sábado, 3 de diciembre de 2022

ASTILLERO sucesos ocurridos en octubre de 1934

 








Como transcurrió la huelga revolucionaria de octubre de 1934, en Astillero.

 

El viernes 5 de octubre, se había circulado el rumor de que en Santander se había cerrado definitivamente el comercio por la tarde y se temía que hubiera trenes de regreso para Astillero, por cuyo motivo algunos viajeros decidieron no desplazarse a la ciudad.

En Astillero, no hubo novedad alguna, los comercios cerraron a la hora acostumbrada y los establecimientos y bares, por orden de las autoridades se vieron obligados cerrar unas horas antes.

Si existieron grupos de jóvenes celebrando la anticipación de la huelga anunciada, cantando el himno socialista del "puño cerrado" y que duró hasta las diez de la noche.

El vecindario se acostó por la noche con la preocupación del día siguiente.

 

El sábado día 6, de mañana se abrieron los comercios a la hora de siempre, pero pronto, un grupo de jóvenes menores de edad, comenzaron a repartir unas tiras de papel escritas a máquina dentro de unos sobres blancos, que decían: "Ordenamos a usted el cierre de su establecimiento al recibo de la presente" y con el sello estampado que ponía: "Frente único obrero - Comité local - Astillero".

Detrás de dicho grupo venia otro de jóvenes entre 22 a 27 años, que observaban si se cumplían las ordenes. Dicho grupo se aproximó a la Plaza de Mercado y esperaron que saliesen las personas que habían en el interior y no permitiendo la entrada a ninguna otra y cuando salió la última compradora, cerraron llevándose la llave y solo quedaron en el interior los propietarios de los establecimientos interiores.

A las nueve de la noche se habían congregado numerosísimo grupos de gente en la calle San José, frente al Ayuntamiento, comentado la situación, dispersándose más que a prisa al oír ¡ahí viene los de Asalto!, porque se aproximaba un automóvil.

A la doce de la noche se anunció un incendio en la iglesia de San José.

Gran número de hombres, mujeres y jóvenes, contribuyeron con los bomberos a sofocar el siniestro empleando todos los medios que tuvieron en esos momentos a alcance.

El fuego fue iniciado en la sacristía, habiendo empleado los autores, dos bidones de cinco litros de gasolina que derramaron por la ranura de la puerta y que se extendió al piso del local prendiéndole fuego. Los daños fueron de escasa importancia.

Por ello, varios jóvenes de la Juventud Católica hicieron guardias en las iglesias de Astillero y Guarnizo, en evitación de posibles desmanes, como lo ocurrido.

Apenas retirado el público se comentó el rumor de que en la estación del Astillero se había intentado quemar el tren de viajeros que se hallaban en la primera vía preparado para salir por la mañana, en el cual y en uno de los vagones de segunda, habían colocado unas pajas impregnadas de gasolina debajo de dos asientos que habían comenzado a arder.

La casualidad de haber salvado ambos trenes, así como el mismo edificio de la estación, se debió a una de las hijas del jefe de la Estación, don Samuel Pérez, la cual avisó rápidamente a su padre, quien llegó con la oportunidad de parar el pequeño incendio.

Este día, a la llegada del tren de Ontaneda, fue detenido aquél, por un grupo de jóvenes socialistas, que obligaron a abandonar la máquina y convoy a los empleados, y  como en dicho tren venían algunos enfermos, para hospitalizarse en la Casa de Salud de Valdecilla, estos fueron conducidos en una lancha a Santander, acompañados por el convecino del grupo gimnástico del Athletic Club, con Isidoro San Martin. Acto que fue elogiado.

  

El domingo 7, el vecindario por la mañana, acudieron a la misa mayor y comprobaron los daños producidos en el incendio del día anterior.

También el industrial, don Valeriano Gutiérrez, concejal del Ayuntamiento, trasladó las armas de fuego y caza existentes en su establecimiento, haciendo entrega a la Guardia Civil, para evitar complicaciones.

 

El lunes día 8, apenas se había comenzado abrir los establecimientos de la plaza del Mercado y colocado los cuatro o seis puestos alrededor, se personaron unos cuantos obreros, quienes ordenaron retirar los géneros y también a los comerciantes a que cerraran sus tiendas, obedeciendo todos para evitar contratiempos desagradables. A los tablajeros les permitieron vender hasta el mediodía.

Por la tarde recibieron órdenes opuestas por la autoridad militar con mando en plaza dadas por el teniente señor Cecilia, para que el comercio abriese sus puertas como de costumbre hasta las seis de la tarde y comprometiéndose a garantizarlo.

A las diez de la mañana se publicó el Bando Militar enfrente del Ayuntamiento estando la fuerza de los carabineros al frente de su jefe el teniente don Sebastián Cecilia, Acto seguido y ante el temor de que diera lugar a una alteración del orden público, la fuerza dispararon dos tiros al aire para despejar y evitar los grupos que se iban haciendo compactos en extremo en contra de las disposiciones ordenadas.

Por la noche, fueron colocados en dos postes de conducción de fluido de la Electra de Viesgo, entre dicha fábrica y la iglesia de Guarnizo, unos petardos que, afortunadamente no causaron desperfectos, si bien produjeron la alarma consiguiente las detonaciones que fueron estruendosas.

 

Marte día 9, el comercio con la garantía ofrecida la tarde anterior, abrieron sus puertas con la natural precaución, sin descubrir los escaparates.

A pesar de algunos intentos, el día transcurrió con normalidad, pendientes solo de la incertidumbre del resultado de la revolución. Por la noche, desde las siete, no se veía ninguna persona por las calles, todo en silencio absoluto.

 

Miércoles 10, el día fue tranquilo y sin novedades.

Jueves día 11. No hubo variación de los anteriores días. La nota más destacada fue de que los obreros de la "Campsa" tuvieron que volverse sin trabajar. Una comisión de los obreros, se entrevistaron con el director de la factoría y nada consiguieron, solamente el asunto estaba en poder del gobernador civil de la provincia.

Circuló el rumor en esos momentos de que los referidos obreros de la "Campsa" se hallaban despedidos.

Por la noche, sobre las nueve y media, se sintieron tres fuertes detonaciones, producto del estallido de tres bombas colocadas en el puente de hierro existente entre San Salvador y Astillero, que produjo algunas averías.

El propósito de los autores de la colocación de dichos artefactos no era otro que el de volar el puente para impedir la circulación de trenes procedentes de Bilbao y Liérganes, entre aquella capital y Santander.

 

Viernes día 12, abrió el comerció y las calles estuvieron animadas.

A las diez y media detuvieron a uno de los componentes del Comité de huelga. Poro después, ingresaron hasta diez obreros más, que estuvieron detenidos en la casa cuartel y que fueron conducidos a Santander a disposición de la superioridad.

 

Sábado 13, el comercio abrió nuevamente sus puertas, ya más optimistas y el vecindario dieron muestras de mayor confianza, acudiendo a adquirir los artículos de consumo en general.

Por la tarde se solicitó del comandante de la fuerza, por la Empresa del Teatro Bretón, a dar dos sesiones de cine de tres  a cinco y de cinco a siete, siendo autorizado a ello.

El día terminó sin novedad, cerrándose el comercio a las siete de la noche.

 

Domingo 14, desde la nueve de la mañana comenzó nuevo día,. acudiendo a misa los fieles; los trenes casi llenos de publico circularon todo el día sin interrupciones y sin registrarse ni el menor incidente.

Por la tarde, los cafés y establecimiento de bebidas estuvieron muy animados.

En el teatro Bretón, se celebraron las dos sesiones de cine anunciadas.

 

Lunes día 15. Día sin novedades, excepto la de los trabajadores de Campsa, que volvieron de nuevo para sus casas. Les dijeron que seguían despedidos y que el asunto se encontraba en tramitación.

El único movimiento, era el circular algunos camiones-cisternas para abastecer los depósitos de gasolina, conducidos por personal de la "Cántabra" y debidamente custodiados por las fuerzas militares.

El mercado semanal se celebró sin novedad alguna, acudiendo bastante numero de vendedores ambulantes. El comerció abrió sus puertas un día más.

 

Día 18. este día entraron al trabajo pocos obreros en los Talleres del Astillero.

En la Campsa aún no se había reanudado el trabajo, solo se había admitido, con carácter provisional, a algunos choferes para llevar gasolina a los depósitos. Este servicio estaba protegido por las fuerzas de Carabineros y de la Guardia civil.

Los obreros de esta Empresa, habían tenido que solicitar el reingreso, y los trabajos no se reanudaran hasta recibir instrucciones de la Dirección General de Monopolio.

Tampoco habían entrado al trabajo los obreros de la fábrica de carburo de Boó, en donde los hornos seguían apagados.

Los alpargateros si habían entrado al trabajo y también los obreros de celuloides y los panaderos.

Este día la situación estaba casi normalizada.

 

El día 1 noviembre, habían sido readmitidos unos treinta obreros de Campsa, en las mismas condiciones en que trabajaban antes de la huelga.

 

Durante estos días, seguían siendo admitidos más obreros en la factoría de Campsa y ya quedaban pocos por reingresar.

Entre éstos figuran los obreros más viejos, algunos con más de treinta años de servicios y con pocas posibilidades de ser admitidos.

Entre ellos, mi abuelo, Angel Vega. Mi padre pertenecía en esas fecha a "Cántabro Montañesa", distribuidor de los camiones.

 

En diciembre, por fin, fueron admitidos ya todos los obreros que quedaban aún de reintegrarse.

 

En Astillero, las autoridades militares de la localidad con la colaboración de otros destacamentos, supieron imponerse desde el primero momento, cortando todo foco de rebelión.

Afortunadamente, las medidas adoptadas desde los primeros momentos, por las fuerzas de la Guardia Civil y Carabineros surgieron efecto,  quienes habían velado por el mantenimiento del orden con el mayor entusiasmo, haciéndose acreedoras a las máximos elogios.







 

 








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