Dos soldados del Astillero
Don Casimiro Tijero, (el tercero por la izquierda)
Fechas históricas fueron la de los años
1921-1926, con la Guerra de África y que estuvo implicado el municipio de
Astillero-Guarnizo, al encontrarse combatiendo treinta y tres soldados de
Astillero y de Guarnizo, en el
territorio africano, según datos publicados.
He podido identificar algunos de los
nombres de estos soldados.
Manuel Aja
Bonifacio Fernández
Francisco
Pérez
Román
Martinez
Angel Espejo
Severiano Setién
Justo Tijero
Federico
Ibaseta
Alejandro
Ibaseta
Joaquin
Ibañez
Antonio
Martinez
Benito Gutiérrez
Emilio Diego
Eduardo López
Eugenio
Cortabitarte
Ernesto Curto
(sargento)
Valentín
Cavia
Arsenio
Casuso
Angel Cagigas
Francisco
Ceballos
Rufino Rivas
José Cagigas
Emilio
Herrera
Julio Arce
Ignacio
Jimenez
Isidoro
Antolín
N.Rivas
El día 8 de septiembre de 1921, existió
un gran entusiasmo en el patio del cuartel de Maria Cristina, cuando comenzaron
a dar las órdenes militares para hacer los preparativos de marcha a África.
La primera expedición de los soldados
del Regimiento de Valencia, se dispuso para la una menos veinte de la
madrugada, marchando, en el convoy especial de la línea del Norte, el material
de ametralladoras y la primera compañía.
El resto de las fuerzas salieron a diez
y cuarto de la mañana en otro tren especial.
Todos los jefes, oficiales, clases y
soldados del Regimiento, más muchas personas conocidas, las autoridades todas,
habían acudido a despedir a los expedicionarios.
De cuantas manifestaciones patrióticas
que se habrían hecho en Santander, ninguna llegó al grandioso límite de esta
despedida a los soldados del Regimiento de Valencia.
También estuvo el alcalde de Astillero,
señor Castillo, con una Comisión de vecinos del mismo pueblo.
Del Ayuntamiento de Astillero, fueron
con la fuerza expedicionaria diez soldados. Eran éstos: Justo Tijero (hijo de
Casimiro Tijero); Federico Ibaseta, Alejandro Ibaseta, Joaquin Ibañez, Antonio
Martinez, Benito Gutiérrez, Emilio Diego y Eduardo López.
El alcalde de Astillero, hizo entrega á
cada uno de los soldados de aquel pueblo, de un
paquete, conteniendo algunas viandas para el viaje, envuelto en un lazo
de seda de la bandera nacional y de 50 pesetas; 25 del Ayuntamiento y otras 25
de la suscripción hecha por aquel vecindario.
El día 9 de septiembre, fue la despedida
que Santander tributo a la segunda expedición del batallón de Valencia, con el
teniente coronel don Diego Ordoñez al frente.
En esas fechas, en el vecino pueblo de Astillero,
fue acogida con verdadero éxito la iniciativa de formar un ropero destinado a los soldados de Marruecos.
Además el señor Castillo, entregó al
coronel 100 pesetas para el fondo común de los demás soldados expedicionarios.
Asimismo de otras 500 pesetas del
Ayuntamiento y de las 3.297,30 pesetas, que produjo el festival benéfico
destinado para este motivo.
Entre los expedicionarios salieron para
Almería, dos soldados hermanos astillerenses, incorporados en las filas del
Regimiento de Valencia, Alejandro y Federico Ibaseta
En la
fecha 11 de septiembre, don Casimiro Tijero salió para Almería, para
acompañar a su hijo Justo, que había marchado en el regimiento expedicionario.
El alcalde de Astillero, ya había
recibido cartas de los soldados de aquel pueblo que venían luchando en África y
se encontraba informado de los
acontecimientos que se venían surgiendo en aquella zona.
Los muchachos manifestaron su
reconocimiento a cuantas atenciones habían recibido de su Ayuntamiento y se
expresaron con levantamiento espíritu militar, ofreciéndose dar sus vidas por
la Patria.
Firmaban la misiva, los soldados que
estaban luchando a las órdenes del teniente coronel señor Mela; Manuel Aja,
Bonifacio Fernández, Francisco Pérez, Román Martinez y Angel Espeso.
Estos soldados, recibieron su bautismo
de fuego, en las faltas del Gurugú.
De tantas iniciativas para mejorar la
situación de los soldados montañeses en campaña, fue urgente subvenir las
necesidades importantísimas relacionadas con su más perfecta atención, tales
como dotarles de elementos para el abastecimiento de agua, por las dificultades
del transporte de aquella dentro del territorio marroquí.
Este defecto fue observado por el
astillerense, don Casimiro Tijero, padre de uno de los soldados expedicionarios
del batallón de Valencia, quien, siguiendo a su hijo, marchó a África a
enterarse por sí mismo de todo aquello que necesitaría el batallón.
Don Casimiro Tijero, para quien el
agradecimiento que le dedicaría Santander, seria siempre poco, volvió a la Península
a subsanar aquella falta importante, poniendo en la empresa toda su voluntad y
consiguiendo reunir en los salones del Círculo Mercantil a los padres de los
soldados montañeses, a quienes expuso su idea de regalar a los batallones de
Valencia y Andalucia, cuatro auto-aljibes.
La idea fue aceptada en el acto,
uniéndose a la primera comisión los señores, don Casimiro Tijero, don Alberto
Corral, don Francisco Mirones y don Avelino Zorrilla.
Por entonces dos batallones, formados en
gran parte por montañeses de los regimientos de Valencia y el de Andalucía,
combatían ya en el suelo africano, soportando todas las inclemencias de un
clima hostil.
Lo soldados españoles en África
necesitaban agua. La Comisión nombrada y una representación de los padres de los
soldados, decidieron constituirse en una Junta única, encargada de encauzar
todas las iniciativas y de atender las necesidades morales y materiales de los
soldados santanderinos.
Simultáneamente que se llevaban a cabo
las gestiones para adquirir el aeroplano y los tanques aljibes, la Comisión
tuvo otra iniciativa, que la provincia recibió con gran aplauso: la de montar
una Oficina de información, que funcionase a la vez en Santander, Málaga y
Melilla.
La oficina de Málaga se puso bajo la
inspección del vocal de la Comisión, don Casimiro Tijero, quien ostentaba en
aquella ciudad andaluza la representación de Santander, teniendo entrada libre
en hospitales, sanatorios, además tenía pasaje gratuito en aquellos vapores de
la Compañía Transatlántica que hacían viajes de Málaga a Melilla y viceversa.
Los tanques aljibes fueron encargados a
las casas de los señores Corcho Hijos y Manuel Galdona.
Los chasis donde habían
de montarse fueron encargados a la Casa Ford.
Cada tanque tenía su correspondiente
bomba con tuvo de succión y otros de impulsión en pedazos intercámbiales,
bastando veinticinco minutos para llenar cada aljibe.
Estos fueron entregados en Nador, el día
28 de octubre de 1921, a sus respectivos batallones.
El 29 de septiembre la columna del
general Tuero se concentró en Garet para llevar varios convoys a las posiciones
del zoco el Hach, Tizza, Sidi-Hamet-el-Hach. A este columna fue unido el
batallón del Regimiento de Valencia, que ese día habría de cubrirse de gloria
en el combate más duro de la campaña.
Después de varias horas de fuego, los
moros, ante el tremendo ataque de nuestras columnas, emprendieron la retirada
escalonada, no obstante, las tropas, con extraordinario arrojo, iniciaron el
asalto con el general Cavalcanti y su Estado Mayor a la cabeza y en medio de un
diluvio de balas.
Momentos antes de llevarse a efecto la
entrada en Tizza, del convoy, la tercera compañía del batallón de Valencia,
escribía una página de gloria. El momento fue grandioso y emocionante.
En las manos de los soldados de la
tercera compañía de Valencia, mandada por el capital Ramírez, estuvo durante un
gran rato el buen éxito o el fracaso de la operación.
Los soldados del batallón de Valencia se
habían portado mucho mejor de lo que podía esperarse de tropas que entran en fuego
por primera vez.
El batallón expedicionario de Valencia
fue uno de los Cuerpos que más se distinguieron en la lucha en Tizza.
El 4 de octubre, se informaba que el
soldado Severiano Setien se encontraba enfermo y seria evacuado a Málaga, dentro
de unos días. Noticia que se había trasladado a su hermana Jesusa, en el
Astillero.
En Astillero ya estaba funcionado El
Ropero, para recoger toda ayuda a favor de los heridos y enfermos de la guerra
de Marruecos.
Una primera recogida fueron 27 mudas
compuestas cada una de camisa, calzoncillo, pañuelo y par de calcetines, para
ser remitidas a los 27 soldados de ese pueblo.
En las fechas del 12 octubre, en el
escaparate de la Confitería de la calle San José, se exhibían enormes paquetes
de mudas ya preparadas y acabadas por las jóvenes de la localidad, para los
soldados en general y una muda completa para los de casa, en particular.
El café Angelín era el centro de
información para todos; acudían diariamente, para recabar noticias, que les venía
facilitando el amigo don Angel Díaz, un hombre de todo corazón, que gracias a
él, los vecindarios se enteraban de los
telegramas y cartas que emitía o recibía él personalmente.
Los primeros días de octubre de 1921, habían
sido gloriosos para los Ejércitos españoles. Una serie de operaciones bien
concebidas con una precisión que solo es posible cuando se trata de tropas
valientes, habían tenido por resultado la ocupación del Gurugú
Un volteo general de campanas, los
disparos de los cañones de la plaza, el desbordamiento del entusiasmo general,
anunciaba que se acaba de aparecer en el Gurugú, la bandera española. El
Ejercito se había posesionado del monte fatídico.
Uno de los soldados, Julio Arce Alonso,
del batallón de Valencia, había escrito a su madre, doña Carmen Alonso,
residente en el Astillero, una carta en que la contaba lo ocurrido en la toma
de Tizza, en la siguiente forma:
"En el aprovisionamiento a la
posición de Tizza se entablo un duro combate. A nuestro batallón le concedieron
el puesto de honor en la vanguardia, juntamente con las fuerzas de Regulares y
al grito de ¡Viva la Montaña! entró la compañía en sucesivas cargas a la bayoneta,
penetrando en la posición con el comandante general y dos compañías de
Ingenieros.
A mí no me cupo tal suerte y honor, pues
á las doce y media me tumbaron un par de balas que me atravesaron ambas piernas
por la parte baja de la rodilla, sin que haya habido lesión ósea. Me recogieron
unos compañeros y ni por el momento perdí la serenidad, no obstante el dolor
que sentía en la piernas, que hasta hoy he tenido inmóviles. Yo mismo dirigí mi
primera cura, que me hizo un amigo.
Estoy contentísimo de haber sido uno de
los héroes. Fue trasladado al hospital de Melilla".
Los soldados del Astillero, Eduardo
López, Valentín Cavia, Francisco Pérez, Arsenio Casuso, Angel Cagigas,
Francisco Ceballos, Rufino Rivas y José Cagigas, a través del periódico el El Cantábrico
agradecían cuanto su pueblo y especialmente a las muchachas del Astillero,
estaban haciendo por ellos.
Habían recibido ya la primera remesa de
ropa interior y se les anunciaba otros envíos.
El 28 de octubre, se celebró en el Salón
Cortabitarte una función teatral a beneficio de los soldados del pueblo que se
encontraban en África.
Un acto heroico de un soldado de
Astillero, Alejandro Ibaseta, quien tenía otro hermano en África y en el
segundo batallón del laureado regimiento de Valencia.
En el combate de Tizza, al atacar a la
bayoneta para tomar una altura, cayó gravemente herido el soldado Severiano Setién,
de Astillero. Alejandro Ibaseta al verle caer, atravesó, con desprecio de su
propia vida, y en medio de un diluvio de balas, varias líneas de fuego, para
salvar a su compañero y evitar que cayera en poder de los rifeños, consiguiéndole
trasladarle a la ambulancia, distante de la línea de fuego más de un kilómetro.
En Astillero, un grupo de señoritas,
Castillo (Luisa, Mercedes, Amalia y Vicenta), de Bedia (Rosario y Elisa) y
Ramonita Vega, habían constituido espontáneamente e iniciadoras de una Comisión
para recaudar unas pesetas con que poder hacerles la Nochebuena a los soldados
de la localidad.
Con el dinero habían adquirido
comestibles (salchichones Thon Mariné, turrones, queso de bolba y pasas)
acompañando vino Rioja, para enviárselos a los soldados.
Grandioso recibimiento al soldado
Severiano Setién el día 16 de enero de 1922, que había conquistado las simpatías
de todo los astillerenses, sabiendo la forma gravísima en que fué herido el día
del tristemente célebre convoy a Tizza y su llegada al pueblo.
La entusiasta "Peña Angelín"
estimulada por Lavín (don Cándido), organizó la caravana para recibirle en la
estación de Boo.
En la estación estuvieron el señor
alcalde, don Felipe del Castillo y algunos concejales; las damas del Ropero,
doña Enriqueta de Amel y doña Dolores G. de Rozas; el capitán de la Guardia
Civil, señor Escobar; el ex-oficial de la Guardia Civil, señor Otero, señores
Casuso, Cortabitarte y Castillo.
El regreso al Astillero se hizo a pie, y
en el pueblo se repitieron las manifestaciones de simpatías.
Días antes, había llegado el soldado
Eugenio Cortabitarte, hijo político del señor Azcarate.
Hermosísimo acto llevado a cabo por las
jóvenes astillerenses, las cuales, asaltaban a las personas solicitándolas un
dinero para los soldados y el resultado le fue tan satisfactorio, que con la
cantidad recaudada pudieron confeccionar un bonito aguinaldo para los treinta y
tres soldados del Astillero.
El 22 de noviembre de 1922, desde el
Ropero del Astillero, enviaron a Melilla por el vapor "Torres y
Bages" de la Compañía Transmediterránea, 200 colchonetas de urgencia
necesidad. Eran miles de soldados que dormían en el suelo y esta benéfica
institución creía necesario esa ayuda.
El 24 de noviembre, el sargento de ametralladora del batallón expedicionario
de Valencia nº 23, Ernesto Curto, desde Nador, envió una carta como testimonio
de reconocimiento a la benéfica labor del Ropero de Astillero.
El 30 de septiembre de 1923, Santander
tributa un grandioso recibimiento a los repatriados del Regimiento de Valencia.
El 4 de diciembre de 1923, regresaron de
África, donde estuvieron por espacio de 29 meses, luchando bajo la bandera del Regimiento
de Valencia, los jóvenes de esta localidad, Federico Ibaseta, Emilio Herrero,
Ignacio Jimenez, Isidoro Antolín y N. Rivas.
La Guerra de África o también llamada la
Segunda Guerra de Marruecos, fue un enfrentamiento originado por la sublevación
de las tribus del Rif, una región montañosa del norte marroquí, contra las
autoridades coloniales española y francesa, concretada en los Tratados de Tetuán
(1860), Madrid (1880) y Algeciras (1906), completado este con el de Fez (1912),
que delimitaron los protectorados español y francés, cuya vida administrativa y
geográfica se inicio en 1907, conflicto en que participaron también tropas
francesas, pese a haber afectado principalmente a las tropas españolas.
En el año 1920, tras la firma de Fez, la
zona norte marroquí fue adjudicada a España como protectorado. El comienzo del
mismo lo fue también de la resistencia de las poblaciones rifeñas contra los
españoles, desencadenando un conflicto que se alargaría durante años.
En 1921, las tropas españolas sufrieron
un grave desastre en Annual, amén de una rebelión acaudillada por el líder
rifeño Abd el-Krim.
Los españoles se retiraron a unas
cuantas posiciones fortificadas mientras Abd el-Krim llegó a crear todo un
Estado independiente: La Republica del Rif. El desarrollo del enfrentamiento y
su fin coincidieron con la dictadura del general Primo de Rivera, que se ocupó
de la campaña de 1924 a 1927. Además, tras la Batalla de Uarga (1925), los
franceses intervinieron de lleno en el conflicto y establecieron una colaboración
conjunta con España, que culminó con un desembarco en Alhucemas. Hacia 1926 la
zona había sido pacificada, rindiéndose Abd el-Krim en julio de 1927 y
obteniéndose la reconquista del territorio anteriormente perdido.
Esta guerra dejó un profundo recuerdo
tanto en España como en Marruecos. Tras la independencia de Marruecos en 1956,
todavía tuvo lugar una revuelta rifeña contra el sultán, secuela del anterior
conflicto armado.
La guerra de Marruecos fue en general
mal vista y provocó importantes conflictos en la sociedad española en esos
momentos
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