Gabriel Mascaró, recogiendo el trofeo.
El 24 de julio de 1965, se celebró el Campeonato de España de
Montaña para Aficionados, con la salida de 47 corredores, a las nueve de la
mañana.
Tomaron parte los más destacados valores del ciclismo aficionado
español.
Este Campeonato Gran Premio Chicles May, tuvo salida en el pueblo
de Astillero.
Antes de la salida y por acuerdo de la Federación Cántabra, se
hizo entrega a Mariano Díaz, de una placa como homenaje de simpatía al vencedor
del reciente Tour del Porvenir.
De Santander, los corredores marcharon neutralizados hasta
Astillero, donde a las nueve se dio la salida oficial. El recorrido y horario
fue el siguiente:
Astillero, 9,00; Guarnizo, Cianca, Parbayón, Renedo, Vargas, 927;
Puente Viesgo, Aés, El Soto, Ontaneda, Alceda, Entrambasmestas, 9,55: San
Andrés de Luena, San Miguel, 10,21; Mirador de El Escudo, 10,39; Corconte,
Ribera del Pantano, Reinosa, 11,19; Lantueno, Pesquera, Bárcena de Pie de
Concha, 11,40; Molleda, Arenas , Las Fraguas, Los Corrales, 12,07; San Felices,
alto de Hijas, Aés, 12,26; Puente Viesgo, Alto de Lamontaña, Torrelavega,
12,45; Barreda, Requejada, Alto Las Anguilas, Alto de Pedroa, Oruña, Arce,
13,07; subida de La Pajosa, Bezana, Peñacastillo, Empalme, Reyerta, Puente
Renfe, subida Cuatro Caminos, Avenida Camilo Alonso, meta. Total 162
kilómetros.
Ganó ante todos los pronósticos, el balear Gabriel Mascaró, con la
proeza de escalar primero en solitario el temible puerto del Escudo y, más
tarde, contrarrestar los esfuerzos de tres "ferrys", Díaz, Tamames y
Balagué, para, en un derroche de facultades, imponerse en la misma cinta de
llegada.
Con este triunfo, se confirmó como una joven promesa del ciclismo.
Gabriel Mascaró, hacia solamente ocho días, se había proclamado
subcampeón de España de fondo, en Vigo, pero antes había sido segundo en la
Subida de Arrate.
Escapados casi de salida, mantuvieron la cabeza de la carrera
hasta el mismo puerto del Escudo, ¡Estaría bueno que tres montañeses hicieran
la carrera en solitario!, decían unos. Otros, más reservados, definieron esta
fuga como un acto de locura, y a la fe que acertaron.
Mantener una escapada de más de 150 kilómetros, con unas
considerables gibas a la espera, era un propósito muy aventurado, pero
interesante. Linares, Zabala y Usamentiaga probaron fortuna y después se
cansaron, aunque el que más resistiera fuera el de San Felices, a quien le
dejaría en la cuneta una inoportuna avería mecánica a falta de 35 kilómetros
para la llegada.
Entonces la carrera estuvo prácticamente decidida, pues Linares había
tomado la cabeza con Mascaró, en solamente dos kilómetros de subida -los de
Hijas- perdió más de cuatro minutos. Entonces, Linares ya no era el corredor
con la fuerza de su escapada bajando las Hoces, sino el corredor cansado y con
falta considerable de alimentos.
La "locura" de Usamentiaga, Zabala y Linares, sirvió
para que la carrera tomase desde los primeros kilómetros un interés
extraordinario, y al mismo tiempo de aviso para los que creían una victoria
cómoda y sin lucha.
La carrera tuvo muchas satisfacciones -la mayor el espíritu de
lucha demostrado en todo momento. pero también sus decepciones, Mariné y
Jareño, dos aspirantes a la victoria final, pasaron casi inadvertidos.
El primero se quedó antes del Escudo, y el segundo antes. Sus
puestos , 11 y 27, no son claros exponentes al triunfo.
El subcampeón, Luis Balagué, hizo una carrera cómoda, lo mismo que
Tamames, beneficiándose de ello, Mascaró y Díaz.
De todas formas, tanto uno como otro supieron colocarse en carrera
y apretar en los momentos decisivos de la misma.
Este IX Campeonato de Montaña de Aficionados pasaría a la historia
del ciclismo cántabro, como una de las pruebas más bonitas e interesantes,
aunque le faltó esa punta final de montaña, imprescindible en toda llegada de
este tipo.
Al final de la prueba, el ganador, Gabriel Mascaró, fue impuesto
con el maillot que le acreditaba como campeón de manos del delegado de la
Nacional, don Luis Lorenzo.
Fue un día que los astillerenses, pudieron contemplar una gran
carrera ciclista.