Algunas
anécdotas y sucesos ocurridos con los famosos tranvías de la línea
Santander-Astillero.
El 26 de marzo de 1908, llegaron procedentes de Zaragoza, dos grandes coches con destino al nuevo tranvía eléctrico.
Eran de la
misma forma que los llegados anteriormente, aunque en mayor tamaño y tenían
asientos para 30 personas. En las plataformas, que eran amplias y cerradas con
cristales, podían colocarse 14 personas. Además, un sitio destinado para cestas,
ollas, etc.
Estos coches
se destinaron a hacer la línea de servicio del Astillero.
Uno de ellos
fue armado en Maliaño y conducido por tres parejas de bueyes hasta los
depósitos de Campogiro.
En abril de
1911, se pusieron en venta los carnets de viajes por abonos existentes, unos
nuevos carnets de diez viajes entre Molnedo, Maliaño y Astillero y viceversa,
al precio de 2,45 y 3,05 pesetas respectivamente.
Para
utilizar esos abonos era preciso la presentación del carnet, siendo las hojas
sueltas sin ningún valor.
Los carnets
eran expendidos por los mismos cobradores de los tranvías.
Por marzo de
1912, llegaron de Bélgica los talonarios que a dicho punto habían encargado la
empresa de Tranvía Santander-Astillero, sin desmerecer a los confeccionado por
nuestras imprentas nacionales y especialmente a la santanderina.
La estética
de estos billetes, no destacaba en nada. Los hechos para Maliaño eran de color
de viajero indignado, es decir, de amapola, como si, en un exceso de modestia,
se avergonzasen de ser más caros que sus antecesores, que valían veinticuatro
céntimos y medio, mientras que por los belgas nos hacían pagar veintiocho tres
céntimos y medio más cada uno por algo son exóticos
También a
los viajeros del ramal a Peña Castillo, les habían obsequiado los billetes
belgas con el aumento de unos céntimos.
Respecto a
los viajeros de Santander al Astillero, que utilizaban el ferrocarril de
Santander a Bilbao, también les habían elevado recientemente sus tarifas.
Durante
octubre de 1912, dejo de transcurrir los tranvías desde que sucedió la
lamentable escena acaecida en la tarde del 17 de octubre, porque cuando a
expensas de ciertos acontecimientos surgidos.
El coche
numero 8 guiado por el motorista José Ortiz Díaz y que salió con dirección al
Astillero a las dos de la tarde de aquel día, al subir la cuesta de las Presas
empezó a patinar, marchando hacia atrás con velocidad tan vertiginosa, que
descarriló ocasionando heridas de consideración a varios viajeros, entre ellos
a don Cesar Ortiz Velarde, este iba, con el interventor y el motorista de
servicio en una de las plataformas del coche; el motorista, comprendiendo el gravísimo
riesgo que corrían y viéndose impotente para contrarrestarle, por faltar
arenero al coche, invitó al señor Ortiz Velarde a arrojarse al suelo, a lo que
aquel contestó que si el motorista no se tiraba también él continuaría a su
lado, corriente la misma suerte.
El nunca
bastante ponderado motorista, replicó que su obligación no era de abandonar su
puesto aunque ello le costase la vida, en defensa de la de los demás.
Mientras
este diálogo tenía lugar, el vehículo continuaba su pasmosa carrera por aquel
plano inclinado, como si le imprimiese movimiento una fuerza extraordinaria.
Viendo acercarse el peligro, el señor Ortiz, escuchando las nuevas cariñosas
advertencias del conductor, Ortiz, se arrojó a tierra, causándose las heridas
que se produjo, no tan leves, como por algunos se había dicho, que fuera
andando a su casa; esto no era cierto, al señor Ortiz Velarde fue preciso
transportarle en cocha a su domicilio, acto que realizó su pariente Rufino
Velarde.
El honrado
motorista permaneció en su sitio hasta el instante del descarrilamiento de que
fue víctima, tiñendo con su sangre generosa la palanca del freno inobediente
por imprecación de la Empresa.
El coche que
salió a las 9,45, de la mañana del domingo, salió del Astillero con dirección a
Santander, al llegar a la finca que en Muriedas poseía y habitaba el ilustrado médico
señor Barros, se paró a pesar de tratarse de un terreno llano y el vehículo fue
cuando comenzó a patinar, muchas de las personas que viajaban, unas sesenta,
tuvieron que apearse ante el justificado temor de que sucediera una catástrofe
al llegar al punto donde ya por dos veces se había producido otros accidentes.
Lo propio
que aconteció la tarde del 17, se repitió la mañana del 20, en el mismo lugar y
por análoga causa. Los empleados del tranvía descendieron de él y, provistos de
cestos que llenaron con el polvo de la carretera, a falta de arenero en el
coche, lo fueron depositando con las consiguientes molestias para ellos y para
el público, sobre los raíles.
Los viajeros
protestaron con tenacidad a la Empresa y a la pasividad de las autoridades que,
con su inexplicable tolerancia, para evitar posibles lamentos y graves daños.
El día 21 de
agosto de 1916, por la tarde, se produjo una dolorosa desgracia en la que
resultó víctima, una mujer, vecina de Peñacastillo, conocida por "La
Sillera", por razón del oficio que ejercía.
Esta mujer,
de nombre Felipa Torre, pereció destrozada por las ruedas del tranvía eléctrico
A-4, de la línea del Astillero.
Felipa, tenía
la costumbre de colocarse delante de todos los vehículos que hallaba por las
carreteras, en sus andanzas en busca de ocupación de sillera, por el sólo gusto
de obligarlos a detenerse.
Ese mismo día,
uno de los guardias del puesto de Peñacastillo había evitado que un automóvil,
ante el cual se había colocado Felipa para obligarle a detenerse, arrollará a
esta pobre mujer.
Estos actos
peligrosos eran realizados por "La Sillera" cuando se hallaba un
tanto trastornada, desconociendo, como era lógico el peligro a que se exponía
constantemente y que al final terminó por pagar con su vida.
La desgracia
ocurrió a las cinco y minutos de la tarde, en Guarnizo.
El conductor
del A-4, Wenceslao Pérez, descendía con el tranvía por la pendiente de
Guarnizo, sitio conocido por "la Quinta" y vio muy próxima a la vía a
"La Sillera", cuyas costumbres conocía.
Con objeto
de evitar una desgracia frenó, y al comprender ella que el eléctrico paraba se desvió
unos pasos, poniéndose a bailar.
El
conductor, cuando vio que no existía peligro de arrollar a la mujer, abrió de
nuevo el freno y siguió su marcha.
Según los
testigos de la desgracia que en esos momentos se encontraba cerca, vieron que
llegaba el tranvía enfrente donde esta ella bailando, ésta dio una vuelta,
yendo a meterse en la vía y cayendo delante del coche, pasándola todas las
ruegas por encima.
El Juzgado
de Astillero se personó en el lugar del suceso y después de tomar declaraciones
a los testigos, favorables todos al conductor que no pudo impedir la desgracia,
ordenó el levantamiento del cadáver y su traslado al cementerio del Astillero.
La víctima,
Felipa Torre, era de edad avanzada y residía en el pueblo de Peñacastillo.
El 4 de
marzo de 1917, el tranvía eléctrico A-3, de la línea Santander-Astillero, al
llegar a la parada del Astillero, se deslizó por la pendiente que existía en la
calle San José y fue a chocar contra el pórtico de la Iglesia, derribándole
completamente, llegando a caer grandes piedras de sillería.
Como era la
hora en que se estaba celebrando la misa parroquial y el templo estaba lleno de
fieles, entre éstos se produjo un pánico horrible, dando lugar a desmayos en algunas
señoras.
El tranvía
sufrió grandes desperfectos, pero no ocasionando desgracia alguna.
Transcurrido
unos años, la parada final de este trayecto, sin situó en la que fue la plaza
de la Constitución.
En abril de 1922, se hizo una inspección por orden del gobernador del servicio y de las líneas y coches de la Compañía de Tranvías y como resultado se emitieron informes y el relativo a la línea de Santander Astillero, se hizo constar lo siguiente:
Trece postes
en mal estado; 174 faltos de la debida resistencia; 38 ménsulas en mal estado y
24 faltas de resistencia, siendo deficiente el aislamiento de la línea de
alimentación, por estar rotos los aisladores de trece postes.
En el
informe quedo reflejado que todo este material que durante muchos años había
estado sin que en ello se haya hecho la reparación seria y con una conservación
muy deficiente, dejaba mucho que desear y le obligaba a la Compañía en un plazo
de dos meses en reparar tantas deficiencias.
En las
fechas de abril de 1923, se hablaba del tranvía de Astillero y que la prensa
así lo publicó:
Los viajeros
del tranvía,
se quejan, y
con razón,
de lo que
ayer leería
toda nuestra
población.
Si eres algo
señorito
no vayas,
lector viajero,
con un traje
nuevecito
en tranvía
al Astillero.
Camina por
los rieles,
por si los
sucios abusan,
con uno de
esos peleles
que los mecánicos
usan.
Podrás
viajar á tus anchas,
sin reñir
con un merluzo,
librándote
de las manchas
con la
escafandra de un buzo.
Suelen estar
los asientos
de los
coches del tranvía
muchísimo
más grasientos
que
cualquier salchichería.
Quizás al
bajar de uno
con un
trajecito nuevo,
te diga, sin
guasa, alguno:
"!Limpiate,
que estás de huevo¡"
Y tú dirás:
"Ay de mí¡",
al ver,
cariacontecido,
que sí estás
de nuevo, sí;
!pero de
huevo podrido¡
En los casos
menos graves
por la vía
te deslizas
entre
cestos, ollas, aves,
lechonucos y
hortalizas
Y ya á las
gentes sublevan
esos pícaros
y arteros
tranvías
mixtos que llevan
mercancías y
viajeros.
Porque es
hoy, al fin y al cabo,
un tranvía a
la española,
igual que un
furgón de rabo,
ó, mejor
dicho, de cola.
Si en él vas
porque te apremia
el ir a
ganarte el sueldo,
si no oyes
una blasfemia,
quizás oiga
un regüelo.
Y en él
verás nabos, coles
y lechugas
de una granja,
cáscaras de
caracoles
y pellejos
de naranja.
Y le molesta
al viajero
amante de la
cultura
que le lleve
al Astillero
el carro de
la basura.
Hay quien
dijo á un empleado
del tranvía:
"Usté, querido,
¿no sirve
para un fregado
ni sirve
para un barrido?.....
Tanta
suciedad me exalta,
¡Ay, amigo,
qué mal "gole"....
¡Ya
sólo....ya sólo falta
que se le
salga á usté el "trole...."
Anteayer, en
un tranvía,
uno que no
iba á sus anchas,
"¡¡Ay quien
fuera -nos decía- quita manchas!!"
Por octubre de 1951, dejó de funcionar el servicio de tranvía de la línea Santander a El Astillero.
De estos tranvías, no tengo ningún recuerdo,
aunque vivía enfrente mismo de la parada en Astillero, pero era muy pequeño
para recordarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario