Vista del embarcadero de Astillero con una Corconera al fondo
(postal propiedad de Ricardo Vega)
Embarcadero en Santander del servicio de las Corconeras a Astillero
En la bahía de Santander, desde hace muchos años, hasta la llegada de
los vapores Corconeras, que se iniciaron en el año 1877, el servicio marítimo
de pasajeros y transportes era efectuado por diferentes embarcaciones, botes,
lanchas de pesca, pinazas y otros barcos de más categoría en sus horas o días
libres eran aprovechados por sus propietarios para conducir pasajeros a los
pueblos ribereños, creciendo el número de competidores los domingos o por
motivo de excursiones y romerías.
Los más conocidos por grado de importancia eran el remolcador Hércules
(que años más tarde fue comprado por La Corconera), el Carlitos y Santander,
vaporcitos propiedad de don Carlos Saint Martin.
Para contrarrestar aquellas irregularidades efectuadas en continua anarquía
de puntualidad a la salida y regreso, don Juan Gutiérrez Colomer, antiguo
veraneante en El Astillero, al que profesaba gran cariño, proyecto la creación
de una línea regular de vapores entre el pueblo de Astillero y la capital,
recibiendo inmediatamente la colaboración de sus íntimos amigos, los hermanos
Tijero y Cordero, nacidos en aquel lugar. Venancio el mayor de ellos, soltero y
alcalde del pueblo, se animo en su intento y prometió por el cargo apoyarle en
toda empresa que supondría mejoras para su ayuntamiento.
Don Juan organizo la sociedad que se denomino LA CORCONERA, a la que
dio carácter familiar y de amistad íntima con el resto de los componentes de la
sociedad. Por esa razón, interesa en ella, en primer lugar, al ingeniero don
Felipe Sánchez Díaz, casado con la hija de doña Ascensión Gutiérrez Colomer, su
hermana.
Interviene también como accionista otro pariente, don Joaquin Bolado
Ibarra, casado con la hermana de don Felipe. Don Joaquin, de elevada posición
económica, llevaba el mayor paquete de acciones, pero tiempos después, por
reveses inoportunos de banca y bolsa, tuvo Gutiérrez Colomer que hacerse cargo
de todas ellas, quedando por este motivo con mayoría absoluta.
Don Alberto Gutiérrez Vélez Dosal, es igualmente otro socio familiar,
hermano de doña Francisca, esposa de don Juan. Este cuñado fue inseparable en
sus negocios. Su hijo, don Enrique Gutiérrez G. Colomer, es nombrado
representante de la empresa Corconera.
Fueron además accionistas el mencionado con Venancio Tijero, don Felipe
Quintana, marqués de Robrero, también íntimo del organizador. Otros socios,
fueron don Leopoldo Pardo, don José María Aguirre y don José Pérez Carral.
Una vez constituida la Sociedad, don Juan Gutiérrez Colomer, es
nombrado Presidente del Consejo de Administración, don Felipe Sánchez Díaz,
Ingeniero de la Empresa y por último, don Venancio Tijero, Director-Gerente.
Con calculada prudencia, comenzó LA CORCONERA su organización,
adquiriendo solamente dos barcos para con ellos aclarar la incógnita del éxito
o fracaso. Se los bautizó con los nombres de Corconera nº 1 y Corconera nº 2.
El Corconera nº 1, había sido propiedad de don Eduardo López Dóriga,
que lo utilizaba como barco de recreo, con el nombre de Matilde. Fue reformado
en los Talleres de San Martin. De veintiséis toneladas y con un cupo máximo de
97 pasajeros autorizados por la Comandancia de Marina.
El Corconera nº 2, totalmente nuevo, comprado en Nantes y con la
asignación fijada en ciento treinta pasajeros.
La Inauguración fue el 28 junio de 1877, los dos vaporcitos dieron
comienzo el servicio al público.
En ese día de la inauguración, no cesaron de ir y venir los Corconeras
repletos de personas el servicio de Santander a Astillero.
Además de La Corconera, otros dos vapores de la competencia llamados
Empresa Santander no cesaron de hacer viajes de ida y vuelta hasta bien entrada
la noche. También bastantes expedicionarios en lanchas y algunos carruajes, y a
pie, por la parte de la estación. Se bailó en la fonda, en todos los rincones
del pueblo, y en la Planchada se improvisó un baile con la música de la Casa de
Caridad, que duró hasta la noche.
Al regreso, los forasteros que acudieron a la fiesta, comentaban en la
popa del barco que les conducía a Santander, la grata impresión que les había
producido el bonito viaje a Astillero, visto desde el Lazareto y mucho más, el
que veían desde el Muelle rielando sus luces sobre el agua cuando ya se
acercaban al desembarcadero.
El Astillero había sido el punto predilecto, los expedicionarios venían
de este nuevo servicio sumamente satisfechos.
PRIMER
CUADRO DE SERVICIOS
La
Corconera
Línea
de vapores entre Santander y el
Astillero
de Guarnizo.
Horas
de servicio
Por
las mañanas, salida de Santander a
las
7,
8, 9, 10 y 12. Salidas del Astillero,
a
las mismas horas por otra Corconera,
cruzándose
ambas en mitad del trayecto.
Por
las tarde, salidas de los vapores a las
mismas
horas desde Santander y el Astillero,
con
el horario 2, 3, 5, 6, 7 y
8.
Precios
de pasaje
1."
clase : 2 reales. 2." clase: 1 real.
Abonos,
el 25 % de rebaja. Transporte de
efectos
y servicio a domicilio: precio
convencional.
El
precio del flete, adelantado.
Durante
el verano de julio de 1877, se duplicaron los viajes a Astillero, para llevar y
traer gente que acudían a la Planchada, donde era tal la afluencia de jóvenes
con ganas de divertirse que se hicieron bailes improvisados con la actuación de
unos músicos que habían llegado de Torrelavega, alternando con los violines y
guitarras de los Ciegos.
En uno
de los viajes frente al muelle de la Monja, uno de los vapores arrolló a un
bote que se cruzaba por delante, conduciendo a doce soldados de los que iban a
Cuba, se fue a pique la lancha, con los doce soldados al agua.
El 30
de mayo de 1878, a primera hora de la tarde, salía para El Astillero el vapor
Corconera nº 2, atracado momentos antes frente al café Suizo, para recoger con
más comodidad a los invitados. Engalanado con guirnaldas de laurel y flores,
conduciendo a su bordo comisionados de las corporaciones civiles, militares y
eclesiásticas, representantes de prensa e invitados, para asistir a la
inauguración de las obras de las escuelas para niños y casa consistorial.
Dos
botes de la goleta "Consuelo" eran llevados a remolque, transportando
en ellos al comandante de Marina y comandante y oficiales de la mencionada
goleta de guerra.
Al
llegar a Pontejos, el viaje no continuó tan feliz para estos últimos, pues las
nubes empezaron a descargar agua.
En
Astillero, fueron recibidos con repique de campanas por el alcalde don Venancio
Tijero, concejales y cura párroco. Embarcadero y carretera estaban adornadas
con gallardetes, perchas y follaje. Como la lluvia molestaba demasiado, se
activó la ceremonia de bendición.
A
continuación, en la fonda del Cid, en La Planchada, de los señores Regatillo y
Llaguno, se sirvió un lunch.
El
alcalde, dio terminado la fiesta y se dirigió con la comitiva hacia el
Corconera nº 2, cuya empresa mereció los elogios y simpatías de todos,
expresando don Venancio el agradecimiento del Astillero por el aumento
considerable de los pasajeros en su viaje a Astillero.
Mientras
que desde la Planchada se dispararon cañonazos y en el aire hacían explosión
los cohetes.
El 10
de junio, se estreno en el viaje a Astillero, el nuevo vapor Corconera nº 3,
adquirido recientemente. Era un elegante barco con fuerza de cuarenta y cinco
caballos, con 22 metros de largo y 4 de manga y podría conducir cerca de 300
pasajeros. La maquinita que llevaba instalada producía un haz de luz eléctrica
para alumbrar a distancia de 1.500 metros y poder observar por este medio los
objetos que se presentarían de noche por delante de proa. Tenía dos cámaras,
una a proa para 60 viajeros y otra a popa, de 40, cómodamente sentados.
En su
primer viaje a Astillero, traslado gran número de amigos de la sociedad.
Los
Corconera 1, 2 y 3, no cesaron de hacer viaje durante aquel verano de 1878 al
Astillero, transportando miles de personas, que fue preciso llevar pinazas a
remolque para mayor cabida de pasajeros.
La
número 3, con motivo de la inauguración en Astillero de la fonda de los
Vapores, de Manuel Goyechea, estuvo a disposición de los invitados, y en el
viaje de regreso, a modo de gracia decían: "bullían las calderas de los estómagos
repletos de combustible y se vieron varias "merluzas" tiradas en
cubierta".
En
agosto de 1878, el Corconera nº 1, en su viaje a Astillero, sufrió un accidente
con una fuerte detonación que impresionó a los viajeros y causó gran
incertidumbre. Arrojándose tres individuos al agua, quienes se salvaron
poniendo pie en tierra.
El
patrón del vapor puso inmediatamente rumbo hacia tierra, mientras sus ayudantes
retiraban los fuegos del horno para evitar el peligro de explosión de la
caldera por rotura de un tubo. Al quedar sin movimiento, fue remolcada por el
Corconera nº 2, hasta el muelle.
Para
dar finalizado la temporada y conmemorar el éxito del servicio de viajeros al
Astillero, la empresa La Corconera, reunieron a todos los protagonistas en la
fonda de los Vapores, donde celebraron una comida con el esmero y gusto con que
lo hacía siempre.
El 3
de abril de 1879, regresa de Madrid el alcalde de Astillero y gerente de la
Corconera, don Venancio Tijero Cordero, donde se había sorprendido una
enfermedad, falleciendo el 28 de mayo de 1879. Había sido un alcalde ejemplar y
entre los beneficios que proporcionó a su Astillero fue conseguir, por su
mediación con don Juan Gutiérrez Colomer, el establecimiento de la línea de vapores
de utilidad y recreo llamada LA CORCONERA.
La
empresa, en memoria y agradecimiento a su interés en favor de La Corconera,
nombraron gerente a su hermano, don Tomás.
El 22
de junio de 1879, a las cuatro y media de la tarde, salió del muelle el vaporcito
Corconera nº 4, con el objeto de hacer una expedición inaugural de prueba,
donde se dirigieron a la Magdalena, de allí al Puntal, luego Pedreña,
deslizándose después por toda la costa sur de la bahía, para entrar en la ría
de Tijero, llegando a El Astillero.
Por
junio de 1880, la empresa La Corconera había conseguido llegar sus vapores
hasta San Salvador, habiendo vencido todas las dificultades y terminado de
construir el embarcadero para el atraque de las Corconeras en ese pueblecito.
La tarifa de precios de este nuevo servicio, eran de tres reales en
"primera" y dos reales en "segunda".
En
junio de 1880, se inauguraba Gran Fonda, situada al pie del muelle
desembarcadero de los vapores Corconeras, bajo la dirección de Francisca
Puerta, viuda de Aja, con local restaurant independiente a precios módicos, con
fama sus guisos.
En
octubre de 1880, la cámara de "primera" del vapor Corconera quedó
cuidadosamente preparada, al fondo un pequeño crucifijo, los cuatros grandes
cirios puntualizando el cuadro bien sujetos, para prevenir los movimientos
bruscos del barco, y por último el suelo cubierto de lujosa alfombra
completaban la severa ornamentación de la cámara mortuoria dispuesta para
recibir los restos mortales del fallecido, don José Maria Orense. que fue trasladado
a la capital.
Al
llegar a Santander, fue despedido el duelo en el mismo embarcadero de la
empresa La Corconera, mientras un coche fúnebre se llevaba el féretro del
ilustre hasta el cementerio de San Fernando.
En la
popular romería del 15 de agosto de 1883 en Astillero, la empresa de los
vapores había expedido quince mil quinientos cincuenta y seis billetes de ida y
otros tantos de vuelta por la tarde, a pesar de la aglomeración el servicio se
hizo con normalidad.
En 1
de agosto de 1886, cuando más atestado estaba la gente que venía a Santander
para presenciar la corrida de toros, sin duda por la aglomeración de personas
se rompió uno de los tramos del puente-embarcadero de la empresa Corconera en
El Astillero.
Unas
quince personas cayeron al agua, sin que, salvo leves contusiones hubiera que
deplorar desgracias. En la fonda de Los Vapores fueron asistidos los náufragos
enviados por la empresa, secados, planchados y alimentados.
En
noviembre de 1888, soplaba el sur en la ría, a pesar de los consejos que les
dieron, tomaron un bote dispuesto a venir a Santander. Uno de ellos fue el
fogonero de La Corconera, Casimiro Berdiel, los otros tres, un capataz y dos
operarios empleados en las obras del nuevo ferrocarril a Solares.
El
fogonero iba remando con los otros tres y de pronto zozobró el bote por la
fuerza del viento, precipitando al agua a los cuatro hombres. Fogonero, capataz
y un compañero pudieron asirse a la embarcación, el otro, a nado, logró llegar
a tierra.
Esto
es lo único que se supo por el salvado, después quedó en el misterio eterno lo
ocurrido a sus compañeros. El bote fue encontrado frente a San Martin. El
capataz y operario eran vecinos de Pontejos.
Al mes
siguiente apareció en el mar, frente al promontorio, el cadáver del empleado de
La Corconera. Días después, en la Magdalena, el de José Bahamonde (capataz).
Del tercero nada se volvió a saber, suponiendo que las corrientes le llevaran
fuera de la bahía.
El 30
de noviembre de 1889, El Hércules remolcó a la fragata americana Robert Dixon
hasta El Astillero y ajustó su importe en libras, cincuenta esterlinas.
El 15
de agosto de 1890, los Corconeras trasladaron a muchos viajeros a la romería
del Astillero, en una de ellas, terminó a linternazos entre astillerenses y
santanderinos, que tuvo que intervenir la guardia civil y carabineros.
Desbandados
los combatientes al final, los de Santander, se refugiaron perseguidos por la
guardia civil en el Corconera que iba a emprender el viaje a la ciudad. En el
vapor no pudieron los guardias detener a ninguno.
De la
refriega, ya por los sables, ya por sus propias armas blancas, resultaron heridos:
Máximo Bolado, del Astillero, Aurelio Arenaga de San Salvador y algunos de
Santander. A uno de los guardias se le rompió el sable por la hoja, dándose
cuenta de todo al juzgado de instrucción.
En
1892, La Corconera regulariza el servicio entre Santander y El Astillero , efectuando
siete viajes diario, otro al Cespedón y todos relacionados con el cuadro de
horas del ferrocarril de Solares.
En
noviembre de 1892, a la romería de San Jorge, la empresa de vapores anuncia
viajes extraordinarios al Cespedón, al precio de setenta y cinco céntimos, ida
y vuelta, en "primera" y cuarenta céntimos en "segunda".
En
agosto de 1893, se celebra en la Comandancia de Marina oposiciones para cubrir
una plaza de práctica en el puerto. Se presentaron nueve opositores y fue
ganada por Vicente Madariaga, el célebre patrón del Corconera nº 6 (Hércules),
héroe en incontables salvamentos.
Otro
patrón, del Corconera nº 3, Anselmo Castanedo, también consigue en oposiciones
y es nombre práctico de las rías de Astillero y San Salvador, con la nota de
"muy bien".
En
1895, la empresa La Corconera, había anulado el pasaje con Astillero y
atendiendo algunas presiones particulares, trato de reanudarlos restableciendo
nuevo servicio con el horario de 8 y 12 por las mañanas y 4 y 7 por las tardes.
En
mayo de 1895, llegó en el correo Alfonso XIII, procedente de La Habana, el
general Calleja y en un Corconera se trasladó al Astillero, para, desde allí,
desplazarse a su finca de Guarnizo.
Por
octubre de 1895, al llegar el frio acompañado de lluvias, la mayoría de las
personas optaban, como era lógico, por el viaje en tren que les era más
confortable y la Corconera queda obligada a señalar una fecha notoria de sus
viajes marítimos con el siguiente comunicado de la Empresa:
"
La Corconera desde el 10 de octubre de 1895 ha suprimido definitivamente el
servicio con Astillero"
Con
esta definitiva ausencia, hubo muchos comentarios por unos y añoranzas para otros
y, como muestra, quedan las coplas cantadas por jóvenes del Astillero.
Ya
se fue La Corconera
que
aquí arribó días mil,
ya
no alegra la ribera
su
silueta tan gentil
Adiós
dijo al Astillero
al
marchar a Santander.
Un
adiós triste y
sincero
i
para
nunca más volver !
La marcha señaló,
para aquel concurrió lugar de Astillero, el comienzo de su declive como centro
excursionista y veraniego.