viernes, 16 de febrero de 2018

GERARDO VELA SAEZ aviador de Astillero






(foto del libro Retablo Aeronáutica de Cantabria - autor: Emilio Herrera Alonso)

Gerardo Vela en el centro




En junio de 1930, el periódico EL CANTABRICO publico la noticia de la desaparición del piloto aviador Gerardo Vela, cuya noticia causó penosa impresión en el pueblo de Astillero, donde él había nacido y era muy querido.

Afortunadamente, los familiares del joven suboficial aviador, habían recibido un telegrama y en el cual decía: "Gerardo Vela. Astillero. Pareció su hijo"

Había nacido en 1900, en Astillero y contaba en esas fechas, veintinueve años de edad.

Desde muy joven demostró grandes aficiones a la profesión aviadora, y en temprana edad se trasladó a San Sebastián, donde, después de grandes gestiones, logró volar en un aparato tripulado por aviadores civiles. Esto aumentó aquellas aficiones, y en el año 1921, al entrar en quintas, solicitó el ingreso en el Cuerpo de Aviación militar, en el que fue admitido, obteniendo a los dos años el título de mecánico de Aviación, y poco tiempo después los de piloto internacional y de Aviación militar española.

Su amor al estudio y su entusiasmo por la profesión le hicieron obtener rápidos ascensos, pues hacía dos años ostentaba en sus bocamangas las divisas de suboficial de Aviación, y en breve ostentaría la estrella de alférez.

Toda su carrera la había hecho en nueve años escasos.

Estuvo dos campañas de África, y asistió al desembarco en Alhucemas, donde se comportó notablemente, y por ello fue recompensado con la cruz de Maria Cristina, habiendo obtenido diferentes condecoraciones.

En su última campaña de Marruecos, dejo constancia de su habilidad y su valor, al acabar aquélla, pasó a la situación de "supernumerario" e ingresó en la Compañía Española de Tráfico Aéreo (CETA) para formar parte de su plantilla de pilotos.

En uno de sus vuelos en África, por avería en el motor, se vio precisado a tomar tierra en territorio enemigo, entre Zagarin y Yebel Ornika, y con gran serenidad y pericia logró burlar al enemigo y ponerse a salvo.

En 1929, en viaje a Cabo Juby, con la escuadrilla del teniente coronel Camacho, se vio obligado a aterrizar por avería, sin grandes desperfectos en el aparato.

Prestó sus servicios como piloto aviador en la Compañía que hacia el servicio entre Sevilla y Larache, con otro aviador montañés, el piloto señor Cayón.

La última noticia recibida, fue la de su hermano, del telegrama recibido que decía: "Aunque no oficial la noticia, se dice que está en Alcazargerer. Comunicaré noticias. - Cayón"

La desaparición del piloto aviador don Gerardo Vela, fue el comentario obligado en el pueblo, donde él había nacido y en donde residía su familia.

Todos los convecinos se preguntaban: ¿Será posible, que la fatalidad persiga a los aviadores de nuestro pueblo? Porque hacía pocos años, otro piloto aviador astillerense, Zenón Macías, fué victima de un accidente de avión en Cuatro Vientos al realizar pruebas de un aparato.

El 4 de junio de 1930, con mal tiempo en el Estrecho -nubes bajas, fuerte viento racheado, lluvia y mala visibilidad- consciente de la importancia de la puntualidad del correo aéreo que en aquellos años trataba de abrirse camino y consolidarse, despegó el aeródromo de Auámara, en Larache, con destino al sevillano de Tablada, pilotando un biplano, postal, De Havilland DH-9C.

Nunca llegó a su destino, ni se encontró su cuerpo, aunque sí se recogió del mar, en aguas de Barbate, una saca de la correspondencia que transportaba.

El reconocido aviador, Joaquín Cayón, que unía gran amistad con Vela, hizo grandes esfuerzos para encontrar algún indicio del avión desaparecido, trasteando a lo largo de la ruta que recorrió en ambos direcciones. No obtuvo ningún resultado positivo.

El 9 de junio, el padre del piloto, don Gerardo Vela, salió esa tarde para Sevilla, para tener noticias de la desapareció de su hijo.

A finales de junio, sus padres regresaban a Astillero procedentes de Sevilla y ya con la noticia de la desapareció de su hijo en el vuelo  de Larache y Sevilla y solamente quedaba por llegar al hallazgo del cadáver del malogrado aviador.

Por desgracia para la familia, nunca pudieron conseguirlo, pero siempre quedo en el recuerdo y  memoria en su pueblo.

El joven sargento piloto y aviador astillerense, Gerardo Vela, por 1926, prestaba sus servicios en el aeródromo de Cuatro Vientos.

Era primo del malogrado Florentino Vela.

Había conseguido con constancia y laboriosidad , obtener en el servicio militar lo que era un sueño cuando era niño: los títulos de piloto internacional y de mecánico aviador.

Cuando apenas contaba quince años y se hallaba en los antiguos talleres de Lavín, como aprendiz, ya expresaba su afición a la Aviación y, con un amigo, se propuso construir, en pequeño, un aeroplano, que datos sus escasos conocimientos en mecánica, no pudo llegar a construirse.

Pasó algún tiempo, y los éxitos obtenidos por aviadores montañeses le aumentaron las aspiraciones del futuro piloto; pero cuando le ocurrió a su primo Florentino la desgracia en el atrevido viaje Madrid-Santander, los padres de Gerardo le prohibieron hasta hablar de lo que aquéllos consideraban descabellados propósitos.

El joven Vela, seguía con sus intenciones de volar, y aprovechando la ocasión de haberse declarado en los talleres de Astillero, el año 21, una huelga, marchó a San Sebastián a buscar trabajo, y allí pudo ver realizados sus anhelos, puesto que consiguió atravesar los espacios en aeroplano.

Quedo encantado del vuelo aéreo e hizo firmes propósitos de hacerse aviador.

Ingresa en el servicio militar y, persistente en su idea, logra, después de diez meses, el título de mecánico aviador, y hace diferentes vuelos como observador y mecánico.

Posteriormente obtiene los empleos de cabo y de sargento.

Tras oposiciones consigue ingresar en la Escuela de Aviación, y, transcurridos dos años de estudios y pruebas, se le concede el título de piloto aviador internacional.

Durante el tiempo de pruebas, no había tenido ningún accidente alguno de importancia; solo tuvo tres cabotajes, uno de ellos, por parada de motor, encima de un pinar, cabotajes que supone vencer sin detrimento alguno.












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