(foto cedida por Juan Manuel Vela Barrionuevo)
GERARDO VELA
(documento cedido por Juan Manuel Vela Barrionuevo)
(agradecimiento a Juan Manuel y su familia, por su atención y facilitarme estos documentos)
Gerardo Vela, era natural de Astillero y
sus padres, Gerardo Vela y Simona Sáez, vivian en la antigua Fondona, familia
muy querida en Astillero.
Eran siete hermanos: Francisco, Gerardo,
José, Luisa, Isabel, Dorotea y Dominica.
Su hermano José, era también aviador y
también falleció en accidente de aviación en aguas del mediterráneo y por
desgracia de su familia, tampoco pudieron recuperar el cadáver.
En junio de 1930, el periódico EL
CANTABRICO publico la noticia de la desaparición del piloto aviador Gerardo
Vela, cuya noticia causó penosa impresión en el pueblo de Astillero, donde él había
nacido y era muy querido.
Afortunadamente, los familiares
del joven suboficial aviador, habían recibido un telegrama y en el cual decía:
"Gerardo Vela. Astillero. Pareció su hijo"
Había nacido en 1900, en
Astillero y contaba en esas fechas, veintinueve años de edad.
Desde muy joven demostró grandes
aficiones a la profesión aviadora, y en temprana edad se trasladó a San
Sebastián, donde, después de grandes gestiones, logró volar en un aparato
tripulado por aviadores civiles. Esto aumentó aquellas aficiones, y en el año
1921, al entrar en quintas, solicitó el ingreso en el Cuerpo de Aviación
militar, en el que fue admitido, obteniendo a los dos años el título de
mecánico de Aviación, y poco tiempo después los de piloto internacional y de
Aviación militar española.
Su amor al estudio y su
entusiasmo por la profesión le hicieron obtener rápidos ascensos, pues hacía dos
años ostentaba en sus bocamangas las divisas de suboficial de Aviación, y en
breve ostentaría la estrella de alférez.
Toda su carrera la había hecho en
nueve años escasos.
Estuvo dos campañas de África, y
asistió al desembarco en Alhucemas, donde se comportó notablemente, y por ello
fue recompensado con la cruz de Maria Cristina, habiendo obtenido diferentes
condecoraciones.
En su última campaña de
Marruecos, dejo constancia de su habilidad y su valor, al acabar aquélla, pasó
a la situación de "supernumerario" e ingresó en la Compañía Española
de Tráfico Aéreo (CETA) para formar parte de su plantilla de pilotos.
En uno de sus vuelos en África,
por avería en el motor, se vio precisado a tomar tierra en territorio enemigo,
entre Zagarin y Yebel Ornika, y con gran serenidad y pericia logró burlar al
enemigo y ponerse a salvo.
En 1929, en viaje a Cabo Juby,
con la escuadrilla del teniente coronel Camacho, se vio obligado a aterrizar
por avería, sin grandes desperfectos en el aparato.
Prestó sus servicios como piloto
aviador en la Compañía que hacia el servicio entre Sevilla y Larache, con otro
aviador montañés, el piloto señor Cayón.
La última noticia recibida, fue
la de su hermano, del telegrama recibido que decía: "Aunque no oficial la
noticia, se dice que está en Alcazargerer. Comunicaré noticias. - Cayón"
La desaparición del piloto
aviador don Gerardo Vela, fue el comentario obligado en el pueblo, donde él
había nacido y en donde residía su familia.
Todos los convecinos se
preguntaban: ¿Será posible, que la fatalidad persiga a los aviadores de nuestro
pueblo? Porque hacía pocos años, otro piloto aviador astillerense, Zenón Macías,
fué victima de un accidente de avión en Cuatro Vientos al realizar pruebas de
un aparato.
El 4 de junio de 1930, con mal
tiempo en el Estrecho -nubes bajas, fuerte viento racheado, lluvia y mala
visibilidad- consciente de la importancia de la puntualidad del correo aéreo
que en aquellos años trataba de abrirse camino y consolidarse, despegó el
aeródromo de Auámara, en Larache, con destino al sevillano de Tablada,
pilotando un biplano, postal, De Havilland DH-9C.
Nunca llegó a su destino, ni se
encontró su cuerpo, aunque sí se recogió del mar, en aguas de Barbate, una saca
de la correspondencia que transportaba.
El reconocido aviador, Joaquín
Cayón, que unía gran amistad con Vela, hizo grandes esfuerzos para encontrar
algún indicio del avión desaparecido, trasteando a lo largo de la ruta que
recorrió en ambos direcciones. No obtuvo ningún resultado positivo.
El 9 de junio, el padre del
piloto, don Gerardo Vela, salió esa tarde para Sevilla, para tener noticias de
la desapareció de su hijo.
A finales de junio, sus padres
regresaban a Astillero procedentes de Sevilla y ya con la noticia de la
desapareció de su hijo en el vuelo de
Larache y Sevilla y solamente quedaba por llegar al hallazgo del cadáver del
malogrado aviador.
Por desgracia para la familia, nunca
pudieron conseguirlo, pero siempre quedo en el recuerdo y memoria en su pueblo.
El joven sargento piloto y
aviador astillerense, Gerardo Vela, por 1926, prestaba sus servicios en el aeródromo
de Cuatro Vientos.
Era primo del malogrado
Florentino Vela.
Había conseguido con constancia y
laboriosidad , obtener en el servicio militar lo que era un sueño cuando era
niño: los títulos de piloto internacional y de mecánico aviador.
Cuando apenas contaba quince años
y se hallaba en los antiguos talleres de Lavín, como aprendiz, ya expresaba su
afición a la Aviación y, con un amigo, se propuso construir, en pequeño, un
aeroplano, que datos sus escasos conocimientos en mecánica, no pudo llegar a
construirse.
Pasó algún tiempo, y los éxitos
obtenidos por aviadores montañeses le aumentaron las aspiraciones del futuro
piloto; pero cuando le ocurrió a su primo Florentino la desgracia en el
atrevido viaje Madrid-Santander, los padres de Gerardo le prohibieron hasta
hablar de lo que aquéllos consideraban descabellados propósitos.
El joven Vela, seguía con sus
intenciones de volar, y aprovechando la ocasión de haberse declarado en los
talleres de Astillero, el año 21, una huelga, marchó a San Sebastián a buscar
trabajo, y allí pudo ver realizados sus anhelos, puesto que consiguió atravesar
los espacios en aeroplano.
Quedo encantado del vuelo aéreo e
hizo firmes propósitos de hacerse aviador.
Ingresa en el servicio militar y,
persistente en su idea, logra, después de diez meses, el título de mecánico
aviador, y hace diferentes vuelos como observador y mecánico.
Posteriormente obtiene los
empleos de cabo y de sargento.
Tras oposiciones consigue
ingresar en la Escuela de Aviación, y, transcurridos dos años de estudios y pruebas,
se le concede el título de piloto aviador internacional.
Durante el tiempo de pruebas, no había
tenido ningún accidente alguno de importancia; solo tuvo tres cabotajes, uno de
ellos, por parada de motor, encima de un pinar, cabotajes que supone vencer sin
detrimento alguno.