viernes, 9 de marzo de 2018

ASTILLERO Fiestas de San José en 1910




Vapor Corconera 








Anuncios de 1910








Por aquellos años 1910, las Fiestas de San José se conmemoraba casi de la misma forma que ahora, pero en el fondo eran completamente distintas, había más fe y más ansias de divertirse.

Había los mismos actos religiosos que los de ahora, cine, baile, también cucañas, concurso de bolos, carreras de cintas....

Ese día amaneció radiante, para hacer honor el Santo.

Lavín, era el heraldo anunciador. Los seis famosos soldados de su lírica, tocaban diana apenas apuntaba el día. No se podía descifrar si era diana de infantería, marcha nupcial o pasodoble "El Vito"; Lavín era Lavín y para ese día no había otra banda que la de Lavín.

Después de recorrer la banda todas las calles del pueblo, se subía al balcón del Ayuntamiento y desde allí deleitaba con su extenso y variado repertorio. A las doce ya desfilaba hacia la iglesia, para asistir a misa mayor, tocando también "El Vito" como pasacalles.

Después de la misa, todos los jóvenes desfilaban a sus casas tras la pitanza que ese día era extraordinaria.

Nada más comer, se corría a la Planchada abajo para ver entrar a los romeros de Santander que venían en trenes y corconeras. Los que venían en corconeras, de lejos, ya se les oía cantar a coro.

Pronto la Planchada quedaba repleta y entre el bullicio imponente de aquel gentío, anuncios de barracas y humo de churrerías, Lavín organizaba sus huestes y se ponía a tocar en el Redondel.

Las piezas eran larguísimas, sin duda para no agotar el repertorio, pero terminaban...

Al empezar la siguiente era ella...

¿Qué tocamos, Lavín?, le decía el subdirector.

Y Lavín, tras meditar un momento, contestaba:

La misma, pero un poco más fuerte.

Cansados ya los bailarines romeros de oír repetir siempre a Lavín el mismo pasodoble, la misma polca y el mismo vals, se dirigieron al presidente de la Comisión de Festejos, que era don Alfredo Quevedo y le preguntaron un tanto indignados:

¿Nos quiere decir, señor Quevedo, si habrá en toda la provincia otra banda de música peor que esta?
Y Quevedo, con aquella fina ironía que le caracterizaba, contestó:

Sí, señor: esta misma el año que viene.

Con motivo del Santo, existía una costumbre de felicitarse por mediación de artículos en prensa, en uno de ellos, la señora Esperanza, peinadora de Astillero, recibió uno que la hizo mucha ilusión y decía:

Te agradezco de veras
tu simpatía
¡oh gentil peinadora
del alma mía!

firmado por las jóvenes del taller de Esperanza Bolicón.

Por los años 1910, cuando las minas estaban en su mayor producción, vivió Astillero su mejor y más prospera época, también sus más turbulentos tiempos de luchas política y sociales ocasionados por ser centro de una vasta zona minera de mucha importancia.

En todos los pueblos de esta comarca el marxismo había instalado sus centros obreros y el de Astillero era el rector de todos ellos.

Muchas huelgas revolucionarias hubieron de soportar los vecinos en esos tres años con el consiguiente alojamiento de tropas, aunque no hubo que apuntar ninguna agresión de ningún género. Astillero y su zona minera se distinguieron siempre por su educación y cultura cívica, por eso, cuando ocurrían convulsiones de huelgas revolucionarias, la tropa no tenía nada que hacer más que pasear por la cera de la Confitería y divertirse.

En 1910 llegaron fuertes vientos de fronda marxista con la subida de Canalejas al Poder, y según las noticias de prensa de aquel año, en todo el norte de España se acentuaron los sucesos sociales, aunque Astillero seguía comportándose sensata y moderadamente.

Sólo un hecho hubo que, por su trascendencia y originalidad, terminó en festivo lo que en un principio revistió caracteres bastantes serios, dada la categoría intelectual, política y religiosa de los personajes que en él intervinieron:

Regía el Centro Obrero de Astillero un tabernero de profesión que solía escribir sus diatribas con el clero, en El Cantábrico. Utilizaba el seudónimo de "doctor" y por ello le llamaban "El doctor Porguasa"

Sintióse "El doctor Porguasa" mucho más envalentonado con el cambio político y solicito a Barcelona, para la enseñanza de ese Centro, un profesor laico, y consiguió importar nada menos que a un discípulo del tristemente célebre anarquista Francisco Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Moderna.

El tal profesor era un tipo de buena estampa, inteligente y, a juzgar con los adeptos que conseguía en una campaña mitinesca anticlerical que emprendió a poco de llegar, parecía llevarse a toda la juventud por su simpatía y elocuencia.

¿Llegó a preocupar a los católicos y a la jerarquía eclesiástica de Santander, el profesor anarquista?

Fuera por esto o por coincidencia, el caso fué que, cuando este profesor terminaba casi triunfalmente su campaña anticlerical, la Iglesia anunciaba unas misiones en la parroquia de Guarnizo.

Al frente de esta campaña misional venían dos eminentes religiosos redentoristas padres, Gil y Turiso.

Como combatiría el padre Turiso, las teorías del profesor laico, amigo de "El doctor Porguasa", que éste se sintió ofendido y le lanzó un reto en la prensa para una controversia pública.

El padre Turiso, sereno y batallador, aceptó el reto, que también fue publicado en la prensa. Como el retado elegía lugar y día, éste eligió el campo de la iglesia de Guarnizo y el mismo día del final de las misiones.

Entre tanto llegaba ese día, el maestro laico no pudo contenerse y se decidió a lanzar sus diatribas en hojas sueltas, combatiendo a la iglesia y sus teorías, haciendo una gran defensa de las ateas y materialistas..."Revolución y odio -decía- contra el oscurantismo clerical: la Escuela Moderna dará la pauta a las nuevas generaciones para construir el mundo del porvenir".

El padre Turiso, contestaban a estas andanadas, también en hojas sueltas, sin hacer la menor alusión, hablando de la hermandad humana, de la evolución natural del hombre; del amor...

En los campos de la iglesia, se encontraba el padre Turiso en su tribuna, dando sus últimos discursos eclesiásticos, cuando quedo interrumpido por una manifestación al frente el profesor laico.

Desde otra tribuna instalada, el profesor laico, comenzó con un discurso de disparates que hizo estallar a la muchedumbre gritando: "Abajo de la tribuna o la derribamos...."

El tabernero, orador improvisado y el maestro tuvieron que abandonar la tribuna y el campo abucheados por la multitud.

Y la comitiva que habían irrumpido gallardamente, desfilaron avergonzados, mientras el padre Turiso seguía de brazos cruzados en su puesto de combate sin haber podido esgrimir sus armas dialécticas.

Así termino aquel memorable acto en el pueblo de Astillero.














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