Poco meses antes de botarse al
agua la fragata "Don Juan" en el año 1871, que, como se sabe, se
construyó en el que fue el romántico paseo de la Escollera, su constructor,
señor Gassis, envió recado a su amigo don Domingo Corcho, fundador de la
conocida firma industrial, para que le facilitara su mejor operario forjador, y
le envió a un muchacho de apenas 18 años de edad, llamado Bernardo Lavín
Regato.
El señor Gassis, en presencia del
imberbe joven montó en cólera creyendo que don Domingo se burlaba de él, y
seguidamente se trasladó a Santander a pedirle explicaciones.
Pero don Domingo le calmó y le
persuadió de que no se burlaba de él y de que tuviera confianza en el muchacho.
El constructor de la fragata
"Don Juan" no debió quedar defraudado de Lavín, porque una vez
entregado el buque a la casa armadora santanderina, Pombo, le aconsejó que se
estableciera por su cuenta.
Lavín siguió este consejo y con
tosca mano dirigió una instancia al Ayuntamiento, en la que solicitaba que se
le concediera un pequeño sobrante de terreno en La Planchada para instalar una
fragua.
Esta fragua rudimentaria y primaria,
para la que construyó una tejavana, exactamente en el lugar que ocuparía el bar
de Conchita Monar, fue la cuna de una serie sucesiva y continuada de talleres
cada vez de mayor amplitud a medida que lo iban exigiendo las necesidades hasta
encontrarse con una planta industrial de unos ochocientos productores que
dominamos Talleres de Astillero, S.A.
Este operario, forjador de
oficio, nada más empezar a trabajar por su cuenta, tuvo que luchar a brazo
partido y aguzar su ingenio al tener que buscar un nuevo mercador para sus
productos, pues el sector naval, si hasta entonces era lánguido, puede decirse
que se paralizó totalmente desde la botadura de la mencionada fragata, por unos
cuantos años.
Su nuevo mercado fue el
ferroviario y se reforzó luego consideramente al iniciarse en esta zona la
actividad minera en los últimos años ochocentistas. A partir de entonces, los
talleres de Bernardo Lavín siguieron una línea marcadamente ascendente.
En el año 1885, ya formó parte
del Ayuntamiento como concejal, bajo la presidencia de los que fueron alcaldes
titulares don Ramón Gómez Cavia, don Ramón Secadas Bolado y don José Maria Castanedo.
Dos años más tarde, en sesión de
1 de julio de 1887, fue proclamado alcalde por el equipo administrativo que había
sido elegido por voto popular unos días antes. Sus compañeros de Corporación
fueron: Don Dionisio Serna Riva; don Cipriano Solana Liaño; don Angel Díaz de
la Hoz; don Modesto Viar Solana; don Juan Leguina de la Hoz; don Antonio
Egusquiza Mazo; don Cosme Quevedo Saiz y don Eduardo Díaz Vélez.
Su principal rival en aquel
Ayuntamiento era don Angel Díaz de la Hoz, por otra parte, muy amigo
particular, y para retratar a ambos podría sacar a relucir varias anécdotas,
pero solamente me referiré a una, en mérito a la brevedad.
Se discutía una cuenta de 54
pesetas, por diecisiete viajes hechos a Santander por asuntos oficiales durante
el segundo semestre de 1887 y la protestó don Angel por estimar las cifras
excesivas. Esto dio pie, a que por parte de unos y otros se produjese un lio
tremendo. El alcalde a voz en "grito, decía, que no consentía que en la sesión se hablaran
sandeces" e impuso al señor Díaz de momento, una multa de 7,50 pesetas;
pero el señor Díaz dijo que él por la multa no se callaba, se reprodujo el
escándalo y el alcalde se vio obligado a levantar la sesión.
Durante el mandato del señor Lavín
se cambió el nombre de la calle que hasta entonces se llamaba "Reipa"
por el de Venancio Tijero y a la calle que hasta entonces se llamó de Arriba o
del Matadero, se le impuso el nombre de don Miguel de la Sierra Donestave.
En su tiempo se instaló el telégrafo
y se gestionó la instalación del teléfono y se subastaron las obras de la plaza
del mercado, que fueron adjudicadas a don Antonio Fernández Gallostra en la
cantidad de 10.988 pesetas y estaban aquí en pleno auge las obras del
Ferrocarril de Santander a Solares.
En su tiempo se informó favorablemente
la petición del señor MacLennan para la construcción del ferrocarril, minero de
Solía a Astillero, y se acordó aprobar la creación del "Casino de
Astillero", ya que su tendencia era la comodidad, recreo y distracción de
los socios "sin ningún otro fin pernicioso" señalado únicamente el
horario de cierre a las once en invierno y a las doce en verano.
Bernardo Lavín Regato, nació en
Santander el 15 de octubre de 1852, por sus méritos le fue concedida la Cruz de
Caballero de la Real orden de Isabel Católica, por R.O. de 5 de noviembre de
1900, firmada por Maria Cristina, Reina regente, en nombre de su hijo Alfonso
XIII.
Fue una extraordinaria persona,
habiendo ocupado la Alcaldía del Ayuntamiento de Astillero.
En su inicio los talleres de
Bernardo Lavín, en sus distintas ubicaciones, venía ocupando sus alrededores
con materiales elaborados o semielaborados no navales, como eran los vagones,
vagones cisternas, cambio de vías de todos los tipos, tomas de agua para las
locomotoras, depósitos de agua para las estaciones, trabajos de calderería,
como puentes, calderas de vapor verticales y horizontales.
Eran trabajos que no cabían en el
taller y una vez terminados y dispuestos para ser transportados y entregados.
Fue cuando Talleres de Bernardo Lavín,
inició la construcción de un dique seco, para continuar con las reparaciones de
buques, que ya venían haciéndolo desde que empezaron con su actividad. Fue
inaugurado el 16 de abril de 1922.
Y así la empresa Bernardo Lavín
se decantó por el tema naval y la continuación de trabajos en el sector naval.
Falleció el 2 de noviembre de
1902.
A su fallecimiento, la empresa
pasó a ser "Viuda de Lavín y Cía. S.C." el 26 de marzo de 1903, una
Sociedad Mercantil Comanditaria de carácter familiar con una duración de 10
años, posteriormente, bajo el control de la familia, se convirtió el 17 de
octubre de 1913, en "Talleres del Astillero, Herederos de Bernardo Lavín,
S.A."