viernes, 18 de agosto de 2023

LA PLANCHADA en el año 1882

 









Por aquella época, el principal elemento de la vida del pueblo de Astillero, consistía en los beneficios que le reportaba los muchos forasteros que acudían a él durante el verano, atraídos por su bella situación topográfica y benigna temperatura, ganando bajo este punto de extendida fama, el Campo de La Planchada.

Convencido de ello, el alcalde, don Venancio Tijero trabajó con la constancia y actividad que tan merecidos aplausos le granjearon, hasta conseguir que dicho campo pasara a dominio del pueblo con el laudable propósito de irle mejorando poco a poco, hasta lograr convertirles en un ameno parque, que hiciera más agradable la estancia de los forasteros y como consecuencia se aumentaría el numero de estos en provecho de los vecinos.

Que en parte se consiguió este fin, era bien notorio, y serviría de prueba irrefutable el aumento de la riqueza urbana por la construcción de un 30 por 100 más de las casas que existían anteriormente, y por el progresivo valor que adquirió la propiedad.

Pues bien; el alcalde, siguiendo un derrotero diametralmente opuesto, había tomado, acaso con la mejor intención, pero con notable ligereza, varios acuerdos que si el vecindario no se opusiese a ellos, protestando en masa contra su ejecución, harían perder a la Planchada todos sus atractivos, y por tanto dejaría el pueblo de ser un punto de recreo para el verano.

Entre los indicados acuerdos descuellan tres, cuya sola enumeración bastaría para justificar la alarma del vecindario. Fue uno de ellos la concesión a un particular de cierto terreno en dicho campo, y como el concesionario era negociante en minas se suponía lo destinaría a deposito de minerales de hierro, cuyo polvillo no dejaría de ejercer su colorante influencia sobre los puntos inmediatos; afortunadamente el gobernador revocó tal concesión en virtud de alzada.

Otra resolución simpática al vecindario fue trasladar a unas marismas la caseta que para abrigo de los marineros había en la Planchada y se decía simpática, porque tuvo la envidiable fortuna de que la protestaran el 90 por 100 de los vecinos.

Por último, había acordado el ayuntamiento derribar la glorieta llamada El Cañón, puesto elegido de preferencia por los forasteros para pasar las horas más calurosas del día a causa de su hermosa posición, que dominaba casi toda la bahía de Santander; así es que, cuantas personas tenían la costumbre de veranear en este pueblo, conservaban a aquel sitio cierto cariño, demostrado con su satisfacción por las mejoras que en él se había ido realizado; pero el concejo, no contento con borrar esta especie de recuerdo histórico, había decidido también desmontar un terreno contiguo que estaba poblado de preciosos árboles formando paseo, y aparte de que si las obras se ejecutarían no podría quedar aquel punto tan bien como el existente, porque resultaría en plano inclinado y arboles como los que había de derribarse no se formaban en 80 años, se originaría un gasto de consideración que el municipio no estaba en condiciones de soportar; por esas razones los vecinos pidieron la anulación del acuerdo, y no habiéndola conseguido de la municipalidad, habían entablado el oportuno recuerdo de alzada.

Como si esto no fuera bastante para exasperar los ánimos, y toda vez que los acuerdos del ayuntamiento tenían que recaer en muchos casos sobre oposiciones presentadas por los vecinos, habían tomado estos la costumbre de asistir a las sesiones para enterarse de lo que se resuelve, pero en los del 28 de enero último, el alcalde los mandó desalojar el salón alegando que se iba a celebrar sesión secreta, y en la del 4 del corriente dio orden al portero media hora antes de constituirse el ayuntamiento, para que no permitiera la entrada nadie hasta que él lo autorizara, lo que efectúa una hora después de la señalada, para dar principio a la sesión y cuando subieron encontraron que había sido retirados los asientos dispuestos para el público, notándose también la particularidad de no haber comenzado con la lectura del acta de la sesión anterior, que aunque secreta debió serlo tanto solo en parte, pues constaba que se tomaron acuerdos de interés público y que afectaban particularmente a dos vecinos que deseaban haberla presenciado.

  

Desde 1876, las fiestas de la localidad se celebraban en el Campo de la Planchada, allí se colocaban los puestos de comidas y bebidas; las exposiciones de baratijas, los vendedores ambulantes y los bailes populares. Era lugar donde se concentraban parte de los festejos de las fiestas patronales.

Las romerías, durante muchos años, se celebraron en el parque lugar que acudían muchísimas personas.

  

Por las fechas de 1882, se publicaba una pacotilla dedicada a la Planchada:

Las cosas hacerlas ó no hacerlas.
El Ayuntamiento del Astillero no se anda por las ramas.
¡Al tronco, al tronco!
Todos los arboles de la Planchada van á caer al golpe de la siega municipal.
Va a quedar aquello verdaderamente planchado.
Sin duda los concejales
del pueblo del Astillero
ni á los árboles permiten
que tengan más sombra que ellos.

  

En el año 1888, siendo por entonces alcalde, el señor Bernardo Lavín, en el paseo de la Planchada, lugar pintoresco, se habían hecho una plantación de árboles formando sombrías galerías, para el recreo de la gente.


Toda la broza que había en los caminos y sus laderas habían sido eliminadas y sus callejas fueron ampliadas para andar por ellas.

 

En 1934, con la inauguración de los Grupos Escolares, emplazado en la parte alta de la Planchada, este parque perdió la mitad de sus encantos naturales, pero en cambio le fue damnificado con creces aquella gran poda de árboles seculares que cobijaban el sitio por entonces.

 

Por los años 60, el conocido parque La Planchada, estaba cambiando de fisonomía y estaba perfilando grandes rasgos según los planes previsto por los técnicos.

El redondel se agradaba y perdería su antigua línea circular, para tomar la forma elíptica, se estaba delimitando con obra de fábrica un ancho camino que atravesaba La Planchada de parte a parte, pasando por el mismo redondel.

Como también eliminando algunos corpulentos árboles y algunos que otros pequeños que permitiese la entrada del sol y que anteriormente lo impedía con los inconvenientes al tupido del follaje.

Tenía previsto la construcción del artístico templete para la música, cuyo proyecto no se llegó aprobar.

 

Por esas fechas, el parque no era utilizada por la mayoría de los convecinos, pocos lo disfrutaban, únicamente los mozalbetes eran los dueños absolutos del redondel jugando al futbol y la pradería menos aún por la humedad y excesivo fresco por los plátanos existentes.

Por ello fue necesario, realizar una modernización más aconsejable para el disfrute de los vecinos, aunque sería una pena que desparecieran los arboles tan antiguos.

 

Por marzo de 1961, se inauguró las reformas que se vinieron haciendo en La Planchada, habiéndose quitado arboles que venían estorbando y se hizo una obra decorativa que por la noche, seria alumbrada por veinticuatro farolas de bellas columnas, con luz mezcla de mercurio, dando a aquel precioso sitio una magnifica claridad y un efecto fantástico.

  

En el mes de septiembre de 1980, se realizaron diversas obras de urbanización en el parque de La Planchada, consistente en colocación de baldosa en los caminos que la cruzan, como la construcción de una acera alrededor del campo de juego de El Redondel, así evitar  el pequeño deterioro que venía sufriendo La Planchada.

 

Desde 1980, se han venido modificando el aspecto integral de La Planchada con pequeñas obras y con constante mantenimiento para seguir siendo un lugar preferido por los convecinos.

 

 









No hay comentarios:

Publicar un comentario