Obreros de la fábrica "El León" de
Astillero, sin trabajo y reunidos en el Centro Obrero del
pueblo.
En enero de 1928, Astillero, una de las
poblaciones más industriosas de la provincia, se hallaba afectada por una
crisis que no se derivaba de circunstancias locales, pues, por fortuna, las Empresas
allí establecidas seguían su marcha normal, sino de otras de índole nacional.
Al establecerse el Monopolio de Petróleos, la Compañía
arrendataria había reorganizado la industria con arreglo, a las conveniencias
del negocio, y de ella resulto que de las dos importantísimas refinerías de
petróleo establecidas desde el último cuarto del pasado siglo en Astillero, una
de ellas, la más antigua precisamente, fue cerrada, o, fueron paralizados los
trabajos desde el día 31 de diciembre último.
Para la provincia suponía esta medida un quebranto
de importancia, pues la fabricación de petróleos marca "EL LEON" de
los señores Deutsch y Compañía, daba un gran rendimiento de producción, y esto,
naturalmente, afectaba a toda la economía de la provincia, por la íntima
relación que había entre los elementos productores, de transportes, de consumo,
etc.
La paralización, por causa de un núcleo de
actividad que se extingue, alcanzaba a muchos más obreros y a bastantes más
capitales de los que en él se empleaban.
Por ello, solicitaron pedir al Monopolio de Petróleos, que estúdiese la
posibilidad de mantener abierta y en funcionamiento normal, la fábrica vieja de
petróleo de Astillero.
Mientras esas gestiones se llevaran a feliz
término, había que trabajar denodadamente para que no se quedase sin sustento
las ochenta y tantas familias que procedían del trabajo en la fábrica "El
León".
Era lo más urgente y lo más fácilmente
solucionable en el conflicto que el cierre de la fábrica había planteado.
Entre los obreros que cesaban había varios que
llevaban más de cuarenta años en la fábrica, algunos más de treinta y bastante
de quince a veinte, y que la mayoría son padres de familia con cuatro, seis y
aún ocho hijos.
El contingente de personas para quienes la
paralización suponía el hambre eran tan grande y de tanta importancia para una
población como Astillero, en donde se carecía de esos trabajos en que se podía
emplear circunstancialmente personal con carácter temporero, que se necesitaba
la cooperación de todos para poner remedio al problema.
Tampoco, había, por desgracia en la ciudad,
exceso de trabajo en esa época y, por consiguiente, no era fácil suplir con el
trabajo de aquí el que allí les faltaría a esos obreros.
Parecía natural que el Monopolio procurase
utilizar todas las fábricas que se hallaban establecidas, antes de edificar
otras, y está fuera de toda duda que las dos de Astillero se hallaban dotadas
de los elementos necesarios y contaban con personal idóneo, puesto que en los
tiempos de la mayor competencia surtían a una zona amplísima de la nación.
Siendo esto, así, desde el momento que de dos
fábricas existentes en la misma localidad se cierra una, no es nada aventurado
suponer que en la que quédese se intensificaría la producción, y en ese caso,
nada más justo, ni nada más, práctico, al mismo tiempo, que emplear el personal
que, en una práctica de largos años, había dado prueba plena de su eficiencia.
Con poco que se haría en este sentido, ha de ser
bastante fácil solucionar el conflicto de los obreros que más lo necesitan, que
son, a la vez, los que tienen más familia y los que están más especializados en
la industria.
En este sentido, la fábrica "El León",
procedió avisar algunos obreros, para que entrasen a trabajar en la fábrica que
fué de la razón social Desmarais Hermanos, y que es la que seguía funcionando.
Con poco de buena voluntad, con un poco de
humanidad y con un poco de verdadero deseo por parte del Monopolio para
resarcir, en parte, a nuestra provincia de los graves quebrantos que el cierre
de la fábrica la produce, tanto por lo que respecta a la producción en
Astillero como el tráfico en los ferrocarriles y en el puerto, será posible dar
empleo a todo el personal que se hallaba en paro forzoso.
La fábrica "El León" de los señores
Deutsch y Compañía, en la que era director, don Alejandro Blanquez, contaba con
el siguiente personal de oficina: subdirector, don Alejandro Ibaseta; jefe de
la oficina de Santander, don Tomás Sánchez (que ingreso en la Empresa en 1884);
empleados: don Federico Pérez, don Angel Campo, almacenero (ingresado en 1887)
y don Narciso Plan.
Obreros, desde 1884: David Morante, Antonio
Ontavilla, Eugenio Serna, José Serna; 1890: Bonifacio Agudo; 1895 a 1899: Felipe
Herbosa, Gregorio García, José Valle, Ramón Alvarez, Luisa Garcia, José Campo,
Claudio Viaña, Luciano Ferreras, Manuel Palacios; 1905: Mauricio González,
Patrocinio Aceveda, Manuel Fernández; 1910 a 1928: Jerónima Pardo, Antonio
Castillo, Anselmo Cabrera, Faustino García, Juan Marín, Angel Campo, Marcelino
Santibáñez, Candido Cavada, Antonio Morante, Fernando Campo; 1919 a 1920:
Eudoxio Herbosa, Miguel Velasco, Justo del Mazo, Luis Terán, Servando Sierra,
Santiago Sierra, Faustino Villegas, Pedro Puente, Francisco Iturzacta, Ramón
Ontavilla, Manuel Galíndez, Telésforo Morante, Florencio Ruiz, Agustín
Valentín, Maximino Estébanez, Mariano Laza, José F. Gutiérrez, Juan Sierra,
José Herbosa, Gregorio Arteaga; dese 1921 en adelante: Jesús Ceballos, Cipriano
Campo, Luis Morante, Joaquin Monar, Vicenta Laza, Faustino Morante, Santiago
Alvarez, Laurentino Campo, Félix Alvarez, Casimiro Ruiz, Fructuoso Pozo, Javier
Elorza, Enrique Herbosa, José Somonte, Ramón Santibáñez, José Santiago, José
Giráldez, Ricardo Cagigas, Luis Soler, Jesús Riancho, Antonio Sánchez, Angel
Alvarez, Cipriano Solar, Antonio Portilla, José Castanedo, Victoriano
Fernández, Florentino Mata, José Valle, Jesús Castanedo, Natividad Francisco,
Victoria Minguez, José Palacios, Manuel López y Josefa Ruiz.
Los trabajos que se hacían en la fábrica
requerían obreros de oficio, y por eso entre el personal figuraban ajustadores,
torneros, fundidores, hojalateros, carpinteros, albañiles y destiladores que
eran necesarios para las distintas especialidades de la organización del
trabajo en la refinería. Además había un núcleo de peones y peones-pinches.
La Federación Obrera Montañesa realizó gestiones
enviando telegramas al presidente del Consejo del Monopolio y al ministro de
Hacienda dándoles cuenta del conflicto que suponía el despido de los ochenta y
tantos obreros de la fábrica "El León" y solicitando que se procuraría
dar trabajo al personal en la fábrica nueva.
Las respuestas telegráficas que llegaron fueron
comunicadas por el presidente de la Federación Obrera Montañesa, don Bruno
Alonso, a dos comisionados de los obreros petroleros que vinieron a la ciudad
con ese objeto.
Los comisionados leyeron esos despachos y dieron
cuenta de las gestiones que la Federación realizaba, en una asamblea general,
que tuvo lugar, a las seis y media de la tarde de ayer, en el Centro Obrero de
Astillero.
Los despachos aludidos decían así:
El 9 de enero 1928, se reunieron en la Casa
Consistorial representaciones de todas las fuerzas vivas de este Ayuntamiento
para tratar de dar una solución al conflicto creado con motivo del despido de
ochenta obreros de la fábrica de petróleos Deutsch y Compañía, que ha cesado al
implantarse el monopolio de combustibles líquido.
En la reunión a que concurrieron
representaciones de todas las clases sociales, se tomaron los acuerdos de
dirigirse a los Poderes públicos respetuosa y razonada solicitud pidiendo que,
a tenor de lo preceptuado en el decreto-ley de implantación del monopolio, y
teniendo en cuenta las inmejorables condiciones que reunían estas fábricas de
petróleo y las aptitudes de los obreros que en ellas han trabajado, se asigne a
aquéllas, en esta región, los trabajos de destilación y sus derivados, con lo
que se llegaría a dar empleo a todos los obreros cesantes, tan capacitados como
los que más en esta clase de trabajos.
Para hacer las necesarias gestiones en tal
sentido, se nombró una comisión integrada por elementos de todos los sectores y
presidida por el señor Nieto.
Al conflicto planteado viene a dar mayor
agravación el despido temporal de más de una veintena de obreros, en su mayor
parte padres de familia, de Talleres de Astillero, que se han visto precisados,
a tomar tal medida por escasez de trabajo.
El 12 de enero, se dio la grata noticia que se estaba
llevando a cabo activas gestiones para
reintegrar a sus puestos a los operarios despedidos que trabajaban en la
fábrica Deutsch y Compañía.
Estas gestiones realizadas por el Gobernador
Civil de la provincia, señor Saliquet, se las manifestó al presidente de la
Federación Obrera Montañesa, indicándole que había recibido una carta del señor
Dómine, presidente de la Arrendataria de Petróleos, en la que le indicaba que
se estaba estudiando la manera de ir colocando a todo el personal suspendido.
Finalmente y tras grandes gestiones, se consiguió
que los despedidos fuesen incorporados a la otra fábrica de petróleos,
Desmarais y Hermanos.
Estas dos fábricas quedaron en una sola empresa
que terminó incorporada al monopolio de petróleos, bajo el nombre de CAMPSA.
Mi abuelo, Angel Vega, pertenecía por entonces a
la fábrica Desmarais Hermanos y el 1 de enero de 1928, se incorporó a Campsa.