Casona actual de la finca de Juenga
El
día 28 de enero de 1.954, hubo un suceso en Guarnizo, que tuvo mucho misterio.
Un
hombre había sido hallado muerto. Se trataba de don Edmundo Fernández Alvarez,
de cincuenta y cuatro años de edad y viudo con dos hijos.
Era
el encargado/administrador de la finca de Juenga, propiedad de la excelentísima
señora Marquesa de Campo Real, viuda del Conde de Cimera.
La
ausencia de dicho señor de la casa familiar, preocupó a sus hijos, por su
tardanza en regresar y comenzaron a las averiguaciones necesarias para dar con
su paradero.
Suponiendo
que pudiera encontrarse en la casa de labranza de la finca, a ella se
dirigieron sus hijos.
La
casa se hallaba cerrada por dentro y desde una de las ventanas de la planta
baja vieron a su padre metido en la cama, como si estuviera dormido.
Para
penetrar en dicha habitación tuvieron que romper los cristales de dicha ventana
y al entrar en ella a los gritos de ¡papa! ¡papa! y ver que no respondía se
acercaron al lecho, contemplando con horror que su padre estaba muerto.
Presentaba
una herida de arma de fuego en la región parietal y a poca distancia fue
encontrada una pistola de calibre 7,65.
Comunicado
por la Guardia Civil el hecho a la autoridad judicial de Santander, quienes se
trasladaron a Guarnizo el magistrado juez de instrucción número 2, don Aurelio
de Llano Garrido, el médico forense don Ricardo Pelayo Guillarte y el oficial criminalista
don José Gil Sánchez, acompañados de agentes del Cuerpo General de Policía.
Cumplidos
los trámites de rigor, parece ser que el médico forense estimó necesario que el
cadáver fuese traído al depósitos de la Casa Salud de Valdecilla para hacerle
la autopsia.
Según
parecía, pudiera tratarse de un asesinato.
A
las veinticuatro horas del hallazgo de don Edmundo Fernández, muerto de un tiro
en el parietal derecho, ni una sola pista existía que pueda esclarecer el
misterioso suceso.
La
autopsia verificada en la mañana de ayer, tenia reservada una gran sorpresa:
parece que la bala extraída de la cabeza no corresponde al calibre de la
pistola hallada en el colchón sobre el que descansaba el cadáver. Técnicamente,
parece poco probable que pueda haberse hecho disparar una pistola conteniendo
una bala que no era de su medida.
La
autopsia ha precisado, además, que la víctima no había luchado por defender su
vida; ninguna señal de violencia. La bala penetró en la región temporal derecha
a bocajarro con dirección oblicua al lado izquierdo, destruyó los centros
nerviosos y produjo una gran hemorragia interior. La muerte llegó
instantáneamente, sin agonía de ninguna clase.
Podría
decirse que se trata de un suicidio si no mediaran misteriosas circunstancias
en torno a la muerte de Edmundo Fernández. Parece ser que el cadáver estaba
tapado con una manta la altura de los hombros, conteniendo en las manos una
pistola del 7,65. La gorra, echada de un lado, ocultaba el orificio de entrada
de la bala.
Así
encontraron a Edmundo Fernández las primera personas que, tras violentar la
única puerta de acceso a la habitación, penetraron en ella.
Una
investigación más minuciosa permitió, ayer por la mañana hallar otra pistola en
un armario, de 6,35 milímetros con señales inequívocas de haber permanecido
abandonada durante mucho tiempo. En un cajón, algunas monedas de oro y una
importante cantidad de billetes de la última emisión. De haber sido asesinado
Edmundo Fernández, no parece que el móvil tenga que ser atribuido a un robo.
Don
Edmundo Fernández, era un hombre muy estimado en la localidad, porque la
comitiva que le acompañó hasta el cementerio de Parbayón estaba integrada por
más de un millar de personas y una veintena de automóviles, algunos de ellos
llegados de Santander.
Antes
de ingresar el cadáver en el cementerio se produjeron penosas escenas de dolor
entre los familiares de la víctima, tan misteriosa como trágicamente desaparecida.
En
una de cabañas de la finca, la peor, más incómoda y fría de sus habitaciones
hacia su vida, Edmundo.
El
jardinero de la finca, Vicente Preciados, le había oído decir: Esta noche no he
podido dormir ni un poco. No sé qué me pasa. Cualquier día me pego un tico y
acabo de una vez...
Todo
el suceso de Guarnizo está lleno de contradicciones. No parece natural atribuir
estas palabras a un hombre que, en la opinión general de las gentes, era una
persona optimista por el buen desarrollo de sus negocios. Tenía un espíritu
jovial y todo el pueblo le estimaba. Muy pocos son los que creen que se ha
suicidado.
Nieves
Garcia, dueña del Bar La Frontera, donde cenó Edmundo la noche del domingo en
que fue visto por última vez en el pueblo, dijo al periodista:
Francamente,
esa noche no lo notó nada extraño. Sin embargo, otras muchas personas como yo,
habían advertido que Edmundo no era el de años anteriores, jovial, simpático y
comunicativo. Se había vuelto meditativo y silencioso. No, no era
"Mundo" el mismo.
En
el propio comportamiento de la victima hay cabos sueltos difíciles de atar.
Exteriormente Edmundo se exhibía como un hombre correctamente, vestía sulcro y
arreglado. Y, sin embargo, la casa que ocupaba reflejaba un descuido
indescriptible, la cama sin sábanas, con una delgada manta de algodón como
única ropa: las sillas ocupadas por montones de periódicos cubiertos de polvo;
la mesa y la mesita, conteniendo innumerables papeles, cuadernos y anotaciones
en un desorden absoluto.
Edmundo
Fernández era un aparcero de la finca de la marquesa de Camporreal, pero
últimamente las cosas habían cambiado por deseo de la propietaria de la finca,
que había rescindido el contrato.
Pero
el muerto no parecía estar acosado por los problemas económicos. Se dice que
frecuentemente hacía préstamos sin exigir recibo. Detalle interesante: de el
cuaderno de anotaciones ha sido arrancada una hoja en la que quizá pudiera
haber escrito algo importante. Vale la pena de que insistamos sobre este
cuaderno. En él parecen huellas digitales impregnadas de sangre reciente ¿Son
los dedos del muerto o los de otra persona?. Edmundo ha tenido infectada una
mano y se atribuyen las huellas a la sangre vertida por su propia herida. Pero
habrá que confirmar estos extremos.
He aquí
un suceso que ha sido calificado por el señor Juez de Instrucción, don Aurelio
de Llano, como "extraordinariamente complicado, el más difícil que se me
ha presentado hasta ahora".
Porque
si es bien cierto que algunos por menores harían pensar, en un suicidio, muchos
otros hay por creer que en la muerte de Edmundo Fernández existe una mano
homicida.
¿Suicidio?
¿Asesinato? Los dos interrogantes que rodean el misterioso suceso de Guarnizo
no han tenido, hasta ahora, aclaración. Se saben muy pocas cosas más, en torno
de la trágica muerte y, desde luego, ninguna de ellas agrega elementos
importantes al esclarecimiento del drama.
Los
peritos armeros han comprobado ayer, que el calibre de la bala que mató al
aparcero de Guarnizo, correspondía a las características de la pistola encontrada
entre las escasas ropas que cubrían su cuerpo. Y, una investigación posterior,
ha permitido confirmar la propiedad del arma, que pertenecía al muerto.
Es
decir, todos estos capos sueltos parecen indicar la posibilidad de un suicidio.
Y las actuaciones judiciales hubiesen terminado rápidamente, si no mediaran
otras extrañas circunstancias que ensombrecen el desarrollo del suceso. Los
primeros en penetrar en la habitación ocupada por el muerto, encontraron a éste
tapado con la mata hasta el hombre, con la gorra cubriéndole la región temporal
derecha y la pistola entre las manos, bajo la manta. Si Edmundo decidió poner
fin a su vida ¿quién penetró en la habitación para tapar su cuerpo y cubrir con
la boina el orificio originado por la bala?
Los
criados de la marquesa de Camporreal, han declarado ante la policía. No oyeron
nada, no vieron a nadie, no supieron de la muerte de Edmundo, hasta que su
cuerpo fue descubierto por el Juzgado municipal de Astillero, el médico y la
Guardia Civil.
El
aparcero de Guarnizo, iba de dejar de serlo próximamente. La marquesa había
encargado a su representante, en Santander, que manifestara a su arrendatario
sus deseos. Pero dándole toda clase de facilidades, pidiendo que fuese él quien
propusiese la fórmula económica que cancelase el contrato.
Edmundo
Fernández no tenía, aparentemente, motivos para quitarse la vida. Poseía un espíritu
jovial, era un hombre sociable y comunicativo y no parece que se dejase abatir
demasiado por las circunstancias adversas. Hacía cuatro años, pasó por una
crisis económica y moral que superó rápidamente.
No
es posible creer que el móvil del crimen -de haber éste existido- hubiera sido
el robo. Porque en los cajones de su habitación había dinero y en su armario,
unas monedas de oro que han sido halladas por la policía.
De
las investigaciones, había otro dato que llamaba la atención, es la ausencia de
colillas en la habitación. Edmundo Fernández era un fumador empedernido, que consumía
un par de cajetillas al día. Es lógico pensar que, de haberse suicidado, este
hombre hubiera incluso horas antes, sufrido una crisis nerviosa muy propicia al
uso del tabaco. No había rastro de haberse fumado antes.
Otra
pregunta que se hace los investigadores, ¿qué hizo este hombre en Santander? el
lunes.
De
este suceso ocurrido en Guarnizo, quienes lo vivieron muy directamente, fueron
mis abuelos, que vivían junto a la finca de Juenga y conocían personalmente a
"Mundo"
En el grupo señalado con X don Edmundo Fernández
Momento del entierro de don Edmundo Fernández en Guarnizo