Luis González Bravo
(1811-1871)
Autor Eduardo Balaca
Por qué apoyó con entusiasmo la revolución de 1868.
El Ayuntamiento de González Bravo había suprimido el Ayuntamiento.
En el mes de septiembre de 1968,
acaba de cumplirse el primer centenario, apoyó El Astillero, con un entusiasmo
sorprende, el movimiento progresista español que prosperó con el prestigio de
Espartero, y que entonces acaudillaba el
general Prim.
Se produjeron algaradas y
tumultos callejeros, y por la calle San José (que entonces se llamaba
Principal), desfiló todo el pueblo con aire revolucionario, esgrimiendo los
hombres letreros y armas de toda clase, al grito tímido al principio, pero que
pronto había de ponerse en boga en todo el amplio sector liberal, de ¡Abajo los
borbones!
¿De qué le vino al Astillero
aquel extraño y espectacular entusiasmo tan avanzadas de entonces? ¿Eran los
mineros, que habían comenzado ya a plantear reivindicaciones
económico-sociales? No, porque hacía solamente un año que se habían concedido
en El Astillero a don José Fernández y socios, la primera explotación minera.
Las huelgas -huelgas fueron ellas- vinieron años después, cuando se
intensificaron las explotaciones.
Vamos a tratar de explicar por
qué aquellos astillerenses de septiembre de 1868 eran tan ·progresistas".
El Astillero en aquella época por
su escasísima extensión geográfica (Guarnizo, como luego veremos, no pertenecía
aún al Ayuntamiento del Astillero), por su muy reducida población y otras
causas, era en muchos aspectos y, en especial, en el económico un municipio
francamente "deficitario".
Y como eran muchos los
Ayuntamientos que en toda España se encontraban en el mismo caso, para
remediar, en lo posible, esta situación anómala, el Gobierno de don Luis
González Bravo dictó una orden del Ministerio de Gobernación de 23-X-1867 en
virtud de la cual, los gobernadores provinciales habían de presentar propuestas
de supresión de todos aquellos Ayuntamientos que para serlo, no reunían las
condiciones que exigía la entonces vigente Ley de Ayuntamientos.
La supresión
El gobernador civil de Santander,
en cumplimiento de aquella orden ministerial, propuso la supresión de diversos
Ayuntamientos montañeses agregándose sus territorios a otros limítrofes más
importantes. En esta lista figuraba el del Astillero que debía anexionarse al
valle de Camargo no a Guarnizo de donde había sido anteriormente segregado.
Los demás Ayuntamientos de la
Montaña suprimidos entonces, fueron; el de Argoños, que se unió a los
Ayuntamientos de Bárcena de Cicero y Escalante; el de Noja, que se unió al de
Arnuero; el de Marrón, a Ampuero; los de Colindres y Seña, al de Limpias; el de
Los Carabeos, al de Valdeprado; los de Anievas, Rivaldeiguña, San Vicente de
León y Los Llares, a Arenas; el de Espinama, al de Camaleño; los de Bárcena de Pie
de Concha y Pujayo, a Molledo, y el de Rioseco, al de Santiurde de Reinosa.
Se suprimían casi todos -y el del
Astillero también- porque no llegaban a 200 vecinos (no habitantes), que exigía
el art. 71 de la mencionada Ley de Ayuntamientos.
Había que atenerse al censo de
población del año 1860, según el cual, El Astillero no llegaba ni a los 100
vecinos. En su ritmo ascendente, aunque muy lento, contaba en el año de autos
1868, un centenar de vecinos (unos 500 habitantes), o sea, la mitad de lo que exigía
la Ley de Ayuntamientos.
Reacción violeta
Al publicarse la correspondiente
orden de sucesión, ministerial y ejecutiva de 29.7.1868, el Astillero reaccionó
como si le hubieran dado un bofetón en pleno rostro. El Ayuntamiento del
Astillero, dentro de su modestia se defendía mal que bien en todos los órdenes.
Pero aparte de esto, nadie podía olvidar su importancia histórica del siglo
anterior, lo cual hacia que se le mirase con cierto respecto.
Como noble venido a menos, daba
en todo momento apariencia y pruebas de competencia y personalidad, tanto en su
régimen interior, como en sus relaciones con el exterior y muy especialmente
con los organismos oficiales.
La base de su economía la constituía
por aquellos años la famosa fuente de La Planchada, cuyas aguas declaradas
medicinales, gozaban de gran predicamento en toda la nación. Su colonia
veraniega era numerosa y muy selecta. Sobre ésa pesaba principalmente el
impuesto de consumos, renglón el más importante con mucho del presupuesto
municipal de ingresos.
El Astillero tenía fe en sí mismo
y en su destino. Por ello, cuando le fue comunicada la orden de su supresión
como Ayuntamiento independiente y de su incorporación a Camargo, no se resignó
ni se amilano. El alcalde, que era entonces, don Ramón Puebla, nombró una
comisión para que, asistida de cuantos poderes y pruebas estimase necesarios y
valiéndose de personas influyentes, hiciese cuantas gestiones estuviesen en su
mano, con vistas a que el Ayuntamiento pudiese continuar, como hasta entonces
con vida propia.
Esta curiosa alusión a
"personas influyentes", se refería, sin duda y principalmente, a don
Pedro Salaverria, varias veces ministro de Hacienda y de Fomento, y a don José
María Orense, insigne político de filiación republicana, que aunque nunca
perteneció al partido progresista a pesar de que le fue ofrecida la jefatura
del partido en diversas ocasiones, fue uno de los principales preparadores
desde el extranjero, de la revolución del 68; personajes ambos muy asiduos
veraneantes en Astillero a los que el municipio pondría con el tiempo sus
nombres a dos de sus calles. Un tercer personaje de aquella época, muy ligado
al Astillero, fue don Pedro Gómez Hermosa, ministro del Tribunal Supremo de
Justicia; tenía en Astillero una casa heredada de sus mayores.
Desconocemos con detalle las
gestiones que la comisión pudo llevar a cabo durante el mes de agosto en
cumplimiento de su importante y delicada misión, como no fuera la de informar
del caso a los "señores" influyentes, anteriormente mencionados y la
de excitar de los astillerenses en contra del gobernador civil de Santander,
don Francisco Pareja de Alarcón, recientemente nombrado para este cargo y de la
política nacional que, naturalmente, representaba
(Nemesio Mercapide - 2 de noviembre 1968 - el diario Alerta)
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