lunes, 5 de julio de 2021

TRANVIA SANTANDER A ASTILLERO (1912-1923)

 




Algunas anécdotas y sucesos ocurridos con los famosos tranvías de la línea Santander-Astillero.

 

El 26 de marzo de 1908, llegaron procedentes de Zaragoza, dos grandes coches con destino al nuevo tranvía eléctrico.

Eran de la misma forma que los llegados anteriormente, aunque en mayor tamaño y tenían asientos para 30 personas. En las plataformas, que eran amplias y cerradas con cristales, podían colocarse 14 personas. Además, un sitio destinado para cestas, ollas, etc.

Estos coches se destinaron a hacer la línea de servicio del Astillero.

Uno de ellos fue armado en Maliaño y conducido por tres parejas de bueyes hasta los depósitos de Campogiro.

 

En abril de 1911, se pusieron en venta los carnets de viajes por abonos existentes, unos nuevos carnets de diez viajes entre Molnedo, Maliaño y Astillero y viceversa, al precio de 2,45 y 3,05 pesetas respectivamente.

Para utilizar esos abonos era preciso la presentación del carnet, siendo las hojas sueltas sin ningún valor.

Los carnets eran expendidos por los mismos cobradores de los tranvías.

 

Por marzo de 1912, llegaron de Bélgica los talonarios que a dicho punto habían encargado la empresa de Tranvía Santander-Astillero, sin desmerecer a los confeccionado por nuestras imprentas nacionales y especialmente a la santanderina.

La estética de estos billetes, no destacaba en nada. Los hechos para Maliaño eran de color de viajero indignado, es decir, de amapola, como si, en un exceso de modestia, se avergonzasen de ser más caros que sus antecesores, que valían veinticuatro céntimos y medio, mientras que por los belgas nos hacían pagar veintiocho tres céntimos y medio más cada uno por algo son exóticos

También a los viajeros del ramal a Peña Castillo, les habían obsequiado los billetes belgas con el aumento de unos céntimos.

Respecto a los viajeros de Santander al Astillero, que utilizaban el ferrocarril de Santander a Bilbao, también les habían elevado recientemente sus tarifas.

 

Durante octubre de 1912, dejo de transcurrir los tranvías desde que sucedió la lamentable escena acaecida en la tarde del 17 de octubre, porque cuando a expensas de ciertos acontecimientos surgidos.

El coche numero 8 guiado por el motorista José Ortiz Díaz y que salió con dirección al Astillero a las dos de la tarde de aquel día, al subir la cuesta de las Presas empezó a patinar, marchando hacia atrás con velocidad tan vertiginosa, que descarriló ocasionando heridas de consideración a varios viajeros, entre ellos a don Cesar Ortiz Velarde, este iba, con el interventor y el motorista de servicio en una de las plataformas del coche; el motorista, comprendiendo el gravísimo riesgo que corrían y viéndose impotente para contrarrestarle, por faltar arenero al coche, invitó al señor Ortiz Velarde a arrojarse al suelo, a lo que aquel contestó que si el motorista no se tiraba también él continuaría a su lado, corriente la misma suerte.

El nunca bastante ponderado motorista, replicó que su obligación no era de abandonar su puesto aunque ello le costase la vida, en defensa de la de los demás.

Mientras este diálogo tenía lugar, el vehículo continuaba su pasmosa carrera por aquel plano inclinado, como si le imprimiese movimiento una fuerza extraordinaria. Viendo acercarse el peligro, el señor Ortiz, escuchando las nuevas cariñosas advertencias del conductor, Ortiz, se arrojó a tierra, causándose las heridas que se produjo, no tan leves, como por algunos se había dicho, que fuera andando a su casa; esto no era cierto, al señor Ortiz Velarde fue preciso transportarle en cocha a su domicilio, acto que realizó su pariente Rufino Velarde.

El honrado motorista permaneció en su sitio hasta el instante del descarrilamiento de que fue víctima, tiñendo con su sangre generosa la palanca del freno inobediente por imprecación de la Empresa.

El coche que salió a las 9,45, de la mañana del domingo, salió del Astillero con dirección a Santander, al llegar a la finca que en Muriedas poseía y habitaba el ilustrado médico señor Barros, se paró a pesar de tratarse de un terreno llano y el vehículo fue cuando comenzó a patinar, muchas de las personas que viajaban, unas sesenta, tuvieron que apearse ante el justificado temor de que sucediera una catástrofe al llegar al punto donde ya por dos veces se había producido otros accidentes.

Lo propio que aconteció la tarde del 17, se repitió la mañana del 20, en el mismo lugar y por análoga causa. Los empleados del tranvía descendieron de él y, provistos de cestos que llenaron con el polvo de la carretera, a falta de arenero en el coche, lo fueron depositando con las consiguientes molestias para ellos y para el público, sobre los raíles.

Los viajeros protestaron con tenacidad a la Empresa y a la pasividad de las autoridades que, con su inexplicable tolerancia, para evitar posibles lamentos y graves daños.

  

El día 21 de agosto de 1916, por la tarde, se produjo una dolorosa desgracia en la que resultó víctima, una mujer, vecina de Peñacastillo, conocida por "La Sillera", por razón del oficio que ejercía.

Esta mujer, de nombre Felipa Torre, pereció destrozada por las ruedas del tranvía eléctrico A-4, de la línea del Astillero.

Felipa, tenía la costumbre de colocarse delante de todos los vehículos que hallaba por las carreteras, en sus andanzas en busca de ocupación de sillera, por el sólo gusto de obligarlos a detenerse.

Ese mismo día, uno de los guardias del puesto de Peñacastillo había evitado que un automóvil, ante el cual se había colocado Felipa para obligarle a detenerse, arrollará a esta pobre mujer.

Estos actos peligrosos eran realizados por "La Sillera" cuando se hallaba un tanto trastornada, desconociendo, como era lógico el peligro a que se exponía constantemente y que al final terminó por pagar con su vida.

La desgracia ocurrió a las cinco y minutos de la tarde, en Guarnizo.

El conductor del A-4, Wenceslao Pérez, descendía con el tranvía por la pendiente de Guarnizo, sitio conocido por "la Quinta" y vio muy próxima a la vía a "La Sillera", cuyas costumbres conocía.

Con objeto de evitar una desgracia frenó, y al comprender ella que el eléctrico paraba se desvió unos pasos, poniéndose a bailar.

El conductor, cuando vio que no existía peligro de arrollar a la mujer, abrió de nuevo el freno y siguió su marcha.

Según los testigos de la desgracia que en esos momentos se encontraba cerca, vieron que llegaba el tranvía enfrente donde esta ella bailando, ésta dio una vuelta, yendo a meterse en la vía y cayendo delante del coche, pasándola todas las ruegas por encima.

El Juzgado de Astillero se personó en el lugar del suceso y después de tomar declaraciones a los testigos, favorables todos al conductor que no pudo impedir la desgracia, ordenó el levantamiento del cadáver y su traslado al cementerio del Astillero.

La víctima, Felipa Torre, era de edad avanzada y residía en el pueblo de Peñacastillo.

 

El 4 de marzo de 1917, el tranvía eléctrico A-3, de la línea Santander-Astillero, al llegar a la parada del Astillero, se deslizó por la pendiente que existía en la calle San José y fue a chocar contra el pórtico de la Iglesia, derribándole completamente, llegando a caer grandes piedras de sillería.

Como era la hora en que se estaba celebrando la misa parroquial y el templo estaba lleno de fieles, entre éstos se produjo un pánico horrible, dando lugar a desmayos en algunas señoras.

El tranvía sufrió grandes desperfectos, pero no ocasionando desgracia alguna.

Transcurrido unos años, la parada final de este trayecto, sin situó en la que fue la plaza de la Constitución.

 

En abril de 1922, se hizo una inspección por orden del gobernador del servicio y de las líneas y coches de la Compañía de Tranvías y como resultado se emitieron informes y el relativo a la línea de Santander Astillero, se hizo constar lo siguiente:

Trece postes en mal estado; 174 faltos de la debida resistencia; 38 ménsulas en mal estado y 24 faltas de resistencia, siendo deficiente el aislamiento de la línea de alimentación, por estar rotos los aisladores de trece postes.

En el informe quedo reflejado que todo este material que durante muchos años había estado sin que en ello se haya hecho la reparación seria y con una conservación muy deficiente, dejaba mucho que desear y le obligaba a la Compañía en un plazo de dos meses en reparar tantas deficiencias.

  

En las fechas de abril de 1923, se hablaba del tranvía de Astillero y que la prensa así lo publicó:

 

Los viajeros del tranvía,
se quejan, y con razón,
de lo que ayer leería
toda nuestra población.
Si eres algo señorito
no vayas, lector viajero,
con un traje nuevecito
en tranvía al Astillero.
Camina por los rieles,
por si los sucios abusan,
con uno de esos peleles
que los mecánicos usan.
Podrás viajar á tus anchas,
sin reñir con un merluzo,
librándote de las manchas
con la escafandra de un buzo.
Suelen estar los asientos
de los coches del tranvía
muchísimo más grasientos
que cualquier salchichería.
Quizás al bajar de uno
con un trajecito nuevo,
te diga, sin guasa, alguno:
"!Limpiate, que estás de huevo¡"
Y tú dirás: "Ay de mí¡",
al ver, cariacontecido,
que sí estás de nuevo, sí;
!pero de huevo podrido¡
En los casos menos graves
por la vía te deslizas
entre cestos, ollas, aves,
lechonucos y hortalizas
Y ya á las gentes sublevan
esos pícaros y arteros
tranvías mixtos que llevan
mercancías y viajeros.
Porque es hoy, al fin y al cabo,
un tranvía a la española,
igual que un furgón de rabo,
ó, mejor dicho, de cola.
Si en él vas porque te apremia
el ir a ganarte el sueldo,
si no oyes una blasfemia,
quizás oiga un regüelo.
Y en él verás nabos, coles
y lechugas de una granja,
cáscaras de caracoles
y pellejos de naranja.
Y le molesta al viajero
amante de la cultura
que le lleve al Astillero
el carro de la basura.
Hay quien dijo á un empleado
del tranvía: "Usté, querido,
¿no sirve para un fregado
ni sirve para un barrido?.....
Tanta suciedad me exalta,
¡Ay, amigo, qué mal "gole"....
¡Ya sólo....ya sólo falta
que se le salga á usté el "trole...."
Anteayer, en un tranvía,
uno que no iba á sus anchas,
"¡¡Ay quien fuera -nos decía- quita manchas!!"


Por octubre de 1951, dejó de funcionar el servicio de tranvía de la línea Santander a El Astillero.


De estos tranvías, no tengo ningún recuerdo, aunque vivía enfrente mismo de la parada en Astillero, pero era muy pequeño para recordarlos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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