Las
romerías tradicionales de Astillero, eran por entonces un gran éxito por las
condiciones que reunía el pueblo, su situación estratégica en las vías de
comunicación
No
era necesario esforzarse para que el éxito estaría asegurado.
Ese
año 1928, la Comisión municipal de Festejos había confeccionado un modesto
programa y se había dado a conocer en la Prensa.
Las
verbenas y las romerías se celebraron los días 15 y 16, con la presencia de
muchos visitantes.
La
verbena tuvo que trasladarse a la calle San José.
Una
de las actividades que siempre figuraba en el programa fue la náutica en la ría.
El
día 15 a las tres y media de la tarde, dio comienzo la regata de barquías a cuatro
remos. El recorrido fue desde el muelle de los ingleses, al cargadero de
Complemento ida y vuelta.
Ganó
el primer premio la barquía patroneada por Emilio Coterillo, que hizo el recorrido en 16 minutos; el segundo
premio se adjudicó a la patroneada por Francisco Castillo, que invirtió 16
minutos y 15 segundos; el tercero, Ramón del Castillo, que tardó 17 minutos y
26 segundos y el cuarto, a la patroneada por Hilario San Emeterio, en 17
minutos y 37 segundos.
El
jurado estaba compuesto por los señores Villegas, Lanuza, Asenjo, Setien y
Morante.
En
ambas riberas de la ría por Astillero y por Pontejos, estaban llenas de
espectadores.
A
continuación se celebró la entretenida cucaña marítima de palo ensebado, con
numeroso público en las escolleras y embarcaciones disponibles.
Luego
tuvo lugar en La Planchada la celebración del concurso de belleza en el que
resultó triunfadora la señorita Adela Gordaliza, del pueblo de Villanueva.
El
de las señoritas de la localidad, fue para la chiquilla Rosita Vega.
Los
premios otorgados consistieron en dos preciosos mantones de Manila.
Después
del concierto nocturno por el Orfeón del pueblo, dado en la ría, instalándose
en la tribuna flotante que se hizo para tal actuación.
Las
dificultades del fango deposito en la ría, obligó a la barcaza en donde
actuaron el orfeón, a colocarse demasiado adentro por cuya razón el publico numerosísimo
estacionado en tierra, oía las notas primorosas del coro musical con alguna
dificultad.
Fue
un espectáculo maravilloso y cuando el pequeño cauce que iba quedando reducida
la ría a medida que bajaba la marea, daba la sensación de un reducido lago
iluminado. Infinidad de barquías y vaporcitos engalanados con follaje y
farolillos, circulaban lentamente en todas direcciones.
El
eco de las notas musicales, merced al ordenado silencio propio de un público
culto e inteligente, repercutía en las lejanías.
El
pueblo de Pontejos, vecinos de Astillero, acudieron a presenciar el concierto.
Eran
muchos las embarcaciones que se acercaron a la gabarra en la que cantaba el
orfeón para oír de cerca las notas musicales.
Me
imagino el gran espectáculo que en esa fecha se celebró en el interior de la
ría para el disfrute de los vecinos de Astillero, una composición musical y el
agua de fondo.
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