcción, en fin de todo.

Las vacas y los "bocoyes" de vino lo hacían por su cuenta, las primeras amarradas por los cuernos al costado de ésta nadando y con el rabo fuera del agua, también agarrado por aquello de que dicen se ahogan estos animales por el sitio más próximo a este apéndice.

Los barriles de vino que hacían unas cuarenta cantaras flotando.

Hubo importantes personajes que hicieron la travesía en sus tiempos, banqueros, políticos, directores de Pedrosa, como los doctores Morales, Buenaventura, Muñoz y Aguilar, médicos, obispos, militares, el teniente coronel don Eduardo Prado. Por los años 24 o 26, don Ramón Franco, Ruiz de Alda y el mecánico-aviador Rada, que aterrizaron por aquellas fechas con un hidroavión en la finca de los Herrera de Pontejos.

Los días que más gente pasaban, era los lunes al mercado de Astillero, junto a los jueves y domingos con las visitas a los enfermos de Pedrosa.

En temporada estival, los domingos, se incrementaba el número de pasajeros con la juventud que de los pueblos limítrofes pasaba al Astillero y de este mismo pueblo acudía al baile que había en Pontejos llamado "La Flor de la Sierra".

Después de estos barquereños, le siguieron otros como José Cifrián, luego Casimiro Gómez,. Donato Díez, Francisco Bedia y algunos más.

Después de la jubilación estuvieron José (hijo de Jesús) y Lino (hijo de Nino), varios años, junto a Jesús Ladislao y Aurelio Llama, hasta que lo cogió Gabriel Tricio, de de Pedreña. Este fue el último y lo dejó cuando se inauguró el puente

Uno de los más ilustres barqueros, fue Jesús Cavada, quien estuvo treinta y cinco  empuñando el timón: Chus, era muy popular, con su aspecto típico del viejo lobo de mar.

El amigo Chus, contaba que por entonces eran otros tiempos, había gran lucha entre los vecinos por quedarse con el servicio de barcas, ¿y eso que sólo se pagaban cinco céntimos?

Chus termino sacando permiso de la Comandancia y a partir de aquel momento, treinta y cinco años remando con fuerza contra los toletes, empuñando el timón. Ha soportado vientos, lluvias, granizos....

 De cinco de la mañana a diez de la noche en servicio permanente.

A este viejo marino se le recuerda siempre sentado alegre en la popa, describiendo una parábola perfecta para atracar, poniendo la proa en dirección ya de la orilla opuesta, listo para partir de nuevo. Todos le conocían por sus famosas "cabalgadas" cara al sur.

En algunas fechas, el horario se mantuvo hasta esperar el último tren de la noche; aunque en tiempo de los romos lanchones se acababa el servicio al anochecer y quien quería llegar al pueblo a hora más avanzada o lo hacía por Heras, dando toda la vuelta o se aventuraba a través del "Caño" especie de pasarela que seguía los tubos de conducción de agua de los lavaderos de mineral, tendida sobre la ría de San Salvador.

Jesús Cavada "el barquero" empezó a transbordar viajeros por la ría en el año 1922, en una barca del pueblo y con las condiciones que el pueblo ponía: los obreros pagaban cinco reales al mes y los demás lo que buenamente quería, cinco céntimos, diez o nada.

Las barcas se concedían cada año en subasta y la primera adjudicación le supuso mil trescientas y pico pesetas; al año siguiente, algo más y después ya alcanzó la subasta a las mil seiscientas pesetas.
Todo ello para explotar de sol a sol una chalupa llana, capaz para unas veinticinco personas.

Estuvo cinco años seguidos, hasta que se marcho a América. Volvió para hacerse de nuevo con el servicio y a navegar para ya terminar en el año 1958 definitivamente, cuando se hablaba de la construcción del puente.

Días tras días, hasta que al marcharse, le sustituyó Fidel, el del puerto. Cuando lo dejo la segunda vez fue por quedarse de patrón en la lancha de Pedrosa.

Cuando volvió por segunda vez se ganaba quince céntimos. Había días que sacaba alrededor de los 35 céntimos.

Los días de sur eran los más temibles, en esa travesía en la que siempre soplaba el viento al lado de estribor o de babor, según que el viaje fuera de ida o vuelta. De nada servía muchas veces tratar de no dar costado al viento haciendo la travesía al triángulo.

No se conoce haber ocurrido tragedia grave alguna en todos los años de servicio de las barcas.

Al principio se manejaba el remo y más tarde el timón en las barcas que lo tenían, la época de la "Wikinga", la "Maria Jesús" y la "Maria del Pilar".

Una de las noches más triste, fue cuando el viento llevó hasta la desembocadura de la ría de Boo. Otra noche en que se había roto amarras la barca y quedaron la deriva hasta esperar al amanecer del día siguiente.

También hubo buenos ratos que transcurrían en la casa de Angela, tabernera del puerto.

Recuerda al doctor Aguilar y los doctores Lemes Toscano, Muñoz Garcia-Lomas, Presmanes, Meana que subían a la barca para llegar al Sanatorio de Pedrosa, más muchos viajeros de todas las provincias de España que visitaban ese Sanatorio.

El último barquero fue Gonzalo Tricio, destacado marinero, que su oficio fue transportar personas en barca cincuenta veces al día y vuelta, desde las seis de la mañana hasta la diez de la noche.

Tenía dos lanchas a motor y una de remo, a la que llamaba la "La Vikinga".

Venia cobrando a los obreros por el servicio seis pesetas a la semana y al final, llegó a subirlo hasta diez. A los viajeros, les cobraba dos pesetas en un principio y después tres por ida y vuelta.



Bien merece hoy ser recordado estas travesías de las barcas de Pontejos a Astillero, con algún monolito o placa colocada en el muelle pontejano. (hubo en unas fechas que solicitaron tal homenaje, no llegándose a culminar)










viernes, 13 de julio de 2018

UNION CLUB - Toluca 29 de junio 1969




Unión Club, campeón de la Copa de Cantabria en 1969

Beto - Gelín - Poo - Corona - Vazquez - Miguelo
Juanma - Gómez - Campín - Vierna - Dirube



Con los partidos Unión Club y Toluca, final de la Copa de Cantabria y el desempate por la promoción entre el Reocin y el Camargo, terminó el 29 de julio de 1969, la temporada del futbol regional.

En la final de la Copa Cantabria, venció el Unión Club por 2-1.

Mucho ambiente trajo consigo el encuentro entre dos equipos de gran solvencia del fútbol regional, nada menos que el poderoso unionistas de Astillero y el sorprendente Toluca de Santander, equipo que había logrado ascender a la primera categoría regional y quienes habían podido clasificarse para la final de la Copa Cantabria, tras eliminar al campeón Laredo.

El partido jugado en los campos de Adarzo, fue entretenido y bonito, jugando bien los dos equipos en el centro del campo, no así en las áreas, donde las dos delanteras, se mostraron poco efectivas, a pesar de los tres goles conseguidos.

En ello, destaco el guardameta astillerense Miguelo con varias intervenciones que evitaron el gol y por lo contrario, el meta santanderino, Moncalián, no tuvo acertado, pudiendo haber evitado el triunfo de los del Astillero.

Los comienzo del encuentro fueron para los astillerenses, creando más peligro y dominaron el juego del centro del campo en virtud del trabajo de los medios, Campín y Gelín; pero la delantera no creaba peligro alguno por la buena labor defensiva del Toluca, particularmente por los laterales, que destacaron para su equipo.

En los veinte últimos minutos del primer tiempo, es el Toluca quien paso a dominar por mediación del jugador Luque, quien impuso su clase para crear muchas ocasiones de remate, pero todas fueron desafortunadas.

El primer tiempo finalizó con el marcador de uno a cero a favor del Unión Club, conseguido a los diez minutos en un tiro de Vierna, que de forma incomprensible se le escapó a Moncalián de las manos, lo que aprovechó Dirube para marcar.

En la segunda parte, siguió jugando mejor el Toluca durante los primeros veinte minutos y a los diez, en una pase de Escalante, Tazón consiguió empatar.

Desde ese momento, los astillerenses volvieron a dominar el partido y son de nuevo los medios Campín y Gelín, los que se hacen dueño del campo y crean peligro ante el meta Moncalían.

En el minuto cuarenta y tres, es Gelín quien cuelga un balón sobre la portería contraria, que Moncalián no pudo despejar perfectamente y la pelota se introduce dentro de la red, consiguiendo así los astillerenses el gol que le supondría el triunfo final.

Fue una victoria bien merecida por los del Astillero, aunque nada fácil como pensaban antes del encuentro, debido a que los santanderinos fueron unos dignos rivales.

Destacaron por el Unión Club, Vázquez, Campín y Gelín, por el Toluca, Cobo, Abascal, Luque y López.

Arbitró el colegiado señor Arozamena, que no convenció a ninguno de los equipos.

Las alineaciones fueron:

Unión Club: Miguelo; Corona, Vázquez, Poo; Gelín, Berto; Dirube, Campín, Juanma, Vierna y Gómez.

Toluca; Moncalián; Cobo, Mateo, Abascal; Luque, López; Castresana, Pepín, Escalante, Fonso y Tazón.

Al final fueron entregado los trofeos de campeón y subcampeón a los respectivos equipos por mediación de los federativos provinciales.

El equipo astillerense lo formaban jugadores veteranos, Miguelo, Gelín y Campín; y jóvenes promesas, mi amigo Manolín Dirube y quien fue gran jugador racinguista y torrelaveguense, Poo, que le recordamos por haber fallecido hace muy poco tiempo.

En la temporada finalizada de 1968-1969, el Unión Club quedó subcampeón y el Laredo, campeón de la Primera Categoría Regional.












viernes, 6 de julio de 2018

ASTILLERO inauguración del dique nº 2, en Talleres de Astillero













El día 8 de enero de 1969, a las cinco de la tarde y como estaba previsto, se celebró la inauguración oficial del nuevo dique seco construido en El Astillero para la empresa Astander.

La ceremonia que revistió gran solemnidad, fue presidida por el subsecretario de Industria, don Angel de las Cuevas, a quien acompañaban el gobernador civil de la provincia, don Jesús López-Cancio; general gobernador militar, don José Maria Garcia Landeira; segundo comandante de Marina, don Luis Maria de Gorostiza; presidente de la Diputación, don Pedro Escalante Huidobro; alcalde de Astillero, don Leopoldo Pérez y del Santander, don Maximo Fernández-Regatillo; delegado de Información y Turismo, don Luis Herrero Tejedor; de Trabajo, don Benigno Pendás, y de Obras Públicas, don Antonio Ruiz; presidente de la Junta del Puerto y Cámara de Comercio, don Pedro Pérez del Molino; delegado provincial de Sindicatos, don Alfonso Manso de las Moras y teniente coronel jefe de la Guardia Civil, don Francisco Javier Cereceda.

Se encontraban también, don Enrique de Sendagorta, presidente del Consejo de Administración de la S.E. de Construcción Naval; don Leandro Fernández Muñoz, representante general de Bereau Veritas en España; director de la factoría de Astander, don Luis Arias Sánchez y numerosas personalidades vinculadas al mundo de los negocios navieros.

Comenzó el acto con unas palabras que pronunció ante el branque del "Durango", buque inaugural, el párroco de Astillero, don Francisco Martinez, quien a continuación impartió la bendición sobre el varadero.

Terminada la ceremonia religiosa, las autoridades e invitados, guiados por el director y altos empleados de Astander, giraron una detenida visita al dique y a sus instalaciones complementarias, para las cuales tuvieron grandes y justificados elogios.

Visitaron también el nuevo muelle de armamento para buques que había sido construido en el anterior dique por su parte de babor, magnifico atracadero de 360 metros de eslora y 6 metros de calado en bajamar viva, y que está dotado de dos grúas móviles de 1 tonelada a cualquier radio, hasta 20 metros.

Toda la factoría, el "Durango" y los demás buques que en ella reparaban, se hallaban profusamente engalanados y saludaron con toques de sirena el momento de la inauguración.

Anteriormente, el domingo 5 de enero, fondeó en la canal el "Durango", para su reparación en el dique seco del Astillero y con él se inauguraría el nuevo dique oficialmente. Porque, aun sin esa ceremonia, el estreno lo había protagonizado otro barco, el "Rio Pas", hacia pocas fechas.

El "Durango" era un petrolero desconocido por los muelles santanderinos.

El nuevo dique, seria por entonces el segundo de España y se incluiría entre los grandes de Europa.
Las medidas del dique, eran de 231 m. de eslora y 32 m. de manga.

En esas fechas, ocupaba un duodécimo lugar entre los diques Europeos, como el Puerto de Marsella nº 8 de Marsella; Firth of Clyde Co. Ltd, de Clydebank; Cammel Laird Co. Ltd, de Birkenbead; Vickers Amstrong Ltd, de Heeburn; Siley Cox Co. Ltd, de Falmouth; Mercantile Graving Docks, de Amberes; Puerto de Génova, de Génova; Puerto de Marsella nº 9, de Marsella; N.D.S.M., de Amsterdam; Puerto de Burdeos, de Burdeos; Empresa Nacional Elcano, de Cádiz.

Aparte de tener previstas dos puertas de cierre; de barco una, lo que no constituía ninguna novedad en Santander, y otra abatible, ello le hacía al varadero poseedor de unas cualidades especialísimas.

Supuesto el cierre exterior con la puerta abatible, la colocación posible de la otra en dos partes distintas del dique, a los tercios aproximadamente de su eslora, podría dividirse en otras tantas secciones de 65 y 145 metros, con total y absoluta independencia entre ambas.

Había que tener en cuenta que los barcos que irían a varar lo habrían de hacer en lastre, lo que quería decir, que su calado no es el que se citaba en las listas oficiales, o lo que es lo mismo, en cargo, sino bastante menor. Por lo tanto, suponiendo el canal de acceso al dique -en mare muerta- de unos 34 pies (siete metros) por su parte menos profunda, había calado suficiente para que podrían acceder al mismo petroleros de 32.000 T.P.M. que venían a tener en lastra 19 pies o 5,80 metros, bajo las lumbres de agua.

Las características del dique, eran de una eslora total a nivel de los picaderos de 231 metros y manga al mismo nivel de 32 metros y calado de 9 metros. Su sistema de achique, dotado de tres bombas de 8.000 metros cúbicos por hora, permitiría el vaciado total, sin buque varado, en tres horas. Estaba servicio además, por una grúa de 40 toneladas y dos de 15, completaba instalación de tubería para aire comprimido, agua potable, oxígeno y acetileno y luces a nivel del picadero.

Podrían varar en él barcos de 54.000 toneladas de peso muerto, cuya eslora y manga cabían dentro de las dimensiones del dique, que además estaba preparado para recibir en él, mediante divisiones totalmente independientes que podrían practicarse a los tercios de su longitud uno del tamaño del  "Covadonga" y otro de las características del "Guarnizo", por citar dos buques bien conocidos en Santander.

Con la puesta en servicio de éste dique, la empresa Astander, contaría con tres diques secos y dos carros-varaderos y con ello estaban en las mejores condiciones para los trabajos de reparación de toda clase de buques.

En la construcción del dique nuevo, han participado la empresa AGOSA de Proyectos y Obras.

Cementos Alfa, quienes suministraron el cemento PHA para la obra.

Rilez Electricidad, que instalaron toda la electricidad para el nuevo dique

En 2016 se efectuaron obras para la ampliación del dique nº 2, incrementado su maga a 34 metros, lo que permitiría varar buques con anchuras de 32,24 metros.

Hoy los Talleres tiene futuro y ya es una realidad, la consolidación del astillero en la reparación, conversión de barcos y especialmente, en la adaptación medioambiental de la emisión de gases de los buques.