viernes, 27 de octubre de 2017

ASTILLERO destructor "Marqués de la Ensenada"








El día 2 de octubre de 1981, a las cinco de la madrugada, un artefacto explosivo de gran potencia, colocado en el casco del destructor antisubmarino "Marqués de la Ensenada" estalló, ocasionando una importante vía de agua que origino la inundación de la cámara de las calderas de combustible.

La carga, posiblemente colocada directamente en el casco del buque, había ocasionado un boquete de forma cuadrada de unos tres metros de diámetro en la parte central de babor.

El destructor estaba atracado en el muelle, frente a la Comandancia de Marina.

Ese día a las 13:05, una llamada anónima recibida en el programa radiofónico "Onda Pesquera" de Radio San Sebastián, había reivindicado el atentado por la organización ETA, habiendo amenazado con otra próxima explosión en alta mar.

Afortunadamente, no se registró víctimas, pero según informó el comandante del destructor, José Luis Martinez Ripoll, "si la explosión se hubiera producido unos metros más hacia proa, podría haber habido muchos muertos".

Efectivamente, muy próximos a la parte afectada se encontraban los dormitorios de los marineros, que a esa hora de la madrugada se encontraban lógicamente dormidos.

Cinco minutos antes de la explosión una llamada recibida en el Parque de Bomberos daba cuenta de la colocación de "un petardo" que estallaría a las cinco en punto.

La rápida intervención de los bomberos municipales y de los hombres que se encontraban a bordo del destructor, limitaron los daños causados e impidieron que la inundación se propagara, lo que hubiera sido muy peligroso para la seguridad del barco.

El boquete practicado en la obra viva del casco fue taponado por buceadores de la Armada y dotación del destructor con un improvisado sistema de entarimado de grandes proporciones compuesto por tablones de madera por un lado, y por otro, por las propias colchonetas de los marineros que, aprisionadas al casco, hacían las veces de ventosas. La operación que duró aproximadamente una hora, impidió que siguiera entrando agua en la cámara de la caldera, que a pesar de todo quedó totalmente inundada.

En esos momentos, hubo un comunicado oficial, de los hechos ocurridos, del cuartel general de la Armada, que decía textualmente:

" La Oficina de Información, Difusión y Relaciones Públicas del Estado Mayor de la Armada, comunica que el artefacto que ha producido daños en el destructor "Marques de la Ensenada" puede haber sido colocado en unas vigas del muelle, por debajo del piso ".

"El explosivo al parecer fue de gran potencia. La rápida intervención de la dotación del buque, así como la eficaz colaboración de los bomberos y Guardia Civil, consiguieron limitar la extensión de los daños, impidiendo inundaciones peligrosas para la seguridad del buque ".

" Se ha efectuado el taponamiento provisional del orificio ocasionado por la explosión, que se encuentra por debajo de la línea de flotación, y se está actualmente a la espera de que, a media tarde, se traslade el buque a los astilleros de Astillero para su reparación definitiva ".

A las seis de la tarde, el destructor "Marqués de la Ensenada" fue traslado por dos remolcadores a Astillero de Santander para proceder a su reparación de manera provisional, ya que una vez subsanada las principales dificultades, el barco se trasladará a su base de El Ferrol donde sería sometido a una revisión ya completa y exhaustiva.

Los trabajos para taponar el boquete practicado por el artefacto explosivo, así como los de descarga y achique del agua se prolongaron a lo largo de todo el día y hasta el momento de ser remolcado y fueron realizados por miembros del cuerpo de bomberos, las dotaciones del propio destructor y las del "Gravina" y "Méndez Núñez" que precisamente tenían prevista su entrada en el puerto en la mañana de ese día.

En el mediodía el buque tanque "Teide" abarloó el "Marqués de la Ensenada", con el fin de trasvasar el combustible contenido en la otra caldera que resultó sin desperfectos.

Todas las cargas iniciadoras, así como los explosivos con los que va armado el destructor fueron colocados en camiones del Regimiento Valencia de Santander.

Por personal de Campsa fue esparcido gran cantidad de detergente en la zona cerca al destructor en donde se había formado una gran mancha de petróleo producida por la rotura de la caldera. Para evitar que la mancha se esparza y contamine la había se utilizaron alrededor de 80 bidones conteniendo el detergente, cada uno de una cantidad aproximada de 200 litros.

Por la tarde llegaron a Santander el capitán general de la zona marítima de El Ferrol, Miguel Romero Moreno y el almirante comandante general de la flota, Manuel Quijano Manso. Ambos estuvieron presentes en las tareas de achique de agua y descarga del barco y permanecieron en el puerto hasta que fue trasladado a Astillero.

Buceadores de la Marina, una vez remolcado el destructor, procedieron a recorrer toda la zona del puerto para asegurarse de que no se habría colocado ninguna otra cargo explosiva en sus inmediaciones.

El artefacto que hizo explosión, y que abrió una vía de agua en el agua en el casco del destructor de la Armada española "Marqués de la Ensenada" estaba compuesto, al parecer por unos cuatro o cinco kilos de "goma-2".

Personas expertas en materiales explosivos se inclinaron a opinar que la carga debió de ser colocada adosada al casco del destructor o más próxima a éste que al muelle, porque pese a que el agua es un elemento colaborador extraordinario en la propagación de la onda expansiva, de haber estado colocada junto a la defensa de madera de las machinas, éste tendría que presentar daños superiores a los que recibió.

Calcular cómo el autor o autores del atentado llevaron a cabo éste y concretamente cómo pudieron salvar las medidas de vigilancia para colocar la carga es sumamente difícil, pero algunas fuentes de inclinaban por dos teorías: Puede haber sido colocada la carga de "goma-2" o la mina magnética pegada al casco por hombres ranas que pudieron aproximarse al barco con la colaboración de un bote de los utilizados por los pescadores en la bahía. La otra posibilidad es llegar hasta la altura del destructor a través de los pilotos ubicados bajo la machina.

Se descartó en las primeras investigaciones llevadas a cabo, que la bomba durante la estancia del "Marques de la Ensenada" la tarde anterior en la dársena del Cuadro, del Barrio Pesquero, en el muelle de Campsa, para tomar combustible puesto que horas después ya atracado nuevamente a la altura de la Estación de Sanidad, a pocos metros de la Comandancia de Marina, fue inspeccionado detenidamente su casco por "hombres-rana" de la Armada, concretamente a las seis de la tarde, sin detectar alguna anomalía.

El objetivo de los autores de este atentado, era de alcanzar algún lugar vital del barco como pudiera ser su sala de máquinas, inutilizando ésta, aunque el impacto quedó no muy lejos de la cámara que alberga la "santabárbara" del barco, que de haber sido alcanzada, hubiera producido en número incalculable de víctimas; no solo entre los 318 hombres de la tripulación, sino de los barcos próximos e incluso de la población santanderina.

El ruido de la explosión no fué muy grande, puesto que si bien en lugares cercanos lo pudieron oír, no así desde otros puntos de la ciudad, que se enteraron de lo ocurrido más tarde.

El "Marqués de la Ensenada" era un destructor antisubmarino, versión modernizada -junto con el Roger de Lauria- del tipo "Oquendo" transformación que fue llevada a cabo diez años después de su botadura, que fue el día 15 de julio de 1959 en los astilleros de la empresa nacional Bazán, en Cartagena, donde fue construido y entregado al año siguiente a la Armada.

El "Marqués de la Ensenada" tenía una tripulación de 318 hombres y sus características principales eran: 117 metros de eslora, 13 m. de maga, 5,5 metros de calado y su desplazamiento era de 3.785 toneladas.

Estaba equipado con tres calderas y dos turbinas con una potencia de 60.000 CV. pudiendo desarrollar una velocidad de 13 nudos y tenía una autonomía de 3.150 millas.

Su armamento estaba compuesto por seis cañones de 127 mm. cuatro tubos lanzatorpedos sencillos y triples y tenía en su cubierta un helicóptero contando asimismo con tres radares de exploración aérea, de superficie y dos equipos de detección acústica y, un completo equipo de comunicaciones.

La labor de este destructor, que era el tercero que llevaba el nombre del que fue VIII Ministro de Marina de 1701-1781, era de cubrir misiones de impermeabilización de las fronteras marítimas, estando prevista su estancia de cinco meses en el puerto de Santander.

El destructor de la Marina "Marqués de la Ensenada" (A-43), una vez conocidos los daños producidos por la carga explosiva sobre su casco fue tratado por los técnicos de la Armada y de "Astilleros de Santander" de Astillero, con objeto de taponar, en el menor breve tiempo posible, el boquete y trasladar el buque hasta estos astilleros, para proceder en ellos su reparación.

Como media inmediata se colocó al barco un pallete, es decir, una especie de "venda" a base de una estructura de madera rígida con el interior de colchones de foamex, todo ello aprisionado con cables por debajo de la quilla y sobre cubierta, remolcando así a la nave hasta el Astillero.

El Marqués quedo varado en seco en el dique grande de esos astilleros, en donde como primera medida, le fueron conectados todos los servicios de agua, gas, electricidad, teléfonos, telégrafos, etc. a la vez que se procedía a la limpieza de agua en las sentinas inundadas, que habían sido afectadas por la explosión.

Esta operación de la limpieza de las sentinas, así como desgasificar la zona afectada, llevó varios días y de acuerdo con los técnicos de la Armada, se procedió a colocar unas nuevas chapas al casco del buque, labor que también ocuparía varios días.

La reparación se hizo perfectamente en Santander, dada la alta tecnología y el conocimiento de estos trabajos en unos astilleros como son los de "ASTANDER" en donde precisamente su especialidad reside en la reparación de buques.

Para comprobar mejor los daños y el sistema de trabajo en la reparación del buque, estuvieron el día 3 de octubre, en los Astilleros de Santander, el capitán general de la zona Marítima del Ferrol, don Miguel Romero Moreno, así como el almirante comandante general de la flota, don Manuel Quijano Manso.

Aproximarse al dique seco de El Astillero, para ver al buque, era tarea imposible e incluso aquellos que deseaba tomar fotografías, puesto que habían sido totalmente prohibidas. Se hacía sospechoso para la extraordinaria vigilancia armada todo aquel que se colocase detrás de un teleobjetivo, siendo labor imposible tratar de recoger gráficamente cual era la situación real del destructor y no digamos nada tratar de conocer el alcance de la vía de agua ya visible al estar en el dique seco.

Tras ser reparado el buque zarpó a El Ferrol.


El día 2 de octubre de 1981, fue una fecha para recordar para los santanderinos, por el triste suceso ocurrido en nuestra ciudad y también para los astillerenses, que pudieron contemplar durante días atracado en el dique al buque,  a pesar de las medidas de seguridad que existía.

















viernes, 20 de octubre de 2017

ASTILLERO en la gripe de 1918








A finales de septiembre y principio de Octubre de 1918, en la provincia y en la capital, se llegaban noticias oficiales del estado sanitario y los medios para prevenirse contra la invasión de las enfermedades contagiosas, que amenazaba y algunas de las cuales ya habían hecho su aparición en la provincia, si bien el número era limitado y si con carácter benigno.

El Inspector Provincial de Sanidad, señor Morales, creía que las observancia de las prescripciones higiénicas por él promulgadas podían preservar de todo contagio y reducir los focos de infección hasta poder lograr pronto su absoluta extinción.

Las noticias llegadas al Inspector Provincial de Sanidad y sus consejos para evitar la propagación de las enfermedades contagiosas presentadas en la provincia, se resumía en una nota oficial, que citado doctor, había facilitado a los periodistas.

En ella, figuraba la población de Astillero, con el siguiente texto:

"Astillero. El Inspector Municipal denuncia los pozos negros de las casas del barrio obrero, propiedad de los señores conde de Mansilla, Quintanal, Laguno y Palacios.

También denuncia otros focos de infección y suciedad.

El Inspector provincial de Sanidad ha dirigido a dicho Ayuntamiento un oficio concebido en los siguientes términos:

Primero. Que se reúna la Junta de Sanidad y, si es cierta la denuncia, se proceda al inmediato saneamiento.

Segundo. Si los pozos negros no son "mouras" que cumplan el reglamento de Sanidad rural, que impondrá a sus dueños una multa de 50 pesetas, y se les dará ocho días de término para que los pongan en condiciones, sin que esto quiera decir que se dejen de emplear otros medios de saneamiento más completos".

El 9 de octubre, se había detectado en Astillero, cien casos de gripe y varios graves.

Era de considerar la labor de "los curas" quienes más expuestos estaban de la epidemia, porque eran los  que día tras día vivía al lado del enfermo, y poco a poco, se hagan a la atmosfera infestada.

El cura acudía generalmente al foco de la infección, cuando el enfermo estaba próximo a la muerte, se sentaba a la cabecera del lecho y ponía el oído junto a la boca del moribundo. Y esto muchas veces al día y muchos días a la semana.

Ya había muerto, a consecuencia del contagio, el coadjutor de Comillas, el joven sacerdote, don Herminio Rivas y estaban enfermos en el Astillero, el párroco y el coadjutor, don Valentín Palazuelos y don José Castro; y el capellán del Asilo, don Juan A. Ruiz.

Hubo necesidad de buscar a otros que los sustituyesen. Voluntarios han ido a su lugar, al puesto del honor de asistir a los enfermos, el catedrático del Seminario, don César San Emeterio y los presbíteros, don Juan Antonio Lama y don Aurelio Cagigas, a quienes precedieron en los primeros momentos también a petición suya, el P. Lucas, pasionista, y el mismo capellán del Prelado, don Federico Rasilla.

En la fecha 18 de octubre, la Junta Provincial de Sanidad, solicitó hacer la inspección al tranvía de Astillero, fue el Ayuntamiento de Santander, el encargado de realizarlo.

El 21 de octubre, se comunicaba que en el pueblo de Astillero, existía más de 500 atacados por la gripe y las defunciones podían contarse como término medio, de tres diarias.

También desde ese municipio, pedían al Gobernador un automóvil para el transporte de los enfermos y recursos para atender a las necesidades de los afectados pobres.

El 26 de octubre, el pueblo de Astillero, había copiado el ejemplo de la Asociación de Vecinos de Santander, fundando una Asociación constituida por el párroco, Alcalde, autoridades y destacados vecinos. Además la colaboración de todos los vecinos.

En esas fechas, la Alcaldía solicitaba un médico, por haber caído también enfermo el doctor Ezquerra.

Por el  1 de noviembre, en Astillero, continuaba decreciendo notablemente la epidemia.

El 4 de noviembre, se comunicaba el fallecimiento del presbítero, don Aurelio Cagigas Bolado, en Revilla de Camargo. Este joven sacerdote adquirió la enfermedad en  el Astillero, a donde había sido voluntariamente a cuidar enfermos, a pesar de estar algo delicado de salud.

Otro voluntario, don Eduardo Cagigas, que durante quince días había estado asistiendo con extremado celo a los atacados del Astillero y Guarnizo, supliendo a los párrocos enfermos, también contrajo el mal, con tanta gravedad, que se temía por su vida.

En las fechas del 12 de noviembre, comunicaban que en Astillero la situación había mejorado y en Guarnizo, ya se encontraba estacionada.

Por el 17 de noviembre, en Astillero, ya se consideraba afortunadamente desaparecida la maldita gripe, que tantos estragos había causado en Europa y como no, a este municipio, con estos datos oficiales:

El 1 día de noviembre, falleció, dos personas; el día 2, tres; el 3, una; el 4, una; el 5; una; el 6, una; el 8, una; el 9, una; el 10, una y el 13, una. Han sido 13 los que han fallecidos durante esos quince días. En su mayoría eran niños de corta edad.

Ha sido fechas muy complicadas para Astillero, donde la epidemia se extendió con graves complicaciones, existiendo bastantes enfermos de bronconeumonía.











viernes, 13 de octubre de 2017

ASTILLERO, en la huelga general revolucionaria de octubre de 1934








En octubre de 1934, Santander se encontró con la huelga general revolucionaria.

El 5 de octubre de 1934, en Astillero se circuló el rumor de que en Santander se había cerrado el comercio por la tarde y se temía que no hubiera trenes de regreso para Astillero, por cuyo motivo algunos viajeros renunciaron ir a la capital.

Ese día en Astillero no hubo ninguna novedad, cerrándose los comercios a la hora de costumbre y los establecimientos de bebidas, por orden de las autoridades, una hora antes de costumbre.

Algunos grupos y grupitos de jóvenes celebraron la proximidad de la huelga revolucionaria cantando el moderno himno socialista del "puño cerrado", hasta las diez de la noche en que cesó toda clase de ruidos.

El vecindario se acostó con la preocupación del día siguiente e intrigadísimo al extremo.

El sábado 6, se abrió el comercio a la hora de costumbre, pero apenas se habían comenzado a abrir las puertas y quitar tableros y correr las persianas, un grupo de jóvenes menores de edad, comenzaron a repartir unas tiras de papel escritas a máquina dentro de unos sobres blancos, que decían: "Ordenamos a usted al cierre de su establecimiento al recibo de la presente" y estampado ovalado que ponía "Frente único obrero" Comité local. Astillero.

Detrás de dicho grupo venia otro de jóvenes de 22 a 27 años que observaban si se cumplían las "ordenes".

Dicho grupo se aproximó a la Plaza de Mercado y esperó a que salieran las personas que había en el interior abasteciéndose de carne, no permitiendo la entrada a ninguna otra y, cuando salió la última compradora, cerraron llevándose la llave, quedando en el interior los tablajeros preparando la carne para meterla en las refrigerados.

A la nueve de la noche se había congregado un numerosísimo grupo de gente en la calle de San José, frente al Ayuntamiento, comentando y hablando de la situación, dispersándose más que a prisa al oír "ahí vienen los de Asalto", porque se aproximaba un automóvil.

A las doce de la noche se anunció un incendio en la iglesia de San José.

El público, hombres, mujeres y jóvenes de todas categorías, sin distinción alguna, contribuyeron con los bomberos a sofocar el siniestro empleando todos los medios que tuvieron a su alcance.

El fuego fue iniciado en la sacristía, habiendo empleado los autores dos bidones de cinco litros de gasolina que derramaron por la ranura de la puerta y que se extendió al piso del local prendiéndole fuego.

Los daños fueron de escasa importancia.

En la estación de Astillero, se había intentado quemar el tren de viajeros que se hallaba en la primera vía preparado para salir por la mañana, en el cual y en uno de los vagones de segunda, habían colocado unas pajas impregnadas de gasolina debajo de dos asientos que habían comenzado a arder.

La oportunidad providencial de salvar a ambos trenes así como tal vez al mismo edificio de la estación fue el haber observado una de las hijas del jefe de la misma, don Samuel Pérez, el merodear de dos o tres individuos, que la produjo duda y recelo, avisando a su padre, quien bajo rápidamente y lo puso en conocimiento a las autoridades.

Los daños fueron de escasa importancia.

El domingo 7, en un día esplendido salió el vecindario a la calle acudiendo a la misa mayor, más fieles que de costumbre.

A la salida de misa el público presenció el traslado de las armas de fuego y de caza existentes en el establecimiento del industrial don Valeriano Gutiérrez, que trasladaban dos de sus hijos a la Casa Cuartel, siendo escoltados por dos parejas de servicio. Fue una determinación digna de elogio por parte de dicho industrial, para evitar complicaciones.

El día 8 lunes, apenas se había comenzado a abrir los establecimientos, la plaza de Mercado y colocado cuatro o seis puestos alrededor, se personaron unos cuantos obreros quienes ordenaron retiraran los géneros y se marcharan, así como a los comerciantes a que cerraran sus tiendas. A los tablajeros les permitieron vender hasta el mediodía, siguiendo cerrado el comercio en general.

Por la tarde se recibieron órdenes opuestas, de la autoridad militar con mando en plaza, dadas por el teniente señor Cecilia, para que el comercio abriese sus puertas como de costumbre hasta las seis de la tarde y comprometiéndose a garantizar la libertad de contratación o compra-venta, a partir del siguiente día.

A las diez de la mañana se publicó el Bando Militar enfrente de la Casa Consistorial estando la fuerza de carabineros al frente de su jefe, el teniente don Sebastián Cecilia. Al terminar un joven de 21 años, vecino de Astillero profirió un grito de "Viva la revolución social". Acto seguido y ante el temor de que diera lugar a una alteración del orden público, la fuerza disparó dos tiros al aire para despejar y evitar los grupos que se iban haciendo compactos en extremo en contra de las disposiciones ordenadas.

El martes 9, el comercio, con la garantía ofrecida la tarde anterior, abrió sus puertas con la natural precaución del caso, sin descubrir los escaparates.

El día transcurrió con tranquilidad, pendientes sólo de la incertidumbre del resultado de la revolución.

Miércoles día 10, con las mismas características que el día anterior.

Día 11 jueves, toda seguía igual, excepto el saberse que los obreros de la CAMPSA tuvieron que volverse sin trabajar.

Se comentó que una comisión de obreros se entrevistarían con el director, siéndoles advertido que nada podían hacer en el asunto y que lo verificarían ante el gobernador civil de la Provincia.

Circuló el rumor, que los referidos obreros de la "CAMPSA" se hallaban despedidos de la fábrica y demás departamento de la Compañía.

La tarde transcurrió sin otra novedad.

Por la noche, sobre las nueve y media, se sintieron tres fuertes detonaciones, producto del estallido de tres bombas colocadas en el puente de hierro existente entre San Salvador y Astillero, que produjo algunas averías.

Las tropas de guarnición en este puesto acudieron seguidamente al lugar del siniestro y comenzaron a hacer averiguaciones para detener a los autores de la colocación de las bombas, sin resultado alguno.

El 12 viernes, abrió el comercio y las calles más animadas.

A las diez y media detuvieron a uno de los componentes del Comité de huelga. Poco después se supo que la fuerza estaba buscando a los demás compañeros, ingresando hasta diez, que estuvieron detenidos en la casa cuartel y después fueron conducidos a Santander a disposición de la superioridad.

El sábado 13, volvieron abrir los comercios, ya un poco más confiados y más optimistas.

El domingo 14, desde la nueve de la mañana, acudieron a misa infinidad de fieles, los trenes, casi llenos de público circularon todo el día sin interrupción de ningún género y sin registrarse ni el menor incidente.

Por la tarde, los cafés y establecimientos de bebidas se vieron muy animados.

En el Teatro Bretón tuvieron lugar dos sesiones de cine.

El día 15 lunes, los trabajadores de CAMPSA, se volvieron para sus casas. Les dijeron que seguían despedidos y que estaba el asunto en tramitación.

El único movimiento de obra que se había visto el viernes y sábado anterior, de esta Empresa, fue el circular algunos camiones-cisternas para abastecer los depósitos de gasolina, conducidos por personal de la "Cántabra" y debidamente custodiados por las fuerzas militares.

El mercado semanal se había celebrado sin novedad alguna, acudiendo bastante número de vendedores ambulantes. El comercio abrió sus puertas como en los mejores tiempo y sin ser molestados, ni coaccionados por nadie.

En la fecha 28 de octubre, en la "CAMPSA" seguían con la paralización de trabajo, a excepción de algunos que venían realizando dicha factoría, con empleados de la misma, supliendo aunque deficientemente, por la falta de obreros.

Aún no se había dado órdenes de reintegro y que seguían trabajando con algunos empleados y cuatro obreros nuevos que habían sido admitidos.

Las mujeres que trabajaban en dicha factoría, acudían las dos horas de entrada al trabajo diariamente, con el deseo de que serían incorporadas nuevamente a la reanudación de sus cuotidianas labores en la misma, sin resultado.

En ella, se encontraban algunos soldados prestando los servicios encomendados a los mismos.

Se esperaba con ansiedad infinita por los vecinos la resolución del asunto, que iba a  resolverse en la Dirección en Madrid, de donde han de ser remitidas las órdenes recibidas de la superioridad con relación al conflicto planteado, con motivo de los sucesos pasados.

El 2 de noviembre, se daba la buena noticia, de la normalidad en el trabajo en la factoría de CAMPSA.

El miércoles último, ingresaron nueve obreros de los despedidos, entre ellos: Braulio San Emeterio, Ricardo Martinez, Domingo Garcia, Juan Marcos, Francisco Martinez, Joaquin Hazas y Carlos San Emeterio.

Además de estos siete obreros y dos más, se incorporaron otros dos obreros de nueva entrada.

El lunes último 20, fueron llamados otros veintinueve obreros antiguos, llamados: Liborio Hermana, Santiago Sierra, Andrés Diez, José Vega, Saturnino Cabrera, José Tagle, Tomás Benavente, Paulino Iturzaeta, Pedro Puente, Fulgencio Fernández, Florencio Calderón, Maximino Santiago, José Moreno, Manuel Bedia, Lorenzo Tamayo, Manuel Placer, Miguel Velasco, Pedro Fernández, Daniel Mucientes, Anselmo Méndez, Pedro Arnuero, Narciso Collantes, Manuel Alvarez, Vicente Laza, Saturnino Castanedo y Manuel Tagle.

Fueron casi a todos ellos admitidos previo contrato de trabajo suscrito y firmado individualmente, por el cual habrían que regirse.

En el ambiente se respiraba satisfacción por haberse encauzado la normalidad en dicha factoría.

Todos los obreros referidos e ingresados fueron reconocidos previamente por el doctor señor Nieto, encargado de este requisito previo.


Debieron de ser esos días muy complicados para el pueblo de Astillero y con la preocupación que habrían estado conviviendo todos sus vecinos.

En cuanto a la factoría de CAMPSA, más aún las preocupaciones y especialmente en mi familia, pues mi abuelo, Angel Vega Hontavilla,  en esas fechas era empleado de la misma.

Mi padre,  trabajaba en la "Cántabro Montañesa"










sábado, 7 de octubre de 2017

ASTILLERO fiestas de Nuestra Señora año 1956












Días anteriores de la festividad de Nuestra Señora, ya en los periódicos locales se venía anunciando el programa de festejos de esas fiestas.

El día 15 de agosto, se celebró la primera misa de la mañana, estando muy concurrida y a las once la misa solemne diaconada.

En esta misa, ocupaban lugar preferente los miembros de la Junta Parroquial. El Coro interpretó la "Eucarística", de Perossi, a cuatro voces mixtas. El sermón estuvo a cargo del notable orador don Manuel Revuelta Sañudo. Al final de la misa se cantó el himno de la parroquia.

También hubo misa en la parroquia de Nuestra Señora de Muslera, presidida por las autoridades locales, con bastante fieles.

Los demás festejos, se desarrollaron con arreglo al programa previsto, aunque el tiempo no ayudó mucho a la vistosidad de algunos de ellos.

Los desarrollados en la ría, la Comisión logró su objetivo centrando el público su diversión, como es ya tradicional, en la típica calle de San José.

En la mañana del día 15, se celebró la clásica regata de barquías en la ría, con bastante público. El triunfo fue para los remeros de Pontejos.

A continuación, los festejos acuáticos, como el palo ensebado, que tanta aceptación tiene para los jóvenes en participar y para los mayores en presenciarlo.

En lo deportivo, el encuentro entre el Unión Club y el Arenas Club de Guecho, para inaugurar el cierre de los campos. (de este partido hice ya una publicación el 5 octubre 2014)

Después de algún tiempo sin celebrarse competiciones de bolos, el domingo, se celebró una final de concurso individual, organizada por el aficionado don Leopoldo Pérez, bajo el patrocinio del Ayuntamiento, que tuvo un rotundo éxito.

El vencedor, fue Salas, con una totalidad de 406 bolos, segundo Cianin, con 382 bolos, tercero Castanedo con 343 bolos, Hidalgo cuarto con 341 bolos y quinto Ramiro con 119 bolos.

Durante estas fiestas han existido un ciclo de conferencias organizadas por el párroco don Francisco Martinez, en el lugar de los salones de Acción Católica, en la calle de San José, donde han participado notables profesores de la Universidad Internacional de Menéndez Pelayo.

Han estado todas muy concurridas de jóvenes, dada la categoría de los conferenciantes y los temas tratados.

La Biblioteca Municipal "Miguel Artigas" a través del Centro Coordinador de Bibliotecas de Santander, ofrecieron el 14 de agosto, dos sesiones cinematográficas culturales en el Cinema Pax.

La asistencia a ambas sesiones han sido grande, pues se trataba de democratizar la cultura y lo que quería conseguir con fin primordial el Ministerio de Educación Nacional.

En estas mismas fechas, la otra sala cinematográfica, CINE BRETON, ofreció interesantes películas para todos los aficionados.