Componentes del Consejo y Obreros de Tranvias, personal de oficinas y talleres
Por febrero de 1937, se tenía
conocimiento de la admirable y tenaz labor que al frente de la explotación de
la antigua Sociedad "Tranvías de Mirada" estaban llevando a cabo los
obreros, que regían los destinos de la misma.
Al frente de ellos, estaban dirigidos
por el Consejo Obrero de los Tranvías, siendo presidente, Ulpiano Alonso y como
vicepresidente José Bolado; Pedro Fernández, secretario y José Gómez, Junto
Ibañez, Millán Garcia, Valentín Recio, Esteban Fernández, Miguel Salcedo, Pablo
Garcia, Guillermo Salas y Andrés Iglesias, como vocales. Este último ocupo
además el cargo de cajero.
Antes de estallar el movimiento
subversivo de los militares, el Sindicato Tranviario ya tenía en estudio la
incautación y explotación de la línea, en vista de la desastrosa gestión que el
antiguo Consejo venía realizando.
Al ocurrir los sucesos, y por ausencia o
encarcelamiento de los consejeros, se pusieron inmediatamente al habla con las
Direcciones de Trabajo e Industria, quienes pusieron el visto bueno al informe
que les habían remitido, pasando el examen de los ingenieros señores Paz Maroto
y Sánchez Rivera, quienes refrendaron la petición.
El día 14 de octubre de 1936, se
hicieron cargo de las líneas y talleres, reuniéndose en asamblea, de la cual
salió designado el Consejo.
En dicha reunión se acordó que los
ascensos, que se venían haciendo caprichosamente y sin tener en cuenta los
méritos, se hiciesen por rigurosa antigüedad, previa una oposición en la que se
demostrase la capacidad para ocupar el cargo.
Igualmente, se acordó poner cubiertas a
las plataformas de los coches, evitando con ello molestias para el viajero y
empleados, principalmente en los días de lluvia o vientos. Esos bastidores eran
plegables.
Otro acuerdo fue el de abonar a los
compañeros enfermos el sueldo integro y el de elevar de 1,25 a 3 pesetas
diarias, el haber de los empleados jubilados.
También en caso de accidentes del
trabajo, acordaron pagar íntegramente los jornales, en lugar de las tres
cuartas partes que cobraban con la antigua empresa.
Además de los viajes gratuitos a las
personas y niños que acudan a los Comedores. El Consejo Obrero facilitaban
pases gratuitos para servicios de guerra, cuya cuantía se elevaba a 12.300
pesetas anuales.
La situación era caótica. Existía varias
cuentas de crédito, totalmente agotadas, por importe de 220.000 pesetas.
Pudieron rebajarla hasta el 31 de diciembre, a 20.000 pesetas y por estas
fechas, ya las tenían saldadas.
Para la adquisición de carril, con
objeto de cambiar casi toda la línea de Astillero, y para otras mejoras de la
ciudad, el Banco Mercantil, en vista de la buena administración que llevaban,
les concedieron un crédito de 235.000 pesetas y esperaban también la concesión
de otro, por otra entidad de crédito local.
El Consejo Obrero estaba agradecido al
director general de Trabajo y al de Industria, Antonio Ramos y Valeriano
Puertas, por su valiosa ayuda y sus consejos.
Igualmente de todos los obreros y
empleados, se han implicado en la empresa que se estaba llevando a cabo y
trabajando con un entusiasmo digno del más cálido elogio.
Otra de las medidas tomadas al hacerse
cargo el Consejo, fue proponer a la Asamblea del Sindicato, la elevación de los
salarios, pues con los que tenían no eran suficiente para vivir dignamente.
De 6,50 pesetas, se elevó a 8,15 pesetas
y además, el día de descanso se pagaba el jornal íntegro, en lugar de medio,
que tenían.
Trabajaban las ocho horas y aun alguna
más si les sería preciso.
Ese sueldo no estaba equiparado con la
carestía de la vida, pero no les preocupaba, solamente de esta cuestión, porque
el obrero debe interesar principalmente el desarrollo y crecimiento de la
industria, pues era indudable que era indispensable su sostenimiento primero y
estar bien atendida.
Al hacerse cargo, el Consejo Obrero, querían
demostrar y así lo probaba los datos facilitados, la diferencia de su gestión y
la de los anteriores gestores, los cuales solo administraban para ellos y no se
preocupaban de mejorar la industria en la medida que merecía el pueblo de
Santander.
Esteban agradecidos a la ciudad y para
corresponderles a sus atenciones, habían introducido muchas mejoras en el
servicio y rebajado el precio de los abonos para obreros, como el de los
billetes de mercancías, en un 40 por ciento.
Los servicios no estaban mal y quieren
mejorarlos. Era la mayor preocupación. Lo mismo en el de tráfico que en el de
talleres, en que se estaban construyendo un nuevo coche y poniendo en
condiciones otros dos más. Estos coches saldrían equipados como correspondía a
una ciudad moderna. Tendrán asientos de gutapercha y otras comodidades de
importancia
Desde la fecha de incautación hasta el
31 de diciembre, los beneficios brutos ascendieron a unas 98.000 pesetas. El
producto de los billetes de viajeros vendidos, ha sido el de 318.861,10
pesetas; de abonos 27.2222,85, y de mercancías, 3.762,49, y de 2.000.000 el
número de viajeros.
Se han pagado los jornales de los
compañeros de las camionetas que quedaron cesantes. Las existencias del taller
han aumentado, pasando de un valor de 100.0000 pesetas a 170.000.
Por esas fecha, estaban en circulación
33 coches, y muy pronto entrarán unos 40, los cuales circularan de dos en dos
minutos.
Existían una plantilla, entre coches,
oficiales y talleres, de unos 180 empleados.
Habían reparado la vía hasta
Peñacastillo que se hallaba abandonada, sin tener en cuenta la cantidad de
viajeros que circulaban por esta línea. Igualmente reformar completamente la
del Astillero.
Acababan de regresar de Bilbao,
gestionando con los Altos Hornos de Vizcaya el envío de mil toneladas de carril
para dicha línea, para sustituir el carril viejo.
Después del Alzamiento Nacional, la compañía Tranvías
de Miranda, se hicieron de nuevo cargo de la empresa y estuvieron en servicio
hasta que en 1951, fue adquirida por la nueva empresa, los hermanos Muñoz.
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