El
18 de marzo de 1923, a iniciativa del concejal del Ayuntamiento de Astillero,
don Ramón Cagigas, persona muy vinculada a todo cuanto a cultura se refiere, se
celebró el acto de dar el nombre del sabio histólogo Ramón y Cajal, al barrio
que hasta entonces se denominaba de la Estación.
El
ilustre Ramón y Cajal, falleció en el año 1934, por entonces ya había alcanzado
la cumbre de la ciencia universal en su especialidad de histología. En 1906 se
le concedió el Nobel en Medicina.
Con
el señor Cagigas colaboraron los ilustrados maestros del pueblo señorita
Aurelia Garea y don Serapio G. Juárez, aportando su valioso concurso.
Invitados
por los organizadores, para tomar parte en el acto, llegaron de Santander, el
Inspector de primera enseñanza, don Vicente Vale y Anglés y los profesores
nacionales don Leoncio Suárez y don Jesús Revaque, siendo bien recibidos por
las autoridades y niños de las escuelas, que entonaban preciosas canciones
alusivas al acto.
Desde
la estación se trasladaron al sitio en el que estaba la placa conmemorativa,
siendo descubierta en medio de una gran salva de aplausos por el señor alcalde
don Felipe del Castillo.
En
el momento de descubrir la placa, la niña Rosita Cagigas, leyó una sentida
poesía titulada: Mirando al porvenir.
A
continuación, el profesor señor G. Juárez con frase atinada hizo la
presentación de los que en el acto de divulgación habían de tomar parte,
agradeciendo al pueblo su asistencia.
Después
intervinieron los señores Carreras, maestro de Astillero; el señor Suárez,
recordando que fue maestro durante ocho años del pueblo y el señor Revaque.
El
señor Vals, a quien tanto se admira en la Montaña, no por la actividad con que colabora
por la cultura de la misma, sino más principalmente por la profundidad y
galanura de los conceptos que emite siempre que toma parte en actos de esta
naturaleza, se levantó a hablar en medio de una gran ovación. Empezó haciendo
historia del sabio médico, señalando cómo tuvo necesidad de salir de España
para que se le conociera. Analizó la diferencia que existe entre discípulo y
alumno para llegar a la conclusión de que si Cajal tuvo muchos de los últimos,
los primeros fueron muy pocos.
Como
final del acto, el señor alcalde agradeció a todos la colaboración prestada,
indicando que el Patronato de las escuelas había instituido 4 premios de 50
pesetas cada uno, que se llamarían "Premios Cajal" para los dos niños
y las niñas que mejor comportamiento y aplicación tuvieran. No hay que decir
que esto fue acogido con atronadores aplausos.
Terminado
el acto, los invitados fueron obsequiados con un espléndido banquete costeado
por el Ayuntamiento de Astillero.
Merecen
plácemes todos los organizadores, pero especialmente el señor Cagigas y los
profesores del pueblo, señorita Garea y señor Juárez, que fueron las almas de
la fiesta.
Esta
calle como la de Sainz de Trevilla estuvieron, antes siendo aún carretera
afectadas por disposiciones de Marina, al ser tránsito obligado por tierra
entre el Real Astillero y el puerto o portodio de Mobardo, depósito éste
principal de madera para la construcción de navíos y otras embarcaciones
marinas, aunque estas maderas se transportaban más frecuente, a través de la
ría de Solía.
En
una Real Orden de 26 de mayo de 1826, dada al Director General de la Armada, se
dice, entre otros extremos:
"Es la Soberana
voluntad de S.M. que a las orillas del mar ni a doscientas varas castellanas de
distancia de lo que en las mareas vivas o de los equinoccios baña el agua
salada, fabrique ningún particular ni corporación alguna pared sólida,
plantación de arbolado ni edifico de ninguna clase, pudiéndose solo aprovechar
aquellos terrenos para hortalizas, legumbres, prados y siembra de granos, a
excepción de la orilla y campo de La Planchada.."
Pero
cuando don Venancio Tijero se hizo cargo del Ayuntamiento en 1860, solicitó del
Ministerio de Gobernación que se declarase sobrante de vía pública una faja de
terreno común de 60 a 80 pies a ambos lados de la carretera, para que el
Ayuntamiento pudiera disponer de ella con arreglo a la Ley Municipal entonces
vigente.
Consecuentemente,
se estableció la Ordenanza correspondiente y se señalaron fajas de terreno de
80 mts., de anchura, que se adjudicaron a quienes las iban solicitado,
originándose así en estas largas vías, una época de gran trabajo y prosperidad.
Don Vicente Vela, Inspector de primera enseñanza de la Provincia, con el alcalde de Astillero y concurrentes al acto de descubrir la placa para dar a una de las calles del pueblo, el nombre de Ramón y Cajal.
Momento en que el alcalde don Felipe del Castillo, descubre la segunda placa, puesta a la terminación de la calle.
Doña Isidora Ceballos de Cagigas y don Ramón Cagigas Escalante, concejal del Ayuntamiento de Astillero, a quien se debe la iniciativa de poner el nombre del sabio Cajal, a una calle del pueblo.
Rosita Cagigas, en el acto de descubrir la placa, leyendo una sentida poesía titulada: Mirando al porvenir.
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